Los científicos descubren por qué los humanos tienen la capacidad de hablar mientras que otros primates carecen de ella

Giulia Carbonaro para Euronews

¿Por qué los humanos evolucionaron para hablar, mientras que a los monos se les permitió ulular, chillar y gruñir para comunicarse?

La pregunta ha intrigado durante mucho tiempo a los científicos, quienes culparon a su anatomía vocal por la incapacidad de nuestros primos primates más cercanos para reproducir los sonidos del habla humana.

Hasta ahora, los investigadores no pudieron explicar lo que sucedió exactamente durante nuestra evolución para hacernos capaces de hablar mientras que los simios y los monos no pueden, dado que nuestras estructuras vocales se ven casi idénticas a las de otros primates.

Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Science afirma tener la respuesta, y no es la que todos esperaban.

Al analizar el aparato fónico, la laringe, de 43 especies de primates, un equipo de investigadores con sede principalmente en Japón descubrió que todos los primates no humanos, desde los orangutanes hasta los chimpancés, tenían una característica adicional en la garganta que los humanos no tienen.

Habilidad para hablar y desarrollar idiomas

Mientras que tanto los humanos como los primates no humanos producen sonidos al forzar el aire a través de sus laringes, lo que hace que los pliegues de tejido vibren, los monos y simios tienen una característica adicional –un delgado colgajo de tejido conocido como membranas vocales o labios vocales.

En comparación con los simios y los monos, se descubrió que los humanos carecen de esta membrana vocal anatómica, un pequeño músculo justo encima de las cuerdas vocales, así como de estructuras laríngeas en forma de globo llamadas sacos de aire que los simios y los monos usan para producir las fuertes llamadas y gritos que nosotros no podemos emitir.

Según los investigadores, los humanos han perdido este tejido vocal adicional con el tiempo, lo que de alguna manera simplifica y estabiliza los sonidos que salen de nuestra garganta y nos permite, con el tiempo, desarrollar la capacidad de hablar y, finalmente, desarrollar lenguajes muy complejos y sofisticados.

Los monos y simios, por otro lado, mantuvieron estos labios vocales que realmente no les permiten controlar la inflexión y el registro de su voz y producir vibraciones estables y claras en las cuerdas vocales.

«Paradójicamente, la mayor complejidad del lenguaje hablado humano siguió a la simplificación de nuestra anatomía laríngea», dice el estudio.

Comunicación a través del lenguaje de señas

No está claro cuándo los humanos perdieron estos tejidos adicionales que todavía están presentes en los simios y los monos y se volvieron capaces de hablar, ya que los tejidos blandos de la laringe no se conservan en los fósiles y los investigadores solo pudieron estudiar especies vivas.

Sabemos que debe haber ocurrido en algún momento después de que el linaje Homo Sapiens se separara de los demás primates, hace unos 6 o 7 millones de años.

El hecho de que los simios y los monos no hayan desarrollado la capacidad de hablar como los humanos no significa que no puedan comunicarse claramente entre sí.

Aunque su anatomía vocal no les permite formar sonidos de vocales y palabras adecuadas, los primates no humanos tienen un sistema de comunicación complejo basado principalmente en el lenguaje corporal en lugar de los sonidos orales. Pero también se ha demostrado que los monos y simios pueden comunicarse con los humanos.

En la historia no a menudo feliz de la interacción entre los primates no humanos y los humanos, los investigadores han podido enseñar a los simios y monos a comunicarse con las personas.

Koko, el gorila, por ejemplo, se hizo famoso por ser capaz de usar más de 1000 signos manuales en lenguaje de señas, mientras que el bonobo Kanzi, según los informes, podía comunicarse usando un teclado.

Pero cuando se trata de conversar, es posible que los monos y los humanos nunca puedan compartir una charla.

SONDAS: Al leer ciertos artículos, al escuchar a ciertos individuos expresar sus ideologías, nos asalta la duda de si no será cierto que procedamos del mono, pues es sumamente perturbador que un ser humano completo, investido de poderosísimas capacidades cognitivas, coronadas por la consciencia, pueda al mismo tiempo hablar de forma tan incongruente y malvada como lo hace Giulia Carbonaro.

Mas en nada tienen que envidiar los autores de este estudio a Giulia, pues ya se sabe que si los cimientos están desnivelados, el edificio que se construya sobre ellos no tardará mucho en colapsar, como si fuera de arena. Y este problema, el de los fundamentos desnivelados o carentes de la debida consistencia y solidez como para sostener todo un edificio, empieza por llamar al ser humano –primate, y hacerle descender directamente de los monos.

