Arde Notre Dame y arde Yemen

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¿Quién es Francia, una de las potencias coloniales más despiadadas de la historia, para decidir qué fracción o grupo armado en Yemen o en cualquier otra parte de la Tierra es terrorista o, por el contrario, forma parte del club de la permisibilidad absoluta? ¿Y quién somos nosotros para decirle a Francia, un país que nunca ha considerado que tenga que dar explicaciones a nadie de sus guerras e intervenciones a lo largo de este ancho y torturado mundo, que abandone la venta de armas a los sauditas? Las palabras, en este caso, tampoco sirven, son palabras, manchones de tinta, borrones, notas musicales que se lleva el viento.

Hay que luchar… matar… morir luchando para que la barbarie occidental no se imponga y destruya los pocos refugios que aún quedan en el mundo.

Yemen es una tierra bendita, no Notre Dame ni París. Si ardiese Francia entera con todos sus habitantes dentro, el edificio existencial se mantendría incólume, no se resentiría en lo más mínimo. Mas si fuera Yemen el que desapareciera, sería el signo inequívoco de que se ha establecido la Hora, de que el universo entero ha comenzado a plegarse. Yemen es el centro, el pilar angular alrededor del cual ha girado y gira la historia, las civilizaciones, el conocimiento… el relato profético.

No puede haber diálogo con países como Francia, UK o los Estados Unidos –el triunvirato del mal y de la ignorancia. No son países libres que puedan inscribirse en algún círculo, en alguna onda civilizadora de cuantas han surgido del centro yemení. Bien al contrario, son pueblos poseídos que siguen a ciegas los impulsos que les dicta su ADN, la genética de unos bashar (primera versión humana) que no se han mezclado lo suficiente con los insan (versión humana completada).

Es tiempo de luchar, de morir luchando para detener esos ejércitos de zombis, de chimpancés uniformados a los que sólo puedes matar, pues no entienden el lenguaje humano, el lenguaje inteligente, el lenguaje conceptual, el lenguaje histórico, el lenguaje profético. Son masas indiferenciadas que ahora visten chalecos amarillos para destacar, pero siguen siendo manchones sin rostro, sin ideología, que siguen las consignas de los grandes gorilas –el insan ha sido arrinconado por los bashar. Mas no todos. Los Huthis siguen luchando, Siria sigue luchando, Irán se enfrenta al triunvirato y lo mismo hace Corea del Norte, Venezuela y Cuba –resisten, y esa es la victoria, sea cual sea el resultado final. La resistencia, no el amarillo, es el color del insan.

Putin y Xi Jinping deben tomar decisiones transcendentales, pues no se puede servir a dos reyes. No es tiempo de poner los escrúpulos humanistas por delante del deber. Quizás Putin se resiente de cierto toque ortodoxo y se imagina un mundo feliz en el que los hombres todavía puedan ser hermanos. Un grave error, incluso desde el punto de vista testamentario. Fíjese señor presidente en estas palabras de Isa (Jesús):

Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada. Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. 
Lucas 22:35-36

Es tiempo de luchar. Le decimos lo mismo que Krishna le dijo al príncipe Arjuna:

“¿Eres tú un guerrero? Tensa entonces tu arco y lanza tu cuadriga contra ese ejército de infames, aunque sean de tu misma familia, de tu mismo clan.”

Aunque se llamen israelitas o franceses o británicos; aunque declaren haber nacido en Pensilvania o en San Francisco, esos son los corruptores, el triunvirato del mal. Lance su cuadriga contra ellos, desbarate sus filas de muertos vivientes, deshaga su armamento de pixeles, su realidad virtual. Proteja los refugios de los creyentes y, sobre todo, no se siente con ellos.

Deje que arda la Dama, pero apague el fuego de Yemen, pues es de allí de donde usted proviene y yo y aquel y todos. Esa es nuestra tierra, la tierra del isnan, la que ahora está en llamas, como Notre Dame –los mismos incendiarios.

No se siente con el triunvirato ni con sus esbirros, pues sólo quieren entretenerle, intoxicarle. Usted habla de un nuevo orden mundial multieje pivotando sobre varios centros, pero debe tomar en consideración que el bien y el mal son elementos que no se pueden mezclar, y la única forma de evitar el avance del mal es oponiendo una fuerza mayor.

Es tiempo de luchar. Dejemos que arda París y apaguemos el fuego de Yemen.

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