A todo el mundo le gusta escuchar sugestivas historias sobre el origen del Universo.
Marcelo Gleiser para Big Think
El origen del Universo, el comienzo de todo, es un tema en el que las narrativas –la científica y la religiosa– a veces se sobreponen. Esto no se debe a que aborden el problema de la misma manera; claramente no lo hacen. Es porque la pregunta que se les hace a ambos es la misma. Queremos saber cómo llegó a ser todo. Queremos saber, porque de lo contrario nuestra historia estaría incompleta. Somos creaciones de este Universo, y la historia del Universo es fundamentalmente nuestra historia también.
No hay duda de que la cosmología y la astronomía modernas han producido una narrativa notable de la historia temprana del Universo. Pero, ¿puede la ciencia realmente proporcionar una respuesta?
Como tú y como yo, el Universo tiene un cumpleaños. Sabemos que comenzó hace 13.800 millones de años, y podemos describir con confianza cómo evolucionó el joven Universo a partir de una centésima de segundo después del Big Bang, aunque hay algunos vacíos importantes en la historia que aún tenemos que llenar. Ese conocimiento es un logro fenomenal, pero la pregunta que persiste es hasta qué punto la ciencia se puede acercar al origen.
La historia de la vida
Las cosas se complican rápidamente si persistimos en la analogía del cumpleaños. Tú y yo tenemos padres. Nuestros padres también tienen padres, y así sucesivamente. Podemos rastrear esta continuidad hasta la primera entidad viviente, lo que llamamos nuestro último ancestro común, probablemente una bacteria que vivió hace más de 3 mil millones de años.
Una vez que encontramos a ese antepasado, nos enfrentamos a otra pregunta difícil: ¿Cómo llegó a existir esta primera entidad viviente si no había nada vivo para dar a luz? La única explicación científica aceptable es que la vida debe haber venido de la no vida. Surgió hace al menos 3.500 millones de años a partir de la creciente complejidad de las reacciones químicas entre las biomoléculas presentes en la Tierra primordial.
¿Y el Universo? ¿Cómo llegó a ser si antes no había nada?
Si el origen de la vida es misterioso, el origen del Universo lo es infinitamente más. Después de todo, el Universo, por definición, incluye todo lo que existe. ¿Cómo puede salir todo de la nada?
El trabajo de la ciencia es desarrollar explicaciones sin recurrir a la intervención divina. Utilizamos las leyes de la Naturaleza como modelo. Esta limitación hace que sea un gran desafío conceptual para la ciencia describir el origen del Universo. Este problema se conoce en filosofía como la Causa Primera. Si el Universo surgió por sí mismo, fue causado por una causa sin causa. Comenzó a existir sin una fuente que lo precediera. La ciencia opera dentro de límites conceptuales claros. Para explicar el origen de todo, la ciencia necesitaría explicarse a sí misma. Y para hacer esto, necesitaríamos un nuevo modo de explicación científica.
La historia del Universo no puede empezar en la segunda página
Las descripciones actuales del origen del Universo descansan sobre los dos pilares de la física del siglo XX. El primer pilar es la relatividad general: la teoría de Einstein de que la gravedad se debe a la curvatura del espacio causada por la presencia de una masa. El segundo pilar es la física cuántica, que describe el mundo de los átomos y el de las partículas subatómicas. Combinar los dos es bastante razonable, dado que en su infancia todo el Universo era lo suficientemente pequeño como para que los efectos cuánticos fueran importantes. Los modelos actuales del origen del Universo, desde la teoría de cuerdas, pasando por la gravedad cuántica de bucles, por la cosmología cuántica y por un Universo que rebota entre expansión y contracción, utilizan los extraños efectos descritos por la física cuántica para explicar lo que parece inexplicable. La cuestión es hasta qué punto realmente pueden explicar la Primera Causa.
De la misma manera que un núcleo radiactivo se desintegra espontáneamente, todo el cosmos podría haber surgido de una fluctuación de energía aleatoria: una burbuja de espacio que apareció de la «nada», la cantidad que los físicos suelen llamar vacío.
Lo interesante es que esta burbuja podría haber sido una fluctuación de energía cero, debido a una hábil compensación entre la energía positiva de la materia y la energía negativa de la gravedad. Esta es la razón por la que muchos físicos que escriben para el público en general afirman con confianza que el Universo surgió de la «nada» (el vacío cuántico es esa nada) y declaran con orgullo que el caso está cerrado. Desafortunadamente, las cosas no son tan simples.
