La máxima dorada de Said Nursi

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Los nuevos escenarios que se están desarrollando en Irán y Venezuela ponen al descubierto las estrategias que utiliza el triunvirato (USA-FRANCIA-UK) para provocar un conflicto bélico, arruinar un país u organizar un golpe de estado que ponga en el poder a un gobierno que trabaje “exclusivamente” para ellos.

Los espectadores contemplamos atónitos cómo de la nada surge un enemigo potencial al que poco a poco se irá presentando como el origen de todos los males y causa principal de la desestabilización planetaria, de las crisis económicas, del terrorismo… y al que, de forma velada, se le hará cómplice de los desastres naturales, de forma que cuando leamos en algún medio que ha habido un terremoto en Paquistán o que un huracán ha azotado la costa este de los Estados Unidos, a todos nos vendrá a la mente la imagen de Maduro o de la guardia revolucionaria iraní maldiciendo al mundo, lanzando con sus alaridos vientos enloquecidos y removiendo con su odio las capas tectónicas que sostienen los continentes.

Los medios de comunicación occidentales tienen a su favor la baza del olvido –son tantas las noticias que recibimos cada minuto, 24 horas al día, que nos resulta imposible mantenerlas en nuestra consciencia más de unos instantes, fugaces como las estrellas o los ¿meteoritos? Ya todos hemos olvidado que, en 2015, China, Rusia, USA, UK y Francia llegaron a un acuerdo con Irán por el que se regulaba su producción de uranio enriquecido y lo permitía únicamente para fines industriales y energéticos. A cambio, se retiraban las sanciones que pesaban sobre la nación musulmana y sus exportaciones de petróleo. En el 2016, empero, Trump comenzó a preparar al mundo para la retirada unilateral de los Estados Unidos del acuerdo. Lo llamó “el peor acuerdo en la historia de este país.” Amenazó primero con no ratificarlo, luego hizo un gesto de duda que llenó de alivio a la comunidad “internacional”, para poco después anunciar su retirada definitiva, nuevas sanciones y la total prohibición a Irán de vender un solo barril de crudo al mundo, incluso al mundo circundante. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Tampoco ellos. Se trata de remover continuamente las aguas, de mantener un constante malestar en el mundo, de vivir atemorizados. Es el mismo discurso que escuchamos hace 8 años sobre Siria. A su presidente le llamaron animal y carnicero, pero no hace mucho que uno de sus aliados más incondicionales descuartizaba a un periodista en el consulado saudita de Estambul. El triunvirato pidió cautela a los medios de comunicación a la hora de emitir comunicados condenatorios. Se sigue investigando el caso ¿por quién? Son estrategias del triunvirato que el mundo no puede comprender.

Estados Unidos alega que Irán está poniendo en peligro sus intereses y la mismísima estabilidad de Oriente Medio. Para evitar que pueda estallar una guerra ¿entre quién? Trump ha dado las órdenes oportunas para que el Pentágono envíe tropas, portaaviones, cazas y misiles, y los esparza por la Arabia Félix. Israel guarda silencio y observa atenta y complaciente el despliegue militar americano –“Ya te dije que te amaba en aquella reunión que tuvimos a puerta cerrada.” –“Lo sé. Lo pude ver en tu sabia sonrisa e incluso en la baba que corría temblorosa por la comisura de tus judíos labios.”

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El cinismo vaporoso de Obama / o, tú eres el culpable / El verdadero deal

Esta es la estrategia favorita de los coaligados. La pregunta, empero, es ¿cómo hemos llegado a esta situación? Porque hubo protocolo, preámbulo, inicio, desarrollo… El primer error lo cometió Irán al sentarse a la mesa de las negociaciones –no hay negociaciones con el triunvirato, señor Rouhani, pues en su portafolio no llevan, sino el plan de invasión, de reducción drástica de la población nativa y de apropiación de su riqueza. Los acuerdos a los que llegue con el triunvirato son papel mojado. El segundo error lo cometió Rusia al sentarse a esa misma mesa –“Todo país tiene derecho a organizar su defensa de la forma que mejor le parezca. Irán puede desarrollar armamento nuclear de la misma forma que ha hecho Israel.” ¿Qué habría pasado, señor Putin, este hubiera sido su discurso? El tercer error lo cometió China al añadir su voto al nefasto acuerdo. Los chacales volvieron a sus manadas jadeando con un visible triunfo estampado en sus húmedos hocicos –“les dejaremos un año improductivos y luego les asestaremos el golpe final.” La manada aulló a la Luna y todos volvieron a sus guaridas.

¿Por qué se ha permitido que corrieran por debajo de la mesa cartas trucadas? Porque hasta ahora nadie ha dedicado un solo instante a ponderar la gran máxima, la máxima dorada, de Said Nursi –“Todo lo que dais en las negociaciones es lo que ellos han conseguido y lo que vosotros habéis perdido, y la situación vuelve siempre a su punto de partida.”

Si le hubiéramos dicho al ministro Zarif en 2015 “No te sientes a negociar con el triunvirato.” Nos habría respondido que nuestro planteamiento ultra radical es contrario a la sabiduría islámica. Tras firmar el acuerdo, nos habría mirado con la altivez que da el triunfo. Hoy, ha presentado su dimisión.

¿Qué más tiene que ocurrir para que el mundo entienda la máxima nursiana?

Rusia y China deben aunar con su ayuda económica y militar a todas las naciones que luchan por independizarse del triunvirato; deben construir el bloque emergente sobre sólidos cimientos. Sin titubeos, sin llamadas telefónicas, sin pérdida de tiempo.

Venezuela acabará enquistándose como se ha enquistado Siria, y lo mismo ocurrirá con Irán. Rusia y China deben desmarcarse de la “comunidad internacional”, del triunvirato y sus aliados. Deben abandonar su mismo discurso y hablar con una voz nueva, saludable, veraz y enérgica.

El tiempo apremia y las tropas siguen llegando a Oriente Medio.

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