Parte 4 (última)
Máximo Sandín – Departamento de Biología, UAM
Llegados a este punto, quizás sea conveniente detenernos en otra pequeña reflexión. Estamos comenzando lo que se ha dado en llamar «El siglo de la Biología», en referencia a las «mágicas» aplicaciones de ella que iban a producir grandes mejoras en la calidad de vida de «la Humanidad». Pero, justo al comienzo, nos hemos encontrado con que lo que se abre ante nosotros es un punto de partida para una nueva visión de la Naturaleza, que hay que comenzar a reinterpretar, a comprender. Las perspectivas más optimistas, como las de Francis Collins, predicen un mínimo de 20 años para comprender realmente el genoma (para otros, cien). Solo entonces «se podrán realizar de forma segura cambios genéticos en la línea hereditaria». Y éste es el problema. La necesidad, al parecer perentoria, de manipular los genes, de introducir cambios genéticos artificiales en la Naturaleza. Un proceso que ya ha comenzado con la manipulación de procesos mal conocidos, siempre con el lastre de las viejas interpretaciones y muchos de ellos ocultos bajo el oscuro manto de fuertes intereses comerciales:
«La terapia génica es todavía arriesgada, pero los intentos siguen en marcha» , advierte el Comité de Ética de la Organización del Genoma Humano, -HUGO-, (Nature, 2001). Porque no parece, por el momento, que las empresas patentadoras de «genes» y de metodologías, tengan gran interés en compartir gratuitamente con la comunidad científica los resultados de sus grandes inversiones, (al parecer, el 25% de las acciones de Wall Street pertenecen a empresas de Biotecnología).
Un principio científico básico es que hasta que no se conoce totalmente un fenómeno no se pueden establecer predicciones. Y el fenómeno de que estamos hablando, la vida, es de tal complejidad que necesita de puesta en común no sólo de la información proveniente de paleontólogos, microbiólogos, ecólogos… sino, como vimos al principio, de físicos, químicos, matemáticos… Se está empezando a comprender la dinámica de los sistemas complejos. Según A.L. Barabasi, físico estadounidense, los sistemas complejos se establecen en redes que distan mucho de ser aleatorias: “Presentan un elevado grado de orden y universalidad que, en todos los aspectos, ha sido algo bastante inesperado. Redes tan aparentemente diversas como el metabolismo, los ecosistemas, o Internet, son generalmente muy estables y resistentes, aunque sean propensas a ocasionales colapsos catastróficos» (la «complejidad al borde del caos» de los físicos).
Una reflexión dentro de la reflexión: estamos comenzando a percibir los desastrosos resultados de la visión economicista y reduccionista de la Naturaleza. Para completar el cuadro, sólo falta la emisión de «contaminación biológica» incontrolable y de duración indefinida…
La nueva Biología tiene, desde luego, mucho trabajo por delante. Pero ya tenemos un punto de partida con una base científica y con datos que parecen ajustarse a ella: Nuestros componentes básicos, las células, se autoorganizaron mediante la «integración de sistemas complejos «: las bacterias. El siguiente «salto» de nivel de complejidad, los organismos multicelulares, (los programas embrionarios), se tuvo que producir mediante la «transferencia horizontal» (integración) de sistemas que contuvieran los genes y proteínas específicos procedentes de «un cuarto dominio» (quizás algún día se les reconozcan sus derechos a los virus). Los siguientes «saltos» evolutivos produjeron unas misteriosas «radiaciones paralelas» que implicaban a ecosistemas enteros. Todavía las bacterias y los virus (estos últimos olvidados por Margulis) continúan intercambiando genes, regulando ecosistemas, manteniendo la complejidad, …. «embebiendo la red de la vida».
Sí, parece que queda mucho trabajo por delante. La cifra de veinte años para «hacer cambios genéticos con seguridad» puede ser muy optimista, como posiblemente lo son las afirmaciones sobre la inminente «medicina individualizada», o la generación de expectativas muy lejanas por el momento, cuando no de un futuro delirante: «Podremos crear vida»; «Si conseguimos limpiar el ADN, podremos sobrepasar los 120 años»… Pero, quizás la primera necesidad sea detener este camino irracional y reflexionar sobre la patente incongruencia entre realidad, necesidades (prioridades) y expectativas. Unas expectativas creadas con anterioridad a estos nuevos descubrimientos, basadas en una concepción reduccionista y determinista de los «mecanismos» genéticos, y dirigidas por intereses con muy poco de científicos (muchos de los «problemas» que pretenden solucionar no son, obviamente, los principales problemas de la Humanidad).
Parece que se impone una profunda reflexión, una puesta en común (sin ocultamientos ni «patentes»), de los nuevos descubrimientos, algunos tan impresionantes que hacen pensar que los fenómenos fundamentales de la historia de la vida escapan a nuestra capacidad de imaginación, acotada por la forma de pensamiento reduccionista y «lineal» de la vieja Biología.
