Gary D. Barnett para LewRockwell
Esta falsa pandemia es el primer paso para lograr el exterminio de buena parte de la población humana y la alteración genética con el fin de eliminar y controlar a millones o miles de millones de personas comunes, pero el razonamiento siempre cambiante para perseguir estas agendas pronto se transformará en las excusas del desarrollo sostenible y el «cambio climático». Y dada la destrucción planificada del suministro de alimentos que ya está en marcha, y el control intencional y la escasez de energía, se utilizará para causar no solo preocupación entre el público, sino también para crear pánico. Esta es una espada de doble filo, ya que con escasez de alimentos y energía, el asesinato de grandes franjas de la población puede lograrse bajo la apariencia de esfuerzos de emergencia para proteger a la población dependiente a expensas de aquellos que se han preparado para este tipo de situación crítica. Este es el uso final de la propaganda divisiva al inyectar un instinto psicótico de supervivencia en las mentes de una población que ya está asustada para sofocar la empatía por los demás. Estas tácticas son simplemente una guerra psicológica contra la clase proletaria en su conjunto.
La ‘vacunación’ (inyección de venenos), la introducción de patógenos a través de pruebas, control mental, encierros, asesinatos premeditados, esterilización y propagación del miedo serán las herramientas utilizadas para cambiar el rumbo a favor del estado mediante la alteración artificial de la biología humana, manipulación psicológica, mediante restricciones y mandatos cada vez más draconianos, y por el terror patrocinado por el estado a manos del brazo de control del gobierno. Si la gente no se levanta en masa contra este asalto, es casi seguro que el resultado será la situación descrita anteriormente.
A estas alturas, la eliminación intencionada de algunos seres humanos, la alteración genética y mental de otros y las grandes campañas de esterilización, especialmente en los países en desarrollo, deberían verse como una trama obvia que se desea y, en algunos aspectos, ya está en marcha. Es extremadamente difícil convivir con esa parte de la sociedad que reivindica su superioridad sobre los demás hasta el punto de querer decidir quién vive o muere, quién es libre o esclavo, y quiénes deben ser alterados por la fuerza para ser dignos de existir como seres humanos. Son meros monstruos maléficos.
La idea de la eugenesia nunca ha desaparecido; simplemente se desvaneció en las sombras durante algunas décadas. Pero hoy, una vez más, se está discutiendo más abiertamente, aunque con otro nombre. Los partidarios de la eugenesia, aquellos que profesan superioridad intelectual sobre otros de una forma u otra, son normalmente izquierdistas, progresistas, posmodernistas, neomarxistas, globalistas o políticos poderosos que ya no ocultan muchos de sus puntos de vista. Entre ellos se incluyen profesores universitarios, científicos, tecnócratas, funcionarios de instituciones y organizaciones de «salud», y las supuestas «élites» y sus fundaciones libres de impuestos que intentan restablecer el mundo a su gusto. Bill Gates, por ejemplo, me viene a la mente de inmediato, pero hay muchos otros, y estos tipos ocupan posiciones de poder en los EE. UU y en el resto del mundo.
La promoción y el avance de cierto exterminio humano, del desarrollo transhumano y la esterilización masiva se pueden lograr de muchas maneras, y yo diría que esto, hasta cierto punto, ya está sucediendo ahora. Las ‘vacunas’ que alteran los genes, la destrucción del sistema inmunológico, la inserción de nanopartículas, los implantes de chips, las tecnologías de ondas de radio, la liberación de armas biológicas, el aislamiento y las técnicas psicológicas deshumanizantes, el hambre y la circulación de alimentos transgénicos son solo algunas de las formas de alterar la biología humana o asesinar a los disidentes e indeseables. Esto no es ciencia ficción ni es descabellado. Es nuestra realidad.
En mi opinión, se producirán recuentos de muertes más altos a medida que pase el tiempo, especialmente para aquellos que toman esta inyección venenosa falsamente llamada «vacuna». El tiempo contará la historia, y no será una imagen bonita. La solución es la desobediencia total y el disenso de muchos. Nadie puede hacer que esto suceda excepto cada individuo, pero cuantos más se nieguen a cumplir, más posibilidades tendremos de sobrevivir a esta guerra planeada contra la humanidad.
SONDAS: Cualquier análisis que hagamos de la nueva situación en la que nos ha metido la trama del covid19 será errónea, porque será inútil, sin efecto, baldía. Proponer a la gente común la desobediencia total, exigirle que elija, que decida su futuro, es, exactamente, lo mismo que pedirle peras al olmo, pues lo último a lo que está dispuesto ese hombre de a pie, ese hombre gris con el que nos cruzamos mil veces cada día en la calle, es a elegir.
Si preguntásemos a un millón de familias occidentales qué aprenden sus hijos en la escuela, nos responderían, casi unánimemente, que nada. Y si ahora les propusiésemos, dentro de la más estricta lógica, que los sacasen de la escuela, ninguna de esas familias lo haría o, en el mejor de los casos, alguna adoptaría el home-schooling, que es todavía peor, pues el niño debe seguir el programa oficial y examinarse, asimilando así una visión deformada de la realidad transmitida en el currículo oficial.
Llevamos 20 años de una absoluta desconexión espiritual, flirteando con las últimas corrientes chamánicas a la moda, coleccionando religiones, fabricando nuestras propias opciones subjetivas. Y ello, en el mejor de los casos, pues la mayoría de las nuevas generaciones solo piensa en trabajar, ganar dinero y gastárselo el fin de semana en la gran fiesta gitana, en los aquelarres urbanos. Ahora tendrán que sobrevivir en el confinamiento –más drogas, más alcohol… más suicidios.
La desobediencia total, las manifestaciones, los disturbios… es el tipo de actitudes que los gobiernos esperan de la gente, de la chusma, para justificar medidas policiales cada vez más estrictas, cada vez más siniestras.
Ya se habla de ellos como de gente indeseable, de terroristas domésticos, de marginados para los que no va a ver lugar en las nuevas sociedades que se están creando –sociedades de individuos programados, correctos, afinados con los robots electrónicos. No habrá diferencia entre ellos, solo ciertas peculiaridades bien disimuladas –Antonio Banderas bailando con una sexy robot. Alea iacta est.