El nuevo hallazgo de que las imágenes procesadas inconscientemente se distribuyen por redes cerebrales de orden superior exige la revisión de la teoría más extendida sobre la consciencia.
Mo Costandi para Big Think
Exactamente cómo y cuánto influye el procesamiento inconsciente de la información en nuestro comportamiento siempre ha sido una de las cuestiones más controvertidas en psicología. A principios del siglo XX, Sigmund Freud popularizó la idea de que nuestros comportamientos están impulsados por pensamientos, sentimientos y recuerdos ocultos en lo profundo de la mente inconsciente, una idea que se hizo muy popular, pero que finalmente se descartó por no ser científica.
La neurociencia moderna nos dice que somos completamente inconscientes de la mayor parte de la actividad cerebral, mas el procesamiento inconsciente sí influye en el comportamiento; sin embargo, se han cuestionado ciertos efectos, como el «cebado» semántico inconsciente, lo que lleva a algunos a concluir que el alcance del procesamiento inconsciente es limitado.
Un estudio reciente de escaneo cerebral ahora muestra que la información visual procesada inconscientemente se distribuye a una red más amplia de regiones cerebrales involucradas en tareas cognitivas de orden superior. Los resultados contribuyen al debate sobre la medida en que el procesamiento de información inconsciente influye en el cerebro y el comportamiento y llevaron a los autores del estudio a revisar una de las principales teorías sobre la consciencia.
Procesamiento inconsciente
Ning Mei y sus colegas del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y Lenguaje en España reclutaron a 7 participantes y les mostraron imágenes visuales mientras escaneaban sus cerebros con imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI). La mitad de las imágenes eran de seres vivos y la otra mitad de objetos inanimados. Todos ellos podrían agruparse en diez categorías, como animal o barco. Los participantes vieron un total de 1728 imágenes, presentadas en bloques de 32, durante un período de seis días, cada una con una sesión de exploración de una hora.
Habiendo determinado el patrón de actividad cerebral asociado con cada imagen, los investigadores presentaron las mismas imágenes durante períodos de tiempo más cortos en los ensayos posteriores. En algunos, las imágenes se presentaron durante 47 milisegundos (ms, milésimas de segundo), lo que les dio a los participantes una experiencia perceptiva clara de las mismas. En otros, se presentaron durante 38 ms, el tiempo justo para que pudieran vislumbrar las imágenes. Y en otros, se presentaron durante 25 ms, en cuyo caso no entraron en la consciencia de los participantes.
Incluso cuando las imágenes se presentaron durante los períodos de tiempo más breves y los participantes no pudieron reconocer su contenido, sus patrones de actividad cerebral contenían suficiente información para que los investigadores clasificaran las imágenes como objetos animados versus objetos inanimados. En otras palabras, el procesamiento inconsciente contenía información significativa sobre las imágenes, que se hizo accesible a etapas de procesamiento de nivel superior.
Los autores dicen que sus hallazgos, que se han publicado en la revista Nature Human Behavior, sugieren que las representaciones mentales de la información consciente e inconsciente se superponen en algunas regiones de la vía visual, y también sugieren que las teorías de la consciencia del espacio de trabajo global deben revisarse.
Teoría de la consciencia del espacio de trabajo global
Las teorías del espacio de trabajo global afirman que la consciencia surge cuando una red central a gran escala de estructuras cerebrales en los lóbulos frontal y parietal «transmite» información para ponerla a disposición de otros sistemas neuronales involucrados en procesos cognitivos como la atención, el lenguaje y la memoria de trabajo. Por lo tanto, los diferentes tipos de información se procesan en sus dominios locales más relevantes y solo ingresan en la consciencia si primero los recibe y luego los comparte el sistema central.
SONDAS: Todos los fenómenos que estudian, ya sean los que se producen en su interior, y en este caso estaríamos hablando de biólogos; o ya sean los que observan en el espacio exterior a ellos –los astrofísicos, lo hacen como si fueran alienígenas que observaran la Tierra y a los terrícolas con gran curiosidad y expectación. Mas ¿por qué ese distanciamiento? ¿Acaso no les llegan ideas y pensamientos, sentimientos, a su intelecto? ¿Es que nunca han experimentado ese estar presente cuando observan el universo? ¿O es que ellos mismos se han convertido en alienígenas y se observan como si fueran entidades extrañas, ajenas a su propia experiencia existencial?