Sin duda, será difícil desprendernos de las interpretaciones científicas (y del vocabulario) del viejo paradigma tan imbricado, desde su origen, con el modelo económico y social del azar como fuente de variación (oportunidades) y la competencia como motor de cambio (progreso), concepto, éste último, que impone la necesidad de «competidores» en la Naturaleza, ya sean imaginarios o creados previamente por nosotros, pero que, sobre todo, induce a la realización de preguntas inadecuadas, con lo que es probable que obtengamos respuestas inadecuadas. Es decir, quizás no se trate, por ejemplo, de «cómo acabar con los peligrosos virus y bacterias patógenos”, sino preguntarnos qué es lo que los convierte en patógenos.
Pero el recurso al «azar» de la vieja Biología que, en su origen, era en realidad desconocimiento, se ha convertido en una panacea paralizadora, resistente al cambio de interpretación mediante su capacidad de asimilar cualquier nuevo descubrimiento sobre «mecanismos» de cambio genético, por complejos que sean, como «otra» modalidad de mutación al azar. Y, al mismo tiempo, (y esto quizás sea más grave), la idea de cambio aleatorio y sin sentido libera de responsabilidad a los manipuladores de fenómenos de la vida, cuya complejidad y cuyo sentido desconocemos.
Sin embargo, precisamente es el aumento de la capacidad de manipulación de procesos biológicos (y, sobre todo, la urgencia de su rentabilización), las que suponen una gran responsabilidad para sus practicantes: la de interferir en la «red de la vida», en la que están implicados microorganismos cuyas actividades y capacidades sólo estamos comenzando a comprender, pero de los que desconocemos hasta donde pueden llegar en su respuesta a nuestras agresiones.
La Nueva Biología se ha de construir sobre una visión de la Naturaleza en la que todo, hasta el menor microorganismo y la última molécula, están involucrados en el mantenimiento y regulación de la vida sobre la Tierra, en la que no sobra nada, (ni nadie), porque probablemente, todos tienen su función y, si es así, no sólo tienen «derecho» a existir (un derecho que nadie tiene la prerrogativa de concederles ni quitarles), sino que es muy posible que sean imprescindibles.
Sin duda, este cambio de concepción será difícil, porque no depende sólo de una reinterpretación científica de la Naturaleza. Los términos «competencia», «explotación de recursos», «coste-beneficio», «rentabilidad»… son parte constituyente de la «realidad» dominante. Y la situación y la dinámica actuales del Mundo no parecen caracterizadas ni dirigidas precisamente por la reflexión…
SONDAS: Máximo Sandín es casi humano, pero su componente alienígena sigue dominando la mayor parte de su comprensión, y ello le impide entender que la biología, que nada tiene que ver con la vida, es solo un pretexto para manipular el sistema operativo de los seres vivos; y de esta forma reorganizar la humanidad al capricho de la elite dominante, que sigue las consignas del mal como parte del juego existencial.
Nos parece bien que el mal sea malo –este hecho forma parte de la intrínseca naturaleza de las cosas. Lo que nos parece una rebelión anti-natura es que el bien, pretendiendo ser bueno, siga los pasos del mal, aunque sea a regañadientes –son caminos divergentes que no pueden unirse en ningún punto de su trayectoria. Fijémonos, si no, en “Brave New World”, en el que Aldous Huxley, ya en 1932, plantea la manipulación genética incluso antes de que se supiese nada del genoma humano –los ciudadanos Alfa, Beta y Gamma, la estratificación social que planteaba Huxley.
Por lo tanto, los alienígenas, malos que se hacen pasar por buenos o buenos que siguen a los malos, llevan milenios estudiando el comportamiento de la especie humana, tratando de penetrar en el sistema operativo que la configura y la mueve según los acontecimientos, perceptibles y no perceptibles, a través de los cuales se va perpetuando. Y dicen exhaustos: “Aún nos queda mucho por aprender. Tendremos que esperar 20 o 100 años antes de que…”
Las perspectivas más optimistas, como las de Francis Collins, predicen un mínimo de 20 años para comprender realmente el genoma (para otros, 100).
Son los alienígenas, no la naturaleza, los que utilizan datos aleatoriamente y, por lo tanto, sin ninguna base, a la hora de hablar, predecir o elucubrar sobre el punto en el que se encuentra su conocimiento y el punto en el que, supuestamente, se encontrará en un futuro no menos hipotético que su comprensión, por ejemplo, del genoma humano.
