La locura total del estado de Israel

Ron Unz para The Unz Review

A menudo he sugerido que nuestros medios funcionan como una poderosa herramienta de control mental, no muy diferente de lo que se puede encontrar en las tramas de la ciencia ficción clásica. Después de pasar semanas o meses inmersos en una narrativa tan controladora, tener pensamientos independientes se convierte en una empresa muy difícil. Para la mayoría de las personas, el susurro en la parte posterior de sus cráneos abruma su razonamiento lógico, mientras que sus reacciones emocionales se activan o desactivan como si fuera por un interruptor.

Un ejemplo perfecto de lo que acabamos de decir fue el infame Incidente de U.S.S. Liberty de 1967. Mientras navegaba pacíficamente en aguas internacionales, nuestra fragata fue atacada por los israelíes, cuyas fuerzas aéreas y marinas mataron o hirieron a más de 200 militares estadounidenses, pero no lograron hundir el barco y que no hubiera supervivientes. Seguramente si alguna otra nación en el mundo hubiera sido responsable, nuestras rápidas y abrumadoras represalias militares habrían reducido a escombros sus principales ciudades, matando a miles de sus ciudadanos, al mismo tiempo que hubieran apresado y ejecutado a los líderes enemigos que hubiesen ordenado el ataque. En cambio, nuestro gobierno encubrió por completo ese incidente, y la única consecuencia fue que el tributo financiero anual que pagamos al régimen judío aumentó considerablemente. Incluso cuando los hechos finalmente salieron a la luz una docena de años después, cualquier indignación se redujo a una insignificante minoría, mientras que la mayoría que escuchó la historia asumió vagamente que, dado que los medios de comunicación les dijeron «aquí ni ha pasado nada», deberían seguir con su rutina diaria sin darle más vueltas al asunto.

Dado su gran tamaño y su armamento avanzado, Estados Unidos fue un coloso físico en el escenario mundial de la década de los 1960, sin otro rival en la arena internacional. Pero estábamos indefensos ante la pequeña minoría judía pro-Israel decidida a desplegar sus herramientas de control mental para transformarnos en marionetas, movidas por cuerdas invisibles. Desde ese incidente ha pasado más de medio siglo. Durante la mayoría de esas décadas el poder de tal control de la mente de los medios sobre nuestra población se ha mantenido en constante aumento.

Hace solo unas semanas, el Mossad israelí detonó de repente miles de buscapersonas en el Líbano, cuyas explosiones simultáneas mataron o mutilaron severamente a alrededor de 500 civiles, incluidos algunos niños, mientras hirieron a muchos más. No solo fue un obvio crimen de guerra, sino que, dada la escala del ataque y el aterrador impacto público de convertir dispositivos electrónicos comunes en bombas mortales en todo un país, probablemente constituyó uno de los peores ataques terroristas en la historia del mundo, mientras que establecía precedentes extremadamente peligrosos para futuros ataques contra otros países, sin duda, incluido el nuestro. Si nuestros medios hubieran retratado el incidente de una manera más objetiva y crítica, los estadounidenses indignados seguramente habrían exigido que el estado terrorista responsable fuera borrado de la faz de la tierra. En cambio, los medios de comunicación presentaron un escenario diferente, por lo que nuestros ciudadanos simplemente se encogieron de hombros o, a veces, incluso celebraron el éxito tecnológico de los terroristas.

En un artículo reciente, uno de nuestros colaboradores comentaba las conversaciones que tuvieron lugar durante una cena con unos amigos católicos y conservadores:

“Poco después del infame ataque israelí, incluidas las antenas de radio y paneles solares en el sur del Líbano, me reuní para cenar con un grupo de amigos y conocidos en la casa de un sacerdote católico local. Tras la cena, la conversación se volvió hacia la política y la situación en el Oriente Medio. Habiéndome reunido con este grupo unas cuantas veces durante el año pasado, estaba familiarizado con la posición de todos ellos con respecto a la política de Israel y el poder judío internacional. Todos ellos, sin excepción, eran de la opinión de que Israel es un aliado indispensable de América y un defensor de esos valores sagrados «judeocristianos» en un Oriente Medio incivilizado y salvaje. (Quizás, algún día, se realice un estudio que examine las razones por las que los cristianos apoyan tan vehementemente a las personas que rechazan a su Señor y Salvador y han construido un edificio teológico completo basado en ese rechazo.)”

