Las sorpresas del genoma

Parte 3

Máximo Sandín Departamento de Biología, UAM

Para comenzar con los datos, (no especulaciones), que tenemos sobre el principio de la vida, los primeros sistemas vivos que nos encontramos son las misteriosas bacterias, que fueron las responsables no sólo de la creación de las condiciones atmosféricas adecuadas para la vida tal como la conocemos, sino también de la vida misma. La teoría endosimbionte de Lynn Margulis, según la cual las células eucariotas (las que constituyen los organismos animales y vegetales) se produjeron como consecuencia de una agregación de bacterias, se ha podido constatar con la secuenciación del genoma de la bacteria Richetsia, que ha resultado extraordinariamente semejante al de las mitocondrias. Pero eso no es todo: W. Ford Doolitle, en su magnífico artículo «Nuevo árbol de la vida» (Investigación y Ciencia, Abril, 2000), nos muestra que los genes celulares básicos, los actualmente implicados en la replicación, respiración, producción de energía, son una composición de genes provenientes de eubacterias, arqueobacterias y cianobacterias. Para los otros genes de los organismos eucariotas, reivindica la necesidad de «un cuarto dominio» que aportara, por transferencia horizontal los nuevos genes. Unos genes que «se ignora de dónde pudieron haber venido».

Bien, ya tenemos algunos datos que parecen ajustarse a la terminología de la Nueva Biología: Las complejas células que nos constituyen se han formado por integración de sistemas que ya en sí mismos eran complejos y que «se han conservado», hasta el extremo de que Radhey S. Gupta (2000) ha podido identificar la procedencia de conjuntos genes/proteínas de los organismos eucariotas: los relacionados con la información genética, provienen de arqueobacterias. Los responsables de las funciones metabólicas, de eubacterias. (Es decir, hay en nuestro genoma muchas más de «doscientas secuencias de origen bacteriano»). Falta por identificar el «cuarto dominio» que aportó los genes responsables de otros procesos, como por ejemplo, los que controlan el desarrollo embrionario de los organismos multicelulares. Y un indicio muy significativo puede estar en uno de los fenómenos mas misteriosos de la evolución de la vida: La «Explosión del Cámbrico»; la asombrosa aparición, de una manera repentina, (es decir, no rápida ni «aparentemente repentina»), hace más de 540 millones de años, de todos los grandes tipos de organización animal existentes en la actualidad (moluscos, gusanos, artrópodos, vertebrados) con estructuras tan complejas como patas articuladas, aletas, ojos, tubo digestivo. El significado de este hecho constatado, lo resalta Simon Conway Morris en su artículo «The Cambrian explosion: Slow-fuse or megatonnage?» (2000), en el que concluye: la explosión cámbrica es real y sus consecuencias ponen en marcha un maremoto en la historia evolutiva. Mientras que el patrón de evolución es muy claro, los procesos involucrados siguen todavía sorprendentemente esquivos».

Los responsables de estos «esquivos» procesos son unos sistemas genéticos denominados «Homeoboxes». Unas secuencias repetidas en tandem que funcionan reguladas por unas proteínas específicas (conjunto al que el genetista del desarrollo Antonio García Bellido ha denominado «sintagma», cuya definición en Linguística es: «Combinación de diversos elementos en un sólo complejo en la cadena fónica» ): Hay «Homeoboxes» que codifican (significan) ojo, sistema urogenital, oído, proceso de gastrulación. La diferencia entre los «Homeoboxes» de mosca, ratón y hombre, estriba en el número de duplicaciones de las secuencias y «unos cientos de proteínas específicas» (Morata, 99). En el artículo «Los genes del Cámbrico» publicado en la Revista de la Real Academia de Ciencias (99), García Bellido, nos habla de que «sintagmas completos, en un número creciente de casos, están conservados desde su origen». Pero, ¿qué organismo, qué «cuarto dominio» con capacidad de producir duplicaciones aportó los genes y las proteínas necesarios para la regulación del programa embrionario? No parece razonable, dada la extremada especificidad y conservación de los procesos celulares, que estos últimos se produzcan por mutaciones «al azar» en los genes responsables de la respiración, movilización de energía, etc. Es decir: ¿surgieron los elementos móviles de mutaciones «al azar» de los genes bacterianos para posteriormente, y naturalmente «al azar», adquirir la compleja cápsida vírica, o son los virus el «cuarto domino» del que proceden los genes del desarrollo?

