Los planos más antiguos a escala de megaestructuras hechas por humanos

(The oldest plans to scale of humanmade mega-structures)

Rémy Crassard et al. para Plos One

Las «cometas del desierto» son gigantescas estructuras arqueológicas hechas de alineaciones y muros de piedra. Se componen de líneas de conducción (de cientos de metros a 5 km de largo) que convergen hacia un recinto (tamaño medio: 1 ha), que está rodeado por pozos de hasta 4 metros de profundidad (llamados «hoyos-trampa», de uno a más de 20 por recinto), donde los cazadores atrapaban a los animales. Representan algunas de las construcciones de piedra más impresionantes erigidas por humanos en la prehistoria reciente. Las cometas del desierto son los primeros monumentos a gran escala conocidos hasta la fecha, que datan de hace 9.000 años, durante el período Pre-Cerámico Neolítico B (PPNB) en Jordania. En otros lugares, algunas de ellas estaban en uso en tiempos más recientes.

Los datos sobre cómo las comunidades de la Edad de Piedra concibieron las estructuras domésticas y utilitarias se limitan a unos pocos ejemplos de representaciones esquemáticas y no precisas de espacios construidos de varios tamaños. Aquí informamos del excepcional descubrimiento de los planos realistas grabados en piedras más antiguos hasta el momento. Estos grabados de Jordania y Arabia Saudita representan «cometas del desierto», mega-trampas arqueológicas hechas por humanos que datan de hace al menos 9,000 años para las más antiguas. Es notable la extrema precisión de estos grabados, que representan gigantescas estructuras vecinas de piedra del Neolítico, cuyo diseño completo es imposible de captar sin verlo desde el aire o sin ser su arquitecto (o usuario, o constructor). Revelan un dominio mental de la percepción del espacio, ampliamente subestimado hasta ahora, nunca observado con este nivel de precisión en un contexto tan temprano. Estas representaciones arrojan nueva luz sobre la evolución del discernimiento humano del espacio, la comunicación y las actividades comunitarias en la antigüedad.

Durante al menos 40.000 años, los seres humanos han reproducido imágenes mentales de su entorno natural esculpiendo objetos y pintando y grabando superficies físicas duraderas. En particular, diseñar planos y mapas, o crear imágenes bidimensionales racionales de espacios tridimensionales a escala reducida, fue un desarrollo cognitivo trascendental en el pensamiento y la representación abstractos. Sin embargo, mientras que las construcciones humanas han modificado los espacios naturales y sus alrededores durante muchos milenios, pocos planos o mapas de tales estructuras hechas por humanos son anteriores al período protohistórico de las civilizaciones alfabetizadas de Mesopotamia y el Antiguo Egipto. De hecho, la investigación arqueológica e histórica solo ha documentado algunos planos arquitectónicos y modelos en miniatura de edificios y objetos de gran tamaño de ese período (por ejemplo, edificios domésticos y rituales, barcos). Antes de eso, se desconoce cómo las comunidades de la Edad de Piedra concibieron sus edificios y el uso de sus estructuras domésticas o utilitarias, aunque algunos ejemplos muestran representaciones esquemáticas, no precisas, de espacios construidos de varios tamaños.

Para el caso específico de las «cometas del desierto», que son estructuras de piedra prehistóricas utilizadas como trampas de gran tamaño para cazar animales salvajes, la existencia de este tipo de representaciones es de suma importancia para comprender cómo fueron concebidas y percibidas en el paisaje, en un momento en que se desconocía el mapeo. Presentamos aquí el excepcional descubrimiento de los planos realistas grabados en piedras, hasta ahora más antiguos, de algunas de estas mega-trampas arqueológicas hechas por el hombre, del sureste de Jordania y el norte de Arabia Saudita, las más antiguas de las cuales datan de hace 9.000 años.