En cuanto a este último punto, esos cristianos probablemente no sepan que el judaísmo tradicional abomina de su religión, y que muchos líderes judíos han jurado erradicar el cristianismo de la Tierra Santa. Esa misma conversación durante la cena se centró después en el actual conflicto de Gaza y el uso de esos dispositivos electrónicos explosivos:

“La conversación empezó con una oleada de los habituales tópicos vacíos sobre el derecho de Israel a defenderse y a responder en consecuencia al ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. La respuesta totalmente asimétrica de Israel, que según la prestigiosa revista médica británica The Lancet ya ha matado a cerca de 200.000 palestinos, no ha sido lo suficientemente contundente, al menos en la opinión de uno de los fieles que asistieron a la cena. Cuando surgió el tema de los ataques con buscapersonas en el Líbano, algunos de los hombres, incluido el sacerdote, comenzaron a vocear y a expresar a gritos su aprobación de la flagrante violación del derecho internacional por parte de los judíos. Empecé a disertar sobre la inmoralidad y las consecuencias de largo alcance de un ataque de ese tipo, pero mis interlocutores, voluntariamente obtusos, me contradijeron rápidamente y me informaron de que, de hecho, se trataba de un ataque brillante y bastante proporcionado después de todo, teniendo en cuenta las violaciones en masa y otras atrocidades perpetradas por Hamás el 7 de octubre. Dejando de lado la evidente irracionalidad de su argumento, decidí plantear el caso de que lo más probable es que la inteligencia israelí planeara la operación con años de antelación y confiara en su profunda infiltración en las industrias tecnológicas para manipular los dispositivos para su detonación a nivel de fabricación. Les informé que esa penetración en industrias clave plantea un gran riesgo para todos los pueblos del mundo y que este nuevo ataque puede muy bien haber sentado un precedente peligroso. Mi sugerencia de que la inteligencia israelí posee la capacidad de colocar explosivos en productos de consumo provocó exclamaciones de burla y, tras un breve pero igualmente notable discurso sobre el llamado Holocausto, la conversación pasó a asuntos más mundanos.”

Estas reacciones estadounidenses tan severamente sesgadas no son un fenómeno nuevo. El 7 de diciembre de 1941, las fuerzas militares de Japón lanzaron un ataque sorpresa contra las de nuestro propio país, y estoy seguro de que los padres o abuelos de los conservadores que estaban en esa cena lo habrían juzgado como uno de los golpes más traicioneros jamás asestados en una guerra, lo que proporcionó una prueba evidente de la villanía japonesa. Muchos estadounidenses consideraron más tarde nuestra aniquilación nuclear de las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki como una justa retribución por ese inesperado golpe militar de 1941.

Pero una generación después, Israel hizo algo muy parecido, utilizando un ataque sorpresa en 1967 para destruir las fuerzas aéreas de Egipto y Siria sobre el terreno, lo que permitió a las FDI ganar fácilmente la guerra y apoderarse de territorio de ambos países. Sin embargo, debido a su presentación en los medios, casi todos los estadounidenses de la época aplaudieron al valiente Israel por su brillante éxito militar.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y sus aliados establecieron las Naciones Unidas para hacer cumplir el derecho internacional y mantener la paz. Nuestros medios de comunicación fervientemente pro-israelíes han descrito a menudo la creación del Estado de Israel en 1948 como uno de los primeros momentos de mayor orgullo de la ONU, cuando ese organismo internacional dio una patria nacional al sufrido pueblo judío.

A principios de este año, la Asamblea General de la ONU votó a favor de admitir a Palestina como estado miembro, proporcionando así una patria nacional similar al sufrido pueblo palestino y, como consecuencia, Israel se volvió contra su creador con una venganza feroz. En un discurso fulminante, el embajador de Israel ante la ONU hizo trizas públicamente (¡y literalmente!) la Carta de la ONU ante los demás miembros, denunciando a ese organismo como ilegítimo y “antisemita”, con lo que pareció declarar la amarga hostilidad de su país hacia el mundo entero. No estoy seguro de que se haya producido jamás una escena similar en la tribuna de la ONU, y mucho menos viniendo de un país que debe toda su existencia a la ONU.

SONDAS: Más de una vez hemos denunciado el hecho de que la llamada prensa independiente o crítica o prensa antisistema es en realidad la más peligrosa, pues nos hace creer que sus informaciones son ciertas, objetivas y sus análisis certeros, ya que todo ello se opone a la narrativa oficial de los poderes fácticos que operan desde trincheras bien parapetadas y de esta forma encubre la substancia misma que la constituye -un exacerbado nacionalismo y la imperiosa necesidad, expresada tácitamente, pero de forma incuestionable, de que los Estados Unidos sean -por derecho propio- el poder hegemónico en un mundo sin posibles rivales.

