La ilusión de control

Quizás el ejemplo más acertado y comprensible al hablar de la ilusión de control lo encontramos en el cine o en un partido de fútbol. Por ejemplo, durante un ataque de su equipo el jugador falla al lanzar el balón o lo pierde al regatear torpemente. En ese momento muchos de nosotros, especialmente los involucrados en la escena, tenemos la sensación de querer intervenir cambiando la dirección del balón o cambiando el rumbo de esa escena. Creo que la mayoría de nosotros hemos estado expuestos a esa sensación mientras veíamos una película o un partido. La ilusión de control aquí es un sentimiento natural resultante de la inmersión emocional en la escena. Ese sentimiento pronto desaparece y volvemos a darnos cuenta de que no hemos podido cambiar lo que estaba sucediendo. Eso es lo que yo llamo la ilusión de control. De facto, vivimos la mayor parte de nuestro tiempo bajo la ilusión de controlar todo aquello que acontece en nuestras vidas. Cuando observas la vida de muchas personas, te das cuenta de que la mayor parte de sus problemas materiales, emocionales o espirituales se deben a su ilusión de tener el control sobre las intrincadas tramas que en ella se desarrollan.

El Corán nos alerta sobre este hecho, advirtiéndonos que el hombre no tiene control sobre su vida:

¿Han sido creados de la nada o son ellos los creadores? ¿Acaso son ellos los que han creado los Cielos y la Tierra? No tienen certeza de lo que dicen. ¿O son los dueños de las despensas de tu Señor y las controlan? (Corán, sura 52, aleyas 35-37)

El Corán utiliza aquí la forma interrogativa para animar al lector a pensar y reflexionar sobre este asunto. Nos informa que no somos dueños de los elementos con los que se ha construido la existencia –la nuestra y la de todo lo demás. Así mismo nos aclara que al venir de forma coercitiva a la existencia, no hemos tenido parte alguna en la creación de este universo, ni de nosotros mismos. Y esto es lo que descubrimos al observar un mundo completamente terminado, listo para ser habitado –todo ello sin nuestra participación. Más aún, Allah el Altísimo nos recuerda que el hombre no tiene ningún poder ni conocimiento sobre los tesoros de provisión y misericordia de su Señor:

¿O será que poseen los depósitos de la rahmah de tu Señor –el Poderoso, el Dador Incansable? ¿O acaso tienen el dominio de los Cielos y de la Tierra y de lo que entre ambos hay? Que asciendan entonces a ellos por cualquier medio que tengan. (Corán, sura 38, aleyas 9-10)

Cuando leas estas y otras aleyas del Grandioso Corán, descubrirás que todo lo que te sucede está predestinado en un Registro (Kitab) de forma que no tienes ningún control sobre tu vida ni sobre nada de lo que en ella sucede. Si mantienes en tu consciencia este hecho y abandonas la ilusión de control de cada situación en la que te encuentres, hallarás consuelo y satisfacción, ya que tan pronto como te expongas a cualquier acontecimiento, te darás cuenta de que lo que pasó no podía haber sucedido de otra manera.

Es la misma idea que encontramos en el siguiente hadiz del profeta Muhammad: “Mantente atento a lo que te beneficia y busca la ayuda de Allah. No te sientas abatido incluso cuando te suceda un mal. Y no digas ‘si no hubiera hecho esto, no habría pasado aquello, pues el ‘si’ abre la puerta al shaytan’.” Si vivimos siguiendo la guía profética, nuestra comprensión de los acontecimientos cambiará.

Por otra parte, no debe extrañarnos que a lo largo de la historia el hombre se haya enfrentado a los avatares de la vida con exageración, objeción e incredulidad. Mas no es ésta la actitud que encontramos en los profetas, en los justos y en los creyentes. Al profeta Nuh, por ejemplo, Allah le puso a prueba con un hijo encubridor. Estamos seguros que lo crio de la mejor manera, pero al final prefirió la compañía de los encubridores a la de los creyentes, muriendo ahogado como todos los demás que habían rechazado la oferta del profeta de subir a la nave. Nuh comprendió, tras un momento de desesperación, que no tenía ningún control sobre aquella situación, sobre su hijo, sobre la gente de su pueblo… ni sobre él mismo. Por eso exclama arrepentido:

Si no me perdonas y tienes rahmah de mí, seré de los perdidos. (Corán, sura 11, aleya 47)

Sin embargo, muchos musulmanes se derrumban, se desesperan cuando muere un hijo suyo, cuando se arruinan o pierden el trabajo, y se muestran insatisfechos con el Plan de Allah. No he encontrado un mejor ejemplo de la serena y sabia actitud de los profetas ante el destino que el de Yaqub en la siguiente aleya:

“¡Hijos míos! No entréis por una sola puerta, entrad por puertas distintas. Mas de nada os servirán mis consejos frente a la voluntad de Allah. (Corán, sura 12, aleya 67)

Debemos actuar como Yaqub a nivel humano, dando buenos consejos, siguiendo un razonamiento lógico, pero al mismo tiempo con una clara comprensión de que nada de eso servirá frente a la voluntad de Allah, frente a lo que está escrito –registrado– de antemano.

Allah extravía y guía siguiendo Su Plan. (Corán, 35, aleya 8)

Sin embargo, cuando nos situamos a nivel humano, resulta casi inevitable resbalar por la pendiente de la subjetividad que nos lleva a creer que somos dueños y controladores de nuestras acciones. En la siguiente aleya vemos cómo el Altísimo tranquiliza a su profeta, recordándole que nadie tiene poder sobre la vida de nadie y que sólo el Altísimo puede hacer que un individuo sea creyente:

No eres tú quien les pueda guiar; antes bien, es Allah Quien guía a quien quiere. (Corán, sura 2, aleya 272)

No encontraremos sosiego ni satisfacción en nuestras vidas si no renunciamos a la ilusión de control. Esta ilusión nos obliga a llevar una pesada carga sobre nuestros hombros. Nos convertimos en Atlas –el mejor ejemplo de ilusión de control. Creía que realmente sostenía el mundo sobre sus anchas espaldas.

No ocurre nada, ni bueno ni malo, en la Tierra o en vosotros mismos que no esté en un Registro (Kitab) antes de que hagamos que se manifieste. (Corán, sura 57, aleya 22)

Le decimos a Atlas: “Sacúdete esa gigantesca bola que cargas sin entender que es ficticia, una ilusión.”

El hombre se angustia al comprobar una y otra vez que no es dueño de su destino, de sus acciones. Se angustia o se regocija ingenuamente al pensar que es el responsable de sus logros.

“Lo que se me ha dado ha sido por un conocimiento que poseo.” (Corán, sura 28, aleya 78)

Ésta es la alegría reprobable que Allah el Altísimo no ama –que es la admiración por lo que una persona posee como si lo hubiera obtenido a través de su conocimiento y trabajo independientemente de la voluntad de Allah.

El Corán así zanja de una vez por todas el dilema del destino:

Quien quiera que se dirija hacia su Señor. Mas no querréis, a menos que Allah quiera. (Corán, sura 76, aleyas 29-30)

Muhammad Ishaq para SONDAS

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