Redacción de Actualidad RT

El periodista estadounidense Tucker Carlson publicó este lunes una entrevista de 20 minutos con el filósofo ruso Alexánder Duguin. En la entrevista no se discutieron cuestiones políticas, sino que se habló en una perspectiva filosófica.
En el inicio de la entrevista Carlson presentó a Duguin a sus suscriptores, indicando que es un filósofo académico de 62 años que «no es una figura política en Rusia». Además, el periodista contó que la prensa occidental considera a Duguin «el cerebro de Putin» y que apoya ideas de extrema derecha. «Sus libros han sido prohibidos por la Administración de Biden en EE.UU. No se pueden comprar en Amazon» porque se considera que las ideas que contienen son demasiado peligrosas, explicó Carlson.
Asimismo, el periodista recordó que la hija del filósofo, la periodista Daria Dúguina, fue asesinada por el régimen de Kiev en agosto de 2022 con un explosivo en su coche. «Pero lo que es interesante es que, una vez más, Alexánder Duguin no es un líder militar, no es un asesor diario cercano a Vladímir Putin, es un escritor que escribe sobre grandes ideas», afirma Carlson.
Individualismo
El primer tema abordado en la discusión fue la ideología del individualismo. Duguin señaló que individualismo, desde su punto de vista, «es una mala comprensión de la naturaleza humana», y agregó que esta ideología se formó en el mundo anglosajón «con la reforma protestante y con el nominalismo» y posteriormente se convirtió en el concepto clave del liberalismo. «En mi lectura, es una especie de proceso histórico y cultural y político y filosófico de liberación del individuo de cualquier tipo de identidad colectiva», afirma el filósofo. Duguin considera que tras la caída de la Unión Soviética la única ideología que quedó en el mundo fue la del liberalismo.
El filósofo aseveró que quedan solo dos identidades colectivas, que son el género y la identidad humana, por lo que los «elementos necesarios» de la victoria del liberalismo son la liberación de esas identidades. Según Duguin, en Occidente las personas ya pueden elegir su género, lo que se refleja en la existencia de las personas trans, y añadió que la liberación de la segunda identidad significará la elección entre si una persona se considera un ser humano o no.
«Solo hay un paso para llegar al final de este proceso de liberación, del liberalismo, que es el abandono de la identidad humana como algo prescrito, para liberarse de ser humano, para tener la posibilidad de elegir ser o no ser humano. Y esa es la agenda política ideológica del mañana. […] Así es como yo veo al mundo anglosajón», destacó.
Nuevo liberalismo
Carlson preguntó al filósofo cuál es la diferencia entre el liberalismo del que habla y el liberalismo que se refiere a la lucha por los derechos humanos individuales. Duguin respondió que hay dos definiciones del liberalismo: el clásico y el nuevo. «El nuevo liberalismo ya no trata del gobierno de la mayoría, sino del gobierno de las minorías», explicó.
En este contexto, también citó al politólogo estadounidense Francis Fukuyama, que afirmaba que «antes la democracia significaba el gobierno de la mayoría y ahora es el gobierno de las minorías contra la mayoría». «La mayoría debe ser controlada y las minorías deben gobernar sobre la mayoría, la mayoría no es democracia, ya es totalitarismo y ahora no se trata de la defensa de la libertad individual, sino de la prescripción para ser moderno, para ser progresista», comentó el filósofo ruso la ideología del nuevo liberalismo.
El futuro de la humanidad
Hablando sobre el futuro, el entrevistado subrayó que «no hay nada más realista que la ciencia ficción» y añadió que las versiones del futuro que se muestran en ‘Matrix’ o ‘Terminator’ «retratan correctamente la realidad o el futuro próximo». «Creo que el futurismo poshumanista es no solo una descripción realista de un futuro muy posible y probable, sino también una especie de manifiesto político», enfatizó.
