
National Institutes of Health.gov
El Dr. Pim van Lommel, un reconocido cardiólogo, es el primer médico que ha llevado a cabo un estudio completo y sistemático de las experiencias cercanas a la muerte (ECM). Como cardiólogo, le sorprendió la cantidad de pacientes que afirmaban haber tenido experiencias cercanas a la muerte como resultado de sus ataques cardíacos. Como científico, esto le resultó difícil de aceptar: ¿no sería científicamente irresponsable por su parte ignorar la evidencia de estas historias?
Ante este dilema, van Lommel decidió diseñar un estudio de investigación para estudiar el fenómeno en el entorno controlado de un grupo de hospitales con personal médico capacitado. Durante más de veinte años, Van Lommel estudió sistemáticamente este tipo de experiencias cercanas a la muerte en una amplia variedad de pacientes hospitalizados que sobrevivieron a un paro cardíaco. En 2001, él y sus colegas investigadores publicaron su estudio sobre las experiencias cercanas a la muerte en la revista médica The Lancet. El artículo causó sensación internacional porque fue el primer estudio científicamente riguroso de este fenómeno. En este libro, del cual ya se han vendido en Europa más de 125.000 ejemplares, Van Lommel ofrece una exposición detallada de sus resultados y teorías, publicado por primera vez en inglés.
Van Lommel escribe que, según nuestros conceptos médicos actuales, no es posible experimentar la conciencia durante un paro cardíaco, cuando la circulación y la respiración han cesado. Sin embargo, durante el período de inconsciencia debido a una crisis que amenaza la vida, como un paro cardíaco, los pacientes relatan la experiencia de una consciencia aumentada, en una dimensión fuera de nuestro concepto convencional de tiempo y espacio, con funciones cognitivas, con emociones, con identidad propia, con recuerdos de la primera infancia y, a veces, con percepciones extrasensoriales fuera y por encima de su cuerpo sin vida. En cuatro estudios prospectivos con un total de 562 supervivientes de un paro cardíaco, entre el 11% y el 18% de los pacientes informaron de una experiencia cercana a la muerte. En estos estudios no se pudo demostrar que los factores fisiológicos, psicológicos, farmacológicos o demográficos pudieran explicar la causa y el contenido de estas experiencias.
Desde la publicación de estos estudios prospectivos sobre las ECM en supervivientes de un paro cardíaco, con resultados y conclusiones sorprendentemente similares, el fenómeno de las ECM ya no puede ignorarse científicamente. Es una experiencia auténtica que no puede reducirse simplemente a la imaginación, el miedo a la muerte, las alucinaciones, la psicosis, el uso de drogas o la deficiencia de oxígeno. Las personas parecen sufrir cambios permanentes a causa de una ECM durante un paro cardíaco de sólo unos minutos de duración. Según estos estudios, la visión materialista actual de la relación entre el cerebro y la consciencia que sostienen la mayoría de los médicos, filósofos y psicólogos es demasiado restringida para una comprensión adecuada de este fenómeno. Hay buenas razones para suponer que nuestra consciencia no siempre coincide con el funcionamiento de nuestro cerebro: a veces se puede experimentar una consciencia mejorada separada del cuerpo.
Van Lommel ha llegado a la inevitable conclusión de que lo más probable es que el cerebro deba tener una función facilitadora y no productora para experimentar la consciencia. Al presentar un argumento científico a favor de la consciencia como un fenómeno no local y, por lo tanto, ubicuo, cuestiona un paradigma puramente materialista en la ciencia.

SONDAS: Es probable que este artículo no le haga justicia al libro de Van Lommel, ya que se mencionan conceptos que exigen una más atenta aproximación, como por ejemplo al fenómeno de la consciencia y al no menos transcendental concepto -hasta ahora nunca planteado- de un cerebro receptor, conector y no productor; aunque el término que utiliza Van Lommel sea el de “facilitador”, con el que se encubre la verdadera función del cerebro -un dispositivo que recibe y decodifica lo que le llega de los centros de producción, alejados de la entidad “hombre” por un infranqueable espacio ontológico.
La Akademia siempre se mueve en dos tiempos, siguiendo dos direcciones distintas que al final no tendrán otra solución que la de convergir en un mismo punto. Por una parte, un grupo de neurólogos ni siquiera se plantea la posibilidad de que la consciencia sea una entidad que nada tenga que ver con el cuerpo, incluido el cerebro. Todo tiene que estar ahí. Todo tiene que ser un tipo de materia o de energía observable que fluye entre neuronas o entre elementos aún no descubiertos o identificados.
Por otro lado, ya hay neurólogos que empiezan a aceptar que quizás la imagen que proyecta el materialismo sea desoladoramente raquítica, imprecisa e insuficiente para abarcar una completa comprensión de le entidad “hombre”.
Resulta difícil de admitir que fenómenos tan extraordinariamente sutiles y al mismo tiempo poderosos como el raciocinio o la consciencia puedan surgir de la mezcla aleatoria de substancias químicas carentes de intelecto y de consciencia. Se trata de dos realidades ontológicas muy diferentes, irreconciliables, en cuya interacción -impuesta- la materia actúa de soporte en el que lo inmaterial pueda expresarse.
De la misma manera, el cuerpo actúa como la base que transporta a la Nafs, la verdadera identidad del hombre, y permite que se manifiesten sus características intrínsecas. De manera más literal podríamos decir que el cuerpo es el locus en el que se encarna la Nafs, de forma que el cuerpo aporta a esta relación sensores y un dispositivo decodificador como es el cerebro. Y para que esa interacción cuerpo-Nafs produzca reflexión y comprensión del escenario existencial, hará falta conectar las funciones de estas dos entidades a través de la consciencia.
La muerte a nivel práctico significa la disgregación de todos esos elementos. La Nafs se separa del cuerpo y éste deja de recibir la energía, el Ruh, que lo mantenía vivo, y comienza un proceso de descomposición. Por su parte, la Nafs se adherirá a otro cuerpo, a otro soporte, para ingresar en la primera etapa de la vida postmortem.
Nadie vuelve a la vida de este mundo una vez que ha entrado en esta primera etapa postmortem. No sabemos cuánto tiempo tarda en separarse completamente la Nafs, el Ruh y la consciencia del cuerpo, pero en todo caso se trata de una situación inconsistente y que nada tiene que ver lo que sintamos en ella, lo que experimentemos, con la nueva realidad en la que penetremos una vez que la separación se haya completado.
Mas lo que sí sabemos a ciencia cierta es que ese nuevo mundo, esa nueva etapa existencial, será la consecuencia de la forma en la que hayamos utilizado los componentes de la Nafs en interacción con el cuerpo. Y el peor escenario con el que nos podemos encontrar será siempre el resultado de una vida anclada en la inconsciencia, en la despreocupación, en el entretenimiento y la negligencia, ya que lo que separa al hombre del resto de los seres vivos es la consciencia. Por lo tanto, cuando ésta se desactiva, se desactiva con ella la reflexión, de forma que descendemos a una condición mucho más baja que la que le corresponde al hombre. Abandonamos nuestra singularidad -lo que nos distingue de las otras especies de los seres vivos.
Los neurólogos insisten en sus investigaciones en tratar de averiguar qué sucede tras la muerte, cuando el mensaje que realmente le incumbe al hombre debería contener una clara advertencia: “Aquí estás construyendo el escenario que más te aterra -el escenario postmortem.”
