Parte 1
El informe científico sobre el desciframiento del genoma humano, (Nature, 2001) está plagado de términos como «misterioso”, “función desconocida», «enigma no resuelto»…
Máximo Sandín – Departamento de Biología, UAM
A lo largo de la historia de la Ciencia (de nuestra historia y de nuestra ciencia), hemos asistido a una sucesión de cambios drásticos en la concepción (interpretación) de la realidad, a medida que aumentaba el “poder de resolución” de las técnicas e instrumentos con que se la observaba. Con el microscopio, «aparecieron» las células, unidades básicas de todos los seres vivos.
También «nos encontramos» de golpe, con los microorganismos «inexistentes» hasta entonces. Con el telescopio, la Tierra «saltó» del centro del Universo a la periferia… Resulta sorprendente (para los filósofos o los físicos tal vez no), cómo la descripción «objetiva» de un mismo objeto o fenómeno, y en última instancia, de la realidad, puede cambiar en función de la perspectiva desde la que se observe.
Las nuevas técnicas genéticas han desbaratado la vieja concepción de “gen” y, sobre todo, el binomio un gen-un carácter en el que se sustentaba la base teórica de la Biología desde el «redescubrimiento» de las leyes de Mendel. El gen también ha sufrido su particular metamorfosis y ha pasado de ser una supuesta entidad responsable directa de un carácter fenotípico, ya sea morfológico, fisiológico o, incluso, de comportamiento (se ha hablado del «gen» de la homosexualidad), pasando por una unidad responsable de la codificación de una proteína, hasta llegar a convertirse en una mareante variedad de posibilidades de tamaño, composición, interacciones y actividades: hay genes formados por unos pocos miles de pares de bases y genes de millones de pares de bases, sin «intrones», con unos pocos, o con muchos «intrones» dentro. Hay genes con genes dentro, otros que codifican para una proteína, están repartidos en trozos dispersos por el Genoma. Hay proteínas codificadas por varios genes independientes, y también un mismo gen (una misma secuencia) tiene significados diferentes, según la zona del genoma en que esté. Por otra parte, hay genes que pueden codificar proteínas distintas (lo que se conoce como «splicing» alternativo), y hay genes que regulan a otros genes. Finalmente (por el momento) los genes pueden leerse de formas diversas, en distintas posiciones, en diferentes direcciones y en distintos niveles… Todos estos fenómenos están sometidos, a su vez, a varios niveles de regulación por miles de proteínas (se han estimado unas 250.000, cuyas actividades son en su mayor parte desconocidas), que se regulan entre sí, regulación controlada por retroacción desde la fisiología del organismo y, por tanto, desde la relación de este con el ambiente externo. Pero, además, cuando hablamos de actividades de los genes, hay que tener en cuenta de qué células estamos hablando, de qué momento de la actividad celular e, incluso de la vida del organismo de que se trate. En efecto, las células de distintos tejidos tienen distintos genes activados y otros bloqueados en relación con las funciones específicas de cada tejido. También dentro de un tejido concreto, en cada momento, se activan y desactivan miles de genes siguiendo complejos, y aún no descifrados, patrones. Por último, la actividad de los genes durante el desarrollo embrionario no es igual que durante la adolescencia o el estado adulto… Desde luego “el gen” está resultando menos simple de lo que se creía.
El espectacular aumento del «poder de resolución» producido en los últimos años ha desbordado las viejas concepciones sobre la naturaleza de los fenómenos biológicos, hasta el extremo de que, como afirma Philip Ball en Nature (12 de febrero): “La Biología carece de un marco teórico para describir este tipo de situación»/…/ «puede que para hacer algún progreso los biólogos tengan que importar algunos conceptos desarrollados en Física». Algo así llevan cierto tiempo intentando biólogos como los chilenos Varela y Maturana, o el norteamericano Stuart Kauffman que están elaborando modelos biológicos basados en las teorías de sistemas (una célula, un organismo o un ecosistema son «sistemas complejos», sistemas abiertos que intercambian información con el exterior) en las que los conceptos de «procesos no lineales», «retroalimentación», «redes de información», «autoorganización»… se constituyan en herramientas capaces de proporcionar, por fin, una descripción más real de los fenómenos biológicos. Una descripción científica, que permita avanzar por el camino del conocimiento. Incluso, que, eventualmente, permita hacer predicciones como la Física, la Química, las Matemáticas… Como reclama Philip Ball: “Los biólogos van a tener que construir una nueva Biología”.