Recientes (y, al parecer, menospreciados) descubrimientos científicos están mostrando que los fenómenos biológicos son mucho más complejos de lo que las vagas explicaciones del azar y la competencia de la visión tradicional nos habían hecho creer. En mayo de 1999, se publicó en la revista Nature un artículo de J.A. Fuhrman que, a pesar de su impresionante información, pasó totalmente desapercibido. Su título: «Virus marinos y sus efectos biogeoquímicos y ecológicos». Sus conclusiones: En las aguas superficiales del mar hay un valor medio de 10.000 millones de diferentes tipos de virus por litro. Su densidad depende de la riqueza en nutrientes del agua y de la profundidad, pero siguen siendo muy abundantes en aguas abisales. Su papel ecológico consiste en el mantenimiento del equilibrio entre las diferentes especies que componen el placton marino (y como consecuencia del resto de la cadena alimenticia) y entre los diferentes tipos de bacterias, destruyéndolas cuando las hay en exceso. Como los virus son inertes, y se difunden pasivamente, cuando sus «huéspedes» específicos son demasiado abundantes son mas susceptibles de ser infectados. Así evitan los excesos de bacterias y algas, cuya enorme capacidad de reproducción podría provocar graves desequilibrios ecológicos, llegando a cubrir grandes superficies marinas. Al mismo tiempo, la materia orgánica liberada tras la destrucción de sus huéspedes, enriquece en nutrientes el agua.

Su papel biogeoquímico es que los derivados sulfurosos producidos por sus actividades, contribuye… ¡a la nucleación de las nubes!. A su vez, los virus son controlados por la luz del sol (principalmente por los rayos ultravioleta) que los deteriora, y cuya intensidad depende de la profundidad del agua y de la densidad de materia orgánica en la superficie, con lo que todo el sistema se regula a sí mismo.

Actividades ecológicas virales de éste tipo se están estudiando en los suelos terrestres, unos suelos también plagados de bacterias, en su mayor parte desconocidas, que cumplen funciones esenciales en la degradación de sustancias tóxicas en la Naturaleza, o en la fijación de Nitrógeno por las plantas, y en la regeneración de suelos y ecosistemas marinos y terrestres. Pero, además, enormes colonias de bacterias viven en el interior de los seres vivos colaborando en funciones fundamentales, como la degradación de sustancias que no pueden digerir o la producción de otras imprescindibles para el organismo. Se ha calculado que el 10% del peso en seco de nuestro organismo corresponde a bacterias. Recientemente, se ha intentado elaborar un cálculo aproximado de su número total (es decir, las que conviven con nosotros en nuestro interior y en el exterior). La aproximación, que tal vez se queda corta (por ejemplo, solo en el intestino de una termita hay cerca de tres millones de bacterias), ha estimado una cifra para toda la Tierra que oscila entre 4 y 6 x 10e30 que equivale a cincuenta mil millones de veces el número de estrellas calculado para el universo. ¡Y siempre han estado aquí, incluso cuando para los científicos no existían!: renovando los suelos, colaborando con las plantas, intercambiando genes… En palabra de Lynn Margulis: «Los organismos vivos visibles funcionan sólo gracias a sus bien desarrolladas conexiones con la red de vida bacteriana /…/ toda la vida está embebida en una red bacteriana autoorganizadora, que incluye complicadas redes de sistemas sensores y de control que tan sólo empezamos a percibir».

