El reptil, que llevaba 16 años viviendo en cautividad en un zoo, logró engendrar un feto idéntico genéticamente en un 99,9%.
José Andrés Gómez para El Español
La naturaleza es un pozo insondable de hallazgos extraordinarios La última demostración ha tenido lugar en Costa Rica. Un grupo de científicos ha registrado en el país centroamericano el primer caso de un cocodrilo hembra que ha conseguido engendrar un feto sin tener contacto con un macho. Este feto, que nació muerto, era idéntico a ella en un 99,9%. Es lo que los científicos han bautizado como «nacimiento virgen» o «nacimiento virginal». El hallazgo, que ha sido publicado en la revista «Biology Letters» por un grupo internacional de investigadores del Instituto Politécnico de Virginia (Estados Unidos), va un paso más allá y sugiere que los antepasados de los cocodrilos, los dinosaurios, también podrían haber sido capaces de reproducirse por sí solos.
«En las últimas dos décadas, ha habido un crecimiento asombroso en la documentación de la partenogénesis facultativa [el proceso por el que un óvulo se convierte en embrión sin ser fecundado] de vertebrados. Este modo reproductivo inusual se ha documentado en aves, reptiles no aviares, específicamente lagartijas y serpientes, y peces elasmobranquios», detallan los investigadores en el estudio.
Sin embargo, nunca se había registrado y documentado en cocodrilos. «Este descubrimiento ofrece información tentadora sobre las posibles capacidades reproductivas de los parientes arcosaurios extintos de los cocodrilos y las aves, en particular los miembros de los pterosaurios y los dinosaurios», subrayan.
La hembra de cocodrilo americano protagonista de esta asombrosa historia se encontraba sola en un zoológico desde el año 2002, a donde llegó con sólo dos años de edad. No fue hasta 2018, 16 años después, cuando el personal del zoológico Parque Reptilandia de Puntarenas (Costa Rica) descubrió 14 huevos.
La sorpresa fue aún mayor cuando se dieron cuenta de que uno de los huevos contenía un feto que se había formado por completo. «De los 14 huevos puestos, siete parecían ser fértiles y fueron incubados artificialmente», narran los científicos en el estudio. «Tras tres meses de incubación, los huevos no eclosionaron, así que se abrieron para evaluar su contenido […] Se encontró que un huevo contenía un feto no viable completamente formado», añaden.
Así, tras analizar el ADN extraído del corazón del feto y de la piel mudada de la madre, descubrieron que ambos coincidían casi por completo «Se encontró que la descendencia tenía genotipos idénticos a los de la madre en más del 99,9% de sus loci homocigóticos, lo que demuestra una falta de alelos paternos». Es decir, que el feto no tenía padre.
Los científicos subrayan que la partenogénesis es un proceso muy extraño que se da en algunos animales cuando se encuentran en situaciones muy desfavorables, en las que existe cierto grado de estrés o falta de parejas con las que reproducirse. Es más, el caso de la hembra cocodrilo costarricense también deja entrever que este proceso reproductivo también podría darse incluso ante la presencia de machos.
«Estos hallazgos sugieren que se debe evaluar la viabilidad potencial de los huevos cuando los machos están ausentes. Además, dado que la partenogénesis puede ocurrir en presencia de parejas potenciales, los casos de partenogénesis en cocodrílidos pueden pasarse por alto cuando la reproducción ocurre en hembras que cohabitan con machos», finalizan.

SONDAS: No deja de ser curioso que a estos biólogos, que hablan de una primera célula de la que se originarían todas las demás produciendo plantas, animales y seres humanos, no les resulte revelador el sistema de reproducción por partenogénesis –sistema que no necesita, como en el caso de la reproducción sexual, de los dos cónyuges. Basta, precisamente, una sola célula –la célula femenina y un activador, que puede ser la vibración, el agua u otros fenómenos. Ahí tienen el verdadero origen de las especies, las cuales no surgieron por evolución, sino por activación de las semillas –de las células madre– específicas para cada una de estas especies.