Otra función de la prensa independiente es la de actuar como contrapeso de los medios de comunicación que trabajan como terminales del sistema. Se trata de crear un equilibrio interno, en cada país, de forma que los ciudadanos más críticos y conscientes del discurso demagógico de sus gobernantes encuentren en esa prensa independiente el alivio que calme su rabia y la sientan, al mismo tiempo, como el portavoz de sus denuncias más radicales.

Y ésta fue una de las columnas estructurales que nunca llegó a erigirse en el edificio soviético. Su narrativa oficial, su Pravda, no tenía una prensa “independiente” que se enfrentase a ella. Todos los medios decían lo mismo y de la misma manera, lo que obligó a esos ciudadanos a buscar en el exterior una fuente que asumiera su discurso, actuando de esta manera como un túnel por el que se fueran filtrando informaciones, noticias… nuevos valores, que a largo plazo socavaran los cimientos de la inestable construcción soviética. Estados Unidos, en cambio, ha tenido mucho cuidado en no caer en ese dramático error. Y ahí es donde aparece majestuosa y heroica la prensa antisistema, el cuarto poder. Los norteamericanos no han necesitado, pues, buscar ese contrapeso al sistema fuera de su país. Antes bien, han ido consolidando en “la parte posterior de sus cráneos” la imagen de unos Estados Unidos capaces de autocrítica a pesar de su inmenso poder.

La estrategia que distorsione el verdadero rostro de la enarbolada prensa libre será siempre la de retrasar sus corrosivas críticas a un tiempo en el que ya no suponga un peligro para los planes de dominación del sistema la desclasificación o puesta en evidencia de los hechos tal y cómo acontecieron. ¿Dónde estaba la prensa independiente y crítica cuando se invadía Afganistán y más tarde Iraq? A qué conclusiones deberíamos llegar, pues en ambos casos se trata de un genocidio-masacre como el que hoy está sufriendo Gaza y Líbano, sin olvidar a Yemen. Cientos de pueblos quedaron reducidos a cenizas; más de un millón y medio de seres humanos -en su mayoría civiles- fueron aniquilados; las infraestructuras de ambos países quedaron dañadas o destruidas; miles de hectáreas de cultivo arrasadas… Y para celebrar este apoteósico triunfo de la libertad se montó Guantánamo como un monumento erigido a la infamia. ¿Por qué entonces se felicitó esta prensa libre de que se ahorcara a Saddam Hussein y no a Bush, Blair y Aznar? Qué piensa Unz al respecto, pues no había armas de destrucción masiva y el derrumbe de las torres gemelas fue trabajo de los servicios de inteligencia de al menos tres países: Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel.

Mas veámoslo desde otra perspectiva. Hagamos borrón y cuenta nueva del pasado. Centrémonos en el presente. De la misma manera que Israel arrastró cogido de la mano a Estados Unidos y con él a Occidente a una guerra fabricada contra Afganistán e Iraq, de esta misma forma hoy Israel arrastra cogido de la mano a Estados Unidos y a Occidente a una guerra fabricada contra todo Oriente Medio, empezando por Gaza, Cisjordania y Líbano. En ambos casos se utilizan las mismas estrategias. Se emplea un lenguaje apolítico con apariencia de describir meramente los hechos de manera objetiva: “El Secretario de Estado Anthony Blinken viajará en los próximos días a Qatar para impulsar un plan de paz para el conflicto entre Israel y Gaza.” Al mismo tiempo la prensa europea critica el ataque de Israel -justo, pero algo desproporcionado- contra Gaza y el sur de Líbano. Lo importante aquí, el verdadero mensaje, es que Israel tiene derecho a utilizar la fuerza contra dos organizaciones terroristas -Hamas y Hizbullah. Y ¿por qué son terroristas? Simplemente porque ellos han decidido que lo son. De hecho, es lo que justifica este genocidio. De la misma forma que la pretendida posesión de Iraq de armas de destrucción masiva justificó su invasión por parte de Occidente.

¿Qué dice la prensa independiente a este respecto? ¿Cómo denomina a estas dos organizaciones? Algunos se limitan a utilizar sus nombres -Hamas y Hizbullah- sin añadir ningún calificativo. Mas en ningún caso se les considera ejércitos de liberación nacional. Sentimentalismos aparte, la imagen que proyecta la prensa antisistema es la misma que proyecta la prensa oficial. Israel ha sido atacado por un grupo terrorista que ha asesinado a más de mil ciudadanos suyos y secuestrado a más de 200. Israel no quiere la guerra, sino que vuelvan esos rehenes a sus hogares y desmantelar a Hamas, a esos terroristas, para que no se vuelva a repetir esta inhumana situación. Por su parte, Estados Unidos y Europa están haciendo todo lo que está en sus manos, en sus ensangrentadas manos, para acabar con este conflicto, establecer la paz en Oriente Medio, la justicia, la concordia… la prosperidad.

