Lo bueno de sentirse insatisfecho con el mundo: cómo controlar tu “weltschmerz”

WELTSCHMERZ es el disgusto que sentimos cuando el mundo no se alinea con nuestra versión idealizada del mismo. La palabra nos llega de la época romántica, cuando los sentimientos de melancolía eran populares e incluso celebrados. Puedes ayudar a aliviar tu WELTSCHMERZ evitando el perfeccionismo, manteniendo bajo control tu sesgo de negatividad y ofreciéndote como voluntario para hacer del mundo un lugar mejor.

Kevin Dickinson para Big Think

Con las noticias y nuestras redes sociales repletas de tragedias, muchos han llegado a sentir un descontento abrumador con el estado del mundo. Resulta que esa emoción tiene un nombre: WELTSCHMERZ. Como la mayoría de las grandes palabras para emociones esquivas, ésta es alemana. Es un acrónimo de welt (“mundo”) y schmerz (“dolor”), y describe el disgusto que sentimos cuando la realidad no está a la altura de nuestros ideales y expectativas. También es distinto de nuestras otras emociones pesimistas. A diferencia de la angustia, que centra nuestra insatisfacción en el interior, o del hastío, que nos vuelve apáticos, el WELTSCHMERZ puede ser tan conmovedor como inquietante. El mundo no sólo puede ser mejor, sino que debería ser mejor.

Si bien eso hace que el WELTSCHMERZ sea desagradable de experimentar, también puede resultar útil si aprendemos a aprovechar esos sentimientos de forma eficaz, pero para entender por qué, primero debemos considerar las raíces románticas de este sentimiento de hastío del mundo.

Un romance romántico con melancolía

El concepto de WELTSCHMERZ no proviene de la psicología ni de la filosofía. Más bien, surgió de las artes literarias. La palabra fue acuñada por Jean Paul en su novela pesimista “Selina” (1827), donde el escritor la utilizó para caracterizar la desilusión ante las obras de Lord Byron.

El Romanticismo se describe a menudo como un contramovimiento artístico e intelectual a la Ilustración y al Neoclasicismo, y hay algo de verdad en eso. Mientras que la Ilustración favoreció la razón y la objetividad, los románticos persiguieron la subjetividad y lo irracional. Mientras que el Neoclasicismo buscaba la armonía y la proporción, los románticos disfrutaban de la pasión y los elementos imaginativos.

Sin embargo, los románticos no eran simplemente unos salvajes que se rebelaban contra lo que fuera que “haya conseguido” la Ilustración. Habían sido testigos de cambios sin precedentes en el orden social de Europa después de la Revolución Industrial, la Revolución Francesa y los rápidos avances científicos. Y como suele ocurrir con los disturbios, éstos los dejaron consternados y desanimados por el estado de su mundo. Así describió François-René de Chateaubriand la actitud literaria de la época en “El genio del cristianismo” (1802):

“Nos desengañábamos sin haber disfrutado de la vida… La imaginación es rica, fecunda y maravillosa; la vida es pobre, árida y desencantada. Vivimos, con el corazón lleno, en un mundo vacío; y, sin haber disfrutado de nada, nos desengañamos de todo”.

¡Vaya! Pero aunque hoy en día pueda parecernos extraño, los artistas románticos no se oponían a esos sentimientos. Los celebraban. Según Michael Ferber, un estudioso de la poesía romántica de la Universidad de New Hampshire, los románticos veían la melancolía como un “privilegio de ser tocado”. Los cementerios y las ruinas se convirtieron en escenarios artísticos comunes. Las reflexiones sobre la muerte y los dolores de la vida eran temas comunes.

“Dondequiera que le llevaran sus pensamientos, el alma melancólica no estaba simplemente triste o sombría, sino rica en sabiduría, benévola hacia los frágiles compañeros mortales, y a veces incluso ‘embelesada’ o ‘transportada’ por la visión religiosa evocada por el estado meditativo de ánimo”, escribe Ferber.

Por ejemplo, en “Oda a la melancolía” (1819), John Keats contempla el vínculo inextricable entre el dolor y la gratificación. De manera similar, en “A su dama” (1823), Giacomo Leopardi lamenta que la Belleza no esté en el mundo. Leopardi siembra su poema con frases sobre el sufrimiento “el destino decretado para el tiempo humano” y la “edad triste y la atmósfera insalubre”.

Como sugiere Ferber, los románticos tendían a ver la melancolía como un medio de autorrealización o incluso de trascendencia espiritual. Dicho esto, su hastío del mundo no los llevó simplemente a lamentarse por el estado de las cosas. Esto también impulsó a algunos a cambiarlo.