Parece que, por fin, empezamos a disponer de un lenguaje adecuado para describir los fenómenos biológicos. Un lenguaje susceptible de ser aplicado a los fenómenos observados, que es lo que echa de menos el prestigioso paleontólogo Niles Eldredge en su magnífico libro «Síntesis inacabada»(1997): «Hay biólogos, que trabajan con otros fenómenos distintos de las especies y los grupos monofiléticos, que experimentan dificultades epistemológicas y ontológicas al tener que explicar sus datos con los instrumentos aportados por la teoría sintética». Los «datos», lo que se observa en el registro fósil, no son individuos o especies evolucionando gradualmente y al azar, sino ecosistemas de gran estabilidad y duración en los que todos los individuos, estrechamente interrelacionados, cambian súbitamente en relación con bruscos cambios ambientales. Eldredge nos habla de una relación de «procesos jerárquicos» en la Naturaleza: «Nada, (literalmente ninguna cosa, ninguna entidad) existe por separado en ninguno de los sistemas de procesos jerárquicos». Y éste fenómeno, que para los militantes de la «vieja Biología» puede resultar una figura retórica, acaba de «aparecer» súbitamente como un misterio más de la evolución que «rompe los antiguos árboles filogenéticos» (Nature, 2001). Dos trabajos, realizados independientemente, y publicados en Nature (febrero 2001) han llegado a las mismas conclusiones: han estudiado secuencias de genes de una gran cantidad de mamíferos salvajes. A pesar de que las secuencias estudiadas eran diferentes en los dos trabajos, los resultados, semejantes, eran los siguientes: las estrechas semejanzas en sus secuencias separa a los mamíferos en cuatro grupos: Afrotheria (Mamíferos africanos), Laurasiatheria (Eurasiáticos), Xenartra (mamíferos de Centro y Sudamérica) y Euarchonta + Glires, (¡Primates, incluído el hombre, y roedores!). Los dos grandes grupos independientes de los dos primeros continentes poseen formas de ungulados, carnívoros, acuáticos… Es decir, para ellos, no parecen haber evolucionado agrupados según el criterio tradicional (ungulados, carnívoros, etc) sino que, en cada continente, han «surgido» las distintas morfologías y las distintas funciones en la pirámide ecológica. La «explicación» del extraño fenómeno es que «Muchas adaptaciones de los mamíferos placentados, abarcando desde acuáticos a voladores, han evolucionado muchas veces independientemente » (si ya resulta difícilmente explicable que una de las «adaptaciones» como, por ejemplo, el vuelo, surja una vez como consecuencia de la selección natural actuando sobre mutaciones al azar, qué decir de todas esas «muchas adaptaciones»). Aunque el fenómeno se califica en la revista como «radiaciones adaptativas paralelas», un «relicto» de la vieja Biología consistente en poner un nombre a un fenómeno como si eso lo explicase, lo cierto es que parece ajustarse más a las observaciones de Eldredge: evolución de ecosistemas, en la que tienen que estar forzosamente implicados mecanismos de transferencia horizontal de genes, incluidos los del desarrollo.

¿Extraño? Veamos una pista: En diciembre del año 2000, Nature publicó «el primer genoma completo de una planta que se libera a la comunidad científica»: Arabidopsis thaliana. Una herbácea elegida por su genoma pequeño (5cromosomas), pero con un número de genes próximo a los 25.000, de los que casi el 80% están duplicados. Además de la existencia de una gran cantidad de «elementos móviles», se ha podido constatar que cerca del 60% de los genes de Arabidopsis los comparte con otras plantas, animales y hombre (entre estos el «famoso» gen BRCA2, considerado «uno» de los responsables del cáncer de mama). Y es sólo el primer genoma vegetal «liberado» por las empresas privadas a la comunidad científica…

