
Rocio Lasheras para La Sexta
Numerosos estudios han intentado dar respuesta a qué se siente justo antes de morir, y parece que un grupo de científicos lo ha conseguido.
La muerte, eso que tanto nos preocupa y de lo que menos respuestas tenemos. La ciencia dice que cuando morimos, la actividad cerebral disminuye a los cuatro minutos, y durante ese tiempo se producen alucinaciones. Tras ello, la temperatura corporal baja y da comienzo la descomposición.
Un reciente estudio contradice las visiones que suele tener la mayor parte de la sociedad afirmando que la idea de morir «parezca espantosa en la imaginación de la gente; sin embargo, estas percepciones pueden no reflejar necesariamente la realidad».
Esta investigación comparó los sentimientos de dos grupos de personas: por un lado, los que se enfrentaban a la muerte porque eran pacientes con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) o personas en el corredor de la muerte; y por otro, personas que simplemente se imaginaban que morían de repente. Las respuestas de ambos grupos se compararon y el resultado fue bastante sorprendente.
A las personas que su muerte era más real se les pidió que escribieran sus últimos pensamientos, lo mismo con quienes estaban condenados a muerte. Los mensajes de ambos fueron muy positivos, todo lo contrario con quienes tenían que imaginarse su muerte. Estos últimos dejaron mensajes bastante negativos.
Conforme pasa el tiempo y la muerte va tomando realismo en tu vida, tus pensamientos cambian por completo y se vuelven mucho más positivos.
Kurt Gray, líder de la investigación, como consecuencia de estos resultados aseguraba que «los seres humanos son increíblemente adaptables, tanto física como emocionalmente. Los últimos pensamientos de pacientes con enfermedades terminales y las últimas palabras de los presos condenados a muerte están llenas de amor, conexión social y significado». «la muerte es inevitable, pero el sufrimiento no lo es», concluía.

SONDAS: La muerte no puede ser asunto de la ciencia, pues forma parte del sistema operativo, del mecanismo interno que pone en movimiento a la existencia misma. La ciencia, para mayor imposibilidad práctica, se sirve del método científico en sus indagaciones, el cual se basa en comprobaciones empíricas -obviamente nadie ha vuelto de la muerte y, por lo tanto, todo lo que la ciencia proponga sobre lo que pudiera sentir el hombre en ese trance serían meras especulaciones, sin ninguna base científica.
Sin embargo, la muerte provoca en la gente la pregunta más crucial, la más enigmática, pero también la más preocupante: ¿Qué hay tras ella? Ni siquiera se pregunta por qué morimos, pues es tan evidente que se trata de un fenómeno incuestionable e irreversible que poco importa ese por qué. Lo que realmente le azuza al hombre es el conocer la geografía postmortem -con qué nos vamos a encontrar, con quién. Llegados a este punto, todas las disciplinas epistemológicas enmudecen -la ciencia, la filosofía, las corrientes chamánicas… nadie tiene información de primera mano.
Y ello nos lleva inevitablemente a buscar la respuesta a esta inquietante pregunta en los libros revelados. A este respecto el Corán es el más explícito y fiable, pues no ha habido en él alteraciones ni omisiones ni añadidos. En términos generales podemos definir la muerte como la salida a otra realidad que se irá configurando en base a la actividad que hayamos realizado en la vida de este mundo, abriéndose tres posibilidades que nos llevarán a tres dominios diferentes.
La despreocupación, la frívola negligencia, nos arrojará al dominio de la tumba, donde la Nafs -la entidad que somos- permanecerá en un profundo sueño del que despertará sobresaltada cuando suenen los clarines en el Día del Resurgimiento.
El Día en que los hombres –nas– se agiten como polillas dispersadas… (Corán, sura 101, aleya 4)
Los que comen de la usura se levantarán en un estado de conmoción. (Corán, sura 2, aleya 275)
Ese Día los hombres –insan– saldrán por separado para ver sus obras. Quien haya hecho el peso de un átomo de bien, lo verá; y quien haya hecho el peso de un átomo de mal, lo verá. (Corán, sura 99, aleyas 6-8)
Es decir, hay un despertar a la nueva realidad. Los negligentes, los despreocupados, han estado dormidos en la tumba de la misma forma que habían estado dormidos en la vida de este mundo. Todo aquello de lo que se habían desentendido está ahora frente a ellos. Será, pues, un momento de conmoción.
La segunda posibilidad será la de los creyentes -esos que han ofrecido su vida y su muerte por la causa de Allah el Altísimo; esos que han caminado por la senda de rectitud, resistiendo las corrientes chamánicas de la historia, de su tiempo; esos que han sido luz con la que se han guiado muchos hombres; esos cuyas huellas en la vida de este mundo han quedado impresas sobre las rocas -imposible de borrarlas. Esos son los profetas, los que han muerto luchando por el Din de Allah, los rectamente guiados… Estarán en la antesala del Jardín, en un dominio en el que permanecerán hasta el Día del Resurgimiento.
No digáis de los que han caído luchando por la causa de Allah que están muertos. Muy al contrario, están vivos, aunque no os deis cuenta. (Corán, sura 2, aleya 154)
Se le dijo: “¡Entra en el Jardín!” Dijo: “¡Ojalá supiera mi gente que mi Señor me ha perdonado y me ha concedido ser uno de los que Él ha honrado!” (Corán, sura 36, aleyas 26-27)
No penséis que están muertos los que han caído luchando por la causa de Allah. Muy al contrario, están vivos y su sustento está junto a su Señor. Se sienten dichosos por la gracia que Allah les ha concedido y albergan un buen presagio para los que todavía no se han unido a ellos. Nada hay que les cause temor ni pesadumbre. (Corán, sura 3, aleyas 169-170)
La tercera posibilidad que se menciona en el Corán es la de los nefarios encubridores -esos que han dedicado su energía y su riqueza para acallar la voz de la verdad; para26-27= evitar que los profetas pudieran llevar el mensaje divino a la gente -a unos los mataban y a otros los calumniaban o los expulsaban de su propia tierra. Estarán en un dominio desde el que verán el Fuego, atormentados. Será el preludio de su morada eterna en la Otra Vida. Allí estarán los que hoy levantan becerros de oro por doquier.
Se hizo realidad el terrible castigo que le había sido decretado a la gente de Firaun. Se les muestra el fuego mañana y tarde. El Día que llegue la Hora, se dirá: “¡Arrojad a la gente de Firaun al más terrible de los castigos!” (Corán, sura 40, aleyas 45-46)
Poco importa lo que la gente “sienta” antes de morir, ya que se tratará de una confrontación entre la subjetividad humana y una realidad desconocida e inimaginable para la mayoría de la gente. La rebeldía o la negligencia actuarán como una cortina opaca que impedirá vislumbrar el paisaje que se extiende al otro lado de la muerte. Mas este paisaje, sus elementos, su configuración… no es un corte radical que acaba con la memoria de nuestras acciones en la Tierra, sino que -más bien- será su consecuencia. De ahí, que la vida postmortem sea -en realidad- una extensión modificada de la vida de este mundo.
Quienes hayan creído y les haya seguido su descendencia en el iman (fe, creencia), estarán unidos a ella. En nada disminuiremos el valor de sus obras. Todo hombre es rehén de sus acciones. (Corán, sura 52, aleya 21)
Vida y muerte se entrelazan y tejen el vestido que llevaremos hasta el final del Último Tiempo -vestidos de brocado y seda, pero también vestidos de fuego.
