La vida podría no ser un milagro cósmico: un nuevo estudio sugiere que no estamos solos

Un modelo desafía la teoría tradicional y sugiere que la vida inteligente podría ser un fenómeno natural en el cosmos

Sergio Parra para National Geographic España

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha mirado hacia el cielo nocturno con la misma pregunta en mente: ¿somos los únicos habitantes del universo? Un nuevo estudio publicado en Science Advances titulado “Una reevaluación del modelo de ‘pasos difíciles’ para la evolución de la vida inteligente” (A reassessment of the “hard-steps” model for the evolution of intelligent life) desafía la idea de que la aparición de la inteligencia es un suceso extraordinario y fortuito. En su lugar, sugiere que la evolución de la vida compleja es el resultado lógico de un proceso guiado por la interacción entre los organismos y su entorno.

«Este es un cambio significativo en nuestra manera de pensar sobre la historia de la vida», afirma Jennifer Macalady, profesora de geociencias en Penn State y coautora del estudio. Según esta investigación, la aparición de seres inteligentes no sería un evento improbable, sino una consecuencia natural de las condiciones ambientales adecuadas. Si esto es cierto, entonces la existencia de civilizaciones avanzadas en otros rincones del universo podría ser más común de lo que imaginamos.

EL PAPEL DEL ENTORNO EN LA EVOLUCIÓN DE LA INTELIGENCIA

Históricamente, la teoría de los «pasos duros», propuesta por el físico Brandon Carter en 1983, ha dominado la discusión sobre la evolución de la inteligencia. Este modelo sostiene que el desarrollo de la vida compleja en la Tierra fue un evento extremadamente improbable, condicionado por una serie de obstáculos evolutivos difíciles de superar.

Sin embargo, el nuevo estudio refuta esta idea argumentando que la inteligencia humana no surgió por una acumulación de golpes de suerte, sino porque la Tierra alcanzó las condiciones adecuadas en el momento preciso.

El equipo de investigación identificó varios factores clave en la evolución de la inteligencia: la disponibilidad de nutrientes, la temperatura del océano, la salinidad del agua y la cantidad de oxígeno en la atmósfera.

Todos estos elementos se fueron alineando a lo largo de la historia geológica del planeta hasta crear un entorno propicio para el desarrollo de la humanidad. Así pues, tal vez no sea cuestión de suerte, sino de tiempo.

LA IMPORTANCIA DEL OXÍGENO Y LA BÚSQUEDA DE VIDA EXTRATERRESTRE

Uno de los factores más determinantes en la evolución de la vida compleja en la Tierra fue el aumento progresivo del oxígeno en la atmósfera. La fotosíntesis realizada por microorganismos primitivos allanó el camino para la aparición de organismos multicelulares, y con el tiempo, para la evolución de formas de vida más complejas, incluida la inteligencia humana. Según los investigadores, este proceso podría repetirse en otros planetas con condiciones similares.

Para poner a prueba esta hipótesis, el equipo ha propuesto la búsqueda de biofirmas —como la presencia de oxígeno— en las atmósferas de exoplanetas. Además, planean estudiar organismos unicelulares y multicelulares en entornos con variaciones de oxígeno y temperatura para comprender mejor las transiciones evolutivas que podrían ocurrir en otros mundos.

¿LA INTELIGENCIA ES UNA CONSECUENCIA INEVITABLE?

Más allá de las pruebas específicas que el equipo quiere llevar a cabo, su propuesta sugiere una reflexión más profunda: ¿son los grandes hitos evolutivos eventos únicos e irrepetibles? ¿O es posible que procesos similares hayan ocurrido en el pasado y que la evidencia se haya perdido debido a la extinción y otros factores geológicos?

Si la evolución sigue patrones predecibles, la inteligencia podría ser una consecuencia inevitable de la biología en un planeta adecuado. “En lugar de ver la evolución como una serie de eventos improbables, podríamos entenderla como un proceso regido por las condiciones globales. Y si esto se aplica a la Tierra, también debería aplicarse a otros mundos.