¿Qué significa que esta comprensión llegará dentro de 20 o 100 años? Y ¿por qué no 80 o 150? ¿Qué les induce a dar estas fechas? Desde luego, nada que podamos calificar de científico. Simplemente intentan quitarse el muerto de encima, como hacen los astrofísicos posponiendo sus misiones hollywoodenses a un futuro incierto, cuyo recuerdo se depositará en el fondo de la memoria: “Naves tripuladas a Marte a finales de los 2030 o de los 2040.” El hombre de hoy vive de perspectivas, no de realidades, y esta impostura existencial le lleva a aceptar las pueriles sandeces de los alienígenas de todo tipo.
¡Un momento! Antes de hablar de la nueva biología, ¿no tendrías que re-leer a Lamarck, y antes a buena parte de la literatura darwiniana? ¿Estáis seguros de que hará falta una nueva terminología? Son preguntas retóricas, pues los alienígenas, vengan del planeta que vengan, no forman parte de la especie humana, que nunca ha estado interesada en conocer la organización de sus genes ni la estructura genética de las bacterias.
Sin embargo, sabía construir embarcaciones, llevar el agua hasta sus campos de cultivo, cuidar de los animales de rebaño, extraer de ellos leche, carne y pieles con las que construir cabañas; conocía la metalurgia, hacía armas y herramientas con el hierro y otros metales; sabía leer el calendario celeste y con él se guiaba de día y de noche… Y los alienígenas, ¿qué es lo que saben hacer? ¿Qué ciencia útil conocen? ¿La fabricación de pesticidas? ¿La manipulación de alimentos naturales?
Y, sin embargo, lo más extraordinariamente inexplicable es que todavía no hayan entendido lo que hay detrás de la irreductible complejidad de la vida.
Nuestros componentes básicos, las células, se auto-organizaron mediante la «integración de sistemas complejos «: las bacterias. El siguiente «salto» de nivel de complejidad, los organismos multicelulares, (los programas embrionarios), se tuvo que producir mediante la «transferencia horizontal» (integración) de sistemas que contuvieran los genes y proteínas específicos procedentes de «un cuarto dominio» (quizás algún día se les reconozcan sus derechos a los virus).
Cómo es posible que se utilicen expresiones como las que aparecen en este párrafo –se auto-organizaron, integración de sistema complejos, transferencia horizontal, cuarto dominio (éste desconocido, pero mencionado). ¿Quieren estos alienígenas hacernos creer que todos estos procesos, que hacen referencia a conceptos producto de un altísimo nivel de reflexión y consciencia, lo llevaron a cabo bases nucleótidas, enlaces de hidrógeno, lípidos… materia inerte? Los términos que se mencionan aquí indican una actividad cognitiva que la mayoría de los seres humanos sería incapaz de implementar. Sin embargo, unos cuantos átomos de aquí y de allá, añadamos una pizca de electrones, y todo ello condimentado con microzimas y otros microorganismos, pudieron realizarlos sin ningún problema y con una perfección y acoplamiento dignos del módulo que se separó del Apolo 11, alunizó y volvió a su punto de partida, para posarse dulcemente todo ese enjambre de dispositivos en aguas atlánticas.
Fantasías NASA aparte, la perfección en los ajustes de diversos elementos, la complejidad irreductible de cualquier fenómeno… indica diseño previo, elevada cognición y un Agente que lo lleve a cabo desde fuera de esos elementos o de esos fenómenos. Esto es lo que nos dice la ciencia. Mas los alienígenas van en contra de estos prolegómenos científicos. Por lo tanto, la ciencia, entendida como un sistema de conocimiento, no tiene nada que ver con la ciencia de la que hablan los alienígenas, los académicos, las industrias de esto y de aquello. Habrá que pues, en efecto, cambiar la terminología.
Y sigue Sandín utilizando la vieja terminología para describir procesos que solo pueden provenir de entidades dotadas de consciencia y reflexión:
Todavía las bacterias y los virus (estos últimos olvidados por Margulis) continúan intercambiando genes, regulando ecosistemas, manteniendo la complejidad, …. «embebiendo la red de la vida».
¿Quién son, en realidad, estas bacterias y estos virus que intercambian genes, regulan ecosistemas…? ¿Se da cuenta Sandín de los términos que está utilizando, de la nefasta antropomorfización de estas entidades, las más simples que pueda haber, células procariotas y fragmentos génicos que ni siquiera tienen metabolismo propio?
Mas ¿de qué otra forma puede hablar la ciencia –la ciencia de los alienígenas? Si no hay un Agente Externo, si no hay un ingeniero, un diseñador, un biólogo, un genetista… ¿quién ha diseñado estos procesos? ¿Quién ha inducido a estos organismos a actuar de esta determinada forma? ¿Quién ha sugerido que se intercambien genes? ¿Quién dispone que estas reorganizaciones vayan siempre en sentido ascendente, hasta configurar y construir la entidad “hombre”? Si no hay ese Agente Externo, tendrán que ser las microzimas, las bacterias, los virus, los genes, los que diseñen e implementen todos esos procesos.