Esta llamada “nada”, el vacío cuántico de los físicos, está lejos de la noción metafísica del vacío total. De hecho, este vacío es una entidad llena de actividad, donde las partículas emergen y desaparecen como burbujas en un caldero hirviendo. Para definir el vacío, debemos partir de muchos conceptos fundamentales, como el espacio, el tiempo, la conservación de la energía y los campos gravitatorios y de materia. Los modelos que construimos se basan en leyes naturales que solo se han probado en situaciones muy alejadas del entorno extremo del Universo primordial. El vacío cuántico es ya una estructura de enorme complejidad. Usarlo como punto de partida es comenzar la historia del Universo en la segunda página del libro.
Nuestros intentos de comprender cómo comenzó el Universo nos obligan a extrapolar lo que sabemos a energías de magnitud 15 órdenes mayor de lo que podemos probar (es decir, mil billones de veces). Esperamos que las cosas tengan sentido, y actualmente no podemos predecir que no lo harán. Sin embargo, estas predicciones sobre el Universo primitivo se basan en lo que podemos medir con nuestras máquinas y en el uso de modelos actuales de física de alta energía. Esos modelos también se basan en lo que podemos medir y en lo que consideramos una extrapolación razonable. Esto está bien, y es el enfoque que debemos adoptar para llevar los límites del conocimiento a reinos desconocidos. Pero no debemos olvidar en qué se apoya este marco teórico y afirmar que sabemos con certeza cómo conceptualizar el origen del Universo. Mencionar el multiverso, afirmar que es eterno y concluir que nuestro Universo es una burbuja que brota de él, no nos acerca más a una respuesta real.
El Universo humillará a cualquiera
No me parece que la ciencia, tal como está formulada ahora, pueda responder a la pregunta sobre el origen del Universo. Lo que puede hacer es proporcionar modelos que describan posibles escenarios. Estos modelos son excelentes herramientas que podemos usar para empujar los límites del conocimiento a tiempos cada vez más antiguos, con la esperanza de que las observaciones y los datos nos guíen más.
Sin embargo, esto es muy diferente a explicar el origen de la vida a través de las complexidades de química. Para explicar el origen de todo, necesitamos una ciencia capaz de explicarse a sí misma y al origen de sus leyes. Necesitamos una meta-teoría que explique el origen de las teorías. Un multiverso no es una solución. Todavía necesitamos el aparato conceptual de espacio, tiempo y campos para describirlo. Tampoco tenemos idea de cómo las leyes de la Naturaleza pueden variar entre las diferentes ramas de este multiverso.
El infinito y su opuesto, la nada, son herramientas esenciales para las matemáticas, pero son muy peligrosos como conceptos para describir la realidad física. Son laberintos en los que es demasiado fácil perderse, como nos recuerda Jorge Luis Borges en “La biblioteca de Babel”.
Identificar una dificultad científica conceptual a menudo se ridiculiza como si se tomara una posición derrotista. La pregunta retórica que sigue es: «¿Deberíamos rendirnos entonces?» Por supuesto que no deberíamos. El conocimiento solo avanza si lo impulsamos y nos arriesgamos a hacerlo. No hay nada erróneo en nuestro impulso por dar sentido a un profundo misterio a través de la razón y la metodología científica. Es lo que mejor hacemos. Lo que es un error es pretender que sabemos mucho más de lo que sabemos, y que hemos entendido cosas que un momento de reflexión nos revelará que estamos muy lejos de comprender. Hay muchas preguntas que exigen humildad intelectual, y el origen del Universo es la principal de ellas.
SONDAS: Cuando el profeta Musa volvió a Misr –la tierra en la que había nacido, en el actual Yemen, se entrevistó con Faraón, el gobernador de aquella ciudad. Se conocían bien, pues Musa había crecido en su casa. Le dijo que venía en nombre del Todopoderoso para sacarle de la idolatría y de la ignorancia en la que vivía él y su pueblo y llevarles a la luz de la verdad. Faraón, tras recordarle que había matado a un hombre, le reprochó que ahora viniese a él con esos aires de grandeza. Y le hizo una curiosa e inquietante pregunta: “¿Y qué hay, entonces, de las generaciones anteriores? ¿Cómo se podrían beneficiar de tu mensaje?”