En la primera fase de creación no existía, obviamente, el elemento masculino. Ésta se produjo por partenogénesis:
Modo de reproducirse de algunos animales y plantas, que consiste en la formación de un nuevo ser por división reiterada de células sexuales femeninas que no se han unido previamente con gametos masculinos, y que es puesta en marcha por factores ambientales, químicos, descargas eléctricas y otros. (Diccionario de la Lengua Española)
Cada día se encuentran especies en las que algunos de sus miembros se reproducen de esta forma. Se han encontrado casos de partenogénesis en algunas serpientes, lagartos e incluso tiburones martillo. Ésta fue la primera forma de reproducción de todas las entidades vivas –sólo había semillas madre sin células masculinas que las fecundaran. Mas si esta fue la primera forma de reproducción, abandonándose más tarde, ¿por qué siguen existiendo animales y plantas que todavía utilizan la partenogénesis como su forma de reproducción? La respuesta la encontramos en el propio sistema divino –siempre hay muestras del origen en todas sus fases:
Di: “¡Id por la Tierra y ved cómo empezó la creación!” De la misma forma resurgiréis en Ajirah. Allah tiene el poder sobre todas las cosas. (Corán, sura 29, aleya 20)
En un primer momento, nos resulta extraño el texto de esta aleya. Sin embargo, eso es, precisamente, lo que hacemos cada día –encontrarnos con retazos del origen, con elementos que siguen existiendo de una forma u otra. En estos días está en plena erupción un volcán en las islas Hawái –así empezó a formarse la Tierra y la atmósfera. Seguimos caminando y nos encontramos con criaturas que utilizan la partenogénesis como su medio reproductor –de esta forma concibió Mariam y la madre de Adam. Todos los elementos persisten. Por ello, si vamos por la Tierra y observamos atentamente, entenderemos cómo empezó la creación.
También la partenogénesis está mencionada en el Corán:
Os creó a partir de una sola nafs. Luego sacó de ella su pareja… (Corán, sura 39, aleya 6)
Podríamos preguntarnos ahora: Si no tuvo la célula madre primigenia de todas las entidades vivas que hoy pueblan la Tierra un elemento masculino que la fecundara, ¿qué o quién lo hizo? En la aleya 20 de la sura 29 que hemos citado anteriormente se dice: «De la misma forma resurgiréis en Ajirah«. ¿De qué forma? De nuevo la respuesta la encontramos en el Corán:
El que hace que caiga agua del cielo según la medida que ha determinado, y con ella vivificamos una tierra que estaba muerta. De esta misma manera resurgiréis. (Corán, sura 43, aleya 11)
Observa, pues, las huellas de la rahmah de Allah –como da vida a la tierra después de haber estado muerta. Así vivificará a los muertos. Él tiene el poder sobre todas las cosas. (Corán, sura 30, aleya 50)
Es Allah Quien envía los vientos que mueven las nubes. Las conducimos hasta una región yerma, y de esta manera devolvemos la vida a la tierra que estaba muerta. Así será el resurgimiento. (Corán, sura 35, aleya 9)
A través de estas aleyas podemos entender que el elemento fecundador en el origen y en Ajirah es el mismo que vivifica a una tierra que ha estado muerta –el agua.
Siguiendo la ley de plantillas vemos claramente la similitud –tenemos una tierra muerta, en apariencia, pues dentro de ella están las semillas, la vida encapsulada en una célula, que al caer sobre ella el agua, la vivifica, activa los óvulos latentes, y surgen de ella espléndidas especies. Lo mismo ocurrió en el origen –la superficie de la Tierra estaba muerta, pero de nuevo sólo en apariencia, pues en su interior dormían las semillas de todas las entidades vivas. Cayó un “agua fecundadora” (sistema operativo) y activó un tipo de semillas haciendo que la vida que las habitaba se desarrollara y saliera a la superficie. Después cayó otra agua fecundadora y se activaron otras semillas, otras células madre… y así sucesivamente siguiendo un orden preciso y necesario de modo que el alimento no surgiese después de la entidad viva que lo necesitase.
Primero surgieron las células procariotas u organismos unicelulares carentes de núcleo y con el ADN flotando en el citoplasma –bacterias y arqueas (algas). Estas células cumplen con la importante función de transformar unas substancias en otras. Podemos decir que realizan la misma tarea en la tierra que las bacterias en nuestros intestinos –son parte activa en el metabolismo de nuestro hábitat. Después aparecieron las células eucariotas, propias de organismos pluricelulares, poseedoras de un núcleo en el que se encuentra encapsulado en cromosomas el ADN. No obstante, como ya hemos apuntado antes, con la aparición de las células eucariotas no desaparecen las procariotas, ya que no hay evolución, sino fases de creación, de activación, y diferentes funciones. Incluso las arqueas no son evolución de las bacterias ni forman parte de su mismo entramado genético –ambas han surgido de diferentes semillas.
