Pirámides chinas

Bienvenidos a la historia desconocida

Las construcciones piramidales en el mundo antiguo se repiten en todos los continentes. Las más conocidas, las egipcias, son solo un grupo de un vasto inventario de construcciones que buscaban “alcanzar el cielo”; simulando la morfología divina que las montañas tuvieron para diferentes civilizaciones. Guatemala, México, Perú y Sudán son algunos de los países que cuentan con este tipo de edificaciones; todas de diferente magnitud, tamaño y hasta construidas con materiales disímiles. Sin embargo, no son las únicas naciones con edificios sorprendentes y antiguos; ya que China tiene las suyas. Las pirámides chinas son un gran enigma; el gobierno chino no se pronuncia sobre este tema. Algo tuvieron que encontrar dentro de ellas para que no se haya oído hablar de las pirámides de china desde hace muchos años. De hecho, están restringidas tanto para los visitantes como para los habitantes de la región.

Los rumores de las construcciones piramidales Chinas se remontan al año 1947, cuando el coronel Maurice Sheehan diviso desde su avión, una pirámide gigante de unos 300 metros de altitud, siendo cada uno de sus lados de unos 450 metros. Según las declaraciones que realizo el coronel al New York Times en 1947. Si esta información es cierta la pirámide China seria la más grande del mundo. La pirámide de Giza, en Egipto, tiene unas dimensiones más discretas, con sus 147 metros de altura y 320 por cada uno de sus lados.

La más antigua de las llamadas pirámides chinas es la de Xi’An’. Según los arqueólogos, tuvo una altura de entre 50 y 70 m, llegando a medir casi 350 m de lado. Está construida con cerca de 3,5 millones de toneladas de tierra apisonada o tapial, y sirvió de tumba al primer emperador de China Qin Shi Huang, fallecido en el 210 a. C. Constituía el foco central de un vasto complejo funerario cuya extensión se ha estimado en torno a las 6,000 ha. En la actualidad esta pirámide, así como el resto de pirámides chinas construidas con posterioridad, aparecen únicamente como montículos cubiertos de vegetación. Muchas de estas pirámides chinas están situadas en un radio de 100 km alrededor de Xi’an, en las llanuras de Qin Chuan en la provincia de Shaanxi, de la China central.

Una pirámide es el centro neurálgico de Shimao, un vasto yacimiento arqueológico del que ni siquiera conocemos su nombre original. La existencia de Shimao se conoce desde hace tiempo, pero han hecho falta años de excavaciones para por fin deducir algunos de sus datos. Ese conocimiento viene acompañado de aún más preguntas sobre una civilización que floreció aquí hace 4.300 años, mucho antes que la Gran Muralla, cuyos primeros cimientos datan de hace 2.700 años. La pirámide de Shimao es una de las más grandes del mundo. A diferencia de sus contrapartidas mexicanas o egipcias, no era un simple templo o un monumento funerario, sino una ciudadela en toda regla. Sus once amplias terrazas estaban ocupadas por toda clase de edificios de adobe que probablemente servían para acoger a las clases altas, sacerdotes, militares y comerciantes. Apoya esa idea el hecho de que la base de la pirámide está fortificada con muros para resistir un asedio. Sus puertas contaban con lo que parecen puestos de guardia y los investigadores creen que el acceso a ella estaba severamente restringido. Los muros de la pirámide y sus edificios estaban decorados con rostros mitad humano y mitad animal, y esa no es ni mucho menos su mayor peculiaridad. Entre las piedras y ladrillos de los muros los arqueólogos han hallado pequeños artefactos de jade, probablemente insertados allí como una especie de protección espiritual. Cerca de una de las puertas han aparecido seis pozos llenos de cráneos humanos. Los investigadores creen que se trata de sacrificios humanos durante la construcción o el resultado de victorias militares, porque gran parte de los cráneos se corresponden con los habitantes de Zhukaigou, una ciudad cercana, ahora en ruinas.

