Teoría de la evolución de Darwin: por qué es incorrecto decir que «descendemos de los monos» y otras 4 cosas que quizás no sabías sobre nuestro origen

BBC News Mundo

Este 24 de noviembre se cumple un nuevo aniversario de la publicación de «El origen de las especies», el libro en el que Charles Darwin estableció las bases de la teoría de la evolución por selección natural.

¿Pero cuánto sabemos sobre la historia de nuestra especie? ¿Y por qué es un error decir que «descendemos de los monos»?

En BBC Mundo recordamos cinco datos que tal vez puedan resultarte sorprendentes sobre la evolución humana.

1. No descendemos de los monos

Los humanos modernos, la especie Homo sapiens sapiens, no evolucionó de los monos, sino que comparte un ancestro común con ellos.

«Un error muy común es pensar que ‘descendemos de los monos’. Ese error hace que mucha gente niegue la teoría de la evolución», explicó a BBC Mundo el paleoantropólogo español José María Bermúdez de Castro.

«Para empezar, es mejor afirmar que somos una especie más del orden primates», dijo el coordinador del Programa de Paleobiología del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana de Burgos y codirector del proyecto de investigación y excavaciones en los yacimientos de la sierra de Atapuerca.

Este linaje de primates «comienza su historia evolutiva hace unos 7 millones de años. En ese tiempo, un ancestro común con los chimpancés divergió en dos linajes diferentes, seguramente por cuestiones climáticas».

«El linaje que dio lugar a los chimpancés, Pan paniscus y Pan troglodytes, se quedó en el oeste de África. El linaje que a la postre dio lugar a la humanidad actual evolucionó en el sur y este de África».

Bermúdez de Castro agregó que compartimos cerca del 99% de nuestros genes con los chimpancés, pero la diferencia (aproximadamente de 1,2%) es importante, puesto que tenemos entre 20.000 y 25.000 genes operativos.

«Deberíamos reflexionar sobre nuestra estrecha relación con estos primates, nuestros primos hermanos», agregó el científico español.

2. Más de la mitad de tu cuerpo no es humano

Se estima que cerca de la mitad del cuerpo humano está compuesto por células humanas, pero el resto es una mezcla de bacterias, virus y hongos que componen lo que se conoce como el microbioma. Ese microbioma, que es tan peculiar de cada persona como su huella digital, influye en una gran variedad de funciones que van desde la digestión al sistema inmunológico (en la foto –ilustración de bacterias en el colón).

«Eres un 43% humano según las estimaciones más recientes, si cuentas todas las células», señaló a la BBC en 2018 el profesor Rob Knight, de la Universidad de California en San Diego.

Si pensamos en términos genéticos, las cifras son aún más sorprendentes. Microbiólogos de la Escuela de Medicina de Harvard y del Centro Joslin de Diabetes analizaron el ADN de unas 3.500 muestras de la boca e intestinos.

Los resultados del trabajo, publicado este año en la revista Cell Host & Microbe, indican que había cerca de 46 millones de genes bacterianos, 24 millones en el microbioma de la boca y 22 millones en los intestinos.

3. Estamos llenos de vestigios evolutivos

La evolución es un proceso que puede ser muy lento y algunos de sus vestigios pueden permanecer mucho tiempo después de que dejan de cumplir una función. Un ejemplo es el apéndice, que habría cumplido en nuestros antepasados una función relacionada con la digestión de la celulosa de las plantas.

El coxis es considerado también un vestigio evolutivo que en el pasado contribuyó a mantener el equilibrio. El coxis es el vestigio de una cola que en el caso de los embriones humanos aparece hacia el final de la cuarta semana del desarrollo embrionario para desaparecer en el inicio de la octava semana.

Y si te erizas cuando sientes frío o estrés, eso significa que tus fibras musculares conocidas como arrector pili se están contrayendo en forma involuntaria, lo que seguramente te dará escalofríos. Si eres un animal en su medio silvestre, que se te pongan los pelos de punta puede ser útil, ya que tus pelos pueden atrapar más aire para retener calor. O puedes parecer más grande de lo que eres, lo que podría desanimar a tus predadores.