¿E Irán? La prensa libre prefiere no meterse en este tema, pues el sistema todavía no tiene claro cuál podría ser el papel de esta nación en un futuro “sin terrorismo”. Hay que tener en cuenta que, como en el caso de Turquía, se trata de un país musulmán, como musulmanes son los miembros de Hamas y Hizbullah. Está, por lo tanto, bajo sospecha. En esta imagen que toda la prensa proyecta Occidente permanece inmaculado, sin mancha; Israel es alabado -exabruptos aparte- por su excelsa tecnología y su poder militar; y tanto palestinos como libaneses son las víctimas por las que hay que sentir piedad, hay que mandarles ayuda humanitaria para que se alargue un poco más su agonía.

Y la prensa crítica, la independiente, al igual que la prensa oficial, está dispuesta a poner los puntos sobre las íes, porque otra de sus funciones es la de servir de coartada al sistema, la de ofrecerse como el chivo expiatorio. Para ello recibió el augusto título de “el cuarto poder” -eufemismo de saco de boxeo que va a recibir todos los golpes que corresponden a gobiernos, agencias de inteligencia, organizaciones militares… Será ahora la prensa la que mienta, la que distorsione los hechos, la que omita informaciones esenciales, la que divulgue rumores y bulos… y de esta forma asuma toda la responsabilidad política.

Unz hace alarde de una irritante ingenuidad cuando en el año 2024 habla del ataque en 1941 de la aviación japonesa contra las fuerzas estadounidenses. ¿Es así cómo se llama ahora el ataque a Pearl Harbour? ¿Por qué se oculta este nombre? Obviamente, porque no fue un ataque sorpresa, sino una trampa que tendieron a Japón para justificar la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, algo que iba en contra de sus propios principios, una acción que contradecía la Doctrina Monroe -Estados Unidos no debe involucrarse en las guerras europeas. Y todos sabemos que fue así cómo ocurrió -Pearl Harbour, el hundimiento del Maine, las torres gemelas, las armas de destrucción masiva iraquíes… ¿Dónde estaba la prensa independiente en 1898, y en 1941, y ahora?

Unz vuelve a caer en otra irritante ingenuidad al comparar Pearl Harbour con la explosión indiscriminada de buscapersonas en todo Líbano. En primer lugar, la aviación japonesa atacó una base naval norteamericana, en la que únicamente había soldados que supuestamente estaban preparados y disponían de los medios para protegerla, mientras que en el caso de Líbano los buscapersonas explotaron en cuerpos civiles que no pudieron defenderse contra unos dispositivos que secretamente habían sido manipulados. Y esta absurda comparación y el hecho de que Unz y con él todos los norteamericanos, generación tras generación, justifiquen Hiroshima y Nagasaki como un legítimo acto de venganza por el ataque a Pearl Harbour, indica que son ellos los villanos. Violaron la propia ley del talión de la misma forma que Israel la está violando cada día en Gaza.

En Pearl Harbour se calcula que pudieron morir alrededor de 3.000 soldados. En Hiroshima y Nagasaki murieron algo más de medio millón de personas -todas ellas civiles- hombres, mujeres y niños. Todavía hay otra diferencia: el ataque nuclear de Estados Unidos a Japón fue por sorpresa y cobarde. E igualmente cobardes son los ataques israelíes en Gaza -ataques a hospitales, campos de refugiados y almacenes de comida. Y todos ellos desde el aire, sin que las tropas israelíes hayan sido capaces de tomar la Franja de Gaza luchando cuerpo a cuerpo. La misma cobardía, la misma desproporción. Los palestinos no tienen aviación ni tanques ni radares; ni les proveen -como a Israel- las principales potencias del mundo.

¿Cuál es entonces la verdadera posición de la prensa independiente, de Unz? Fijémonos en el título de su artículo. Utiliza la expresión el “estado de Israel”. Mas toda la prensa, antisistema o prosistema, utiliza el epíteto “régimen” cuando se trata de Irán, de Venezuela, de Corea del Norte, de Cuba, de Siria… dando a entender que se trata de países terroristas, fuera del ámbito de la civilización. No así Israel, que es un “estado” aunque esté totalmente loco, aunque esté cometiendo un genocidio, aunque -en realidad- sea la fuente misma del terrorismo.