SONDAS: Cuando al observar un objeto, un dispositivo, un artefacto… nos vemos obligados a utilizar expresiones del tipo “complejidad irreductible, inexplicable”, “no hemos encontrado la causa” … de lo último de lo que podríamos echar mano a la hora de describir este mecanismo, sería de la casualidad, del azar. Cualquier persona sabe, aunque no sea un científico, que la complejidad es siempre resultado de un proceso cognitivo. Más aún, el azar es un término que utilizamos al hablar para indicar que no ha habido una intención directa de nuestra parte para que algo ocurriese. Mas si le diésemos un valor literal a este término, estaríamos en un craso error, pues toda acción, todo acontecimiento es el resultado de una serie de causas y efectos que podríamos trasladar hasta el inicio. Por lo tanto, estrictamente hablando –no hay casualidad, no hay azar.

(59) Sólo Él tiene las llaves del Ghaib y sólo Él lo conoce. Sabe lo que hay en la tierra y en el mar. No cae una sola hoja que Él no conozca y sepa que ha caído, ni hay semilla en la oscuridad de la tierra ni nada húmedo o seco que no esté en un Kitab inalterable. (Corán 6-Sura de los rebaños, al Anam)

(22) No ocurre nada, ni bueno ni malo, en la Tierra o en vosotros mismos que no esté en un Kitab antes de que hagamos que se manifieste –eso es fácil para Allah. (Corán 57-Sura del hierro, al Hadid)

Así pues, lo primero que debería observar un investigador, sería la portentosa complejidad que produce fenómenos y elementos aparentemente simples. Plantamos una semilla, un hueso, y un tiempo después aparece un tallo con unas cuantas hojas; va creciendo, desarrollándose, hasta convertirse finalmente en un poderoso roble. Es un fenómeno observable, comprensible –ha caído agua de lluvia, la tierra se ha humedecido y esa constante humedad ha hecho que ese hueso se rompa y empiece a salir de él la vida en forma, primero, de una ramita, hasta constituirse en un frondoso árbol con un robusto tronco y poderosas raíces. ¿Cómo pudo, nos preguntamos, contener ese diminuto hueso este árbol que ahora se yergue ante nosotros?

Y aquí empieza la complejidad irreductible, pues estamos hablando del sistema operativo, un sistema en el que el hombre no puede penetrar. Podemos conocer únicamente el sistema funcional –cualquier campesino sabe cómo y cuándo plantar esa semilla, qué tierra es la más idónea. Mas si el biólogo quisiera explicarle al campesino, paso a paso, fase a fase, lo que ha ocurrido, cómo se ha producido ese grandioso acontecimiento, no podría, pues según intente penetrar en el proceso, se hallará ante esa complejidad que supera las capacidades cognitivas del hombre.

¿Por qué, entonces, no solo no se sorprenden ante lo que observan, sino que, además, se permiten llamar “basura” a elementos que incluso desde sus capacidades cognitivas humanas no logran comprender, como ha sucedido con buena parte del ADN humano? Y ello se debe a que no buscan comprender la verdad de las cosas de este universo, de la vida, de la existencia. Simplemente, quieren tener razón; demostrar al mundo y demostrarse a sí mismos que no necesitan el factor “Dios” para resolver sus ecuaciones. También los hay que buscan la fama, el renombre, asistir a congresos internacionales, presentar el par de muñecas rusas que han sacado de la muñeca rusa del último premio Nobel de biología, de física o de medicina. Los más mezquinos solo buscan ganarse unos cuantos euros al mes enseñando a sus alumnos lo que no entienden ni les interesa. Y todo ello les lleva a mentir; a hablar de hallazgos que nunca han ocurrido. Les lleva a interpretar lo que ven según sus intereses, según su ideología.