A diferencia de otras evidencias de representaciones genéricas y toscas de tales estructuras, estos grabados son representaciones extremadamente precisas de estructuras vecinas de cometas del desierto que datan del Neolítico. Tales representaciones fueron diseñadas necesariamente por los constructores y/o los usuarios de las cometas del desierto, ya que el diseño de la estructura completa es imposible de comprender sin verlo desde el aire o sin ser su creador. Revelan un dominio mental de grandes estructuras, paisajes humanos y espacios sociales, hasta ahora nunca observado con este nivel de precisión en un contexto cronocultural tan temprano. Dichos planes pueden haber sido utilizados para mejorar las estrategias de caza colectiva con estas mega-trampas. Estas representaciones arrojan nueva luz sobre la evolución de la percepción humana del espacio y las actividades comunitarias en la antigüedad, y resaltan proto-formas de comunicación inscrita, yendo más allá de la mera descripción de una representación mental de una estructura a gran escala.

SONDAS: Los arqueólogos hacen el mismo trabajo de divulgación pseudo-científica que los periodistas, participando en ello de una parecida carencia de medios –están obligados a hablar de todo sin saber de nada. Para mejor comprender los desatinos sobre los que están basadas sus teorías debemos tener en cuenta que la naturaleza de su conocimiento es académica y, por lo tanto, se trata de un cúmulo de datos organizados sin rigor, pues el academicismo del que adolecen estos arqueólogos les impide entender que no se puede ir construyendo la historia como un conjunto de retazos históricos.

La historia de la humanidad sigue, ineludiblemente, el cauce que se le ha trazado, y por ello hay una coherencia inherente a esta historia. Para comprender un hecho cualquiera, un acontecimiento, debemos situarlo dentro de ese cauce, dentro de esa coherencia con la que se ha escrito de antemano el devenir del hombre. Mas los académicos, los arqueólogos, todos… están fuera del cauce de la historia y por ello desvarían y caen en despropósitos como los de este artículo.

Han visto mega-estructuras en los desiertos de Arabia, desde Siria hasta Yemen, y les pareció que este aparente enigma tenía fácil solución. Se trataba de mega-trampas con las que cazar animales. Obviamente, estos arqueólogos nunca han cazado un animal ni han visto cazar a nadie. Pero lo más alarmante es que sin saber nada de esa geografía, de los habitantes que vivían allí hace 9.000 años, sin conocer sus estructuras sociales, sus medios de vida… concluyen que esas mega-estructuras, con brazos de cientos de metros de longitud y en algunos casos de kilómetros, confluyendo en recintos circulares del tamaño de entre una a 10 hectáreas, se construyeron para cazar animales. ¿Qué animales?

Hace 9.000 años en Arabia vivían los insan (los bashar –seres humanos– actualizados) y, por lo tanto, su medio de vida estaba basado en la agricultura, la pesca y la ganadería, y ésta en animales de rebaño, en ganado. No se los sacrificaba conduciéndolos a través de estas enormes superficies hasta llevarlos a unos supuestos pozos que supuestamente había alrededor del recinto circular para que cayesen en ellos y, teóricamente, se matasen –algo totalmente imposible. Incluso si, como dicen estos arqueólogos, estos pozos hubieran tenido 4 metros de profundidad, ninguna gacela, ningún antílope, ningún buey, ningún camello… se habría matado al caer en ellos. Lo más que le podía haber ocurrido habría sido romperse alguna pata. Y ahora ¿qué se supone que deberían hacer con este animal descalabrado? ¿Tendrían que subirlo a la superficie y acabar con él a garrotazos? Obviamente, no. Los insan degollaban a sus animales de rebaño. Y si ocasionalmente cazaban, lo hacían con flechas o lanzas. Se trataba de una, dos, tres piezas, de las que aprovechaban su carne y su piel.

Más aún, en algunas de estas mega-estructuras solo había un pozo y nunca se ha encontrado ninguna que tuviera más de 20. Mas estas mega-estructuras deberían poder albergar decenas de miles de cabezas de ganado o de animales salvajes –como pretenden indicar estos arqueólogos.

Lo más perturbador de toda esta mega-locura es que estas mega-estructuras estaban en medio de ningún sitio. No se ha encontrado alrededor de ellas ningún asentamiento humano, algo que estos arqueólogos parecen pasar por alto –un factor éste que debería ser altamente significativo en la interpretación del sentido de estas construcciones. Ahora no nos resultará difícil imaginar los grotescos escenarios que se originarían en caso de que la historia que nos cuentan en este artículo fuese cierta. No lo es.

