Macron lucha contra la sangrienta historia de Francia en África

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Durante varias décadas las cabezas cortadas de los combatientes de la resistencia argelina se guardaban en el sótano del Museo del Hombre en París. En julio Emmanuel Macron las envió a casa, a Argelia, lo que, para su presidente, Abdelmajid Tebboune, significaba que los franceses reconocían una masacre que tuvo lugar hace más de 170 años.

Para Macron, es parte de sus esfuerzos por proyectar otra imagen de Francia, sobre todo cuando los conflictos étnicos en el país se han agravado bastante debido a las protestas de Black Lives Matter contra la violencia policial.

El 21 de octubre Macron estaba dispuesto a negociar un plan respaldado por Francia para el alivio de la deuda africana. El presidente francés no espera recibir un estatus especial. Simplemente está luchando por preservar el papel histórico de Francia en una parte del continente que dominó durante más de un siglo, destaca Bloomberg.

Macron afirma que quiere devolver más reliquias y artefactos africanos robados durante la época colonial. El mandatario apoya los esfuerzos realizados en África Occidental para separarse de la moneda común respaldada por Francia, e incluso promete abrir los archivos sobre el genocidio que tuvo lugar bajo un Gobierno respaldado por su país en Ruanda.

Con más de 1.000 millones de personas cada vez más urbanizadas y que impulsan un rápido crecimiento económico, África está atrayendo el interés de potencias en ascenso como China, Rusia, los Estados árabes del golfo y Turquía, lo que significa que los líderes del continente ya no dependen tanto de Francia, mientras que los propios esfuerzos de Macron para construir puentes se ven frenados por la amenaza política que existe en su país, escribe Bloomberg.

Cuando Macron asumió el cargo hace ahora tres años, la zona al lado de la base francesa en Yibuti estaba vacía. Cuando la visitó en marzo de 2019, estaba ocupada por unas instalaciones militares chinas que con su enorme escala podrían empequeñecer la presencia francesa en la región. El presidente de Yibuti, Ismail Omar Guellé, vive en un palacio también construido por los chinos. Por si fuera poco, el pequeño país está conectado con la vecina Etiopía por un nuevo ferrocarril también construido por los chinos.

No solamente el comercio y la inversión dan a China y Turquía una ventaja en África. Bloomberg escribe que lo más importante es que estos países no tengan que lidiar con la historia colonial que se cierne sobre Francia y otras potencias europeas.

Erdogan intenta presentar a Turquía como una alternativa benévola apoyando de todo corazón el Islam, y desafiando la influencia europea en el Mediterráneo y en Libia.

«La historia de África es literalmente la historia de Francia. Ustedes son los que mataron a un millón de personas en Argelia. Ustedes son los que mataron a 800.000 en Ruanda. No nos pueden dar una lección», afirmó Erdogan en uno de sus discursos televisados en septiembre dirigiéndose directamente a Macron.

Las tensiones sociales en las ciudades francesas y la pérdida de influencia en el extranjero se remontan al mismo problema: el fracaso de Francia a la hora de enfrentarse a su sangriento pasado, asegura Brahim Senouci, profesor de física de la Universidad de Cergy-Pontoise (Francia). Durante 10 años hizo campaña para que los cráneos de los combatientes fueran devueltos a Argelia.

«Macron está en la primera línea de esta batalla y está luchando por la supervivencia del lugar que ocupa Francia en el mundo», afirmó en una entrevista.

Después de que una serie de países de la parte norte de África lograsen la independencia hace unos 60 años, Charles de Gaulle estableció una red de relaciones para mantener la influencia francesa.

París proporcionó respaldo militar a los regímenes amistosos a cambio de un apoyo diplomático y de acuerdos lucrativos para sus empresas, a menudo haciendo la vista gorda a los abusos domésticos, explica el medio. Durante las pruebas nucleares francesas miles de argelinos fueron expuestos a la radiación, incluso después de que hubieran conquistado la independencia en 1962.