Mas supongamos por un momento que existe algo como la biología –una ciencia que intentaría comprender cómo se ha producido la vida. Esta ciencia sería, como estamos viendo a lo largo del artículo de Sandín, la ciencia de una interminable rectificación:

…los primeros sistemas vivos que nos encontramos son las misteriosas bacterias…

Es decir, las células procariotas, con su ADN, aunque esté desparramado por el citoplasma. Sin embargo, como ya hemos dicho, las células procariotas son entidades vivas, mas no son nafs; no son constituyentes de los seres vivos –plantas, animales y hombres, aunque cumplan funciones determinados y determinantes en estos organismos.

Lo que aquí nos interesa es que este paradigma de la vida que Sandín plantea en 2001 ya ha sido contestado por otros biólogos u otros investigadores. En este caso, por el físico Artur Sala, quien asegura que los primeros sistemas vivos no son las células; no son, pues, las bacterias, sino las microzimas y, por supuesto, deja abierta la puerta para que en años sucesivos, o en las próximas décadas por venir, puedan entrar sub-sistemas de sub-sistemas como originadoras de la vida, provistos, incluso, de consciencia –es decir, capaces de organizarse por sí mismos y por voluntad propia, de forma que no se necesite el apoyo de un Agente Externo, aunque dotar de consciencia a estas entidades microscópicas sea ya salirse de la sopa científica, como parece sospechar Víctor Guirado.

Mas si los biólogos no son capaces de reflexionar sobre lo que realmente significa investir de consciencia a cualquier entidad no-humana, ¿qué reflexión podremos esperar del hombre de a pie o de los responsables académicos que cada año diseñan los currículos escolares o universitarios?

Ford Doolitle, en su magnífico artículo «Nuevo árbol de la vida» (Investigación y Ciencia, Abril, 2000), nos muestra que los genes celulares básicos, los actualmente implicados en la replicación, respiración, producción de energía, son una composición de genes provenientes de eubacterias, arqueobacterias y cianobacterias. Para los otros genes de los organismos eucariotas, reivindica la necesidad de «un cuarto dominio» que aportara, por transferencia horizontal los nuevos genes. Unos genes que «se ignora de dónde pudieron haber venido».

No dudamos de que el libro de W. Ford Doolitle sea magnífico, aunque no entendamos por qué es magnífico algo que no explica nada; un continuo blablablá que deja tras de sí numerosos interrogantes sin contestar. Y es en este punto en el que nos encontramos con un Sandín inmerso en la contradicción, pues él, que aboga por un nuevo lenguaje, una nueva terminología más acorde con la realidad biológica de hoy, sigue utilizando términos que no expresan una realidad objetiva, sino interpretaciones subjetivas: eubacterias, arqueobacterias y cianobacterias.

Pero el término más contradictorio es el de “provenientes”, pues que se fije Sandín en lo que significaría que unos genes provendrían de unas bacterias y se situarían en la composición de otros organismos, haciéndose ellos mismos “responsables” de funciones tan críticas como la replicación, la respiración y la producción de energía. ¿En qué basa Sandín y el resto de los biólogos su aseveración de que esos genes, esos genes básicos, provienen de esas bacterias? Desde luego, en nada científico. En todo caso, en una deficiencia cognitiva, pues siempre faltan los eslabones intermedios. ¿Alguien ha visto el viaje de esos genes desde las eubacterias hasta las células eucariotas? Los vemos aquí y los vemos después allí, pero ¿por qué nos extrañamos de este fenómeno? Todo el universo y todo lo que contiene se ha hecho con unos materiales determinados que encontraremos en todos los elementos. Por lo tanto, lo que tenemos aquí, lo que podemos observar, no es evolución, derivación, proveniencia, sino plantillas, patrones que se reproducen una y otra vez utilizando los mismos materiales.