Las células madre portadoras en su material genético de órdenes para el desarrollo de organismos complejos pluricelulares de tipo vegetal se irán activando en primer lugar, así como pequeños animales que se alimentarán de plancton. Más tarde, aparecerán los animales herbívoros, los cuales ya podrán alimentarse de pasto y de todo tipo de plantas para, un tiempo después, ser ellos mismos alimento de los animales carnívoros.
No obstante, hay tal diversidad de especies, todas ellas con características muy diferentes entre sí, que resulta imposible clasificarlas por orden de aparición en el tiempo. A pesar de ello, parece evidente que la activación de las numerosas semillas ocultas en la tierra siguió un plan preciso teniendo en cuenta las funciones específicas de las criaturas que de ellas iban a surgir. El conjunto de esos millones de especies vegetales y animales, de bacterias y algas y de un sinfín de otros organismos, unido todo ello a los vientos, las lluvias y las erupciones volcánicas, va a conformar un hábitat propicio para la aparición de los primeros humanos –los bashar.
Ya hemos dicho que la primera generación de todas las entidades vivas que van a poblar la superficie terráquea surgieron de la tierra, pero de una tierra húmeda, de un tipo de lodo o barro. Una parte de esos nódulos o semillas se desarrolló en el interior de la tierra y de ella salió a la superficie. Y otra parte lo hizo en el agua, originando las primeras entidades vivas marinas.
En la creación de Allah no hay “milagros”, sino signos. La dialéctica entre causa y efecto conforma su estructura básica –no hay varita mágica, sino un sistema minucioso de ejecución. Por lo tanto, si no hay varita mágica, una vez que hayamos llegado al final de la cadena causa-efecto hasta el primer hombre antes de que existieran otros, surgirá la pregunta: ¿De dónde se ha originado éste? Tiene que haber habido un momento en el que no hubiera pareja, únicamente la semilla, la célula madre, el óvulo. ¿Quién entonces lo fecundó, lo activó? No había nadie. La primera generación es producto del sistema partenogenético de reproducción:
Os creó a partir de una sola nafs. Luego sacó de ella su pareja… (Corán, sura 39 aleya 6)
Un agua fecundadora activó las primeras semillas, y un agua fecundadora las activará el Día del Resurgimiento:
No ha sido vuestra creación ni será vuestro resurgimiento, sino como el de una sola nafs. (Corán, sura 31, aleya 28)
Tampoco ese Día habrá entidades vivas que puedan fecundar nuestras semillas. Sufriremos el mismo proceso partenogenético que sufrimos la primera vez –resurgiremos de una sola nafs.
¿Mas cómo se produjo esa fecundación? ¿En qué matriz se formó el primer coágulo, el primer embrión? Como nos informa el Corán, dentro de una masa de lodo se formó una matriz de arcilla seca:
Hemos creado al hombre -insan- a partir de un molde de arcilla seca extraída de una masa de lodo. (Corán, sura 15, aleya 26)

Todo sale de la tierra y todo saldrá de ella. De ella surgieron las primeras plantas, los primeros animales y los primeros humanos. No así la segunda generación, ya que todas las entidades vivas que salían de la tierra llevaban en su propia constitución el sistema reproductor completo –las mujeres el femenino y los hombres el masculino.
Podemos resumir este proceso en la siguiente analogía: Por un lado, tenemos la tierra –una superficie plana, húmeda que contiene en su interior la semilla humana. Por otro lado, tenemos a la mujer –un cuerpo extendido sobre un lecho, húmedo, y en cuyo interior hay un óvulo o célula madre. La semilla que está dentro de la tierra contiene toda la información necesaria para generar un ser humano, pero necesita ser activada. En este caso, el activador será un agua fecundadora, una humedad que envuelva el molde de arcilla seca. En el caso de la mujer, el activador será el agua salobre o esperma que sale del hombre y penetra en el útero de la mujer, fecundando el óvulo. En el primer caso, el de la tierra, la reproducción se realiza por partenogénesis –toda la información está contenida en la semilla, y el agua, la humedad, simplemente realiza la función de activador (primera generación). En el caso de la mujer, la reproducción ya es sexual –interviene el “agua” masculina que contiene parte de la información genética; es su pareja (siguientes generaciones).

Mas cómo podrán estos biólogos salirse de su infantil y raquítico modelo evolutivo. ¿Acaso no ven que toda la creación está montada sobre patrones, sobre plantillas, reproducidos por todo el universo? ¿No ven que la Tierra, a la que llamamos madre, cumple la misma función que la mujer, a la que también llamamos madre –un mismo mecanismo, un mismo patrón, un mismo diseño… un mismo Diseñador?