Se trata de señales, indicaciones, pistas, trazos… que encontramos diseminados por toda la geografía terrestre –en Azerbaiyán, en Uzbekistán, en América, en Turquía… De la misma forma encontramos diseminadas por esta misma geografía pirámides escalonadas, construcciones megalíticas, estatuas… señales imposibles de borrar, imposibles de ocultar. Ahí están si no, las «líneas de Nazca», en el sur de Perú:

Se trata de uno de los lugares arqueológicos más sorprendentes del mundo. Las Pampas de Nazca, Palpa y Socos son un enorme tapiz de tierra muerta que contiene “señales” que superan, en no pocas ocasiones, los dos mil años de antigüedad. Las “líneas de Nazca” son una serie de dibujos y formas geométricas que son apreciables únicamente desde el aire. Las hipótesis de los investigadores se mueven entre la posibilidad de que estos dibujos fueran meros centros ceremoniales del pueblo Nazca y las elucubraciones sobre representaciones hechas para honrar a los visitantes de otros mundos. Hay quien incluso piensa que se trata de pistas de aterrizaje de objetos voladores no identificados. La arqueología aún no ha dado respuesta plena a tan extrañas formas, por lo que las especulaciones crecen en la literatura científica y más aún en la que trata sobre lo desconocido y misterioso.

Si no somos capaces de explicar estas “marcas” o “señalizaciones” esparcidas por la región de Nazca, en Perú, significa que nuestra cosmogonía o cosmovisión es errónea. No tenemos una plantilla que podamos superponer sobre lugares, objetos y acontecimientos, que nos dé la interpretación correcta de todos ellos. Todas estas figuras están siempre asociadas a un complejo entresijo de líneas que se entrecruzan por encima de los dibujos, como si fueran ellas las que realmente marcasen o señalasen lugares o direcciones.

Cuando los “expertos” no saben qué decir ante un nuevo hallazgo, suelen recurrir a la genialidad de los presuntos autores, aunque esa “genialidad”, aun suponiendo que la tuvieran, no tiene nada que ver con la imposibilidad de su obra. Esos expertos saben que incluso hoy resultaría imposible realizar tales dibujos a esa escala sin el uso de helicópteros y ordenadores. ¿Por qué entonces siguen diciendo que esos dibujos son obra de los nativos de Nazca? No menos incongruentes son las teorías sobre extraterrestres o las que dan a estos dibujos y formas geométricas un valor ceremonial o religioso. Estamos hablando, ante todo, de un trabajo imposible para el ser humano de hace miles de años.Otro misterio más, otro enigma para arqueólogos e historiadores.

No podrán resolverlo nunca mientras sigan utilizando las herramientas que les proporciona su cosmovisión académica. Nunca podrán responder a las preguntas que de forma inmediata surgen al contemplar esas gigantescas figuras –¿Cómo pudieron trazarse y dibujarse sin guía aérea? ¿Con qué vehículos contaban y con qué utensilios capaces de trazar esas larguísimas líneas perfectamente rectas con una precisa proporción? ¿Para qué las dibujaron? ¿Para qué todo ese formidable esfuerzo?

Para responder a estas inquietantes, y a la vez imprescindibles, preguntas deberemos partir de una primera premisa –ni los seres humanos ni los extraterrestres realizaron esos dibujos. Unos, porque no tenían capacidad ni medios para ello; otros, porque simplemente no existen.

Acaso no veis que Allah os ha subordinado todo cuanto hay en los Cielos y en la Tierra… (Corán, sura 31, aleya 20)

Los sorprendentes dibujos de Nazca, al igual que las mega-estructuras de los desiertos de Arabia, son el mejor indicio de la existencia de los yin y su interacción con el mundo de los humanos. Como en el caso de las pirámides, los ziggurat, las esculturas monolíticas o las bolas gigantes, estos dibujos son marcas de los asentamientos de Suleyman (Solomón) y sus huestes, señalizaciones para los yin voladores y una guía para nosotros de los lugares por los que pasó el profeta al que se le había dado el control de los vientos y de los yin.

