Los tres tristes tigres de papel

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Después de que el triunvirato (USA-Francia-UK) montase la farsa de Afganistán e Iraq, con el devastador resultado de millones de muertos, pensamos que ya nunca más volvería a ocurrir algo así; pensamos que no se atreverían a mentir al mundo una vez más. Sin embargo, la farsa “primavera árabe”, la farsa “Siria”, la farsa “Yemen” y ahora la farsa “Venezuela”, parecen desmentir nuestro supuesto, quizás demasiado optimista, quizás demasiado ingenuo.

De la misma forma que la luz no puede originar tinieblas ni las tinieblas pueden iluminar los caminos, así mismo, el mal no puede causar virtud ni la virtud puede engendrar maldad. Son supuestos incuestionables que explican el funcionamiento intrínseco de la existencia y, al mismo tiempo, nos ayudan a entender que el triunvirato, que es el brazo político, económico y militar del mal, no puede hacer otra cosa que urdir maquinaciones con el fin de desestabilizar aquellas regiones de la torta terrestre que intentan soltarse de ese brazo que infecta de corrupción todo aquella que toca. Por otra parte, tampoco parece lógico reprocharle al mal que sea malvado –es su naturaleza. Y la nuestra debería ser la de protegernos, la de consolidar una vigorosa e irreductible fuerza de choque que mantuviese a raya al triunvirato, que no le permitiese ir más allá de sus discursos demagógicos, inmaduros e insufribles para el intelecto humano… Palabras, declaraciones e incluso amenazas, pero nada más, ni un solo tiro.

Chile está con los demócratas de Venezuela, con los demócratas del mundo. Chile puede darnos a todos lecciones de democracia. No hay más que echar un vistazo a su historia pasada, siempre custodiada por el “hermano mayor”, por el big brother, que no cesa de vigilar la cordillera de los Andes, la Patagonia, la esquina sur, la Tierra de Fuego.

Se equivoca Chile, quizás porque no entiende qué significa hoy el término “democracia”. Los países democráticos son aquellos a los que Norteamérica no ha impuesto sanciones. Eso quiere decir que siguen las pautas marcadas por el triunvirato –no compran petróleo a Irán; no tienen relaciones comerciales con Corea del Norte; han cerrado su embajada en Damasco; no permiten que barcos rusos puedan repostar en sus territorios; intentan boicotear los productos chinos; declaran que ISIS es una organización terrorista surgida espontáneamente del caldo de islamistas radicales; encienden una vela cuando arde Notre Dame, cualquier Notre Dame; tienen buenas relaciones con los saudís y afirman que sus ambiguas actuaciones en el consulado de Estambul deben ser investigadas sin precipitarse en las conclusiones; están de acuerdo en que la guerra de Yemen es una página más de la historia que un día u otro habrá de pasar; son intransigentes con el caso Assange –debe  ser ejecutado por sacar a la luz los crímenes del triunvirato.

Es muy probable que Chile sea, pues, un país democrático, como Colombia, como Guatemala… como todos esos países latinoamericanos, africanos y asiáticos a los que Trump, en un arrebato de espontánea inoportunidad, llamó shithole countries. Mas se disculpó, pues no era eso lo que quería decir. A nadie convenció, no obstante, su disculpa, tampoco a él. Pero entre bastidores le explicaron que esos países son muy útiles a la hora de apoyar acusaciones o servir de plataformas desde las que lanzar a los mercenarios del triunvirato, reclutados en los caldos islamistas radicales y en sus propios países.

Chile debe entender –seguro que ya lo entiende, pero se hace el sueco– que, en numerosas ocasiones, a las argumentaciones del triunvirato les falta base y la balanza se desestabiliza, provocando duda y malestar en sus aliados. Es entonces cuando tienen que añadir peso a sus propuestas bélicas, a sus acusaciones, a sus tesis.

Maduro se tiene que ir a Cuba porque semejante sugerencia no sólo viene de USA, sino de numerosos países latinoamericanos que han pasado, en un abrir y cerrar de ojos, de ser shithole countries a ser países democráticos.

Chile se ha convertido, así, en una entidad compuesta por una voz que dice: “Maduro debe irse a Cuba. Estamos con la democracia y con los demócratas.” No existen ya chilenos en Chile ni ciudades ni barrios ni suburbios ni cárceles ni pobreza ni fraudes ni estafas… Es una entidad virtual –Chile ha dicho. Brasil ha dicho… son países democráticos, shithole countries que añaden peso a los livianos argumentos del triunvirato.

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Franco ya no es un fascista ni un dictador, sino un shithole presidente que añadirá peso a la política estadounidense de llenar el mundo de bases militares.

Tampoco a España le ha sancionado el triunvirato. Estados Unidos mantiene buenas relaciones con la piel de toro desde aquel nefasto día de 1959 en el que Franco abrazara efusivamente a Eisenhower –bases, OTAN, entrada en la UE… y cuando faltó peso a la propuesta del triunvirato de invadir Iraq, el shithole presidente, Aznar, puso su trasero en el platillo de la masacre. Son amigos, aliados, demócratas.

Llevan 17 años transportando cadáveres desde Afganistán hasta la base aérea de Dover, Delaware. Incluso el Pentágono se pregunta: “¿Qué demonios hacemos allí?” ¡Qué demonios hacéis allí! Una pregunta totalmente intempestiva. Si pesara algo en vuestras decisiones la dignidad, el honor y el respeto por la vida humana, nunca habríais puesto vuestra aciaga bota en aquellos parajes milenarios. Han destruido Iraq, han colgado a Sadam y se han ido, dejando un reducido número de patos que van cayendo uno a uno tan pronto como se abre la veda. En Siria aún les ha ido peor –no han podido colgar a nadie y el gobierno de Bashar al Asad controla, más que nunca, el país bendecido por el Todopoderoso. Pueden valerse del cinismo para tratar de reverdecer su devastado campo de batalla, pero tantos fracasos seguidos terminan por dejar huella incluso en el alelado ánimo de los norteamericanos.

Venezuela, querido Chile, os va a costar a todos más de un disgusto. Quien se atreva meter una mano armada en aquel país, la sacará quemada, y será otro éxito del bloque emergente, otro éxito de la propuesta multicentros de poder.

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