Rachel Crowell para ScienceNews
Durante siglos, los investigadores se han preguntado cómo las ostras crecen perlas increíblemente simétricas y perfectamente redondas alrededor de granos de arena de forma irregular o pedazos de escombros. Ahora, un equipo ha demostrado que las ostras, los mejillones y otros moluscos utilizan un complejo proceso para cultivar las gemas que sigue las reglas matemáticas que se observan en toda la naturaleza.
Las perlas se forman cuando un irritante queda atrapado dentro de un molusco, y el animal se protege construyendo capas suaves de minerales y proteínas, en conjunto llamadas nácar, a su alrededor. Cada nueva capa de nácar construida sobre este centro asimétrico se adapta precisamente a las que lo preceden, suavizando las irregularidades para dar como resultado una perla redonda, según un análisis publicado el 19 de octubre en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias.
“El nácar es este material brillante, iridiscente e increíblemente hermoso que vemos en el interior de algunas conchas marinas o en el exterior de las perlas”, dice Laura Otter, biogeoquímica de la Universidad Nacional Australiana en Canberra.
El crecimiento simétrico de una perla al depositar capas de nácar depende de que el molusco equilibre dos capacidades básicas, descubrieron Otter y sus colegas. Corrige las aberraciones de crecimiento que aparecen a medida que se forma la perla, evitando que esas variaciones se propaguen por las muchas capas de la perla. De lo contrario, la gema resultante quedaría torcida.
Además, el molusco modula el grosor de las capas de nácar, de modo que si una capa es especialmente gruesa, las capas posteriores serán más delgadas. Esto ayuda a que la perla mantenga un grosor promedio similar en sus miles de capas para que luzca perfectamente redonda y uniforme. Sin ese ajuste constante, una perla podría parecerse a una roca sedimentaria estratificada, amplificando pequeñas imperfecciones que restan valor a su forma esférica.
Los investigadores estudiaron perlas keshi recolectadas de ostras de Akoya en una granja de perlas costera del este de Australia. Utilizaron una sierra de hilo de diamante para cortar las perlas en secciones transversales, luego pulieron y examinaron las gemas utilizando espectroscopía Raman, una técnica no destructiva que les permitió caracterizar la estructura de las perlas. Para una de las perlas mostradas en el periódico, contaron 2.615 capas, que se depositaron durante 548 días.
El análisis reveló que las fluctuaciones en el grosor de las capas de nácar de las perlas exhiben un fenómeno llamado ruido 1/f, o ruido rosa, en el que los eventos que parecen ser aleatorios están realmente conectados. En este caso, la formación de capas de nácar de diferentes espesores puede parecer aleatoria, pero en realidad depende del espesor de las capas anteriores. El mismo fenómeno está en funcionamiento en la actividad sísmica: el ruido del suelo parece aleatorio, pero en realidad está relacionado con la actividad sísmica anterior más reciente. El ruido rosa también aparece en la música clásica e incluso cuando se monitorean los latidos del corazón y la actividad cerebral, dice el coautor Robert Hovden, científico de materiales e ingeniero de la Universidad de Michigan en Ann Arbor. Estos fenómenos «pertenecen a una clase universal de comportamiento y física», dice Hovden.
Esta es la primera vez que los investigadores han informado que «el nácar se cura por sí mismo y cuando surge un defecto, se cura a sí mismo en unas pocas [capas], sin utilizar un andamiaje externo o una plantilla», dice Pupa Gilbert, física que estudia la biomineralización en la Universidad de Wisconsin – Madison que no participó en el estudio. «El nácar es un material aún más notable de lo que habíamos apreciado anteriormente».
Otter señala: «Estas humildes criaturas están haciendo un material súper ligero y súper resistente mucho más fácilmente y mejor que nosotros con toda nuestra tecnología». Hecho solo de calcio, carbonato y proteína, el nácar es «3000 veces más resistente que los materiales con los que está hecho».
Esta nueva comprensión de las perlas, agrega Hovden, podría inspirar «la próxima generación de súper-materiales», como paneles solares más eficientes en energía o materiales resistentes al calor optimizados para su uso en naves espaciales.