En la literatura escandinava existe una colección de sagas llamada «Heimskringla» (escrita por Snorri Sturluson en 1220), que rastrea el origen de los reyes noruegos hasta el dios Odín, presentado como una figura histórica, como un gran conquistador y maestro-mago procedente del Mar Negro, cuyo conocimiento de la escritura y de la magia le permitieron hacerse con el poder en toda la península. Su dinastía continuó a través de dieciséis reyes-sacerdotes hasta llegar a la época de los vikingos y su posterior “conversión” al cristianismo. En el relato de «Heimskringla» encontramos la secuencia completa de la corriente danesa a condición de que situemos a sus actores en el tiempo y lugar adecuados. El rey sumerio Sargón no es un personaje salido de la nada, que sin más antecedentes que su propio talento inventa el alfabeto cuneiforme, la escritura, la composición literaria y desarrolla una prodigiosa civilización. Sargón es en realidad Daud (David), padre de Suleyman y, junto con él, artífice del mayor imperio que haya existido jamás. Ambos eran profetas y poderosos monarcas bajo cuyo dominio estaban sometidos los yin y los shayatin; conocían el lenguaje de los voladores (un tipo de yin). Daud recibió el Zabur y una gran destreza militar:

Los derrotaron por la voluntad de Allah. Daud mató a Yalut y Allah le concedió soberanía y Hikmah, y le enseñó lo que tuvo a bien enseñarle. (Corán, sura 2, aleya 251)

Uno de los panegíricos con el que se honraba a Sargón era Goth o Got, que L. Austine Waddell traduce como «gran guerrero». No obstante, la palabra original era Ġothn o Ġodhn. La primera letra de estas dos palabras correspondería a la letra «ghain» غ del alfabeto árabe, un sonido «g» gutural inexistente en la mayoría de las otras lenguas y, por lo tanto, difícil de pronunciar. De ahí que cuando este término penetre en el inglés arcaico, cambie este sonido por el de «wa», pasando a escribirse Wodhn o Wothn, y la misma transformación tendrá lugar en el sajón arcaico. En el alemán que se hablaba hasta el siglo XI en lo que hoy es Alemania del sur, Austria y Suiza el sonido «dh» y «th» será substituido por «t», dando lugar a Ġotn. Cuando estos términos se introducen en la lengua nórdica, también llamada alemán clásico del norte, y que fue la lengua literaria de las sagas islandesas y de las «Eddas» durante los siglos XII y XIII, se elimina tanto el sonido «ghain» como el sonido «wa», de forma que Ġothn se convierte en Othn, y Ġodhn en Odhn; y ambas darán origen a Odín al vocalizarse estas palabras y preferirse el sonido «d», menos fricativo y más fácil de pronunciar que «dh» y «th». En cambio, en alemán se mantendrá el sonido «t».

Cuando hacemos derivar el nombre Odín (Wodhn, Goth, Got, Ġothn, Ġotn) hasta su origen, vemos que hace referencia a Sargón, a Daud. Por eso mismo, a pesar de formar parte del panteón escandinavo, en las sagas de Snorri Sturluson se le reconoce como un personaje histórico que habría sido un «gran conquistador» y un «maestro-mago» –dos características que sólo confluyen plenamente en Sargón si le hacemos coincidir con el profeta Daud, pero la magia de Daud no es chamánica, como se ha tergiversado en la leyenda, sino profética –otro atributo que se le reconoce a Odín en esta misma saga. Y lo que los judíos de la corriente danesa llevan a Escandinavia es el alfabeto y la escritura con la que Daud escribió el «Zabur». Con el tiempo, sin embargo, el panegírico Goth o Got se convertirá, en las lenguas anglosajonas, en el nombre de un «dios» investido con las cualidades del profeta Daud.