En este camino, en este contexto, ¿cuáles han sido las consecuencias más destacables de la secuenciación (parcial, quizás muy parcial) del genoma humano?: La sensación mayoritaria parece ser de estímulo, pero también se ha percibido una reacción de decepción. Decepción, (especialmente para algunos), porque lo que parecía prometerse como una meta con posibles aplicaciones inmediatas, se ha revelado como un punto de partida: De lo que se dispone realmente es de una especie de diccionario incompleto del lenguaje de los genes. Queda por delante completar el «diccionario», tanto el 40% de los genes secuenciados, cuyos productos son desconocidos, como el 20% que quedan por secuenciar, así como los de la enorme cantidad de genes, aparentemente silenciosos y, sobre todo, la ingente tarea de comprender las complejísimas interacciones entre ADN y ARN, entre ADN y ADN, entre proteínas y proteínas, entre proteínas y ADN…y la, cada vez más patente, influencia del ambiente en estos procesos. Como dice Sidney Brenner, desde la perspectiva de su larga experiencia, pero, sobre todo, de contemplar las competencias y las «carreras de patentes» desde fuera: «La mayor parte de la gente cree que la secuenciación del genoma humano va a ser una especie de mensaje llegado de los cielos. Pero, lo cierto, es que ese mensaje nos va a decir muy poco. Nos va a decir algo como: «mira, esto es lo que tienes que entender ahora». Pero éste es precisamente el mayor estímulo para los científicos, el desafío de intentar resolver los enigmas de la Naturaleza. Albert Einstein decía: «La sensación más bella que podemos experimentar es la de lo misterioso… Es la fuente del arte y de la ciencia «. Y, la realidad, es que el informe científico sobre el desciframiento del genoma humano, (Nature, 2001) está plagado de términos como «misterioso”, “función desconocida», «enigma no resuelto»…
SONDAS: Máximo Sandín es otro enfant terrible de la biología, aunque en realidad no sea verdaderamente “terrible”, pues al final todos han quedado atrapados en el mismo saco, el saco de la ciencia, de la “objetividad” enunciada por la subjetividad humana. Ir a las celebraciones, a los aquelarres, a las reuniones de los brujos… ya es participar de la fiesta, aunque nos hayamos apartado de la mesa repleta de comida, de vómitos, de semen… y nos hayamos alejado del bullicio de la fiesta, apoyados contra alguna columna del suntuoso templo.
“Estar” significa, ante todo, ser cómplice, pues de lo contrario, incluso si tan solo se tratase de una ligera sospecha, se impone la cuarentena o la expulsión del círculo “objetivo” de la ciencia, cayendo en las tinieblas y en el oscurantismo, aunque el genoma del que hablan les haya obligado a utilizar términos tan poco científicos como «misterioso”, “función desconocida», «enigma no resuelto». Parecen vocablos emitidos por algún alquimista clandestino.
Máximo no cuida el lenguaje o, quizás, era eso lo que quería decir cuando dice:
También «nos encontramos» de golpe, con los microorganismos «inexistentes» hasta entonces.
Tal vez se trate de una forma de hablar, pero recordemos lo que aprendíamos en el colegio al estudiar la historia: “…Cristóbal Colón descubrió América.” Parece la misma idea, la misma forma de hablar, que denota la posición del científico supeditado a la narrativa del poder como una absoluta objetividad. Antes de Cristóbal Colón nos encontrábamos con dos vacíos –antes de él nadie había pisado aquella tierra y, más aún, ni siquiera existía; de la misma forma que no existían los microorganismos antes de que el ojo del biólogo, ayudado de una potente resolución microscópica, los descubriera, los trajese a la existencia. Es decir, Cristóbal Colón, los biólogos… son los verdaderos dioses que crean, esta sería una particularidad propia de los dioses humanos, al descubrir, al hallar algo. Desde otra perspectiva podríamos entender esta situación de la forma contraria –que el biólogo existe en tanto que biólogo, no en tanto que hombre, cuando los microbios le descubren a través del mismo microscopio.
Mas como ya dicen, el lenguaje a veces nos traiciona. Dejemos aquí esta disquisición sobre quién ha creado a quien, quién ha descubierto a quien, para pasar al aspecto más relevante, y al mismo tiempo más perturbador, del artículo de Sandín:
Las nuevas técnicas genéticas han desbaratado la vieja concepción de “gen” …
Desde luego “el gen” está resultando menos simple de lo que se creía.
Como reclama Philip Ball: “Los biólogos van a tener que construir una nueva Biología”.
Por qué, entonces, continúan con esta tarea de Sísifo –una tarea en la que desde hace al menos 5,000 años no han dejado un solo instante de sorprenderse y de tener que rehacer todo lo anterior, repitiendo la estúpida y decepcionante frase de Sócrates: “Solo sé que no sé nada;” y decimos estúpida porque si no sabemos nada, tampoco podemos saberlo.