Rusofobia
Asimismo, se discutió el tema de la rusofobia en Occidente y su origen. «Creo que, en primer lugar, Putin es un líder tradicional, así que Putin, cuando llegó al poder, desde el principio empezó a sacar a nuestro país, Rusia, de la influencia global», contradiciendo así la agenda de los progresistas, recalcó Duguin. Según el filósofo, el presidente ruso «insistió» en la agenda tradicional y particularmente en la existencia de «la civilización rusa como un tipo especial de visión mundial», lo que contradecía al nuevo liberalismo.
«Así que este odio no es solo algo casual o un estado de ánimo, […] es metafísico. Así que si tu principal tarea y tu principal objetivo es destruir los valores tradicionales, la familia tradicional, los Estados tradicionales, las relaciones tradicionales, las creencias tradicionales y alguien […], con armas nucleares, está defendiendo firmemente los valores tradicionales que vas a abolir, creo que tienes alguna base para esta rusofobia y el odio hacia Putin», indicó Duguin, haciendo hincapié en que la rusofobia «no es solo por casualidad», es «algo más profundo».

SONDAS: Resulta hasta cierto punto inaceptable entrevistar a Duguin durante 20 minutos. ¿De qué se puede hablar en tan breve espacio de tiempo? Apenas cumplir con las presentaciones protocolarias. Parece como si Carlson temiese resaltar el hecho de que también en Rusia hay filósofos, pensadores. Sin embargo, en este vuelo raso se han puesto en evidencia dos hechos de suma importancia. El primero de ellos –la eliminación paulatina de las dos únicas características colectivas que aún nos quedaban: el género y la identidad humana.
En el caso del género llevamos varias décadas tratando de eliminarlo o de convertirlo en algo aleatorio, cambiable, ajeno a nuestra condición biológica. El primer paso fue el de “normalizar” la homosexualidad, a pesar de que en la interacción entre lo masculino y lo femenino, entre el macho y la hembra, entre el hombre y la mujer se encuentra la base misma de la existencia, de la reproducción, de la continuidad de la vida. Aquel primer paso daría lugar al inevitable transgenerismo, con su no menos inevitable transformación en el concepto de “fluidez de género”, lo que a su vez implica un drástico cambio de identidad –desde hace unos años aparecen escolares maullando y ladrando, pues se sienten perros o gatos.
Esta aberrante situación responde, como es obvio, a una agenda con objetivos específicos bien diseñados. Se trata en última instancia de apuntalar la ideología materialista que exige a su vez un universo apático, sin identidad y sin finalidad. Sin embargo, en ese universo amorfo, inconcebiblemente casual se encuentra una entidad sorprendente, única, para cuya existencia se ha generado un complicadísimo sistema de vida. Y ello, a pesar de todos los infructuosos intentos de encubrirlo, hace que sea incuestionable la existencia de un Diseñador, de un Creador… de Dios. Por lo tanto, resultaba apremiante despojar a esa criatura de toda singularidad, de toda relevancia y hacerla tan aleatoria como todo lo demás –un producto generado al azar por la materia.
Sin embargo, aún quedaba otro aspecto que lograba mantener al hombre en su puesto de entidad única, diferente, superior a todo lo demás. La cuestión aquí era la de averiguar dónde residía la absoluta relevancia del hombre. En un primer momento y durante siglos se pensó que lo que separaba al hombre del resto de los seres vivos era la inteligencia. Mas pronto se oyeron voces que reclamaban esa misma facultad humana para determinados animales; incluso plantas. Ahí estaban las abejas produciendo miel y almacenándola en celdas hexagonales. Más aún, organizándose en sociedades tan complejas como las nuestras. ¡Y qué decir de las hormigas! Ante estas inquietantes revelaciones se decidió situar la singularidad humana en el lenguaje –una propuesta tan fallida como la anterior, pues tanto zoólogos como botánicos hablaban de lenguajes mucho más complejos que los del hombre. El impasse se desbloqueó al presentar un concepto o característica que nada, aparte del hombre, poseía en la naturaleza –la consciencia.