La pregunta en este caso era producto de la desconexión. Faraón se había desligado de la corriente profética y pensaba, quizás, que todo empezaba con él y con Musa. Obviamente, se equivocaba. Siempre ha sabido el hombre su historia, su origen y el origen y la historia del escenario existencial en el que vive.
(62) Siempre habéis tenido conocimiento de cómo fuisteis producidos la primera vez –¿es que ya lo habéis olvidado y por ello os desentendéis? (Corán 56-Sura del acontecimiento, al Waqiah)
El conocimiento no puede ser evolutivo, pues ello significaría que los primeros no sabían nada y los últimos lo sabrán todo. A todas luces estamos hablando de una gran injusticia y de una incongruencia, pues si la razón de existir es conocer nuestros orígenes, el objetivo y el sentido de la vida y el destino final, ¿cómo es posible, entonces, que durante milenios el hombre no haya tenido mención de esta secuencia? ¿Con qué amargura han debido morir trillones de seres humanos sin llevarse a la tumba un detallado conocimiento de la función clorofílica? ¿Del ordenado movimiento de las microzimas o de los biones? Murieron sin conocer la energía orgónica de Reich. Tampoco pudieron utilizar de mortaja la teoría del Big Bang. Murieron con la misma ignorancia con la que murieron sus perros, sus caballos, sus ovejas.
Si aceptamos este escenario, hasta cierto punto escatológico, concluiremos que algo no va bien y nos veremos obligados a plantear un dilema. O bien admitimos que el hombre siempre ha estado en posesión del conocimiento real, del conocimiento de los orígenes, de la geografía post-mortem; o bien es la ciencia la que irá descubriendo –pausadamente, sin prisas– este conocimiento, de forma que pudiéramos afirmar que es tan evolutivo como la pretendida evolución de las especies.
Mas resulta sumamente arriesgado dejar en manos de la ciencia, de los científicos, tamaña tarea, pues hay en ellos como una ceguera, un estar con la cabeza metida dentro de un agujero, sin ver nunca la luz del día, sin caminar por esos desfiladeros que tan propicios son para recorrer la Tierra sin perderse.
(20) ¡Id por la Tierra y ved cómo empezó la creación! De la misma forma, resurgiréis en Ajirah (la vida del Más Allá). (Corán 29-Sura de la araña, al Ankabut)
Llevan más de 200 años tratando de dar sentido a un curioso y ordenado movimiento de biones –los promotores, quizás, de la vida– como si el problema pudiera resolverse sabiendo si hay elementos vivos inferiores a la célula. Fijémonos en la grave aseveración de Marcelo.
Queremos saber cómo llegó a ser todo. Queremos saber, porque de lo contrario nuestra historia estaría incompleta.
Mas nuestra historia está incompleta, como el mismo autor lo reconoce a lo largo de su artículo. Estamos en el año 2022 y la ciencia sigue sin explicarnos cómo empezó todo, cómo empezó la vida. E incluso si a través del radical fraude científico se pusieran todos de acuerdo en afirmar que ya saben cómo empezó la vida; cómo, exactamente, se originó el Universo, seguirían sin poder responder a las verdaderas preguntas existenciales: para qué, con qué objetivo, con qué finalidad.
Si cada ser vivo tiene consciencia, ¿cómo, entonces, no hay caos? ¿Cómo sigue habiendo vida ordenada según sistemas de irreductible complejidad?
Sabemos que comenzó hace 13.800 millones de años, y podemos describir con confianza cómo evolucionó el joven Universo a partir de una centésima de segundo después del Big Bang, aunque hay algunos vacíos importantes en la historia que aún tenemos que llenar. Ese conocimiento es un logro fenomenal, pero la pregunta que persiste es hasta qué punto la ciencia se puede acercar al origen.
A juzgar por las afirmaciones de Marcelo, que presuponemos son las mismas que las de sus colegas científicos, parece como si ya lo supiéramos todo. Sabemos cómo se originó el Universo e incluso cuándo; y cómo fue evolucionando un tiempo después, tan breve que nos da vergüenza repetirlo –una centésima de segundo. Ya tienen su juguete, su coartada, para hacernos creer que la “investigación” va por buen camino.