D.H. Lawrence decía: “El viaje es importante, pero llegar es imprescindible.” ¡Lógicamente! Pues el viaje es un medio. Cuando lo convertimos en el fin, en el objetivo, entonces no llegaremos a ningún puerto y vagaremos errantes por los océanos, sin caer en la cuenta de que las lejanas tierras que a veces divisamos no son, sino espejismos, alucinaciones de náufrago.
Si después de siglos tenemos que construir una nueva biología, entonces los biólogos, los científicos están tomando el relevo a Sísifo. Están transportando una pesada roca ladera arriba sabiendo que pronto tendrán que bajarla. Mas Sísifo es víctima de un castigo de los dioses. No lo hace por voluntad propia, pero los científicos lo hacen por un sueldo, por un poco de fama, algún que otro viaje, un simposio, un congreso… Si Sísifo pudiera levantar la cabeza, probablemente les diría: “Os habéis condenado a vosotros mismos, pues ningún humano ha utilizado la inteligencia con tanta astucia como yo y ya veis que, a pesar de ello, me encuentro en vía muerta, ante un muro infranqueable y debo subir y bajar esta maldita roca. Cuánto mejor hubiera hecho en caer en los brazos de Anticlea.”
¿Por qué, pues, continúan? Hace más de 70 años que se descubrió el ADN de forma comprensible. Mas la vida del ser humano no ha variado un ápice con respecto a los siglos o milenios anteriores –sigue muriendo, sigue enfermando… sigue suicidándose. Se ha llenado, es cierto, de artilugios tecnológicos, pero ello no le ha hecho pasar a otra fase existencial. Más bien, ha caído en una deprimente orfandad, pues los telescopios le han sacado del centro y le han arrojado a una periferia fuera de todo cálculo. La ciencia, la “objetividad” del subjetivo humano, le ha dicho que no es, sino un punto en algún punto de algún punto mayor; nada; un producto de la evolución de una ameba, de una bacteria, de un ARN incrustado en algún asteroide; el último salto del mono. No es de extrañar que los fármacos más ingeridos en el mundo sean los antidepresivos.
Y si todo esto fuese falso. Si los biólogos y los astrofísicos fuese una subespecie humana que sí proviene de una bacteria infestada por un virus y tratasen ahora de vengarse de los humanos propiamente dichos, hijos de dioses, constructores de civilizaciones, guerreros, amantes… tratando de convencernos de que nuestro genoma es muy parecido al de las ratas. Fijémonos en este descubrimiento:
Las nuevas técnicas genéticas han desbaratado la vieja concepción de “gen” y, sobre todo, el binomio un gen-un carácter en el que se sustentaba la base teórica de la Biología desde el «redescubrimiento» de las leyes de Mendel. El gen también ha sufrido su particular metamorfosis y ha pasado de ser una supuesta entidad responsable directa de un carácter fenotípico, ya sea morfológico, fisiológico o, incluso, de comportamiento (se ha hablado del «gen» de la homosexualidad), pasando por una unidad responsable de la codificación de una proteína, hasta llegar a convertirse en una mareante variedad de posibilidades de tamaño, composición, interacciones y actividades: hay genes formados por unos pocos miles de pares de bases y genes de millones de pares de bases, sin «intrones», con unos pocos, o con muchos «intrones» dentro. Hay genes con genes dentro, otros que codifican para una proteína, están repartidos en trozos dispersos por el Genoma. Hay proteínas codificadas por varios genes independientes, y también un mismo gen (una misma secuencia) tiene significados diferentes, según la zona del genoma en que esté. Por otra parte, hay genes que pueden codificar proteínas distintas (lo que se conoce como «splicing» alternativo), y hay genes que regulan a otros genes. Finalmente (por el momento) los genes pueden leerse de formas diversas, en distintas posiciones, en diferentes direcciones y en distintos niveles… Todos estos fenómenos están sometidos, a su vez, a varios niveles de regulación por miles de proteínas (se han estimado unas 250.000, cuyas actividades son en su mayor parte desconocidas), que se regulan entre sí, regulación controlada por retroacción desde la fisiología del organismo y, por tanto, desde la relación de este con el ambiente externo.
¿No les choca a estos alienígenas la irreductible complejidad del genoma, del ADN, de la célula; del ojo; del hígado? ¿No les choca ese portentoso orden en el que están sumergidas las secuencias genéticas? ¿No les resulta “sorprendente” que algo en todo ese proceso material, inerte, haya diseñado tan prodigioso sistema de comunicación y de implementación de complicadísimas órdenes con un claro objetivo –generar órganos, cuerpos? ¿No se preguntan por el autor de la vida? No, son Sísifos con la consciencia desactivada. Son científicos que seguirán subiendo y bajando la roca hasta que el Sol se pliegue.