Mas la realidad es que no hay evolución, sino que cada especie, con sus características propias, con su particular ADN que dará forma específica a los individuos de esa especie, surge de una semilla, de una célula madre primigenia, que se desarrolló primeramente por partenogénesis, produciendo machos y hembras a partir de los cuales la siguiente reproducción será ya sexual.

Por lo tanto, los humanos no perdieron nada ni se simplificó ninguna complejidad. Antes bien, en el plan general de la creación, en el diseño específico de los humanos contenido en esa semilla, en esa célula madre primigenia, ya estaba inscrito uno de los objetivos fundamentales de la entidad humana –el lenguaje. No solo debían hablar estos humanos, sino que, además, deberían desarrollar complejos lenguajes con los que poder expresar complicados conceptos. Y para ello, en ese diseño general se tenía que dotar a los humanos de todo lo necesario para poder comunicarse no solo con el resto de los hombres, sino también con su propio Creador a través, como ya lo hemos dicho, de un lenguaje conceptual.

Por su parte, la configuración laríngeo-bucal de los monos –en ese plan general no estaba el que pudieran hablar, sino que sus comunicaciones se expresasen a través de alaridos, gritos, chillidos adecuados para su vida en la selva; medios, por ejemplo, para provocar miedo en otros animales– debería ser propicia para este fin. Y de la misma forma, los felinos tienen otra configuración laríngea, pues ellos emiten rugidos. Los insectos, por ejemplo, no tienen un lenguaje audible, al menos para los humanos. Los únicos sonidos que producen lo hacen frotando sus patas o moviendo rápidamente sus alas. Mas no tienen un sistema laríngeo que les permita un lenguaje audible. Así de sencilla y maravillosa es la creación del Altísimo.

(1) Ensalza el nombre de tu Señor, el Altísimo (2) –el que ha creado y ha conformado, (3) ha determinado y ha guiado. (Corán 87-al Ala)

De habernos preguntado estos investigadores sobre la causa de que los orangutanes, los chimpancés y los monos en general no puedan hablar, les habríamos ahorrado el tiempo y el dinero gastado en su estéril ensayo, pues la razón de que sus primos primates no puedan hablar no está en su configuración laríngea, ya que esa configuración es, precisamente, el resultado de la causa. Y la causa no es otra que la inutilidad de otorgar a los monos la capacidad de hablar cuando estos animales no tienen nada que decir ni nada que decirse. Ningún otro animal ni planta necesita de un lenguaje hablado, articulado, como el de los seres humanos. Fijémonos, si no, en los loros o en los papagayos. Tienen un sistema laríngeo-bucal, que les permite articular palabras, frases que les enseñan los humanos. Mas ellos no van a desarrollar un lenguaje como el de sus maestros a partir de esas enseñanzas, pues no lo necesitan.

Ningún animal tiene nada especial que decir, pues carecen de consciencia y, por lo tanto, de reflexión. Son extraordinarios programas existenciales que solamente cobran sentido al formar parte del escenario en el que se desarrolla la vida cognitiva, reflexiva y consciente de los hombres. Si no hubiera seres humanos completos, esta creación carecería de sentido, pues no habría nadie para observarla, para admirarla… para comprenderla.

No obstante, aún queda una pregunta por responder. Supongamos por un instante que los monos pudieran articular, producir, lenguajes como el de los humanos. ¿En qué idioma hablarían? ¿Deberían aprender inglés o español para hablar de Shakespeare o para maravillarse con las aventuras de Don Quijote?

Mas los monos llevan viviendo en la selva miles, millones, de años antes de que hiciera su aparición el hombre y su lenguaje, sus idiomas. ¿Deberíamos suponer entonces que los monos, de no haber tenido esa membrana o ese pequeño músculo en su aparato laríngeo, habrían podido desarrollar lenguajes, idiomas, antes de el de los humanos? ¿No les parece a estos investigadores que su investigación carece de sentido y cae en un absurdo y una imbecilidad impropias de alguien con lenguaje conceptual, con reflexión, con consciencia?

La ciencia se desmorona porque ni siquiera tiene cimientos. Está basada en entelequias, en suposiciones y en una paranoica necesidad de encubrir la realidad. Y ello les hace generar este tipo de estudios, que lo único que hacen es echar más paladas de tierra al féretro. ¡Requiescat In Pace!