Los exploradores británicos Justin Packshaw y Jamie Facer Childs se encuentran en un viaje a pie de 80 días por la Antártida.
Ben Turner para Space.com
La NASA está rastreando a dos exploradores en un viaje de 3.650 kilómetros a través de la Antártida para aprender más sobre la capacidad del ser humano a la hora de habitar en Marte.
Los exploradores británicos Justin Packshaw y Jamie Facer Childs se encuentran en el día 32 de una caminata de 80 días por el continente más austral como parte de la misión “Chasing the Light”, una expedición agotadora que podría brindar a las agencias espaciales una mejor comprensión del impacto psicológico y físico de otros mundos en el cuerpo y la mente humanos.
Los exploradores se enfrentan a temperaturas bajo cero y vientos huracanados hasta el máximo registrado de 320 km/h mientras cruzan el continente y completan el primer tramo de 2159 km que empezó en el puerto de Novolazarevskaya, en el Polo Sur geográfico, y más tarde mientras recorran los 1490 km restantes más allá de Hercules Inlet hasta Union Glacier Camp.
«Al igual que las condiciones extremas que se dan en los planetas de nuestro sistema solar, la Antártida tiene un durísimo entorno que es útil para una variedad de investigaciones humanas y biológicas», según el sitio web de la misión. «La misión de Justin y Jamie permitirá a los científicos configurar una historia científica sobre la adaptabilidad humana, que en última instancia contribuirá a la exploración espacial centrada en el ser humano».
La NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Universidad de Stanford están recopilando datos de dispositivos inteligentes portátiles mientras los hombres caminan y esquían hacia el sur. Aparte de las lonas a modo de velas que aprovechan vientos favorables para arrastrarlos, los hombres realizan el viaje sin asistencia mecánica. También están remolcando dos trineos de 200 kilogramos que no solo llevan su comida y equipo, sino también muestras de sangre, saliva, orina y heces extraídas durante la caminata.
La NASA también está probando la capacidad de los exploradores para estimar la distancia visualmente, lo que a menudo puede ser poco fiable cuando los humanos se hallan en un entorno extraterrestre. Un conocido ejemplo de ello proviene de la misión Apolo 14 de 1971. Mientras caminaban por la Luna recolectando muestras de rocas, los astronautas Alan Shepard y Edgar Mitchell decidieron ir hacia un cráter distante, pero regresaron después de estimar que estaba a más de un kilómetro y medio de distancia. De hecho, los dos estaban a solo 15,24 metros del borde del cráter.
Los exploradores también tienen la tarea de obtener datos ambientales clave, incluidos los niveles de hielo, la radiación y la velocidad del viento. Como los satélites no orbitan directamente sobre el Polo Sur, las mediciones que tomen llenarán un «vacío de datos vía satélite» y podrían proporcionar información importante sobre el cambio climático, según la misión “Chasing the Light”.
El viaje iba a ser originalmente más largo, con un tramo adicional que los hubiese llevado al «Polo de Inaccesibilidad» de la Antártida, la parte más difícil de alcanzar del continente. Sin embargo, la ruta tuvo que acortarse después de que el viento y la nieve impidieran a los exploradores viajar en días clave.
«Este continente exige respeto y también flexibilidad, ya que puedes estar seguro de que nada saldrá según lo planeado y solo puedes esperar actuar en consecuencia y tomar la decisión correcta en el momento adecuado», escribió Packshaw en su entrada del día 27 de la expedición. «Y eso es lo que sentimos que estamos haciendo. Seguimos avanzando…»
SONDAS: Todo parece indicar que están remitiendo los ciberataques y las compañías privadas de digitalización siguen produciendo complicados programas de seguimiento de masas. También el cambio climático se está moderando y los astrofísicos han dejado de escuchar misteriosas señales venidas del espacio profundo, lo cual podría ser una indicación de que los extraterrestres todavía se encuentran a millones de años luz de nuestra torta terráquea. Buenas nuevas, pues, para la NASA y sus proyectos marcianos.
La noticia que nos ofrece Space.com indiscutiblemente tiene su guasa y, además, es una chapuza, pues no hay en ella ni un solo hilo informativo del que poder tirar. Supongamos, sin embargo, que es cierto todo lo que dicen sobre Marte. ¿Qué tienen que ver sus condiciones atmosféricas, climáticas o geográficas con la Antártida? ¿No sería más lógico partir de algún desierto para hacer este tipo de experimentos? Sin duda que sería más lógico si alguien pensase seriamente en colonizar Marte. Mas de momento de eso solo se encarga Hollywood, aunque en este caso la NASA ha ido incluso más allá de su rival en fabricar fantasías.
Dos hombres con dos trineos y una cometa piensan recorrer 3,6000 km de Antártida en 80 días. Y si lo consiguen, ya estaremos todos, por efecto cuántico, preparados para vivir en Marte. Mas aquí el problema sería cómo vivir sin una atmósfera propicia para el hombre, sin agua potable, sin terrenos cultivables, sin mares de los que extraer pescado.
De nuevo tenemos que volver a Hollywood –algo se les ocurrirá. Seguirán produciendo películas con un Marte respirable, logrado con un blablablá, mientras la NASA registra el pulso cardíaco de estos dos exploradores cuando habían recorrió 150 km, 500, tras sufrir el impacto de vientos huracanados y ya han escaneado el color de su orina en las diferentes etapas del viaje.
Y todo ese prometedor futuro galáctico (la verdad que las “Crónicas marcianas” de Bradbury nos resultaban más creíbles) cada vez está más justificado, pues la Tierra ha sido tomada por irreductibles virus, variantes, mutaciones… y no tendremos más remedio que trasladarnos a Marte, aunque en un primer momento quizás tengamos que hacer escala en la Luna, pero ahora con una mejor perspectiva a la hora de calcular distancias entre nosotros y sus cráteres, lo cual evitará caídas innecesarias o caminatas interminables. Con estas habilidades consolidadas, la vida en Marte será mucho más fácil y agradable.
Después Hollywood se encargará de transportar hasta el Planeta Rojo gigantescas botellas de oxígeno, nitrógeno y otros gases para hacer habitables las primeras bases que allí se establezcan. Los científicos de la NASA se encargarán, por su parte, de hacer la mezcla idónea, de forma que los colonos no noten la diferencia con el aíre de su amada Tierra Vírica.
No parece que haya otro remedio. Es evidente que nuestra vida está en peligro. Cualquier día sube el nivel de los mares y se ahoga la mitad de la humanidad. La otra mitad podría perecer en algún incendio selvático, por un ataque extraterrestre o por la centésima variante de Covid llamada Ta, del alfabeto árabe, pues el griego, el sánscrito y el latino se habrían agotado.
Mas todos sabemos que es imposible formar colonias incluso en la cima del Everest o en el cráter de algún volcán ya extinguido. ¿Por qué, entonces, esta insistencia en trasladar la vida humana a otros mundos? ¿Por qué asustarnos con pandemias, guerras, terrorismo, destrucción climática…?
Las medidas anti-Covid nos dan la clave para responder a estas inquietantes preguntas –un solo rostro, uniformado por las mascarillas, confinamiento, distanciamiento social, vida on-line… Metaverso, virtualidad versus realidad.