Los presidentes anteriores han condenado este legado. Pero ninguno de ellos ha tratado de hacer muchas cosas a este respecto. Macron, a sus 42 años, es el primer líder francés nacido después de la época colonial. Este calificó las acciones francesas en Argelia de «crimen contra la humanidad». Este discurso no tiene precedentes y es insólito para un candidato presidencial, escribe Bloomberg.

De todos los antiguos territorios africanos de Francia, Argelia fue la más perjudicada, ya que el país fue dirigido como otra parte del Estado francés y no ganó la independencia hasta después de una guerra que dejó enormes heridas en la sociedad francesa.

Un funcionario cercano al presidente, citado por Bloomberg, afirmó que Macron cree que durante años Francia ha dado por sentado su relación con sus antiguas colonias. Ahora se ha despertado con el hecho de que tiene mucho trabajo por hacer, afirma. A su vez, Macron argumentó el 2 de octubre que Francia también necesita llegar a una nueva comprensión de su pasado.

«[Francia] tiene un trauma no resuelto con hechos que han sentado las bases para nuestra psique colectiva, nuestro proyecto, el modo en cómo nos vemos a nosotros mismos», enfatizó el mandatario francés.

El abuelo argelino de Gerald Darmanin, asistente del expresidente Nicolas Sarkozy, luchó junto a los franceses en la guerra de la independencia. Su nieto afirma que Macron debería avergonzarse. A su vez, Francois Fillon, el candidato de la derecha, destaca el «odio de Macron» hacia la historia francesa. En Tolón, donde muchos colonos huyeron después de la guerra, los votantes enojados criticaron a Macron por la «traición».

Las elecciones francesas son en 2022, y el actual presidente francés trata de aislarse contra estos ataques antes de la cita con las urnas.

Senouci, citado por Bloomberg, destaca que aún queda mucho por hacer para revelar la historia colonial del país y evitar que «envenene la imaginación» de los jóvenes que crecen en las comunidades de inmigrantes. Además, en el sótano del Museo del Hombre en París todavía están encerrados otros 18.000 cráneos.

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En el mes de junio, la ciudad británica de Bristol, a unos 200 km de Londres, apareció en las páginas de los periódicos de todo el mundo después de que manifestantes antirracistas derribaran la estatua de un comerciante de esclavos y la arrojaran al río. Este miércoles (15), el municipio vuelve a ser noticia al inaugurar, en el mismo lugar, la estatua de una mujer negra con el puño derecho levantado en un saludo al Poder Negro.

SONDAS: Esta es la historia de Europa, una historia de cráneos bien escondidos en los sótanos de “nobles” instituciones. Esta es la vergonzosa historia de Europa.

El movimiento BLM ha sacudido las polvorientas sábanas que cubrían el pasado de Gran Bretaña y han aparecido insignes estatuas de negreros, de esclavistas, celebrados por sus compatriotas de hoy. Los hay que se han echado las manos a la cabeza –no se lo habían enseñado en la escuela. Tampoco les han enseñado las masacres belgas en el antiguo Congo; ni el apartheid establecido en Sudáfrica por Holanda; ni las prósperas plantaciones danesas de café trabajadas por esclavos negros. ¿Qué historia les habrán enseñado en la escuela? Quién podrá repetir ya las consignas de la revolución francesa –libertad, igualdad, fraternidad– Quién, sin sentir asco por tanta barbarie.

Macron quiere limpiar la cara de Francia, pero la sangre insiste en permanecer pegada a su bandera, a sus museos, a sus centrales nucleares… Corre por las acequias, se mete en las alcantarillas, colorea los libros de texto y cubre con un inmenso manchón rojo el “progreso” europeo, el fascismo europeo.

Cosas del pasado, alegan, como si el presente, el hoy, fuera diferente. Como si ya hubieran dejado de robar el oro de Burquina Faso, de asesinar y promover golpes de estado. Como si no estuvieran involucrados en las masacres de civiles en Libia, en Siria, en Yemen… La misma historia, la misma sangre, la misma vergüenza.