En China hay más pirámides que en Egipto. Centenares de ellas pueblan la zona situada entre las grandes urbes de Xian y Xianyang. Poco a poco el mundo se va enterando de la existencia de estos inmensos tesoros arqueológicos. De facto, en la misma República Popular China han sido muy pocos los que sabían de la existencia de las pirámides, pues se hallan en zonas militares o apartadas de las vías de comunicación abiertas al tráfico.

Estos “sepulcros solares” se alzan hasta 40 metros en vertical por encima de los campos. Al igual que algunas pirámides de Centroamérica, no tienen punta, sino que están truncadas. Ya cerca de Xianyang, las pirámides -que forman grupos de cuatro o cinco- miden hasta 50 metros de altura. Dado que hasta la fecha no se han realizado excavaciones, la posibilidad de que encierren espacios huecos en su interior no es más que una hipótesis, alimentada por la existencia de azoteas hundidas. Varias pirámides chinas se remontan a la época de la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.), y tanto su fundador, el emperador Liu Bang, como otros once soberanos de la familia Han encontraron allí su última morada. Dos de los edificios se construyeron ya durante la dinastía Zhou, que gobernó hace 3.000 años. Todavía más antigua es la pirámide del emperador Shao-hao, hijo del legendario “Emperador amarillo”, que reinó alrededor de 2.600 a.C. en el Imperio del centro. Cerca de la ciudad de Qufu, en medio de un gran parque, brilla una estructura de piedra blanca de 18 metros de altura y 28 metros de ancho, coronada por un pequeño templo. En su interior permanece sentado, al estilo de un faraón, el emperador Shao-hao, que al igual que sus homólogos egipcios se consideraba descendiente de los dioses La opinión pública no se enteró durante 40 años del sensacional descubrimiento de la pirámide blanca. El informe de vuelo y las fotografías fueron declarados secreto militar. El escritor australiano Brian Crowley retomó esta pista en el año 1986 y consiguió una foto del vuelo de observación del archivo militar de Estados Unidos. En ella se ve una pirámide con canales de erosión paralelos que dan una idea de la antigüedad de aquel edificio.

A principios del año 2000, el régimen chino no tuvo más remedio que reconocer que no sólo existían unas 400 pirámides irguiéndose en la región de Shanxi, al norte de Xi´an, sino que la mayoría de las pirámides más tardías, pertenecientes a la Dinastía Xia del Oeste (1032-1227), se encontraban en un estado sumamente deteriorado por falta de mantenimiento. Muchas de éstas presentaban profundas grietas, y gran parte se hallaba al borde del derrumbe. Las 207 tumbas y 9 mausoleos de la región de Ningxia resisten la presión del tiempo. Las pirámides ubicadas en Shanxi se muestran más estables, imponentes y desconocidas.

Actualmente, se estima que la gran mayoría de la agrupación de 400 edificaciones de Shanxi; se construyó durante la dinastía del tiránico emperador Qin Shihuang Ti (259-210 a.C.) con el propósito de albergar cerca de su tumba los restos de la corte imperial china, para su descanso eterno.

SONDAS: El hallazgo de las pirámides de Egipto por parte de los arqueólogos o historiadores occidentales no trastocó demasiado el panorama interpretativo de las civilizaciones humanas. Se trataba de un fenómeno aislado que se podía explicar por el carácter grandilocuente y “faraónico” de aquellos reyes egipcios que se construyeron semejantes mausoleos como su último lugar de descanso. No todas las piezas encajaban en ese rompecabezas, pero a excepción de unos cuantos excéntricos esoteristas, las pirámides se convirtieron -ante todo- en monumentos para turistas. Mas también para afianzar la idea de que el Egipto bíblico había sido un centro civilizador. Básicamente los libros de texto escolares mantuvieron la narrativa de Josefo y sus dinastías de faraones. Hoy, sin embargo, esa imagen se ha ido difuminando hasta transformarse en un deprimente azul añil. Aquel hallazgo no era, sino el principio de una pesadilla -pirámides por toda la Tierra. Mas no había faraones en cada esquina del planeta. ¿Quién, pues, las había mandado construir -en Guatemala, en Méjico, en Perú, en África, en Europa, en China…?

