Artículos del Extrarradio

El mundo en el que vivimos es una locura

(This World in Which We Live Is Mad)

Gary D. Barnett.com

Mi mensaje de hoy dista mucho de mi intento habitual por encontrar la verdad y exponer la corrupción, ya que será más bien una divagación filosófica. Quizás sea hora de dar un paso atrás y observar con detenimiento el mundo, y la naturaleza absorbente de su locura y brutalidad que vive y respira en cada instante de nuestras vidas. Debe haber una razón, pero no tengo ni idea ni entiendo por qué las cosas son como son. Lo que sí sé es que la vida en esta Tierra es una locura, con sufrimiento constante, tortura, hambre, genocidio, egoísmo, tiranía, guerra, afán de poder y una actitud de matar o morir que envuelve a casi todos los seres vivos.

Hay muchos que intentan describir este fenómeno, que creen tener la respuesta a la pregunta sobre el sentido de la vida, pero nadie ha podido explicar por qué las cosas suceden como suceden y por qué la brutalidad absoluta es el hilo conductor de la existencia. No tiene sentido para mí, pero entonces, ¿cómo podría tener sentido algo de lo que ha sucedido?

Muchos en esta Tierra eligen aferrarse a religiones, dioses y gobernantes, en lugar de permanecer en sí mismos, pensando que lo espiritual solo puede ser lo que un “otro” dice que debería ser. Textos y escritos antiguos, todos recopilados por hombres mortales, son apreciados, creídos, estudiados, venerados y reescritos mil veces. Siempre he creído que el lado espiritual del hombre, si es que existe, es una comprensión individual de lo que no se puede comprender plenamente, al menos durante este fugaz instante que es el corto tiempo que cada uno de nosotros tiene aquí en este espacio. La creación parece más que probable, pues ¿de qué otra manera podrían existir el hombre y la vida en la Tierra? Pero la explicación del hombre sobre estos asuntos es terriblemente deficiente, en mi opinión.

No sé con certeza cuántos habitamos la Tierra, pero se dice que actualmente somos unos 8 mil millones. Dado que todos somos únicos, de una forma u otra, eso significa que existen miles de millones de opiniones. En otras palabras, ¿cómo podría alguien afirmar conocer la verdad sobre la difícil situación de la humanidad? Diría que es imposible discernir un conocimiento de ese grado. Se cree que existen entre 4000 y 10 000 religiones en todo el mundo, así como sectas, denominaciones y nuevos sistemas culturales mundiales; con diferentes creencias morales sobre asuntos espirituales, textos, profecías, elementos sobrenaturales y trascendentales. La mayoría de quienes se autodenominan religiosos practican el cristianismo, el islam, el hinduismo o el budismo, que supuestamente representan alrededor del 70 % de la población mundial. Sinceramente, no considero que esta información sea útil, ya que veo muy poca adhesión, por parte de las poblaciones de los llamados religiosos, a los estándares morales de la humanidad basados ​​en creencias religiosas honestas.

No pretendo molestar a nadie ni criticar a nadie por sus creencias, pues cada uno decide qué cree, y no es asunto mío. Pero la humanidad es un completo desastre, independientemente de su sistema de creencias. Las religiones afirman muchas cosas, pero se basan en su «dios» predilecto, quien parece ser amoroso, benévolo, omnisciente, y que solo él controla el destino de cada individuo y lo juzga al morir. Si esto es así, ¿por qué no hay un acuerdo universal, y por qué la humanidad, y casi todos los animales vivos de la Tierra, sobreviven matándose constantemente unos a otros?

Este mundo se está desmoronando, y así ha sido siempre a lo largo de la historia, hasta donde se sabe. Hay y ha habido desde siempre guerra y asesinatos, violaciones, abuso infantil, genocidio, afanes de poder, robo, tortura, esclavitud, odio y asesinato, y esto continúa a diario. La diferencia ahora reside en la tecnología. Con la inteligencia artificial, las identificaciones digitales, los sistemas digitalizados y el armamento avanzado, la tarea de matarse mutuamente es mucho más sencilla y avanza a un ritmo acelerado. Es como si el objetivo de la humanidad no fuera superarse ni vivir en armonía, sino provocar la extinción humana. Quienes dirigen estos atroces esfuerzos deben creer que pueden eliminar a la mayoría, pero sobrevivir con las llaves del mundo que quede tras esta masacre. Me imagino que están equivocados y no sobrevivirán a la carnicería que se avecina.

Aún hay tiempo para revertir esta locura. Ni yo ni nadie más puede hacerlo por nadie más, pues cada individuo debe elegir entre la libertad o la esclavitud, entre la vida o la muerte, y actuar desde esa premisa de la libertad y la vida.

SONDAS: Es muy común encontrar en libros y artículos comentarios en los que se le reprocha al “ser humano” su crueldad, inconsciencia y brutalidad, como si hubiesen sido Venezuela, Burkina Faso o Senegal los originadores de tal conflagración. Gary Barnett une esta pregunta -por qué las cosas son como son- a la pregunta “sobre el sentido de la vida”. Sin embargo, difícilmente encontraremos respuestas a estas preguntas sin aceptar que el sentido de la vida está en la muerte, porque es -precisamente- la muerte la que hace posible el paso a la vida post mortem.