Más tarde, pasará a denominar, como nombre genérico, al Creador –God (en alemán, Gott). En las mitologías escandinavas el «dios» Odín –asociado a la sabiduría, la magia, la poesía y la profecía, todas ellas características del profeta Daud– tenía numerosos hijos, uno de los cuales era Thor (Zor), a quien se le asociaba con tormentas (vientos), adoración y santidad –características propias del profeta Sulayman. Estas tradiciones confirmarían el hecho de que Odín representa a Sargón (el profeta Daud), y su hijo Zor a Menes –hijo de Sargón y por tanto a Suleyman, hijo de Daud. En la saga Zor va acompañado siempre de dos pájaros (dos yin voladores) con inteligencia humana y con los que dialoga –la misma secuencia que encontramos en el Corán referida al profeta Sulayman.

Pasó revista a los voladores, y dijo: “¿Qué ocurre que no veo al hud-hud? ¿Acaso se ha ausentado? Le infligiré un duro castigo o lo degollaré, a menos que venga con una clara razón.” Mas había permanecido no muy lejos de allí, y dijo: “He sabido de algo de lo que tú no tienes conocimiento, y he venido hasta ti desde Saba con una noticia cierta. (Corán, sura 27, aleyas 20-22)

Zor tiene los vientos agarrados en su mano, los truenos y los rayos que lanza contra el mal –una clara imagen del poder de Sulayman y de su implacable justicia.

A Sulayman le sometimos el viento. La distancia que recorría en una mañana equivalía a la que antes recorría en un mes, y la que recorría en una tarde equivalía también a la que antes recorría en un mes. E hicimos que manara para él una fuente de cobre fundido. Y había yin que trabajaban para él por la voluntad de su Señor. A quien de ellos se hubiera apartado de Nuestro mandato le habríamos hecho gustar el castigo del sair. (Corán, sura 34, aleya 12)

Los yin de los que habla esta aleya corresponderían a los «enanos» que en el poema «Alvíssmál», perteneciente a la «Edda Poética», estaban al servicio de Zor. Dice Zor: “Alvíss debe decirle lo que quiere saber sobre todos los mundos que el enano ha visitado.” En una larga sesión de preguntas y respuestas, Alvíss así lo hace –describe características naturales como son conocidas en las lenguas de diferentes razas de seres que pueblan el mundo, al tiempo que transmite una gran cantidad de información cosmológica. Y así fue entendido siglos más tarde y reflejado en la obra «Solomon and Suturn», escrita en inglés y noruego arcaicos, y compuesta de cuatro libros de adivinanzas en los que se asocia al «dios» Zor con el profeta Suleyman.

Los mitos y leyendas de todos los pueblos antiguos de la Tierra no han hecho, sino transportar el Relato Profético y sus actores. Si perdemos de vista este hecho, esas mitologías –que hablan de forma simbólica y barroca de dioses, magos y poderes sobrenaturales– resultarán incomprensibles y absurdas.

El profeta Suleyman es, pues, uno de los factores claves para entender la historia y la expansión por toda la Tierra de los elementos civilizadores –como la escritura– pero también como el Tawhid (la Unicidad del Altísimo). Sin este factor-clave el relato humano no es, sino un conjunto de vacíos y enigmas, de inexplicables saltos, de milagrosas apariciones de elaboradas técnicas de esto y aquello. Daud, Sulayman y los poderes con los que ha sido investido, no dejarán de azuzar la imaginación de los pueblos, y cuyas representaciones –a veces simbólicas– estos pueblos transportarán en mitos y leyendas.

Daud y Suleyman; Sargón y Menes; Odín y Zor… una y otra vez repetida esta historia, estos acontecimientos extraordinarios relatados también en cantos épicos, como el de Gilgamesh –todo ello grabado a fuego en la memoria de los pueblos; grabado a fuego el Tufan, el Diluvio; grabada a fuego la disposición del profeta Ibrahim a sacrificar a su hijo; grabada a fuego la construcción de la Casa, del Santuario del que habla Wolfram von Eschenbach en su obra «Parzifal»… El hombre, sus comunidades, sus pueblos, no tienen otro input que el relato profético.

Pistas, señales, marcas… indicando direcciones, lugares de paso, asentamientos a lo largo de toda la geografía terrestre. Es la obra de los yin que trabajaban para Suleyman, que iban trazando la línea de sus viajes y marcándola. Ahí están estas marcan, indelebles, imborrables, silenciosas, como imponentes testigos del tiempo en el que se construía el cauce de la historia.