UN MODELO PARA ENCONTRAR VIDA MÁS ALLÁ DE LA TIERRA

El nuevo estudio, además de desafiar la teoría de los pasos duros, abre la puerta a una perspectiva más optimista sobre la existencia de civilizaciones extraterrestres. Si la evolución de la inteligencia es un fenómeno natural y no una anomalía, la probabilidad de encontrar vida más allá de nuestro planeta aumenta considerablemente.

Los investigadores enfatizan que, en lugar de basar nuestras predicciones en la vida útil del Sol, deberíamos adoptar una escala de tiempo geológica para estudiar la evolución planetaria. Si la vida evoluciona junto con su planeta, entonces lo hace a un ritmo determinado por los cambios ambientales. Esto significa que podríamos encontrar mundos en distintas etapas de este proceso, algunos aún en formación y otros que ya han dado lugar a civilizaciones avanzadas.

SONDAS: Ya en el enunciado del artículo –“un nuevo estudio”- observamos dos altercados semánticos que sin duda tienen como finalidad hacer creer al lector que hay un continuo progreso en el conocimiento de cómo surgió la vida en la Tierra, y ello como un fenómeno natural, casi inevitable, y que -por lo tanto- podría estar repetido en numerosas “tierras” más allá de nuestro sistema solar. Ni es nuevo ni es un estudio que aporte una incuestionable fase en ese proceso a través del cual habría aparecido la vida inteligente en la Tierra -se “sugiere”, se “propone”, “podrían abrirse nuevas perspectivas”, “si esto fuese así…”

Sin embargo, más allá de estas imposturas, notamos una desgraciada ausencia, pues lo más relevante en las propuestas de Brandon Carter es -sin lugar a dudas- su teoría del “anthropic principle” -un precioso punto inicial a partir del cual desenmarañar la intrincada madeja de teorías y contra teorías sobre el origen de la vida y su implantación en diferentes lugares del universo. En este sentido Carter, y quizás sin caer en la cuenta de lo que realmente significaba el hecho de que hubiese en la Tierra una entidad capaz de observar, ya estaba hablando del problema de la consciencia, no solo de la inteligencia, pues observar no es mirar. Mas la observación puede activar dos procesos cognitivos diferentes: el pensamiento y la reflexión. En el primer caso el observador piensa, realiza simples observaciones de causa y efecto, y ello le lleva a desarrollar técnicas y organizar su vida en la Tierra, que estará condicionada por agrupaciones con otros individuos de su especie. Sin embargo, ésta es la primera fase de la nueva e independiente especie humana, la fase del Bashar, a todas luces incompleta.

Observar el universo implica ser observado -Alguien nos observa. Alguien ha puesto ahí un sinfín de objetos y fenómenos observables dentro de una precisa coherencia e interrelación entre todos ellos -un portentoso mecanismo que se despliega majestuoso ante ese observador observado.

Sin embargo, la segunda y definitiva fase, la última, exigirá una actualización de ese primer humano, de ese atónito observador. Será la fase del hombre completo (Insan), en el que la consciencia lleva a cabo el proceso completo -observa, se observa observando, se sabe observado y se relaciona con ese Observador.

Y esta propuesta existencial exige un cambio en la terminología que normalmente utilizan los paleontólogos, ya que su “Neandertal” y otros homínidos son, en realidad, el Homo Sapiens -un humano que observa y piensa; mientras que su “Homo Sapiens” deberíamos renombrarlo como el Homo Conscius -el hombre, el humano actualizado que ha substituido el pensamiento por la reflexión y se ha transcendido al saberse observado y al relacionarse con el Observador. Y ello significa que más allá de esta clasificación que implica dos fases, dos entidades humanas -el Bashar y el Insan- caemos en el reino animal.

Todo el mundo sabe, Jennifer incluida, que la vida no solo es un acontecimiento improbable, sino que -más aún- es imposible, ya que todos los elementos que constituyen este universo carecen de vida. Es materia muerta y de lo muerto no puede salir lo vivo. Hay vida en la Tierra. Podríamos decir que está repleta, que rebosa de esta fuerza. Mas no pudo haberse originado en ningún locus de este universo, pues todo en él -como ya hemos apuntado- está muerto. La vida ha tenido que venir de otro lugar, de otra entidad no contenida en el cosmos; de la misma forma que la electricidad no está contenida en el ordenador que utilizamos cada día. Es una fuerza que viene de fuera. Tiene otro origen. Mas ese ordenador contiene dispositivos capaces de utilizar la energía eléctrica y dar vida al ordenador o a cualquier otra máquina. Y es este hecho, el que la vida surga de una fuente que en vano buscaremos en este universo, lo que impide a los científicos crear vida, generar células, organismos vivos… seres humanos.