Fijémonos si no, en la morfología de todos los seres vivos, incluidas las plantas. En todos ellos vemos cabeza, tronco y extremidades. Sin embargo, las formas y características de estos tres elementos variarán de una especie a otra según sus funciones y necesidades. Un árbol tiene cabeza, tronco y extremidades –raíces; de la misma forma que el león tiene cabeza, tronco y extremidades –patas. El árbol no tiene movimiento y por lo tanto sus patas son raíces que penetran en la tierra y le dan estabilidad, inmovilidad y solidez; mientras que el león –que es todo movilidad, rápidos desplazamientos– necesita otro tipo de extremidades, otro tipo de tronco y de cabeza. Mas en ambos casos nos encontramos con la misma morfología, con el mismo patrón, con los mismos materiales –células eucariotas, aunque en el caso del árbol, de las plantas, sus células puedan transformar la energía solar, la luz, en azúcar. Una cucaracha, una abeja, una hormiga… han sido construidas con la misma plantilla con la que se ha conformado al ser humano: cabeza, tronco y extremidades, pero ninguna de estas entidades proviene de la otra. Por lo tanto, la creación, el universo que observamos, ha sido originado a través de plantillas, de patrones; no de evolución –patrones sobre los cuales se construyen con los mismos materiales entidades vivas independientes.

Radhey S. Gupta (2000) ha podido identificar la procedencia de conjuntos genes/proteínas de los organismos eucariotas: los relacionados con la información genética, provienen de arqueobacterias. Los responsables de las funciones metabólicas, de eubacterias. (Es decir, hay en nuestro genoma muchas más de «doscientas secuencias de origen bacteriano»). Falta por identificar el «cuarto dominio» que aportó los genes responsables de otros procesos, como por ejemplo, los que controlan el desarrollo embrionario de los organismos multicelulares.

Seguimos utilizando la vieja terminología de la biología pasada y tratamos de explicar con ella la (nueva) biología, pues cómo eliminar las expresiones antropomórficas si no hay un Agente Externo que haya originado, organizado, configurado… que haya aportado responsables de complicadísimas funciones. Si prescindimos de ese Agente Externo, tendrán que ser los genes los que se trasladen de un tipo de células a otro para realizar diferentes funciones. Y aquí es donde la ciencia roza la imbecilidad, pues para salirse de la teología, cae en el aberrante mundo Disney. Nada funciona; no hay ningún proceso de los que hablan que se pueda seguir desde el principio hasta el final. No hay principio, y el final siempre es hipotético, pues la línea es discontinua:

Simon Conway Morris concluye en su artículo “The Cambrian Explosion” (2000): la explosión cámbrica es real y sus consecuencias ponen en marcha un maremoto en la historia evolutiva. Mientras que el patrón de la evolución es muy claro, los procesos involucrados siguen todavía sorprendentemente esquivos.

El texto que acabamos de citar es un buen ejemplo de cómo funciona el fraude científico. Ahora resulta que la explosión cámbrica ha supuesto un “maremoto en la historia evolutiva”. Este eufemismo está encubriendo el hecho de que la explosión cámbrica pone patas arriba, anula, desarticula y echa por tierra el trabajo del “historiador” evolutivo. Si hay evolución, ¿por qué en un momento determinado hay explosión y millones de especies surgen y comienzan a vivir y a poblar la Tierra? En vez de guardar silencio y reflexionar sobre este hecho iluminador, estos alienígenas prefieren utilizar la semántica, “maremoto”, para encubrir el fracaso sobre el que se ha construido toda la biología. Sin embargo, si nos salimos del paradigma arbitrario de la evolución, entenderemos que no ha habido ningún maremoto. Mas para ellos lo ha habido, precisamente porque los patrones de la evolución no están claros. Más bien, lo que está claro es que no existen dichos patrones, ya que la evolución no forma parte de las plantillas con las que se ha diseñado y creado el universo.

Todos los elementos existentes en la matriz universal están allí desde el inicio. Mas se irán activando progresivamente, afinados con las condiciones adecuadas para su forma determinada de vida. Bacterias y volcanes irán transformando la atmósfera, y cuando esta atmósfera permita que surjan las plantas, se activarán las semillas eucariotas que alberga la tierra –que siempre han estado allí. Mas será ahora, en el tiempo adecuado, cuando se rompan, cuando se abran y permitan que fluya la vida vegetal hacia la superficie. Ahora, que estos seres vivos, dotados de la capacidad de producir azúcar, la energía vital, se han esparcido por toda la torta terrestre, se activarán otras semillas –las de los animales herbívoros que evitarán que se produzca un exceso de vegetación que podría alterar la buena composición atmosférica.