Pero en el caso de los seres humanos nuestros arrector pili no proveen ninguno de esos beneficios.

4. Nuestra especie surgió hace unos 300.000 años

La historia de nuestros orígenes está cambiando constantemente a medida que se descubren nuevos fósiles.

«Nuestra especie, Homo sapiens, surgió en África hace algo más de 200.000 años. Algunos investigadores piensan que ciertos fósiles de un yacimiento de Marruecos (Jebel Irhoud) ya pertenecían a nuestra especie. Esos fósiles tienen 315.000 años de antigüedad», explicó Bermúdez de Castro.

«Con independencia de este debate en las cifras, no se conocen cambios importantes en el medio ambiente de África en esta época del Pleistoceno».

Las glaciaciones afectaron al hemisferio norte y tuvieron repercusión en el debilitamiento de la especie Homo neanderthalensis.

«Pero en África subsahariana y en el norte de África el clima no experimentó cambios notables. Así que se nos escapa saber qué circunstancias favorecieron que surgieran los primeros homínidos similares a nosotros en la mayor parte de su anatomía».

«Ciertos aspectos culturales como el arte o el simbolismo, aún tardarían un cierto tiempo en consolidarse en Homo sapiens. Pero desde el punto de vista de la anatomía, los humanos africanos de hace 200.000 años eran prácticamente indistinguibles de nosotros».

En la actualidad se discute mucho sobre la posibilidad de que las expansiones fuera de África por parte de Homo sapiens fueran varias y por dos lugares diferentes: el Corredor Levantino y el estrecho de Bab El-Mandeb, en el cuerno de África.

«No sería extraño que esto fuera así. Los datos no son contradictorios y no afectan al resultado final: ahora somos la única especie de homínido del planeta».

5. No hemos dejado de evolucionar

Aún seguimos adaptándonos al mundo que nos rodea. Un ejemplo es la rápida extensión en las últimas 100 generaciones en Reino Unido del gen de tolerancia al azúcar en la leche, la lactosa. Se estima que hace unos 11.000 años los humanos adultos no podían digerir la lactosa.

A medida que los seres humanos en ciertas regiones comenzaron a depender de la producción lechera para alimentarse, sus cuerpos se adaptaron a digerir ese alimento que antes era tolerado solamente por niños.

En regiones de larga tradición de producción de lácteos, como Europa, la población es mucho más tolerante a la lactosa que en Asia.

«Por supuesto no hemos dejado de evolucionar y nunca lo haremos mientras sigamos siendo una especie de la Tierra», señaló Bermúdez de Castro.

«La propia cultura está influyendo de manera decisiva en nuestra evolución. Y cada vez será más importante esa influencia, en el momento en el que la tecnología permita manipular sin riesgos el genoma humano».

«Los experimentos de los que tenemos noticia puede que no sean muy éticos y que asuman riesgos. Pero con el paso de los años se podrán realizar esas manipulaciones. Si llegamos a ese punto, el cambio evolutivo sería extremadamente rápido».

SONDAS: Los arqueólogos y paleontólogos son como los periodistas –hablan de todo, pero no saben de nada. Lo vemos en este artículo de Bermúdez de Castro en el que utiliza argumentos fuera de todo contexto para apoyar la teoría de la evolución, que ya no es tal, pues se ha convertido en otro axioma de la biología. Y aquí lo tenemos, dispuesto a informarnos sobre algunos detalles de la historia de la especie humana, que, como él concluye, muy probablemente no tengamos noticias de ellos.

En el primer apunte nos acusa de habernos creído que procedemos del mono. Nada más lejos de la realidad. Fijémonos en su argumento:

Un error muy común es pensar que ‘descendemos de los monos’. Ese error hace que mucha gente niegue la teoría de la evolución. Para empezar, es mejor afirmar que somos una especie más del orden primates.

Este linaje de primates «comienza su historia evolutiva hace unos 7 millones de años. En ese tiempo, un ancestro común con los chimpancés divergió en dos linajes diferentes, seguramente por cuestiones climáticas.