Barnett parece aceptar que “la creación parece más que probable, pues ¿de qué otra manera podrían existir el hombre y la vida en la Tierra?” Si es así, debería aceptar la existencia de un Creador -de un Creador que se comunica con su creación, sobre todo con su máximo exponente que es el hombre, el único de esta creación dotado de consciencia y por lo tanto capaz de establecer relación con Él. Desesperado por la inhumanidad de la humanidad, Barnett “ve muy poca adhesión” por parte de los que intentan establecer esta relación “a los estándares morales de la humanidad basados en creencias religiosas honestas”. Tiene razón. Sin embargo, es mejor evitar la confusión entre los “estándares morales” y la “religión”, ya que la moralidad es el intento humano de definir lo que es correcto y la religión es el fruto, al menos en su forma original, de la objetividad divina, es decir de la Revelación a través del sistema profético.

La mención de las incontables religiones, sectas y denominaciones que existen en todo el mundo parece implicar que es el Creador el que tiene la culpa del caos que prevalece, siempre ha prevalecido según comenta Barnett, en la vida social, política, pública y privada -algo que obviamente no puede ser correcto. Es cierto que en este terreno reina la confusión. Una de las muchas razones de esta confusión es la penetración del chamanismo en la Revelación y la aparición en cada periodo profético de castas sacerdotales que poco a poco toman el control de la Revelación, la manipulan y la utilizan para sus fines, ya que el hombre es el único elemento de la creación capaz de rebelarse contra su Creador. No lo puede hacer ningún otro ser vivo, cada uno de los cuales sigue a rajatabla su programa existencial. Nunca hemos oído de un león que decide ser vegetariano o de un águila que resuelve vivir como una ardilla.

La base de las “creencias religiosas honestas” es, debería ser, el temor ante lo que viene “después de este fugaz instante” que es la vida en este mundo, el Juicio incluido. Si este temor se debilita o desaparece, el hombre empieza a guiarse por su subjetividad. Eso es lo que les pasa a muchos hombres sin que importe la religión que profesan a seguir. Sus ideas serán ahora tintadas de conceptos como libertad, derechos humanos, ideales humanistas… y todos los demás elementos que provienen de la cultura y de otros elementos de la subjetividad humana -libros, teorías, sistemas políticos, películas, credos, interpretaciones… Barnett, por su parte, propone -subjetivamente- la “premisa de la libertad y la vida” y “permanecer en sí mismos”.

Se equivoca Barnett cuando dice “cada uno decide qué cree”. A modo de ilustración: La mayoría de los occidentales, y cada vez más de no-occidentales, aceptan hoy la homosexualidad como algo normal, natural e incluso como una actitud superior a la heterosexualidad. Esta aceptación es el producto de un análisis subjetivo basado en una información subjetiva –concepto de libertad, derechos humanos, permisibilidad humanista, derecho inviolable a desear y amar… y otros argumentos. De la misma manera, oponerse subjetivamente a la homosexualidad implica que las discusiones y los conflictos no tienen fin. Por eso necesitamos la información objetiva procedente del Creador:

Y enviamos a Lut para que advirtiera a la gente de ese lugar: “¿Cultiváis la indecencia que nadie antes ha cometido en ninguno de los dominios? ¿Satisfacéis vuestros deseos con los hombres en vez de con las mujeres? ¡Qué gran iniquidad lo que hacéis!” (Corán, sura 7, aleyas 80-81)

El juicio de Allah el Altísimo es claro y el hombre tiene ahora dos opciones –rebelarse contra la objetividad divina o renunciar a su subjetividad.

Mas la única respuesta que obtuvo de la gente fue: “¡Echadlos de la ciudad! Les gusta la pureza.” (Corán, sura 7, aleyas 82)

Aquí “echadlos” se refiere a Lut y a los pocos que le siguieron. Tenemos aquí el ejemplo de la actitud rebelde que caracteriza a los que se guían por la subjetividad; de los que saben lo que el Creador no sabe; de los que creen que podrían convertir este mundo en un paraíso si tuvieran ellos el poder de dirigirlo a su gusto. Es la característica de la inmensa mayoría de los hombres. Por eso Allah el Altísimo advierte:

Llenaré Yahannam(Infierno)de Yiny de hombres, todos juntos.” Así pues, gustad el castigo por haber olvidado el Día del Encuentro –este Día. Hoy somos Nosotros los que nos hemos olvidado de vosotros. ¡Gustad el castigo incesante por lo que hicisteis! (Corán, sura 32, aleyas 13-14)

El Infierno, pues, estará lleno de “hombres y de Yin”; hombres que siguieron en la vida de este mundo su subjetividad, en vez de la objetividad divina. No importará su denominación porque de hecho no eran creyentes.

Según se desprende de su artículo, aunque no claramente, Gary Barnett ha llegado a la conclusión de que no tiene sentido “aferrarse” a los textos antiguos, “recopilados” por los hombres, reescritos mil veces. Es una postura cómoda del que se aferra, en cambio, a su subjetividad. Sin embargo, sí existe un texto antiguo que no ha sido reescrito ni manipulado -el fruto de la Revelación, que rectifica todos los errores que se habían ido introduciendo en las Revelaciones anteriores.

Ese es Allah, vuestro Señor, y esa es la verdad. ¿Y qué hay más allá de la verdad, sino el extravío? Sin embargo, la verdad os repele. (Corán, sura 10, aleya 32)

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