Muchos pensadores románticos apoyaron la Revolución Francesa en su juventud, aunque muchos también dieron un paso atrás después de que la escena política francesa perdiera su mente colectiva (y con ella una colección de cabezas). Escritores como William Blake impulsaron reformas sociales en cuestiones como las leyes sobre trabajo infantil. En esa época incluso se produjo una de las primeras obras importantes de filosofía feminista con la fundamental “Vindicación de los derechos de la mujer” de Mary Wollstonecraft.

Aprovéchate de tu WELTSCHMERZ

WELTSCHMERZ siguió apareciendo en la literatura durante los dos siglos siguientes, incluso si ni ella ni la melancolía gozaban de la misma lealtad a la marca que tenían con los románticos. Durante ese tiempo, poco a poco se filtró en el uso común, donde su uso alcanzaría su punto máximo en tiempos de malestar e incertidumbre. Al observar los datos de Google Ngram, la palabra resultó especialmente popular entre 1942 y 1945; alcanzó nuevas alturas a lo largo de la década de 1960; y luego cayó durante algunas décadas antes de regresar a esos máximos en 2017. Al mismo tiempo, la psicología y la filosofía continuaron examinando cómo y por qué las personas experimentan el mundo de la manera que lo hacen. La combinación de esos campos sugiere algunas formas interesantes en las que podríamos gestionar mejor el WELTSCHMERZ y, en algunos casos, incluso utilizarlo.

Evita el perfeccionismo. Siempre puedes imaginar un mundo mejor, más brillante y más hermoso. En comparación, la realidad siempre será “pobre, árida y desencantada”. Ésta es la trampa en la que cayeron muchos románticos con su vívida imaginación.

Reconoce tu sesgo de negatividad. Nuestras mentes buscan y priorizan información negativa sobre el mundo. Después de todo, si algo en el mundo puede hacerte daño, es mejor saberlo. Desafortunadamente, eso también nos lleva a ignorar las muchas cosas del mundo que son buenas o al menos están mejorando.

«Un problema importante aquí es que hemos creado un mundo en el que el WELTSCHMERZ es casi inevitable: si alguien, en cualquier lugar del planeta, se comporta de manera suficientemente atroz, los medios de comunicación nos lo harán saber, aunque antes no nos hubiésemos enterado», escribe Oliver Burkeman para The Guardian. Para aliviar nuestro sesgo de negatividad, es útil equilibrar las noticias del momento con una visión amplia de la historia. Por ejemplo, Burkeman reconoce que las historias de tortura moderna son verdaderamente repugnantes, pero también señala que esto sólo es cierto porque la práctica ya no es una parte aceptable de la vida pública. También podemos animarnos al saber que viajar es más seguro, los derechos humanos son más sólidos, la esperanza de vida es mayor y la violencia es menor que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad.

Esta práctica no hace que las tragedias actuales sean menos trágicas o necesiten soluciones. Sin embargo, sí sitúa esas tragedias dentro de su contexto histórico, ayudándonos a ver que el mundo es hoy un lugar mejor que ayer y tal vez incluso mejor que mañana.

Busca el asombro en el mundo. A pesar de su melancolía, los románticos todavía reconocían que el mundo estaba lleno de una belleza impresionante. Encontraron maravillas en los esfuerzos artísticos, como la música, la pintura, la arquitectura y la literatura. También veneraban lo sublime en la religión, el mundo natural y esos momentos cotidianos de afirmación de la vida.

Tampoco es sólo un sentimiento poético. La investigación moderna ha demostrado que el asombro viene acompañado de una gran cantidad de beneficios edificantes. Experimentarlos puede mejorar tu estado de ánimo, aumentar tu satisfacción con la vida y disminuir el materialismo. El asombro también nos lleva a sentir lo que los psicólogos llaman una “perspectiva del yo pequeño”. Esto significa que nuestras tendencias egocéntricas se reducen y nos sentimos más conectados con el mundo en general, lo que aumenta nuestra necesidad y deseo de conectarnos y ayudar a los demás.

Como dice el psicólogo Dacher Keltner a Big Think: “Nuestra mente predeterminada nos ciega ante esta verdad fundamental: que nuestros mundos social, natural, físico y cultural están formados por sistemas entrelazados. Las experiencias de asombro abren nuestras mentes a esta gran idea”.

Haz un cambio. Al igual que el asombro, el voluntariado y la generosidad tienen beneficios sorprendentes. Se ha demostrado que el altruismo hace que las personas sean más felices, más saludables y más conectadas socialmente, todo lo cual puede aliviar nuestra depresión sobre el estado del mundo. Y a diferencia de las otras opciones de esta lista, el voluntariado no sólo beneficia tu estado de ánimo. Hace activamente del mundo un lugar mejor.