Mas esta imposibilidad les llevaría a tener que admitir la existencia del Vivificador, del Viviente -el único que puede dar vida a lo muerto; hacer que los organelos de la célula, todos ellos materia muerta, realicen funciones complejísimas, inteligentes, como si la vida surgiera de ellos mismos. Se trata, pues, de una puesta en escena y no de una realidad generada por los elementos de los que están constituidos los seres vivos.

El asunto se complica aún más cuando, en boca de los autores del estudio, se relaciona la aparición de la vida inteligente en la Tierra con el establecimiento en ella de las condiciones propicias para que pueda existir esta vida inteligente, pues ello significaría un afinamiento, entre la vida y las condiciones de la Tierra tan preciso, tan imposible como la aparición de la vida como una evolución molecular. Más aún, ese afinamiento nos estaría indicando que hay una finalidad en esta creación. Cómo -si no- podríamos pasar, y aquí poco importa el tiempo que se haya necesitado para ello, de la singularidad inicial a un hombre, a una entidad inteligente y dotada de consciencia, que estudia cómo pudo haberse producido el Big Bang a partir de esa supuesta singularidad. ¿Acaso podemos deducir de forma lógica, racional, sana que de esa expansión de neutrinos se conformó la Tierra y en ella las condiciones necesarias para que pudiera surgir la vida y más tarde la vida inteligente?

Y si aceptamos, y solo por un instante y a modo de ejemplo, que la vida inteligente apareció en la Tierra al alcanzar ésta las condiciones requeridas, entonces volvemos a la teoría de Carter de los “pasos duros”, según la cual la vida inteligente surgió según etapas sucesivas, todas ellas improbables. O ¿acaso podríamos deducir que ese afinamiento final es algo obvio? Mas en ese caso incluso nuestro sistema solar estaría lleno de tierras como la nuestra o en algún punto del proceso para serlo. Mas la realidad a la que nos enfrentamos es que todos los intentos de encontrar vida inteligente fuera de la Tierra han resultado infructuosos -ahí fuera ni siquiera hay vida, ni una sola célula.

Y cada vez que se intenta demostrar la inevitabilidad de la vida, su aparición lógica, nos vemos obligados a utilizar un lenguaje conceptual que hace referencia a un agente externo, a un Diseñador, a un Creador:

Hay, pues, una interacción entre los organismos vivos y su entorno. Mas el término “interacción” exige que esos dos elementos tengan la intención de alcanzar un objetivo determinado -la aparición de la vida inteligente y para ello, dada la complejidad de esa interacción, deberán estar “guiados”. Se trata, pues, de suponer que existe un dispositivo tan complejo como el cerebro humano que guía este proceso, haciendo que interactúen los organismos vivos con su medio, hasta alcanzar la vida inteligente. ¿Es lógico deducir que no haya en todo ello ninguna finalidad, ningún objetivo que alcanzar? Sin embargo, en este proceso se habla ya de “organismos vivos”, pero no se explica, no se describe cómo un grupo de elementos inertes, muertos, cobraron vida formando células. Y de todo este conjunto de peticiones de principio se pasa a presuponer que el universo podría estar lleno de vida inteligente en una fase u otra del proceso.

Mas ¿qué les lleva a proponer una hipótesis carente de toda evidencia? Más aún, contraria a toda información y datos que nos llegan de este universo. La respuesta a esta perturbadora pregunta no requiere de grandes análisis. Una vez que su ideología materialista ha eliminado la noción de un Creador, en todas las teorías que se propongan deberá estar ausente esta Entidad.

La mayoría de ellos no siguen, sino elucubraciones, pero las elucubraciones no tienen ningún valor frente a la verdad.

(Corán, sura 10, aleya 36)