El linaje que dio lugar a los chimpancés, Pan paniscus y Pan troglodytes, se quedó en el oeste de África. El linaje que a la postre dio lugar a la humanidad actual evolucionó en el sur y este de África.

Veamos ahora la definición y clasificación del orden primates:

Orden biológico que comprende los prosimios, monos y simios, entre ellos los seres humanos. Tradicionalmente, el orden de los Primates se ha dividido en prosimios y simiiformes. Los prosimios se parecen a los primeros primates, y son, entre otros, los lémures de Madagascar, los lorísidos y los aye-ayes.

Los simiiformes son:

-los monos del Nuevo Mundo de América del Sur y Central, como los capuchinos, los monos aulladores y los saimiris.

-los monos del Viejo Mundo de África y del Asia sudoriental, como los babuinos y los macacos;

-los simios, entre los que se encuentran los simios menores o hilobátidos, como los gibones, y los grandes simios u homínidos, como los gorilas, los chimpancés, y los seres humanos.

¿Qué significa, entonces, decir que no procedemos de los monos, sino de un ancestro común con los chimpancés de entre los primates? Los primates son simios y los simios son monos, algún tipo de monos. Y, por lo tanto, nosotros procedemos de los monos. Poco importa si esa procedencia divergió en algún momento de la “evolución”, separándonos de los chimpancés, pero quedándonos emparentados a ellos –primos hermanos:

Compartimos cerca del 99% de nuestros genes con los chimpancés, pero la diferencia (aproximadamente de 1,2%) es importante, puesto que tenemos entre 20.000 y 25.000 genes operativos. Deberíamos reflexionar sobre nuestra estrecha relación con estos primates, nuestros primos hermanos.

Aquí tenemos una nefasta interpretación de cómo se han construido los seres humanos. Todos ellos están constituidos de los mismos materiales, pues no hay otros. Y por ello, todos los seres vivos participamos de una misma estructura básica, de un mismo sistema de configuración genética. Todos nosotros nos movemos para conseguir alimento, para protegernos de posibles depredadores o enemigos, para aparearnos… con ligeras diferencias a la hora de realizar todas estas funciones.

Por lo tanto, lo que nos diferencia a los seres humanos de los animales es la introducción en nuestro molde constituyente de unos dispositivos, invisibles, no materiales, capaces de producir lenguaje conceptual con el que expresar a través de la consciencia –reflexiones. Este mecanismo (fuad) es el que nos hace aptos, y solamente a los seres humanos, para observar el Universo en el que vivimos, comprender que hay un Creador que lo ha originado, admirar Su creación y agradecerle el habernos traído a la existencia. El resto de los animales, así como las plantas, carecen de fuad y simplemente desarrollan su programa existencial –sin consciencia, sin lenguaje conceptual y sin reflexión.

Así pues, el fuad no es algo que se pueda adquirir por evolución, por mutación o por adaptación, sino que está incluido, exclusivamente, en el programa “ser humano” –hombre, insan. Ningún animal puede adquirirlo, de ningún modo, ni tampoco por una supuesta evolución. El hombre, el insan, no es primo hermano de ningún animal, aunque a nivel estructural y a nivel de programa participe de características similares al resto de los seres vivos. Por lo tanto, haces bien el rechazar el que provengamos de los monos, de los simios o de los primates, y mejor aún haces el no creerte la teoría de la evolución.

En el segundo apunte se nos informa de algo sumamente extraño. Se afirma que solamente el 43 % de nuestro cuerpo es humano y el resto es una mezcla de bichos:

Se estima que cerca de la mitad del cuerpo humano está compuesto por células humanas, pero el resto es una mezcla de bacterias, virus y hongos que componen lo que se conoce como el microbioma (foto –la ilustración de bacterias en el colón).

Y todo eso es un ser humano. ¿O es que ellos nunca han observado al hombre? ¿No han visto su esbelto cuerpo? Su rostro, capaz de expresar con ligeros gestos infinidad de sensaciones y sentimientos. ¿Acaso no han caído en la cuenta de su estructura ósea y muscular? Estructuras estas que le permiten escribir complicados alfabetos, sirviéndose de tan solo dos dedos. ¿No han visto su cabello, sus ojos, el perfecto emplazamiento de sus dientes? ¿Dónde, pues, están esas bacterias, esos virus, esos hongos? Sin duda que en el mundo microscópico, formando parte del sistema operativo del cuerpo humano.