Mas fijémonos en esta hipótesis: ¿Qué pasaría si nos llegase una imprevista factura de luz; que a nuestra esposa le han detectado un cáncer de hígado; que nuestra hija está en la cárcel por tráfico de drogas y que nuestro hijo ahora se llama Dulcinea? ¿Qué sentido le daríamos a nuestra vida? ¿Cómo podrían ayudarnos a superar esta crisis las reacciones químicas que tienen lugar en la célula?
Este hipotético caso nos permite entender que la ciencia no tiene nada que ver con la vida. El Webster define “académico” como algo ajeno a la realidad, algo inútil.
Más aún ¿por qué le parece a Marcelo algo fenomenal saber la fecha exacta en la que “nació” el Universo cuando el mismo no sabe cuándo nació su bisabuelo? En qué se basa su confianza, transportándose a un tiempo que el hombre ni siquiera puede imaginar, para luego hablar de cómo evolucionó, aunque él mismo se pregunte hasta qué punto la ciencia se puede acercar al origen.
Seguimos sin entender dónde está el problema. Según su versión de los hechos, la versión científica, el Universo se originó por medio del Big Bang hace 13.800 millones de años y empezó a evolucionar a partir de una centésima de segundo. ¿Qué más quiere saber? ¿Qué le impide acercarse al origen? Quizás la absurda y patética imagen que resulta de esa formulación.
Sigamos viendo el riesgo que corremos al dejar en manos de los científicos “la explicación” de todo:
Tú y yo tenemos padres. Nuestros padres también tienen padres, y así sucesivamente. Podemos rastrear esta continuidad hasta la primera entidad viviente, lo que llamamos nuestro último ancestro común, probablemente una bacteria que vivió hace más de 3 mil millones de años.
¿Podemos rastrear nuestro origen o no podemos rastrearlo? Y si podemos rastrearlo, ¿por qué introducimos el adverbio “probablemente”. Y a continuación afirma, sin dejar lugar a duda, de que ese “probable” ancestro común vivió hace “más” de 3 mil millones de años. ¿Quiere eso decir que esa bacteria, nuestra madre, vivió hace 4 mil millones de años? ¿Ocho mil? ¿Veinte mil? Entonces no podemos rastrearlo, pero el hecho de intentarlo ya contiene en sí una buena dosis de psicopatía. Y es aquí donde nos encontramos con la desesperante levedad del científico. Por qué dice:
Si el origen de la vida es misterioso, el origen del Universo lo es infinitamente más.
Marcelo nos confunde. Nos llena de perplejidad. No entendemos dónde ve el misterio. El Universo surgió del Big Bang. Tenemos la fecha exacta en la que se originó. Igualmente sabemos cuánto tiempo tardó en empezar a desarrollarse. Con respecto a la vida, lo sabemos todo. Somos el producto de una bacteria que comenzó a evolucionar hace más de 3 mil millones de años.
Lo misterioso, lo realmente perturbador, es que una persona aparentemente inteligente se adhiera a este tipo de afirmaciones e incluso las promueva.
Estos modelos son excelentes herramientas que podemos usar para empujar los límites del conocimiento a tiempos cada vez más antiguos, con la esperanza de que las observaciones y los datos nos guíen más.
Marcelo vuelve a sorprendernos ahora con el sustantivo “esperanza”, un concepto que difícilmente podemos observar a través de un microscopio, incluso si se trata de un microscopio electrónico. ¿Tenemos esperanza o tenemos evidencias, pruebas, verificaciones empíricas? Mas dado que nada de todo esto explica nada… ya dicen que la esperanza es lo último que se pierde.
Mas nosotros la hemos perdido. Por ello, volviendo al dilema, parece más seguro fiarnos de la primera premisa, la premisa de que el hombre siempre ha sabido todo lo que era funcional para él, pues lo operativo es cognitiva y ontológicamente impenetrable para el ser humano.
(51) No los tomé como testigos de la creación de los Cielos y de la Tierra ni tampoco de su propia creación. (Corán 18-Sura de la caverna, al Kahf)
Por lo tanto, la información que nos pase el Agente Externo a través de Su sistema profético será siempre funcional. Hay un ancestro común de los seres humanos, pero no es una bacteria, pues las células eucariotas, que podríamos denominar con el término árabe “nafs”, no provienen de las procariotas. Nuestro ancestro común es la primera nafs, una célula madre que se activó por el agua, siendo originados los primeros seres humanos por partenogénesis.
