Ésta podría ser una primera distinción entre ambas categorías, ya que el profesor de filosofía actúa como un mero intermediario entre el discurrir filosófico y sus acólitos que esperan con el paso del tiempo convertirse ellos también en comisionistas del pensamiento. Éste es el caso de Jonny Thomson, que enseña filosofía en Oxford; es decir –filosofía como asignatura, como parte de un currículo académico. Su primer libro –y quien mal empieza, mal acaba– lleva por título: «Mini filosofía». No es algo que nos sorprenda, pues en el estado de continua degradación a la que está sometido el hombre de hoy todo tiene que ser «mini», «casi nada»… para adecuarse a un hombre cada vez más menguado, más raquítico.
En un reciente artículo este intermediario académico se permite la ocurrencia de hablar del estoicismo, más como una pincelada –que quizás le haya aportado 100 o 200 dólares– que como una incursión en uno de los apartados más esotéricos de la filosofía. Y llegados a este punto deberíamos preguntarnos por qué la filosofía griega, socrática o pre-socrática, sigue atrayendo poderosamente a estos comisionistas y a los que, mientras esperan el metro, se preguntan: quién tendrá razón ¿éstos o aquellos? Probablemente haya numerosos factores que expliquen este fenómeno, pero sin duda que el más relevante reside en el hecho de que esta filosofía transporta y mezcla el discurso profético con el discurso chamánico. Los estoicos, como los taoístas y los sufís, tienen como objetivo originar súper-hombres –individuos por encima de los demás, superiores al resto de los mortales. Fijémonos, si no, en esta queja de Epíteto:
Veo hombres que repiten máximas estoicas, pero no veo
estoicos. Muéstrame, te ruego, a un estoico, sólo pido uno. Un
estoico, es decir, un hombre que, en la enfermedad, se sienta
feliz; que, despreciado y calumniado, se sienta feliz. Si no
puedes mostrarme a este estoico perfecto y acabado,
muéstrame, al menos, uno que empiece a serlo.
(Epíteto, Entrevistas, II, 49)
Y este concepto del súper-hombre, del hombre inmutable, del hombre que atraviesa la existencia sin que nada le afecte… constituye la base misma del chamanismo. ¿Acaso podría este hombre necesitar a un dios? Él mismo es dios, el súper-hombre, el chamán.
Al mismo tiempo el discurso estoico utiliza elementos proféticos –como caer en la cuenta de lo efímero de esta vida, de que nada permanece, de que todo se acaba. Y esta observación tiene, obviamente, importantes consecuencias en la vida de quien la toma como su guía existencial. Algo que le sorprende a Jonny y lo considera uno de los errores o puntos débiles del estoicismo.
Advierten explícitamente contra los apegos mundanos de cualquier tipo. La mayoría de nosotros podemos embarcarnos en desechar vanidades como teléfonos inteligentes, ropa lujosa y autos veloces. Pero ser verdaderamente estoico también significa nunca apegarse a su país, a sus amigos, a su familia, ni a nada. No puedes sostener nada demasiado cerca. Todo debe ser tratado como desechable (porque, en última instancia, se desechará). Por lo tanto, mantén tu corazón para ti mismo, y no ames como mucha gente lo entiende.
En este caso, tanto Jonny como los estoicos adolecen de un pecado capital –la omisión de la transcendencia. Si no hay más vida que la de este mundo, si la muerte es el punto final de un brevísimo texto, entonces carece de sentido semejante sublimación estoica del dolor, del sufrimiento, de los humanos apegos a lo que amamos, a lo que deseamos. Y aquí tanto los estoicos, como Jonny; omiten la verdadera pregunta filosófica: ¿Para qué, entonces, hemos venido a la existencia? ¿Cuál es realmente el sentido de esta vida, de este universo? Si la respuesta es «nada de lo que existe tiene sentido en sí mismo», poco importarán las historias con las que rellenemos nuestro espacio vital, poco importarán los valores morales o éticos a los que nos adhiramos, pues el absurdo no puede tener finalidad ni coherencia. Si no hay transcendencia, si nuestro ámbito existencial se limita al tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte, carece de relevancia si amamos a nuestra patria o sentimos indiferencia hacia ella; si estamos apegados a nuestras amistades o preferimos deambular por el egoísmo. Es la transcendencia, precisamente, la que da sentido a esta vida, a la vida de este mundo.
Otro de los puntos que a Jonny le parece razón para no seguir el pensamiento estoico es el de abandonar toda quimera por imposible y centrarnos en aquello que sí podemos llevar a cabo:
Los estoicos repiten a menudo la idea de que debemos aceptar las cosas que están fuera de nuestro control. Sin embargo, tradicionalmente lo hicieron sobre la base de un compromiso casi religioso con un universo predeterminado. Los estoicos creían que había un plan para la naturaleza, por lo que deberíamos adecuarnos a ese plan. Es filosóficamente coherente asumir la creencia de “acepta lo que no puedes cambiar”, al mismo tiempo que se rechaza el fatalismo de la creencia estoica.
De nuevo, encontramos en este postulado estoico una mezcla del sistema profético con el sistema chamánico, pues de nuevo se omite la transcendencia y esta omisión forma parte del discurso del chamán. Hay un plan para la naturaleza dentro de un universo pre-determinado, por lo que no somos nosotros los que podemos actuar siguiendo los dictámenes de nuestra voluntad, ya que nuestra voluntad no puede cambiar esta pre-determinación.
El estoico obtiene la serenidad que le permite aceptar lo que no puede cambiar, al tiempo que obtiene coraje para cambiar lo que sí puede cambiar y ello con la sabiduría que le hace distinguir entre ambas cosas.
En esta máxima estoica podemos apreciar su posición frente al destino. No hay fatalismo, sino sabiduría. Es de necios ejercitarse para poder un día levantar 1000 kg. Nuestra configuración humana nunca nos lo permitirá y ello nos lleva a utilizar nuestro tiempo de forma provechosa y sabia.
Sin embargo, esta posición se vuelve inestable cuando se habla de un plan para la naturaleza en un universo pre-determinado, pero no se menciona al Planificador ni al Creador ni al Pre-determinador de todas las cosas. Y, por lo tanto, el resultado final es chamánico, pues nos hace suponer que hay fuerzas, espíritus… que controlan nuestras vidas y que solo el chamán puede doblegar y utilizarlas para su propio beneficio y el de sus adeptos.
La pre-determinación no es fatalismo, sino inevitabilidad. De lo contrario ¿qué piensa Jonny de que fuera él quien decidiera cuándo iba al baño y cuando no; quien dirigiese su propia digestión, la diálisis de los riñones, su ritmo cardíaco? Y si no es él, ¿quién entonces? Y responderá con toda seguridad que de ello se encarga el instinto, el sistema vegetativo… sin darse cuenta de que esa respuesta implica la misma pregunta: ¿Y quién ha diseñado el instinto, el sistema vegetativo? Aquí probablemente guarde silencio y se limite a recomendarnos que leamos su libro, su «Mini filosofía».
El estoicismo nos atrae porque lleva una buena carga profética, pero nos desanima porque su intranscendencia nos arroja al fuego chamánico.