Tim Korso para Sputnik International
El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, ha declarado que cualquier decisión sobre el reconocimiento de las Repúblicas Populares de Donetsk (DPR) y Lugansk (LPR) se tomará conjuntamente con Rusia. Agregó que esta decisión será mutuamente beneficiosa.
“Negociaremos con Putin sobre cómo debemos actuar para que beneficie tanto a Rusia como a Bielorrusia, pero será una decisión conjunta”, dijo el presidente bielorruso, respondiendo a una pregunta sobre el reconocimiento de las dos repúblicas.
Lukashenko señaló que, en su opinión, si los líderes ucranianos hubieran querido poner fin al conflicto en la región de Donbas, ya lo habrían detenido. «Ante nosotros solo hay un objetivo: la paz en la región de Donbas. Estamos listos para hacer todo por conseguirlo,” dijo Lukashenko.
Los comentarios del presidente bielorruso se producen después de que el Parlamento ruso, la Duma, votara abrumadoramente a favor de solicitar al presidente que reconozca las dos Repúblicas Populares autoproclamadas en la región de Donbas. Putin no dio una respuesta definitiva a la solicitud, solo prometió que Rusia siempre actuará en interés de Donbas.
El presidente ruso también enfatizó la importancia de los acuerdos de Minsk, expresando la creencia de que todavía había potencial para su implementación, a pesar del incumplimiento sistemático de estos acuerdos por parte de Kiev.
Los Acuerdos de Minsk fueron el resultado de las negociaciones iniciadas en 2015 para detener el conflicto interno que estalló en el este de Ucrania tras un golpe de Estado respaldado por Occidente en Kiev. Las dos regiones de Donbas se rebelaron contra las nuevas autoridades de mentalidad nacionalista, por temor a que se infringiera su derecho a hablar libremente en ruso, uno de los idiomas locales dominantes.
SONDAS: Uno siempre piensa que los gobiernos, cualquier gobierno, lo saben todo, pues tienen los medios necesarios a su alcance, decenas de asesores, agentes infiltrados aquí y allá, y no necesitan leer los periódicos para saber lo que está pasando en el mundo. Obviamente, estábamos equivocados.
Por ejemplo, ¿qué había en las mentes de los que poseían un cierto poder político cuando cayó el muro de Berlín? Claramente, se abría una nueva época y Gorbachov, inexplicablemente, se salió de la escena y se fue a Alemania a editar una revista. La patata, realmente caliente, pasó a manos de jóvenes ambiciosos, como Putin, que veían en la estrepitosa caída de la Unión Soviética una posibilidad de convertir a Rusia en una potencia occidental. De hecho, ese había sido el sueño de los últimos zares.
La experiencia de la revolución proletaria tenía mucho que enseñar al capitalismo occidental. Sin embargo, esas enseñanzas ya habían sido aprendidas por Estados Unidos y Europa sin que nadie notase de dónde provenían, pues Occidente tenía los medios de comunicación más poderosos, mientras que la Unión Soviética trataba desesperadamente de que sus ciudadanos no leyesen esa prensa ni escuchasen las emisoras británicas y norteamericanas.
Inesperadamente, podemos decir que en 2022 la situación sigue siendo la misma. Putin no para de hacer el ridículo con sus intentos de formar parte del selecto club de potencias occidentales al mismo tiempo que pretende erigirse en el protagonista de la película. Hace unos años propuso a la OTAN que Rusia entrase a formar parte de esta organización militar cuyo principal objetivo es, precisamente, mantener a raya a Rusia. Quizás fue una broma de Putin, un comentario irónico, mas sus actuaciones posteriores parecen indicar que más que una broma, era una propuesta en serio –la propuesta de organizar un nuevo orden mundial.
Pero también en estos se ha quedado solo el oso siberiano, pues dudamos de que a los lobbies judíos de Nueva York les interese otra cosa que el espectáculo –guerras interminables, saqueo de sus propias arcas, emisión descontrolada de billetes, fantasiosas propuestas tecnológicas y vehículos surcando el Planeta Rojo, aunque no logran salir de la estratosfera. Es el “más difícil todavía”, el triple salto mortal de algún trapecista que necesita matarse para conseguir un buen trabajo en algún renombrado circo. No hay que olvidar que el sacrificio humano debe formar parte de todo buen espectáculo. Los chinos, por su parte, tienen bastante con China y el resto del mundo simplemente es un buen mercado. Y le basta con que todas las balanzas comerciales se inclinen a su favor.
Rusia, como el resto de las naciones, está en estado de espera, pues no tiene una política exterior bien definida. No sabe qué hacer con Ucrania y Estados Unidos los zarandea como quiere, pues el espectáculo tiene que seguir. Si el león devora al domador, ya no se le puede pedir más al circo.
Los rusos han fabricado una vacuna contra un virus que no existe y se han precipitado en declarar al mundo que han sido los primeros en realizar tal proeza, pero ni Estados Unidos ni Europa la ha aceptado y Putin se la ha regalado al Tercer Mundo. No importa. Como buen político forjado en la Guerra Fría, Putin conoce el valor de tales gestos.
Ahora está mandando tropas a la frontera con Ucrania y amenaza con una guerra nuclear si las cosas no salen bien. Mas ¿por qué no iban a salir bien las cosas? El mundo entero está observando los movimientos de las tropas rusas –y es parte del espectáculo, pues nadie amenaza a Rusia; y Rusia ha asegurado que no atacará el primero. Así pues, Rusia tendrá que volver. Tendrá que retroceder todas sus fichas, pues no hay guerra ni nadie les va a atacar.
¿Es que el Kremlin, con todo su aparente poder, no ha sido capaz de entender el sainete en el que se estaba metiendo? Y a pesar de que el parlamento ruso ha aprobado por mayoría absoluta el que el gobierno declare a las provincias de Donbas repúblicas independientes, Putin da largas al asunto, como da largas al asunto de Siria, pues quizás todavía tiene esperanzas de volver al G8, aunque para ello tenga, en un momento determinado, que sacrificar Crimea.
El escenario “coronavirus” y el escenario “Ucrania” se están apagando. Veremos cuando de nuevo se levante el telón a qué espectáculo nos invitan a asistir. ¿Y si no hubiera nadie para la siguiente función?