Cuento popular árabe: El león y los tres toros

Había una vez un león que se encontró con tres toros: un toro rojo, un toro blanco y un toro negro. El león decidió atacarlos, pero como eran fuertes juntos, resolvió esperar el momento oportuno. Se hizo amigo de los toros y les dijo que los estaba protegiendo.

Un día llamó al toro rojo y al toro negro y les dijo: “Amigos míos, estoy realmente preocupado por vosotros”.

“¿Por qué?”, preguntaron. El león respondió: “El toro blanco representa una amenaza para vosotros. Se destaca por su complexión y os va a convertir en un blanco para otros depredadores y cazadores. La vida de ambos está en riesgo. Dejadme eliminarlo”.

El toro rojo y el toro negro estuvieron de acuerdo. Después de todo, el león era su amigo sincero y el rey de la selva. El león atacó al toro blanco y, como nadie acudió en su ayuda, éste fue derrotado. El león se lo comió.

Pasaron algunas semanas y el león llamó al toro negro y utilizó con él el mismo discurso: “El toro rojo representa una amenaza para ti al atraer la atención con su forma de moverse. Déjame atacarle y eliminarle y estarás a salvo”.

El toro negro estuvo de acuerdo. Era amigo del rey de la selva, así que a quién le importaban los demás… Así que permitió que el león matara y se comiera al toro rojo.

Unos días después, el león se enfrentó al toro negro. Le dijo: “Ahora te toca a ti.” El toro Negro finalmente se dio cuenta de su error y dijo: “En realidad, en el mismo momento en el que mataste al toro blanco me sentenciaste a muerte. Y ahora esa sentencia se va a cumplir.”

SONDAS: La sabiduría que emana de esta alegoría resulta relativamente sencilla de entender -la lealtad y la unión hacen invencible al grupo, a cualquier grupo, en cualquier circunstancia. Y ello porque esa es la estructura básica con la que Allah ha originado las comunidades humanas. El trabajo del Altísimo es mantener la ecuación existencial equilibrada; y el trabajo de Iblis es el de desequilibrarla. Para ello solo tiene que romper esa cadena férrea que constituye el buen funcionamiento de los individuos dentro de sus sociedades. Iblis -a través de sus soldados, de sus secuaces- desunirá los corazones maquinando y traicionando los pactos entre los hombres. Introducirá en todas las comunidades humanas la hipocresía, la traición y la mentira.

El Islam, la última oportunidad que Allah ha dado a los hombres para volver al camino de rectitud, para guiarse y mantenerse en él hasta el establecimiento de la Hora, es un perfecto ejemplo de lo que acabamos de decir -se desunió la primera comunidad islámica; se desunieron los omeyas y los abasidas; se unieron musulmanes y ejércitos cristianos contra otros musulmanes y pronto los cruzados se apoderarían de todo Oriente Medio. Mas Allah los liberó de esta pesada opresión, expulsándolos de esas tierras y originando un poder que más tarde se transformaría en el Imperio Otomano. Paralelamente, una situación parecida asolaba el Ándalus -multitud de taifas habían hecho colapsar el califato y ahora una a una iban cayendo en manos de los cristianos.

Y a pesar de todas estas lecciones con las que la historia les instruía, los musulmanes volvieron a la traición y a la deslealtad con el ridículo movimiento panarabista, sin entender que ahora estaban solos y el león se los iría comiendo uno a uno. El Imperio Otomano colapsaba en 1923 y las potencias coloniales europeas se apoderaban de sus fragmentos árabes, incapaces ahora de defenderse de un león hambriento y más poderoso que ellos.

No hay una sola página del Corán en la que no se nos recuerde a dónde lleva la deslealtad y la desunión. Y, sin embargo, una y otra vez los musulmanes se unen con el enemigo para luchar contra sus hermanos; una y otra vez son derrotados, humillados y expoliados.

Mas ¿no será que hace mucho tiempo que Allah el Altísimo, el Creador de los Cielos y de la Tierra, ha dejado de ser su Dios? ¿No será que han tomado otros dioses a los que adoran en vez de a Él? Pudiera ser, pues vemos que la justificación para todas esas traiciones y desuniones no es otra que el amor por Dunia, un amor que se camufla enarbolando la bandera de la libertad -eufemismo de una vida sin límites, sin prohibiciones.

Si esto fuera así, haría tiempo que se habría establecido la Hora y todavía no nos hemos dado cuenta.