Hagamos una incisión con un bisturí desde la ingle hasta el tobillo. ¿Qué veremos? Veremos huesos, músculos y tendones perfectamente colocados, entrelazados, para hacer posible el movimiento. No veremos ninguna bacteria ni veremos hongos. Nuestro cuerpo es cien por cien humano, perfecto, maravilloso. Mas para que ese cuerpo funcione, digiera los alimentos, los descomponga y pueda, así, extraer las vitaminas, los minerales y muchas otras substancias, hace falta un sistema operativo que escapa a los sentidos humanos y que es el que realiza todas las funciones que nosotros mismos no podríamos llevar a cabo.

¿Se han vuelto locos estos biólogos? No. Simplemente quieren hacernos creer no solo que provenimos del orden primate, que somos primos hermanos de los chimpancés, sino que además deberíamos aceptar que somos un mero conjunto de bacterias, virus y hongos.

El tercer apunte es propio de un escolar que, tras haberse pasado todo el curso haciendo pirola, no se ha enterado de las últimas teorías sobre la evolución que el profesor ha explicado a sus alumnos:

La evolución es un proceso que puede ser muy lento.

Hace décadas que la mayoría de los biólogos deshecha el concepto darwiniano de que la evolución se llevó a cabo paulatinamente y con numerosos estadios intermedios, ya que la “explosión cámbrica” resulta de este modo incomprensible. Rasgándose las vestiduras, y ello por no tirarse por la ventana, la nueva biología concluye que la evolución debió producirse de forma rápida y sin apenas estadios intermedios, para de esta forma cuadrar la ecuación.

Tras este desliz estudiantil Bermúdez argumenta que la prueba de que evolucionamos podemos encontrarla en el apéndice, en el coxis, en los pelos que se nos ponen de punta (por ejemplo, al leer su artículo), en las muelas del juicio… Mas estos fenómenos nos son manifestaciones evolutivas –¡el coxis, las muelas del juicio! ¿Ha perdido el juicio este Bermúdez? Estamos hablando de evolución. Estamos hablando de que a un conejo le crece un pico, le salen alas y se echa a volar. Estamos hablando de criaturas marinas que salen del agua y se transforman en reptiles. Estamos hablando de animales terrestres que se sumergen en las aguas oceánicas, les crecen aletas y surcan los mares. Estamos hablando de osos que se convierten en ballenas. Y todo ello a partir de una célula, de una ameba, de una sanguijuela. De eso estamos hablando, no de coxis ni de que se nos pongan los pelos de punta. Todo ello son características propias de los seres vivos.

Se nos erizan los pelos y se nos pone la carne de gallina cuando oímos una horripilante narración o sentimos miedo. Y todo ello, como el aumento de la adrenalina, son sistemas de defensa para que el estrés que provocan esas situaciones cuasi extremas no tenga consecuencias más nefastas. Todo ello son características propias de los seres vivos. Si ahora ya no necesitamos las muelas del juicio porque quizás nuestra alimentación ha cambiado, éstas se irán poco a poco desactivando, ya que tenemos esa posibilidad, como tenemos millones de posibilidades dentro de nuestra configuración genética completa. Se activarán unos genes y se desactivarán otros genes según nuestro programa existencial, mas todo ello está dentro de nuestro genoma. Si llegamos a una situación que esté fuera de nuestros límites, esta situación nos destruirá, pues ni hay evolución ni hay adaptación –hay elasticidad en nuestros límites.

En el apunte cuarto llega la duda, la incertidumbre, las contradicciones, la famosa frase: “Tendremos que re-escribir la historia.” Aparte de arrogancia, hay una gran dosis de estupidez, pues ya el hecho de dar fechas cuando a ciencia cierta no se sabe nada, es arrogante y estúpido:

La historia de nuestros orígenes está cambiando constantemente a medida que se descubren nuevos fósiles.