La neurociencia moderna nos dice que somos completamente inconscientes de la mayor parte de la actividad cerebral…
¿Es ahora, en el año 2022, cuando estos alienígenas se han dado cuenta de que la mayor parte de las actividades de nuestro cerebro pasan inadvertidas a nuestra consciencia? Esta observación podría hacernos suponer que no ocurre lo mismo con las actividades de nuestro hígado o de nuestros riñones. En estos casos, dan a entender, aunque sea por omisión, que el hombre es plenamente consciente de los procesos que están teniendo lugar en estos órganos.
Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad. Nunca, por ejemplo, se han preguntado por qué insisten en decir “mi hígado” si ni siquiera sabían que tenían algo así antes de ir a la escuela. Cómo es posible que no les sorprenda esta situación –“mi cuerpo”, pero nada sé de lo que contiene ni de cómo funciona. Asumen que nada de ello les incumbe, realmente, pues no tienen control sobre ninguno de sus órganos. ¿Cómo, entonces, funcionan todos esos mecanismos, todos esos órganos, todas esas células, de una irreductible complejidad y de una perfecta inter-acción entre todos ellos? Cuando estos alienígenas observan esta inexplicable complejidad, alaban al hígado o al páncreas por su extraordinario trabajo, pero no les resulta chocante que estas masas carnosas lleven a cabo procesos que incluso el hombre, los alienígenas, las entidades más inteligentes del universo, no terminan de comprender. Y, sin embargo, se niegan a introducir en sus ecuaciones, siempre fallidas, el factor “agente externo”. No se dan cuenta de que ese cuerpo que observan y califican de “mío” es un vehículo exterior a ellos, a la nafs humana, a su propia identidad, a ese “yo” que nunca dejan de sentir y del que raras veces tienen consciencia.
No hace falta hacer ningún experimento para caer en la cuenta de que el hombre casi nunca activa su consciencia y, por lo tanto, no reflexiona sobre su posición existencial. La consciencia siempre es amplificadora. La concentración elimina todos los elementos ajenos a la actividad que estamos realizando y en muchos casos ello nos permitirá tener un claro recuerdo de toda la secuencia, incluso de algún que otro pensamiento o imagen que hubiera podido colarse a través del muro que nos protege de la dispersión.
Mas como ya hemos dicho –la consciencia es amplificadora. Recorre todas las observaciones y a todos los observadores. Tener consciencia de un pensamiento que ha llegado hasta nuestro intelecto implica, inevitablemente, tener consciencia de mí mismo; de quien realiza esta observación, y, al mismo tiempo, ser consciente de que esta entidad observadora existe dentro de un universo originado por el Creador, Diseñador, Productor y Sostenedor de la propia creación.
Somos, pues, conscientes de toda la secuencia y ello nos pone en contacto con el resto de las entidades conscientes que pueblan la existencia, que habitan en diferentes dominios. Ser consciente de que acaba de entrar una mosca en la habitación nos lleva a ser conscientes de toda la secuencia. La consciencia es amplificadora y global. Nada queda fuera de ella.
La materia prima de la que se sirve el fuad, o dispositivo que inter-relaciona la cognición con la consciencia, es la memoria. Esta memoria puede representarse como un estanque o como una biblioteca. Si tomamos el ejemplo del estanque, nos serviremos de dos imágenes –la superficie y el fondo. Todo lo que está en la superficie es fácilmente recuperable y utilizable por la cognición, pues cayó al estanque estando la consciencia activada. Mas todo aquello que entró en sus aguas sin haber sido fotografiado por la consciencia, se depositará en el fondo y en la mayoría de los casos se tratará de una información muy difícil o imposible de recuperar. Mas nada se ha perdido –no recordamos o no tenemos una clara imagen de en qué registro se depositó esta información, pero se mantendrá en el fondo hasta el final de nuestros días, más allá de la vida post-mortem.
Si ahora tomamos la memoria como una biblioteca, la infinidad de informaciones que penetran en la memoria de forma consciente a través de los sentidos se irá ordenando en libros colocados en estanterías concretas, y, por ello, serán de fácil acceso. Mas todo aquello que haya entrado en la biblioteca sin haber sido registrado por la consciencia, irá a parar a depósitos subterráneos de la biblioteca, quedando allí almacenados y “olvidados”.
Todo ello quiere decir que cuanto más nos alejemos de la dispersión propia de la actividad cotidiana, más tiempo estará la consciencia activada y más registros útiles tendremos a nuestra disposición, registros amplificados por la consciencia, de forma que una buena parte del día tendremos en nuestro intelecto la imagen de toda la secuencia existencial, de todas las observaciones y observadores.