¿Quién habrá pensado en todo eso?

Apenas ha comenzado el Universo a existir. No hay nada, solo agua –turbulentos remolinos de agua en medio de la oscuridad. Y tú estás allí, todavía sin cuerpo, notando la humedad, sintiendo su fría tersura. Te preguntas qué vendrá ahora. ¿Puedes imaginar un Universo repleto de cielos y tierras? Se ha dado inicio a la Creación sin que tú hayas podido opinar al respecto. No había en ti conceptos. No tenías lenguaje ni podías imaginar otra cosa que la oscuridad en la que flotaban las aguas. ¿Cómo será lo siguiente? ¿Tienes la respuesta a esa pregunta? No estás allí, no estabas allí, pero de haber estado en ese punto inicial ¿cuál habría sido tu respuesta? ¿Qué sentido habría tenido para ti imaginar un espacio y un tiempo?

Ha llegado la luz y se ha disipado la oscuridad, para renacer al cabo y ocultar su resplandor –un nuevo escenario, tan neutral como el anterior. ¡Qué importa que haya luz si no comprendo la razón de que existan estos fenómenos! Eso no pudiste haberlo dicho tú.

Mas imagínate que hubieras estado allí, entre la oscuridad y la luz, inmerso en remolinos de agua. ¿Cuál podría haber sido la siguiente erupción? Podías haberte quedado allí para siempre, estampado en aquella imagen. Estás aquí, en el último tramo de la filmación y sabes muchas cosas, pero ninguna de ellas te sirve para averiguar los sucesos del inicio. Desde allí, a partir de la luz y de la oscuridad, del agua, te habría sido imposible pensar en substancias como tierra, rocas, barro… Ahora coges un puñado de arena con las manos y dejas que se deslice entre tus dedos como si fuera agua, el agua del comienzo, la primera madre; pero entonces, de haber estado allí, no habrías podido componer ninguno de esos elementos para formar una escena –cualquiera– del inicio. Y, sin embargo ahora juegas en la playa, levantas castillos con esas mismas substancias, recoges conchas que el oleaje arrastra hasta la orilla.

Nunca imaginaste, allí, que esas aguas se recogerían en mares. ¿Pudiste acaso pensar en la sequedad? ¿En la asfixia? Solo había agua. Y ésta ahora se ha transformado en otras substancias. Ha generado diferentes estados hasta resultar irreconocible.

En el inicio no necesitabas respirar, no tenías cuerpo… no estabas allí; pero tampoco desde aquí puedes asegurar que hubieras necesitado oxígeno allí –luz, oscuridad, agua… no podía haber nada más allá de ese collage.

Y dices: “Es natural que tengamos aire respirable.” Lo dices ahora porque hay vida a tu alrededor, hay metabolismo, hay combustión. La cosa se complica hasta no entender el universo desde aquí. Te has perdido muchas etapas en el proceso de la creación. No has estado en ninguna de ellas, y ahora el mecanismo se ha vuelto demasiado complicado como para unirte a él y formar el rizoma de la interacción universal. Quizás no debas hacer tal cosa. No eres parte intrínseca de la Creación. Por eso sólo tú puedes volver al punto inicial.

Ahora pregúntate: “¿Qué me impidió imaginar el hielo, barcos rompiéndolo con su poderosa quilla? ¿Tienes la respuesta? ¿No? ¿Ni siquiera desde aquí la puedes formular? Tal vez no hayas reflexionado lo suficiente.

No eras capaz de crear un Universo repleto, acabado, con todos los elementos necesarios para que pudieran establecerse los parámetros existenciales. Carecías de un objetivo preciso, de una finalidad, para ese Universo. No tenías ningún motivo para crearlo. Tampoco las aguas lo tenían, ni la luz, ni la oscuridad. Permanecían inertes, como tú, sin saber lo que ocurriría después, sin desear que ocurriera nada.

Y las aguas se fueron estratificando ante tu atónita mirada. ¿Dónde están ahora esas aguas? Esparcidas por el Universo, llenándolo, componiéndolo. Ya son humo, gas, materia. ¿Puedes meterte en alguna de esas moléculas? ¿Sientes su inevitabilidad? ¿Hacia dónde podrías redirigir la flecha si no tienes ninguna diana que alcanzar? ¿Qué sentido tendría dispararla?

Todavía no deseas. Te desperezas en hierba, pero no puedes intuir las células. ¿Qué construcción levantarías con ellas? ¿Modificarías las estructuras vegetales desde aquí? Ni siquiera aquí las conoces. Descubres a cada paso nuevos rizomas, inmensas tuberías por las que circula la información, los datos… como en tu cerebro. Es el mismo silencio del inicio. No sabes qué vendrá ahora. No lo intuyes. No eres tú quien intuye. En ti simplemente se registran las intuiciones que te llegan de algún estudio de producción. ¿Pensaste cuando estabas allí en las substancias que necesita tu cuerpo a diario para mantenerse vivo?

Imagínate ahora que hubieras recibido esa inspiración. ¿Dónde irías a buscar tan preciados constituyentes? ¿Le preguntarías a la oscuridad por ellos? ¿A la luz? ¿A las aguas? ¿A la sequedad? Silencio, indiferencia. ¿A quién le importan tus cuitas?

Tendrías ahora que visualizar en tu placa cerebral un árbol cargado de frutas. Mas tampoco entonces entenderías el proceso de ingestión y absorción. Vuelve allí una vez más. ¿De dónde habrá surgido ese árbol? ¿Cómo de un tronco de madera han salido ramas, hojas, flores, frutos? ¿Eres tú quien se hace esa pregunta desde allí? Ni siquiera tienes la imagen de una hoja o de una flor. Todavía no te han llegado estos registros. Y vuelves aquí. Se trata de un ciclo –semilla, agua, humedad, tierra, crecimiento celular, ramas, hojas, flores, frutas… constituyentes. ¿Quién habrá pensado en todo eso?

No te hagas idiota a ti mismo diciendo que es natural que así ocurra. Primero es el plan, después la ejecución. Mas tú ves desde aquí el proceso a la inversa y por ello no te causa asombro ni admiración. Piensas que eres tú quien controla ese ciclo porque lo observas. ¿Acaso era así cuando estabas allí? No fuiste tú quien decidió producir esos constituyentes. Desde allí ni siquiera intuiste la vida. Era un Universo plano. No era un gigantesco árbol o una descomunal proteína, sino un manchón de color. Mas ya había contraste. Acababan de entrar en dialéctica danza los contrarios. Ese hecho te llamó la atención.

Mas ahora debes continuar tú solo el camino de la indagación –desde aquí y desde allí– hasta encontrar al Diseñador –aquel que sí tenía un plan, un motivo para crear este Universo.

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