SONDAS: Felicitamos a Otter y Hovden por haberse dado cuenta de las extraordinarias características del nácar y de la finísima inteligencia matemática de las ostras y de los mejillones, pero les recordamos que en Oriente Medio, en la Arabia Félix, llevan milenios sirviéndose de las numerosas aplicaciones del nácar –y ello sin molestar demasiado a los moluscos.
No obstante, el artículo nos ha interesado por el hecho de que estos “expertos” siguen invistiendo a los animales, incluso a los moluscos, de características cognitivas humanas. Veamos algunas de ellas:
… un equipo ha demostrado que las ostras, los mejillones y otros moluscos utilizan un complejo proceso para cultivar las gemas que sigue las reglas matemáticas que se observan en toda la naturaleza.
¿Acaso estos expertos piensan que han sido los moluscos los que han decidido ser moluscos y fabricar perlas? ¿Tienen estos moluscos una clara consciencia de esos complejísimos procesos, de seguir las reglas matemáticas que rigen en la naturaleza? ¿Se han propuesto lograr que sus perlas sean simétricas y perfectamente redondas? ¿A caso no sería posible que un Agente externo les hubiera dotado de estas facultades más allá de su comprensión de moluscos y de su voluntad? Esta última opción parece más lógica y comprensible.
Las perlas se forman cuando un irritante queda atrapado dentro de un molusco, y el animal se protege construyendo capas suaves de minerales y proteínas, en conjunto llamadas nácar, a su alrededor.
En este párrafo encontramos la forma correcta de expresar el proceso por el cual se producen perlas en el interior de las valvas de algunos moluscos –las perlas se forman. Es decir, nada tienen que ver los moluscos con la producción de perlas. Son procesos dirigidos, programados, que se instalan, por ejemplo, en las ostras, desarrollándose el programa “formación de perlas”. De la misma forma que un programa se instala en un ordenador y se ejecuta sin que nada tenga que ver el ordenador mismo en el desarrollo de dicho programa. El molusco, como el ordenador, es simplemente el dispositivo idóneo para este programa. Sin embargo, en este mismo párrafo, el autor se deja llevar por la antropomorfización propia de la idolatría, que da cualidades humanas a los dioses que fabrica el propio ser humano – el animal se protege construyendo capas suaves de minerales y proteínas.
Los animales no se protegen ni construyen nada, pues no tienen consciencia ni, por lo tanto, reflexión. Los animales, como las plantas, desarrollan su programa, que en el caso de los mejillones a nosotros nos parece un acto de protección.
El crecimiento simétrico de una perla al depositar capas de nácar depende de que el molusco equilibre dos capacidades básicas, descubrieron Otter y sus colegas. Corrige las aberraciones de crecimiento que aparecen a medida que se forma la perla, evitando que esas variaciones se propaguen por las muchas capas de la perla. De lo contrario, la gema resultante quedaría torcida. Además, el molusco modula el grosor de las capas de nácar, de modo que si una capa es especialmente gruesa, las capas posteriores serán más delgadas.
Es decir, que los moluscos equilibran, corrigen y modulan. ¿Se trata de una forma de hablar? ¿Quería el autor decir que en los moluscos hay programas que equilibran, corrigen y modulan? En absoluto, pues ello indicaría que hay un Programador omnisapiente, capaz de diseñar, crear e instalar dichos programas en todas Sus criaturas. Y eso sería anticientífico. Mas no lo es el Walt disneyar a todo ser vivo, dotándole de capacidades cognitivas superiores y de consciencia, que son características exclusivas del hombre.
Estas humildes criaturas están haciendo un material súper ligero y súper resistente mucho más fácilmente y mejor que nosotros con toda nuestra tecnología
Aquí vemos que no se trata de una forma de hablar. Se está comparando a los moluscos con el hombre y su tecnología, resultando estas humildes criaturas, superiores al ser humano.
A pesar de la carga aberrante que contiene este lenguaje antropomórfico, tiene, no obstante, su lógica. Si no existe este Programador, habrá tenido que ser el molusco quien haya diseñado y fabricado la perla, o habrá sido la “naturaleza”, tan sabia como el hipotético Programador, o quizás se le deba atribuir esta maravilla al instinto del molusco… Programador o absurdo. No hay más candidatos.