La controvertida búsqueda de una vacuna “contagiosa”

Una nueva tecnología tiene como objetivo evitar que la vida silvestre propague el ébola, la rabia y otros virus. Podría prevenir la próxima pandemia al evitar que los patógenos pasen de los animales a las personas.  

Jess Craig para National Geographic

Imaginemos una cura que sea tan contagiosa como la enfermedad que combate: una vacuna que podría replicarse en el cuerpo de un huésped y propagarse a otras personas cercanas, protegiendo rápida y fácilmente a toda una población de los ataques microbianos. Ese es el objetivo de varios equipos de todo el mundo que están re-abriendo controvertidas investigaciones para desarrollar vacunas auto-propagantes. Su esperanza es reducir la transmisión de enfermedades infecciosas entre los animales salvajes, reduciendo así el riesgo de que virus y bacterias dañinas puedan saltar de la vida silvestre a los humanos, como muchos expertos creen que sucedió con el SARS-CoV-2, el virus que causó la pandemia de COVID-19.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos estiman que el 60 % de todas las enfermedades infecciosas conocidas y el 75 % de las enfermedades infecciosas nuevas o emergentes son zoonóticas. Los científicos no pueden predecir por qué, cuándo o cómo surgirán nuevas enfermedades de este tipo. Pero cuando ocurre, estas enfermedades suelen ser mortales y costosas de controlar. Además, muchos investigadores predicen que el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el crecimiento de la población acelerarán su propagación.

Las vacunas son una herramienta clave para prevenir la propagación de enfermedades, pero los animales salvajes son difíciles de vacunar porque cada uno debe ser localizado, capturado, vacunado y liberado. Las vacunas auto-propagantes ofrecen una solución.

Los avances en tecnología genómica y virología, y una mejor comprensión de la transmisión de enfermedades, han acelerado el trabajo que comenzó en la década de los 1980 para crear virus modificados genéticamente que se propaguen de un animal a otro, impartiendo inmunidad a la enfermedad en lugar de a la infección. Actualmente, los investigadores están desarrollando vacunas auto-propagantes para el ébola, la tuberculosis bovina y la fiebre de Lassa, una enfermedad viral transmitida por ratas que causa más de 300 000 infecciones al año en partes de África occidental. El enfoque podría ampliarse para otras enfermedades zoonóticas, como la rabia, el virus del Nilo Occidental, la enfermedad de Lyme y la peste.

Los defensores de las vacunas auto-propagantes afirman que podrían revolucionar la salud pública al interrumpir la propagación de enfermedades infecciosas entre los animales antes de que ocurra un contagio zoonótico, lo que podría prevenir la próxima pandemia. Otros, sin embargo, argumentan que los virus utilizados en estas vacunas podrían mutar, saltar entre especies o desencadenar una reacción en cadena con efectos devastadores para ecosistemas enteros. “Una vez que colocas algo diseñado y auto-transmisible en la naturaleza, no sabes qué le sucederá ni adónde irá”, dice Jonas Sandbrink, investigador de bioseguridad en el Instituto del Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford. «Incluso si comienzas por establecerlo en poblaciones animales, parte de los elementos genéticos podrían encontrar el camino de regreso a los humanos».

Riesgos de las vacunas auto-propagantes

A pesar de los beneficios potenciales, muchos expertos advierten que se sabe muy poco sobre la transmisión de enfermedades zoonóticas y la evolución viral para predecir con precisión lo que podría suceder si se liberara una vacuna auto-propagante en la naturaleza.

«Nuestra comprensión de la dinámica de las enfermedades infecciosas en la vida silvestre sigue siendo en su mayor parte demasiado simple para predecir de manera significativa el resultado de tal intervención», dice Andrew Peters, profesor asociado de salud y patología de la vida silvestre en la Universidad Charles Sturt en Australia y presidente de la Asociación de Enfermedades de la Vida Silvestre.

Filippa Lentzos, experta en ciencia y seguridad internacional del King’s College London, señala que los virus son genéticamente inestables y propensos a mutaciones frecuentes; por lo tanto, un virus de la vacuna que se propague por sí mismo podría evolucionar para saltar entre especies o causar otras consecuencias desconocidas en las poblaciones de animales salvajes y domésticos y, tal vez, incluso en los humanos.

Otro riesgo potencial de las vacunas auto-diseminadas es que librar a los animales salvajes de enfermedades infecciosas podría alterar el control natural de la población. Los roedores que propagan el virus Lassa son plagas que destruyen cultivos y hogares, contaminan los alimentos almacenados y el agua potable y crean condiciones de vida insalubres. Si el virus ya no los afecta, su número podría dispararse.

“Digamos que curamos a estos roedores del virus Lassa y eso es bueno, eso es genial para la humanidad. Excepto, ¿y si ese virus estuviera controlando el tamaño de su población? Y luego tenemos una expansión salvaje de los roedores”, dice Nuismer. «Veo esto como un punto mucho más creíble en el que podríamos equivocarnos… porque podríamos alterar la ecología de una manera que sería realmente desafortunada», dice.

Además, existe una comprensión emergente de que los virus y las bacterias existen en ecosistemas microbianos complejos, tal vez controlando las poblaciones de los demás. El impacto de una vacuna auto-propagadora que elimina un virus específico podría tener consecuencias desconocidas. “Cambiar drásticamente el equilibrio al intentar erradicar o reducir un virus endémico en la naturaleza podría poner en riesgo la aparición de otros patógenos que afecten tanto a las especies de vida silvestre como a las personas y a nuestros animales domésticos”, dice Peters.

Para mitigar estos riesgos, Nuismer y Redwood prevén una progresión de las configuraciones de prueba que avanza lentamente de ensayos controlados en laboratorio a recintos a gran escala, tal vez en una isla como lo hicieron Sánchez-Vizcaíno y su equipo hace más de 20 años.

SONDAS: El hecho de que se hable con esta frivolidad de la aterradora manipulación genética que proponen investigadores y laboratorios ya es una clara indicación de la maldad y de la ignorancia que prevalecen entre los científicos. Mas la ignorancia, una vez que se ha descargado la verdad sobre los hombres, es, de alguna forma, un signo de maldad, o al menos de rebeldía. Se trata en última instancia de sustituir el sistema del Altísimo por otro, organizado por el hombre, en cuyo proceso no hay otra solución que alterar el primero.

Mas si el hombre, como afirma el Corán, no es capaz de crear ni un mosquito, y podríamos añadir ni una célula, si no es capaz de entender los orígenes, el del Universo y el de la vida, ¿qué garantías lógicas se pueden esperar de esos científicos a la hora de manipular el ADN?

Sin embargo, tras el fracaso estrepitoso de la astrofísica y de las fantasías espaciales, el de la propia tecnología, que solo evoluciona en los estudios de Hollywood, lo único que les queda es la ingeniería genética, un campo relativamente nuevo y enigmático para el hombre común. Hablan de inmortalidad, de vivir mil años, de acabar con todas las enfermedades, de re-diseñar la vida… pero siguen sin poder crear un mosquito, una célula; siguen posponiendo los próximos viajes a la Luna, a Marte y pocos son los que logran pasar la barrera de los 100 años. Mas el hombre rebelde apoya todas estas fantasías; apoya la Gran Mentira, pues detesta la verdad y encubre el fracaso de los que se hacen pasar por dioses.

Sin embargo, el plan de Allah el Altísimo continúa indiferente a sus provocaciones, a sus alteraciones, a sus manipulaciones. Son los grandes perdedores, los grandes enfermos, pues pasar toda una vida encubriendo la verdad y proponiendo falsas realidades es un tipo de cáncer que no tiene cura.