Pero todavía hay una pregunta más inquietante. ¿Qué deberíamos pensar, qué artículos debería escribir la prensa independiente para denunciar el hecho de que sean los Estados Unidos y con ellos todo Occidente el que apoye, proteja, entrene, abastezca y mantenga (con los impuestos de Unz y de toda la prensa libre) a este país totalmente loco, genocida y terrorista? ¿Qué diríamos del director de un psiquiátrico que se cree Napoleón? ¿Acaso podría este médico curar a los locos de su hospital?

La locura israelí se propaga por todo el mundo gracias a la locura de sus médicos -de Estados Unidos y de Europa. Mas no podemos decir que la causa de esta enfermedad psíquica sea una anomalía psicológica, sino que antes bien se trata de un embotamiento cerebral. No se daban cuenta cuando dinamitaban las torres gemelas de que en el momento mismo de la detonación comenzaba la cuenta atrás para Estados Unidos y sus aliados. Desde entonces no ha hecho Occidente otra cosa que desmoronarse paulatinamente mientras que un número creciente de naciones fortalecía y consolidaba su poder. Ahí están, si no, las nuevas potencias -China, Rusia, Corea del Norte, Irán e India.

Sin embargo, durante 80 años ha funcionado el sistema que se montó después de la Segunda Guerra Mundial. Volvamos, para situarnos en una perspectiva más adecuada, al artículo de Unz:

La ONU crea a Israel. Mas para ello antes habrá tenido que crearse esta organización. También el artículo de Unz nos recuerda quién la creó.

Aquí tenemos dos indicaciones muy importantes a la hora de entender cómo se fraguó ese orden mundial. El primer paso para lograr tal fin era el de establecer la llamada comunidad internacional que ratificase todas las propuestas de Estados Unidos. Y aún antes había que crear las condiciones que hicieran posible la creación de la ONU. Recojamos ahora toda la información anterior en un solo esquema: Estados Unidos tiene que entrar en la Segunda Guerra Mundial (el provocado ataque a Pearl Harbour) para lograr dos fines. El primero -destruir el imperio nipón, de forma que no hubiese en todo el Pacífico una potencia adversa a los planes de hegemonía estadounidense. El segundo -hacerse cargo paternalmente de una Europa destruida (Plan Marshall). Ambos objetivos fueron alcanzados plenamente.

Japón quedó reducido a una base militar norteamericana, con un paulatino progreso permitido y vigilado de cerca por Washington -la verdadera metrópoli de Japón. Por el otro lado, a la Europa liberada llegaban millones de dólares, pero también una avanzada tecnología civil y militar. Sería esa Europa, convertida en la segunda potencia mundial después de Estados Unidos, la que constituyera la comunidad internacional, expresada políticamente en la ONU. Y será esta organización la que refleje y ratifique la política exterior de Estados Unidos. Por lo tanto, es demagógico decir que Israel existe gracias a la ONU. Israel existe porque su existencia formaba parte de los planes de Estados Unidos para Oriente Medio en el nuevo orden mundial.

Mas si volvemos de nuevo al artículo de Unz y a la pregunta que irremediablemente éste plantea -¿cómo es posible que Estados Unidos y Europa apoyen e incluso modelen sus políticas en base a la política israelí cuando es un país “totalmente loco”?- la respuesta, por muy devastadora que resulte, solo puede ser una: Estados Unidos se creó como la fortaleza desde la cual establecer la dominación judía planetaria, siendo Nueva York la Nueva Jerusalén.

Sin embargo, estos planes están colapsando frente a un mundo muy diferente del que surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Nuevos poderes, sin el bagaje imperialista de Occidente, están resultando ser los verdaderos actores de la política internacional. Es posible que los Estados Unidos intenten desmontar su imperio siguiendo el ejemplo de la Unión Soviética y de China. Mas Israel no está dispuesto a permitirlo. La historia ha vuelto a situar la acción en el centro neurálgico de la Tierra, la Arabia Félix, donde surgió el hombre y la civilización. Y todas las naciones del mundo deben rendir pleitesía a ese centro que Israel quiere conquistar.

Se trata de un viejo sueño que nunca será realidad, ya que ese centro tiene nuevos defensores, que, a hurtadillas, se han ido consolidando a su alrededor, probablemente de forma inconsciente, pero empujados por el destino prescrito en el libro divino. Estados Unidos no puede ir a la guerra de la mano con Israel ni éste puede enfrentarse a esos defensores sin la mano de Estados Unidos. La partida está a punto de finalizar y el único triunfo al que puede aspirar Occidente+Israel es a unas momentáneas y humillantes tablas.