Acepta el WELTSCHMERZ. Si bien éste puede resultar desagradable, también tiene un propósito: nos impulsa a cambiar el mundo para mejor. Burkeman compara esto con el dolor físico. Así como el dolor físico informa a nuestro cuerpo sobre lo que no debemos hacer y nos impulsa a realizar los cambios necesarios para evitar más lesiones, el WELTSCHMERZ hace algo similar a nivel colectivo. De hecho, algunas personas no pueden sentir dolor y, lejos de ser una bendición, el trastorno hace que sus vidas sean increíblemente peligrosas. Burkeman se pregunta si no se puede decir lo mismo del WELTSCHMERZ. “El dolor del mundo es malo, pero el entumecimiento sería peor”, escribe.

Entonces sí. El mundo no resulta ser un gran lugar últimamente, pero eso tampoco significa que sea una causa perdida. Ha mejorado significativamente desde la era romántica, y si utilizamos nuestro WELTSCHMERZ de manera efectiva, podemos convertirlo en un lugar aún mejor. Eso es lo bueno de este sentimiento no tan bueno.

SONDAS: Como era de esperar, lo inevitable se ha hecho realidad. Lo que más temíamos, ha sucedido. El pensamiento moderno ha caído en manos anglo-sajonas, mediocres y cínicas, que han convertido la filosofía -la reflexión sobre las causas primeras- en psicología propia de revistas de peluquería. Fijémonos, si no, en esta propuesta:

Es decir, antes de suicidarte, ¿por qué no ayudas a limpiar la pista de patinaje sobre hielo en el mall de tu barrio? Quizás te sientas mejor y retires la soga de tu cuello. Mas también podría ser que esa niñería fuese insuficiente para aliviar el absurdo que te taladra el cerebro y el corazón. Son consejos que escuchábamos en el parvulario, pero ahora hemos crecido y lo que planteamos es una cuestión que el pensamiento actual (anglo-sajón, mediocre y cínico) no puede resolver: ¿Cuál es el sentido de la vida?

Se trata de una pregunta tan compleja que su respuesta puede involucrar todos los sistemas filosóficos y religiosos que ha elaborado el hombre. Reflexionemos por un momento en una simple observación: ni las plantas ni los animales se suicidan, se deprimen, se angustian. Solo el hombre lo hace. Y ello porque solo el hombre es consciente de que el mecanismo existencial, con toda su irreductible complejidad, no puede haberse originado al azar ni puede carecer de una incuestionable finalidad.

Y es esta observación, omnipresente, ineludible, la que nos lleva a preguntarnos cuál pueda ser el origen del universo y cuál su objetivo, su razón de ser -dos preguntas sin respuesta que ponen en marcha la maquinaria del absurdo. Pero en su encubridor infantilismo estas peluqueras anglo-sajonas nos proponen limpiar de hojas otoñales los parques de la ciudad. Más aún, nos consuelan ante un pesimismo y una frustrante decepción existencial:

Se trata pues de animarnos no de entender de dónde viene esa angustia, esa depresión… que me hacen ver el mundo como un locus de maldad y de absurdo. Y nos dice el autor que los derechos humanos cada vez son más sólidos. Suponemos que se refiere a la situación que se vive en Gaza, en Ucrania, en Rusia…

Pero ¿acaso no querría el prisionero salir de la cárcel en vez de plantar árboles en el patio en el que toma el sol una vez al día? ¿Cómo puede el hombre ser feliz, a través del altruismo, sin entender el sentido de la vida, la finalidad de este universo? ¿Por qué no se le dice al hombre quién ha originado la existencia, su espacio y su tiempo, sus etapas, su geografía? ¿Por qué no se le desvela la razón de ser de este universo? ¿Por qué no se pone una barandilla en vez de buscar estrambóticas soluciones para cuando la gente se caiga por el hueco de la escalera? Porque hay estulticia, irracionalidad… pero también encubrimiento. Hay que desconectar al hombre de la realidad para evitar que se imponga su poder, su comprensión. Se le habla como si fuera un retrasado mental que se emociona al escuchar frases elocuentes o chocantes, frases que no significan nada:

Y para ello deberíamos dedicar buena parte de nuestro tiempo y de nuestra energía en trabajos de voluntariado, que es una forma eficiente de obnubilación. Se trata, en última instancia, de tener al hombre entretenido. Mas todas estas propuestas insultantes no logran evitar que el hombre vuelva una y otra vez a plantear las preguntas que surgen de su atenta observación: ¿Quién ha diseñado un mundo portentoso en el que no encuentro el sentido a la vida? En este punto empezará la verdadera historia de todo aquel individuo que esté empeñado en encontrar la respuesta.