Cuando no queda otra alternativa que la del mal.

No hay peor situación que la de encontrarse en un callejón sin salida, sin otra alternativa que volver al punto de partida, al punto anterior, al que nadie quiere volver. Esta es la sensación que buena parte de la humanidad sufre hoy cuando tiene que tomar una decisión cualquiera –no hay alternativas, una sola opción, la que nadie desea.

El bipartidismo, eufemismo de “dictadura de un mismo cuerpo con dos cabezas gemelas”, en el que ha quedado disecada la democracia, se ha convertido, desde hace decenios, en la única opción política, creando, a su vez, un sistema electoral, protegido por los medios de comunicación, que no permite, en la práctica, que se instale otra alternativa.

La educación se ha unificado en un mismo currículo para todos y se ha hecho obligatoria –en este caso se ha eliminado completamente el “bi”. La única elección posible es la de no tener elección.

La tecnología se impone desde la infancia como un medio de evitar que nuestros hijos sean “retrasados” o se queden fuera del flujo civilizador. Los desastres familiares e individuales que están ocasionando los artilugios electrónicos se justifican aludiendo a que son el “precio” que hay que pagar por el progreso, aunque ese precio no vaya al progreso, sino a las arcas de las multinacionales que los producen. No importa, todos entendemos a lo que se refieren los ideólogos cuando intentan tranquilizarnos. Después de sentir un profundo y bien camuflado orgullo al ver a nuestros hijos utilizar esos artilugios con una admirable maestría, viene la bajada de adrenalina y con ella la preocupación por el proceso de autismo que produce en ellos su uso continuado. Demasiado tarde. No obstante, la culpa es de todos. No habrá juicio ni reproches –lo repetiremos de nuevo, es el “precio”. Tampoco en el caso de la tecnología hay un “bi” que permita otra opción, que la opción única. Ir en contra del progreso tecnológico significa, en última instancia, salirse de la historia. Una historia montada sobre un único acontecimiento –el bancario– ya que son los bancos los que te obligan a dar el primer paso tecnológico –abrir una cuenta. Lo demás viene solo.

En cuanto al sexo y al género parece que subsiste el “bi”, aunque sea difícil de determinar por cuanto tiempo. De momento podemos mantener nuestro sexo genérico o podemos cambiarlo a partir de los tres años en caso de que los padres detecten una ligera incongruencia entre el sexo biológico del niño (meras protuberancias carnosas) y sus claras tendencias femeninas.

La cosmogonía del “sistema” representada por las periódicas declaraciones de la NASA o de cualquiera de sus múltiples observatorios satélite alimentados con científicos producidos en los departamentos de astrofísica de las universidades occidentales más “prestigiosas”, vuelve a no aceptar el “bi”. Discrepar de su cosmovisión supondría volver a los años de la ignorancia y el obscurantismo. En todo caso, sería una opción inaceptable.

Con respecto a la biología, el tema de la discrepancia se vuelve aún más inquietante, ya que el “bi” podría suponer un delito o causa de invasión militar. La ingeniería genética debe continuar sus investigaciones y sus experimentos con el fin de solucionar, en el futuro, problemas de salud, como el cáncer y otros. La teoría de la evolución es incontestable. Somos el producto de la casualidad que no deja de girar vertiginosamente alrededor del Sol dentro de una galaxia, entre cuatrillones de galaxias más, que un día será engullida por algún agujero negro hasta devorar el universo entero y devolverlo a su singularidad primigenia, en espera de que otra casualidad la active y produzca otros mundos tan solitarios como el nuestro. En cuanto al cómo y el por qué, se admite el “bi” e incluso el “multi”, el “plus” y el “poli”, siempre que sean teorías lo suficientemente fantasiosas como para que no se las crea nadie.

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En el sistema educativo sueco se admite la evolución y se prohíbe rezar y hablar de la Biblia.

Este es el panorama actual. Un escenario apocalíptico sin otra alternativa que seguir profundizando en el mal. Opciones políticas que llevan inevitablemente a conflictos bélicos, invasiones, golpes de estado fabricados, discriminación social, racismo, xenofobia, ignorancia… Sistemas educativos que robotizan al estudiante y le llenan de informaciones falseadas que distorsionan su comprensión existencial, histórica, geográfica… Cosmogonías científicas que nos presentan un universo vacío de vida inteligente, de cualquier forma de vida, pero con las esperanzadoras espectativas que nos brindan las estadísticas y las matemáticas de que, contra toda evidencia, hay vida, vida inteligente, vida súper-inteligente, por doquier. Para agravar todavía más este grotesco escenario, resulta que somos hijos de los chimpanceses, y estos descendientes de una ameba y, todos juntos, nos dirigimos hacia una hermafroditación como fase final de la inevitable autodestrucción. No es de extrañar que los antidepresivos sean el fámaco más vendido en el mundo.

Nos encontramos en un callejón sin salida, arrinconados, con la única alternativa de golpearnos contra el muro.

¿Quién ha marcado a nuestras sociedades con el mal? En nuestra lucha por mantenernos a flote o tomar aliento antes de la siguiente inmersión, hemos descubierto la última fase del proceso de autodestrucción –el izquierdismo. Un movimiento que nada tiene que ver con los prolegómenos marxistas de solidaridad, hermandad y una repartición justa de la riqueza. Muy al contrario, se utiliza este nombre para camuflar su verdadera agenda. Es la última fase de descomposición social que iniciaran hace miles de años los adoradores del Becerro de Oro, idólatras que hoy se llaman demócratas, socialistas o cualquier otra denominación que evoque en quienes la escuchan el concepto de izquierdismo, lo único aceptable en nuestras sociedades frente al indeseable derechismo que los medios de comunicación se han encargado durante decenios de proaganda amañada de asociarlo al fascismo, a la represión, a las cárceles secretas, a la tortura, a la falta de libertades y a una regresiva forma de pensar y de ver el futuro.