Mas si solo hubiera animales herbívoros, el desequilibrio se produciría esta vez por la drástica y peligrosa disminución de materia vegetal. Por ello, hace falta que aparezcan los animales carnívoros que impedirán que los herbívoros se reproduzcan ilimitadamente. Cuando este portentoso equilibrio se haya establecido, se romperá la semilla del ser humano. Cada especie, pues, surgirá de una semilla determinada y dentro de cada especie, cada individuo será el producto de la combinación seleccionada de los genes que contenía el ADN de la semilla de esa especie. Y no menos trepidante será la actividad en los océanos. El equilibrio total estará mantenido por la actividad terrestre y marina de bacterias y de otros organismos pluricelulares.

La malintencionada ambigüedad de Conway Morris va más allá de lo razonablemente absurdo que pueda resultar una hipótesis. Por una parte, el patrón de la evolución es claro, aunque no explique cuál es ese patrón y por qué está claro; mas por otra parte, hay un maremoto evolutivo; es decir –un caos, un arrasar con todo lo anterior. Así son los maremotos. Más aún, “los procesos involucrados” siguen todavía sorprendentemente esquivos. Entonces. ¿qué es lo que tenemos en realidad, fabulosos libros y magníficos artículos aparte? Tenemos un maremoto y una sorprendente esquivez. Los alienígenas vuelven con su nave al planeta Paf-a la enésima potencia.

Pero, ¿qué organismo, qué «cuarto dominio» con capacidad de producir duplicaciones aportó los genes y las proteínas necesarios para la regulación del programa embrionario?

Ya vamos por el “cuarto dominio” y la duda no se ha disipado, al menos la duda “razonable”, la duda científica; la duda que nos anima a seguir buscando la salida del laberinto. Mas salir del laberinto significaría volver al punto de partida, situación ésta que nos obligaría a entrar de nuevo en él. Y en este irracional vaivén, propio de Sísifo, se encuentran los alienígenas.

Esta interminable serie de rectificaciones es lo que está haciendo que la ciencia resulte un sistema, un método inverosímil, e incluso despreciable para el sentido común. El viaje no tiene sentido si no hay un puerto al que llegar:

Recientes (y, al parecer, menospreciados) descubrimientos científicos están mostrando que los fenómenos biológicos son mucho más complejos de lo que las vagas explicaciones del azar y la competencia de la visión tradicional nos habían hecho creer.

«Nada, (literalmente ninguna cosa, ninguna entidad) existe por separado en ninguno de los sistemas de procesos jerárquicos». Y éste fenómeno, que para los militantes de la «vieja Biología» puede resultar una figura retórica, acaba de «aparecer» súbitamente como un misterio más de la evolución que «rompe los antiguos árboles filogenéticos»

Si ya resulta difícilmente explicable que una de las «adaptaciones» como, por ejemplo, el vuelo, surja una vez como consecuencia de la selección natural actuando sobre mutaciones al azar, qué decir de todas esas «muchas adaptaciones«.

¿No vamos a llegar nunca a ese puerto? ¿Se trata de una línea de fuga lanzada al infinito? ¿Es esa la ciencia? ¿Es eso en lo que hemos puesto nuestra confianza? ¿Ha sido esa nuestra arriesgada apuesta existencial? ¿Qué es lo que tenemos encima de la mesa? Vieja biología, nueva biología, nueva terminología, nuevos misterios, mayor complejidad de la que se suponía, inexplicables fenómenos por adaptación o mutación…

Ojalá no vuelvan nunca más estos alienígenas a nuestra amada Tierra.