Los arqueólogos seguían con su retórica vacía insistiendo que se trataba de monumentos funerarios u observatorios astronómicos, como si un observatorio astronómico de hace cinco o seis mil años no necesitase de una compleja civilización que lo utilizase.

Ante esta nueva y perturbadora situación no bastaban las disparatadas interpretaciones o alocadas hipótesis de los expertos. Ahora era necesario mentir, cambiar los datos, fechar los hallazgos según interesase en cada momento, ocultar determinados artefactos… en un intento desesperado de devolver a ese azul añil que había quedado cubierta -una tarea imposible. A las pirámides había que añadir gigantescos monumentos megalíticos, enormes cabezas en medio de selvas, siluetas de más de 100 metros de longitud grabadas sobre la piedra, estatuas… testigos de un pasado que solo ellas habían conocido. ¿Qué hacer con todo eso?

Dado el raquitismo intelectual que caracteriza a los arqueólogos y en general a los llamados científicos, éstos dieron rienda suela a su incapacidad cognitiva y comenzaron a imaginar cómo un puñado de hombres se habían tomado la molestia de transportar gigantescas moles de piedra, a veces decenas, si no cientos de kilómetros, para llevarlas de un lugar a otro, ponerlas de pie y enterrar allí algún cacique de la zona. Y estas fabulosas y penetrantes visiones arqueológicas les valían un doctorado, conferencias aquí y allá, publicaciones en “prestigiosas” revistas… hasta que otro grupo de arqueólogos y científicos planteaba que esas interpretaciones eran erróneas y sin ninguna argumentación válida. Y así llevan cien años ganándose la vida miserablemente.

Lo cierto es que ni las pirámides ni los llamados monumentos megalíticos fueron construidos como lugares funerarios, como tumbas, aunque con el tiempo hubieran podido utilizarse en este sentido. Tampoco fueron construidos como observatorios astronómicos. No son, sino señalizaciones para indicar lugares específicos -campamentos o rutas. Nunca fueron centros de adoración o efigies contra los malos espíritus. ¿Qué haríamos, en caso de que nuestras fuerzas nos lo permitieran, para señalizar toda la Tierra con balizas que no pudieran ser destruidas o retiradas? ¿Quién podría llevarse una pirámide o cambiarla de lugar? ¿Quién podría arrancar las estatuas de la Isla de Pascua y llevárselas a otro territorio? Nadie podría hacer semejante cosa. Ahí están las pirámides, los monumentos megalíticos, las cabezas gigantes, las estatuas… Ahí están desde hace miles de años. Son balizas inamovibles.

Mas también han servido para que incluso hoy sepamos las rutas civilizadoras del profeta Suleyman y de sus inmediatos descendientes -hasta allí llegaron. Allí se asentaron. Esas rutas siguieron. Mas ¿pudo Suleyman y sus hombres haber levantado todas esas portentosas construcciones? Esa tarea habría sido imposible para ellos. Mas no para la otra especie de seres vivos, inteligentes y dotados de consciencia que acompañaron a Suleyman en todos sus viajes -los yin, criaturas originados de fuego capaces de levantar montañas, de volar, de bucear sin necesidad de llevar botellas de oxígeno. Fueron ellos quienes colocaron todas esas balizas.

El Valle de las Marmitas Gigantes, Laos

A Sulayman le sometimos el viento. La distancia que recorría en una mañana equivalía a la que antes recorría en un mes; y de la misma forma, la que recorría en una tarde equivalía a la que antes recorría en un mes.E hicimos que manara para él una fuente de cobre fundido.Y había de los yin que trabajaban para él por la voluntad de su Señor… Hacían todo lo que él les ordenaba que hiciesen –imponentes edificios escalonados, estatuas e imágenes, jofainas como aljibes y marmitas tan pesadas que no se podían mover. (Corán, sura 34, aleyas 12-13)

A Sulayman le sometimos el impetuoso viento que soplaba por orden suya hasta la tierra que habíamos bendecido. Entre los shayatin había unos que buceaban para él y realizaban, aparte de eso, otros trabajos (Corán, sura 21, aleyas 81-82)