Sin embargo, el único programa político y social con el que cuentan los partidos izquierdistas es el del materialismo ateo –negar cualquier aproximación espiritual a la existencia y, al mismo tiempo, permitir y promocionar que las leyes obedezcan y se adapten a los deseos de los ciudadanos de transgredir los límites establecidos por el sistema profético. Se trata de crear sociedades que se desarrollen en un ámbito, no sólo diferente, sino contrario al ámbito profético –se promociona el sexo libre, la desnudez pública de la mujer, la homesexualidad, el lesbianismo, los transgéneros, la droga, la delincuencia, el alcoholismo, la rebelión, como la única forma de que los jóvenes puedan desarrollar su personalidad… No les ha quedado otra alternativa que la del mal.

No deja de ser altamente significativo que todo este vicio que promueve el izquierdismo esté prohibido o estrictamente controlado en países como Rusia y China en los que el marxismo se estableció como su sitema político, económico y social. Es decir, que, de hecho, el izquierdismo se encuentra en las antípodas del marxismo. En Rusia, por ejemplo, había en tiempos de la Unión Soviética 25.000 iglesias ortodoxas en activo, y en los países que formaban la Unión, como Techiquistán, de mayoría musulmana, nunca se cerraron las mezquitas. Por lo tanto, había religión, había espiritualidad en la gente, algo que desaparece totalmente con el izquierdismo.

Por otra parte, la revolución cultural china abogaba por desconectar a la gente de la corrosiva influencia de la cultura occidental, que se imponía por doquier con mucha más agresividad que la china. Al mismo tiempo, se reforzaba la célula básica de toda sociedad, la familia, y de todos aquellos aspectos de su cultura tradicional que no respondían a prácticas supersticiosas propias de la ignorancia.

La propaganda izquierdista es la que más ha trabajado para ocultar la realidad de estos ensayos socio-políticos y económicos que tuvieron lugar en estos dos grandes países. El izquierdismo ha borrado todas las alternativas posibles tachándolas de opresoras, y no ha dejado a las poblaciones mundiales otra opción que la del mal –vivimos en un universo cuasi infinito, vacío, casual, en el que, a partir de una bacteria, se ha producido vida inteligente sin otro objetivo existencial que el de nacer y morir.

¿Aceptaremos esta alternativa? En caso negativo, deberemos emprender la cuesta y prepararnos para una guerra sin cuartel –hercúlea tarea, en verdad, la que nos habremos impuesto. ¿Qué opciones daremos a nuestros hijos a cambio de que abandonen la tecnología “innecesaria”? ¿Qué tipo de medicina utilizaremos? ¿a qué sistema educativo los incorporaremos? Inquietantes preguntas que parecen no tener respuesta.

Si emprendemos la cuesta solos, pronto nos encontraremos exhaustos. Nuestro primer trabajo hercúleo será formar pequeñas sociedades de no más de 10 familias que establezcan una base económica común e independiente. Habrá que establecer el árabe como lengua de estudio y de comunicación, y de esta forma nos alejaremos del reino de Marruecos y de otros países del Magrib, como Túnez, que pretenden hacernos creer que el uso del árabe en las universidades es el principal obstáculo para un desarrollo científico de sus sociedades. No se trata de crear madrasas, sino de incorporar la educación a la vida cotidiana; de instalar el conocimiento en nuestras relaciones comunales. Por otra parte, la medicina que utilicemos deberá ser efectiva y carecer, al mismo tiempo, de los indeseables efectos secundarios –como la homeopatía, la acupuntura y otros sistemas no controlados por las grandes multinacionales farmaceúticas occidentales.

Llevar a cabo estos cambios en nuestra vida y en nuestras familias exige una gran determinación, pero si queremos, como Hércules, expiar nuestro crimen, salirnos de la alternativa del mal, no tendremos otra opción que generar nuevas fronteras donde establecer comunidades sanas, comunidades del bien, en las que la guía vuelva a ser el relato profético. Mas sólo escuchan y entienden los que están vivos.

(69) … No es, sino un recuerdo y un Qur-an inalterable (70) para advertir a los que estén vivos …

Qur-an 63 – Ya Sin

Un comentario sobre “Cuando no queda otra alternativa que la del mal.

  1. Expertos en comportamiento social y en educar a las nuevas generaciones en la cosmovisión atea y hedonista del mundo: ¡HABLAD! Sabemos que estáis ahí, especialistas psicólogos y educadores, sabemos que os asombra lo que aquí decimos. Rebatid con argumentos si podéis la cosmovisión trascendente, islámica, que aquí proponemos. Decidnos, expertos, ¿Cómo revertir la actual zozobra espiritual, moral y humana que asola a España, a todo occidente? ¿Con más democracia? 40 años de democracia han bastado para destruir a la juventud español y que solo sepan de sexo y de redes sociales. No leen, no escriben, no estudian a los clásicos, apenas saben hablar bien, y desconocen lo que es la vergüenza y el respeto. Una juventud podrida y sin remedio. Hablad expertos, queremos saber de qué estáis hechos, ¿qué proponéis para mejorar las cosas?

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