(98) Es Él Quien os ha producido a partir de una sola nafs –entidad estable y depósito genético. (Corán 6-Sura de los rebaños, al Anam)
(1) ¡Gentes –nas! Temed a vuestro Señor que os creó a partir de una sola nafs. (Corán 4-Sura de las mujeres, an Nisa)
Y ¿dónde estaba esta célula madre, esta nafs, esta entidad viva independiente?
(14) Creó al hombre –insan– de barro seco cual terracota. (Corán 55-Sura del Rahman)
(12) Creamos al hombre –insan– del extracto de un barro, (13) que luego transformamos en célula dentro de una resistente cavidad. (Corán 23-Sura de los creyentes, al Muninun)
(11) Que ponderen –¿Son ellos una creación superior al resto de lo que hemos creado? En realidad, los hemos creado de barro viscoso. (Corán 37-Sura de los que se disponen en fila, as Saffat)
Y de la misma manera se nos informa de este proceso de creación, originado en la madre tierra, donde también se activaron las células de los animales y de las plantas.
(17) Es Allah Quien os ha producido de la tierra de la misma forma que ha producido las plantas. (18) Luego os hará regresar a ella y de ella os hará salir de nuevo. (Corán 71-Sura de Nuh)
(19) Hace salir lo vivo de lo muerto y lo muerto de lo vivo, y vivifica la tierra después de haber estado muerta. De esa misma forma se os hará salir. (Corán 30-Sura de los Rum)
(9) Hacemos que caiga agua del cielo como una bendición, y con ella originamos terrenos de cultivo y los cereales que cosechan, (10) así como elevadas palmeras de las que brotan ramas repletas de dátiles. (11) Todo ello provisión para los siervos. Con ella vivificamos una tierra muerta. Así será el Resurgimiento. (Corán 50-Qaf)
La siguiente generación ya no saldrá de la tierra, pues los hombres y mujeres que se han originado a partir de esta célula madre, de esta nafs, serán portadores de sistemas completos de reproducción sexual. Ahora deberán conocerse, unirse, formar familias, tribus.
Cada especie de seres vivos ha surgido de una semilla propia, diferenciada de todas las demás. De esta semilla saldrán los miembros de esa especie y cada uno será diferente del otro, pues en el ADN, en ese bloque informativo contenido en la semilla, habrá infinitas posibilidades según la combinación que hagamos de los genes.
(6) Es Él Quien os configura en las matrices siguiendo Su plan. (Corán 3-Sura de la familia de Imran, Ali Imran)
No hay injusticia en la creación de este Universo. A los primeros, como a los últimos, se les ha dado todo el conocimiento funcional que necesitan en la vida de este mundo.
Fijémonos en esta ilustración del libro maya Popol Voh, que habla, precisamente, de la creación de los seres vivos.
En esta imagen está ilustrado el sistema de la primera creación. La tierra está representada por los dos dragones, alegoría de los volcanes que irán conformando las diferentes capas terrestres y la atmósfera. Dentro de la tierra están todos los seres vivos, incluidas las plantas, en bolsas o compartimientos diferenciados, haciendo referencia, precisamente, a que cada especie surge de una semilla propia, no como evolución de otras especies. En la parte superior se juntan las lenguas de los dos dragones creando una abertura por la que irán saliendo todas las criaturas.
En el siguiente texto del Capítulo 2 del Popol Voh se relata el nacimiento del hombre por partenogénesis:
Se dice que ellos sólo fueron hechos y formados, no tuvieron madre, no tuvieron padre. Solamente se les llama varones. No nacieron de mujer, ni fueron engendrados por el Creador y Formador, por los Progenitores. Sólo por un prodigio (partenogénesis), por obra de encantamiento fueron creados y formados por el Creador, el Formador.
El hombre siempre ha tenido conocimiento de cómo fue producido por primera vez, de que es el agua el elemento básico de la creación. Siempre ha sabido para qué ha venido a la existencia y siempre ha tenido una clara imagen de lo que le espera después de la muerte.
Ahora podemos dormir tranquilos, disfrutar de la luz del Sol y de la lluvia, jugar con el barro, observar maravillados cómo surge la vida de las madres humanas de la misma forma que surgió de la madre tierra –una semilla fecundada por el agua, por el agua de la lluvia o por un agua eyaculada.
Es ahora cuando empieza a tener sentido nuestra existencia y este Universo en el que vivimos.