A estas alturas todas las naciones del mundo habían asumido el materialismo como la única alternativa sociológica racional… incuestionable. Sin embargo, la consciencia titilaba amenazadora en la lejanía del horizonte creacionista. Había, pues, que resolver el enigma –la paradoja de un universo aleatorio en el que vivía una criatura casi divina. Así pues, químicos, biólogos, astrofísicos… se pusieron manos a la obra. No parecía tarea fácil pretender que esa molesta consciencia no existiese o hubiese sido una mala interpretación de un proceso cognitivo en el cerebro humano. Por lo tanto, había que trasladar la investigación al mundo animal. Y empezaron a aparecer artículos y libros que de forma incipiente hablaban de la consciencia de los animales, incluso de insectos, de invertebrados. Aquellas disparatadas hipótesis pronto se convertirían en «realidades científicas». Tenían a su favor el apoyo incondicional de todos los medios de comunicación occidentales, culminando en este año 2024, probablemente maléfico, con un manifiesto sobre la «nueva realidad» biológica en la que no podemos seguir negando la existencia de una vida interior y consciente de los animales:
¿Tienen los insectos vida interior? La conciencia animal necesita un replanteamiento
Una declaración firmada por decenas de científicos dice que existe “una posibilidad realista” de que existan elementos de conciencia en reptiles, insectos y moluscos
Mariana Lenharo para la revista Nature
Cuervos, chimpancés y elefantes: estos y muchos otros pájaros y mamíferos se comportan de maneras que sugiere que podrían ser conscientes. Y la lista no termina con los vertebrados. Los investigadores están ampliando sus investigaciones sobre la conciencia a una gama más amplia de animales, incluidos pulpos e incluso abejas y moscas. Armada con esta investigación, una coalición de científicos pide un replanteamiento de la relación entre animales y humanos. Si existe «una posibilidad realista» de «experiencia consciente en un animal, es irresponsable ignorar esa posibilidad en las decisiones que afectan a ese animal», escriben los investigadores en un documento que llaman Declaración de Nueva York sobre la Conciencia Animal (New York Declaration on Animal Consciousness).
Habiendo desmantelado ambas características propias de la identidad humana, no resultará difícil imaginar el futuro que nos espera.
Mas hemos hablado de dos puntos fundamentales que se evidencian en la entrevista con Duguin. Carlson nos informa que todos los libros del filósofo ruso están prohibidos en Estados Unidos, Amazon incluido –en el mundo libre, en el bastión de la libertad de expresión.
Lo importante aquí es entender el sistema que Occidente utiliza para mantener su hegemónica ideología materialista. Por una parte, la ciencia –su ciencia– manipula la realidad a través de sus «prestigiosas» revistas, sus «relevantes» periódicos y sus «elitistas» universidades. Por otra parte, su estrategia obliga a prohibir o encubrir cualquier otra propuesta científica, filosófica o religiosa que contradiga su narrativa oficial.
Y ello nos lleva a la urgente necesidad de salirnos de su turbulenta y al mismo tiempo obnubiladora retórica.
Es cierto que en el universo, en la Tierra hay mucha inteligencia y mucha consciencia. Sin embargo, nada en él es inteligente o consciente. Ambas características son propias del Diseñador y Creador de este universo, que se manifiestan irreductiblemente en Su creación. De la misma forma, en los programas de ordenador, programas de diseño o base de datos hay mucha inteligencia y hay interacción con el usuario. Mas todo ello es el reflejo de la inteligencia del experto que los ha diseñado.
Los animales, las plantas y el hombre son programas. Lo que nos separa, nos diferencia del resto de los seres vivos es la consciencia que activa, no el pensamiento, sino la reflexión a través de un lenguaje conceptual. Y esta realidad es la que se está intentando encubrir.