Y ¿cuándo dejaremos de encontrar nuevos fósiles para que podamos por fin dibujar una línea de tiempo, rutas geográficas y emplazamientos que nos den una imagen legible de nuestros orígenes y migraciones? Obviamente, nunca, pues éste es un método erróneo. Primero es la teoría, y después los hallazgos. Necesitamos un armario llavero donde colocar las llaves que vayan llegando. Sin este armario no tendremos otra solución que ir echando estas llaves a un cajón de sastre.

Nuestra especie, Homo sapiens, surgió en África hace algo más de 200.000 años. Algunos investigadores piensan que ciertos fósiles de un yacimiento de Marruecos (Jebel Irhoud) ya pertenecían a nuestra especie. Esos fósiles tienen 315.000 años de antigüedad.

Las contradicciones que genera la duda son devastadoras. El Homo sapiens surge en el oeste y sur de África hace 200.000 años, pero se encuentran fósiles de este mismo Homo sapiens en la esquina oeste de África de una antigüedad de 315.000 años. No se trata solamente de variar la línea de tiempo. Aquí la pregunta es mucho más inquietante. ¿Dónde, entonces, se originaron los Homo sapiens? No hay respuesta. Tendremos que seguir esperando a que encuentren más fósiles.

El quinto, y último, apunte, tan descorazonador como los anteriores, nos obliga a sospechar que Bermúdez se había tomado un LSD en el momento de mencionar el problema de la lactosa. Europa nunca ha sido productora ni consumidora de lácteos. Estos productos han sido una alimentación básica en regiones como el Oriente Medio, el Cáucaso y Anatolia. A Europa esta industria llega mucho más tarde. La lactosa sigue siendo una substancia poco digerible para el hombre en general, pues la leche en principio es un alimento que ingerimos, como los animales, en las primeras etapas de la vida. Es lógico que sea así, pues el bebé no tiene dientes, no puede alimentarse como un adulto. Además, la leche materna contiene todos los nutrientes que el ser humano necesita para vivir y crecer en sus primeros años de vida. Después, deberíamos abandonar este alimento.

Sin embargo, la leche es un alimento tan completo, tan nutritivo que mantenerlo en nuestra dieta nos permite paliar una posible deficiencia de vitaminas y, sobre todo, de calcio. Por ello, en toda esa región que hemos citado se desarrolla leches acidificadas, yogur y productos derivados del yogur, como el labani, que no contienen lactosa ni otras substancias que encontramos en la leche y que son difíciles de digerir para el hombre. Estos productos lácteos no causan problemas digestivos y este hecho debería hacernos abandonar la leche o reducir su ingestión en favor del yogur y de leches fermentadas. La lactosa era un problema hace 11.000 años y lo sigue siendo hoy en día.

Los animales no evolucionan. Las plantas no evolucionan. Los hombres no evolucionamos. Tenemos que escapar de esta encerrona; de esta falsedad que se extiende por todos los ámbitos de la ciencia.

Los experimentos de manipulación del genoma humano de los que tenemos noticia puede que no sean muy éticos y que asuman riesgos. Pero con el paso de los años se podrán realizar esas manipulaciones. Si llegamos a ese punto, el cambio evolutivo sería extremadamente rápido.

¿Acaso es este Bermúdez un drogadicto? ¿Un arrogante? ¿Un estúpido? Probablemente, no. Simplemente juega su papel, que no es otro que el de convencernos de que se puede manipular nuestro genoma y hacernos evolucionar con gran rapidez. Mas ¿evolucionar hacia dónde? ¿Acaso sabe Bermúdez cuáles son los planes de la evolución para el hombre? Incluso si hubiera evolución, no lo sabría; pero conoce bien los planes que tienen para él las elites. Se trataría en última instancia de convertirle en un androide que siguiera a rajatabla sus órdenes –sin deseos, sin voluntad; un sueño prehistórico de dominación que nunca han logrado consolidar. Antes bien, una y otra vez se ha vuelto contra ellos.

(119) … y alterarán la creación de Allah. (Corán 4-Sura de las mujeres, an Nisa)