Ricardo Mir de Francia para El Periódico
Winston Churchill pronunció a comienzos de la Segunda Guerra Mundial una frase que resume las dificultades que han tenido históricamente los líderes occidentales para descifrar la política exterior rusa. “Rusia es una adivinanza, envuelta en un misterio, dentro de un enigma”. El aforismo ha recobrado toda su vigencia a raíz de la invasión de Ucrania lanzada por Vladímir Putin, una guerra que pocos esperaban y que el Kremlin justificó con una mezcla de viejos recelos hacia la OTAN y argumentos espurios respecto al liderazgo ucraniano o el “genocidio” de la población rusa del país. Nada de eso ha servido, sin embargo, para desentrañar las ambiciones últimas del Kremlin o dilucidar si Putin es un actor racional que ha perdido la cabeza por preservar la seguridad de su país o un déspota revisionista obsesionado con recuperar la grandeza del Imperio Ruso.
SONDAS: Y es, precisamente, esa búsqueda, la búsqueda de la grandeza, lo que ha malogrado y arrinconado a los grandes imperios. Le sucedió a Napoleón y después a Hitler, y antes había obsesionado a la corona inglesa y a los reyes de España. Deseaban añadir tierras y más tierras a sus dominios, pintar el mundo con los colores de sus banderas, hasta que aquellos gigantes les aplastaban y arruinaban, incluso, sus metrópolis.
Sin embargo, el “imperio” estadounidense ha logrado escapar a la trampa del narcisismo. Estados Unidos ha perdido todas las batallas en las que se ha involucrado –Vietnam, Camboya, Corea, Iraq, Venezuela, “la primavera árabe”, Afganistán… mas ha ganado la guerra. Todos, enemigos incluidos, desean formar parte de su banda, pues luchar contra Occidente es, ante todo, luchar contra la civilización y, por lo tanto, situarse del lado de la barbarie. Todos países europeos han intentado en un momento u otro de la historia apoderarse del resto de Europa, y todos han fracasado. Su “gloria”, su “grandeza”, ha sido el principal obstáculo para conseguirlo.
Estados Unidos, en cambio, los ha vencido a todos sin armas, unificándolos en el concepto “occidente” –el baluarte de la civilización y del progreso. Los ejércitos norteamericanos han podido ser vencidos, mas no su cultura, sus valores, su materialismo.
Mas la imitación nunca es la mejor forma de lograr la inclusión, la integración. Rusia imita a Occidente, a los Estados Unidos, a Francia, a Inglaterra… y de esa forma se debilita y refuerza la idea de que Occidente es la civilización, y de que estar en contra de ese grupo de naciones, de ese Occidente, es continuar en la ignorancia, en la oscuridad y el despotismo.
Putin imagina una Rusia grande, esplendorosa, pero con Occidente; alabada por Occidente, reconocida por Occidente. La batalla cultural está perdida para Rusia, para China y para el resto de las naciones del mundo, ya que la otra posibilidad, la transcendental, es la que nadie quiere, sin caer en la cuenta de que es la única que puede realmente oponerse a la de Occidente.
(98) ¡A cuántos pueblos no habremos destruido antes de ellos! ¿Queda algún vestigio de su paso por la Tierra? ¿Oyes sus voces? (Corán 19-Sura de Mariam)