Sí, parece que queda mucho trabajo por delante. La cifra de 20 años para «hacer cambios genéticos con seguridad» puede ser muy optimista, como posiblemente lo son las afirmaciones sobre la inminente «medicina individualizada», o la generación de expectativas muy lejanas por el momento, cuando no de un futuro delirante: «Podremos crear vida»; «Si conseguimos limpiar el ADN, podremos sobrepasar los 120 años»…
Dentro de 20 años, quizás 50 si no hacemos alarde de un excesivo y delirante optimismo, muchos de los que estamos leyendo este artículo ya no estaremos aquí, en este bajo mundo. Y poco nos importará entonces la edad media del hombre. Por lo tanto, como ya hemos apuntado en más de una ocasión, tampoco en el conocimiento puede haber evolución, progreso, pues ello implicaría una tremenda injusticia –se nos afirma que dentro de 100 años la humanidad habrá alcanzado un alto grado de sabiduría, de salud y una larga vida –algo que nosotros nunca veremos, pues todos esos “adelantos” habrán llegado después de nuestra muerte. Es como si se le dijera a un ciego que dentro de 50 años se acabará con la ceguera de cualquier tipo o por cualquier causa.
Mas la realidad afortunadamente no es esa. Su ciencia es progresiva, ilimitada, con objetivos nunca alcanzados, siguiendo una constante rectificación, hablando siempre de una nueva biología, de nuevos paradigmas. Sin embargo, el conocimiento funcional, el que resulta útil y necesario para el hombre, es el mismo en todas las épocas, en todos los milenios. El hombre siempre ha conocido su medio, su hábitat, y siempre se ha servido con maestría de las “técnicas” que necesitaba para vivir en perfecto afinamiento con el universo. Siempre ha sabido el principio y el final. Ha tenido una clara visión de la geografía existencial, incluida la post-mortem, y ello le hacía vivir en paz, sin estrés, sin esa malsana ansiedad a la que nos ha arrojado la ciencia alienígena –ese continuo posponer sus logros a un delirante futuro.
Mas aquí la ecuación que nos resulta necesario resolver, la incógnita que debemos despejar, es cómo por un lado los alienígenas luchan para alargar nuestro tiempo vital y al mismo tiempo la gente, los terrícolas, luchan porque se reconozca el derecho a morir. De forma mayoritaria le sobran años y no solo por el creciente aumento de suicidios, sino porque los medicamentos más solicitados en todo el mundo son los anti-depresivos y las muertes por sobredosis superan a las que de cualquier pandemia. ¿Cómo, entonces, se le puede ofrecer a esos angustiados, deprimidos, decepcionados terrícolas más años, más vida, más angustia? La tecnología alienígena, su ciencia, ha hecho que el hombre deteste la vida, deteste el absurdo de vivir sin sentido, sin objetivo, sin finalidad. Eso es lo primero que debería hacer su ciencia –dar sentido a la vida, dar un sentido satisfactorio a la vida de los hombres. Después, se podría hablar si merece o no la pena pasar la frontera de 120 años.
Pero, quizás la primera necesidad sea detener este camino irracional y reflexionar sobre la patente incongruencia entre realidad, necesidades (prioridades) y expectativas.
En esto estamos de acuerdo con Sandín –habría que “salirse” de este camino irracional. Mas ¿cuál es este camino, señor Sandín? ¿El de la vieja biología, el darwinismo, pero no el lamarckismo? Todo ello está en el mismo camino; son piedras de la misma calzada y no hay nada que retocar ni nada que limpiar. Hay que abandonar la biología y salir a la vida. Hay que enterrar definitivamente a esos cadáveres con los que se ha construido la tendenciosa y raquítica historia de la ciencia.
Sin embargo, precisamente es el aumento de la capacidad de manipulación de procesos biológicos (y, sobre todo, la urgencia de su rentabilización), las que suponen una gran responsabilidad para sus practicantes: la de interferir en la «red de la vida», en la que están implicados microorganismos cuyas actividades y capacidades sólo estamos comenzando a comprender, pero de los que desconocemos hasta donde pueden llegar en su respuesta a nuestras agresiones.
Ello quiere decir que la biología no solo es una actividad inútil, un pasatiempo, sino algo extremadamente peligroso. Las disciplinas más relevantes de la ciencia alienígena, como la propia biología, la física, la química, las matemáticas, suponen una amenaza a la vida. Esos que quieren darnos más años, más salud, más bienestar, más sabiduría… son los fabricantes de armas nucleares, de las industrias pesadas que han adulterado drásticamente la equilibrada mezcla de gases de la atmósfera; han envenenado los ríos, los mares, y los océanos; han fabricado e inyectado vacunas esterilizantes…
Son disciplinas que solo han servido hasta ahora para acortar nuestros años de vida y para hacerlos insufribles.