La asombrosa señal del código genético terrestre

Vladimir I. Cherbaka y Maxim A. Makukov para Universidad Nacional al-Farabi de Kazajstán

Se ha propuesto en repetidas ocasiones ampliar el alcance de SETI (búsqueda de vida extraterrestre), y una de las alternativas sugeridas a la radio son los medios biológicos. El ADN genómico ya se utiliza en la Tierra para almacenar información no biológica. Aunque de menor capacidad, pero más fuerte en inmunidad al ruido es el código genético. El código es un mapeo flexible entre codones y aminoácidos, y esta flexibilidad permite modificar el código de forma artificial. Pero una vez arreglado, el código podría permanecer sin cambios en escalas de tiempo cosmológicas; de hecho, es la construcción más duradera que se conoce. Por lo tanto, representa un almacenamiento excepcionalmente confiable para una firma inteligente, si se ajusta a los requisitos biológicos y termodinámicos.

Como el escenario real del origen de la vida terrestre ESTÁ LEJOS DE ESTAR RESUELTO, no se puede descartar la propuesta de que se haya SEMBRADO intencionalmente. Entonces, una «señal» estadísticamente fuerte de tipo inteligente en el código genético es una consecuencia comprobable de tal escenario. Aquí mostramos que el código terrestre muestra un minucioso orden de precisión que coincide con los criterios para ser considerado una señal informativa.

Los arreglos simples del código revelan un conjunto de patrones aritméticos e ideográficos del mismo lenguaje simbólico. Precisos y sistemáticos, estos patrones subyacentes aparecen como un producto de la lógica de precisión y la computación no trivial en lugar de procesos estocásticos (la hipótesis nula de que se deben al azar junto con presumibles vías evolutivas se rechaza con un valor de P <10-13).

Los patrones son profundos en la medida en que el mapeo del código en sí se deduce de forma única de su representación algebraica. La señal muestra sellos de artificialidad fácilmente reconocibles, entre los que se encuentran el símbolo del cero, la sintaxis decimal privilegiada y las simetrías semánticas. Además, la extracción de la señal implica operaciones lógicamente sencillas pero abstractas, lo que hace que los patrones sean esencialmente irreductibles a cualquier origen natural. Se discute la forma plausible de incrustar la señal en el código y la posible interpretación de su contenido.

En general, si bien el código está casi optimizado biológicamente, su capacidad limitada se usa de manera extremadamente eficiente para almacenar información no biológica.

SONDAS: Se trata de un artículo de 15 páginas con varios cuadros e ideografías que se puede encontrar en internet en esta dirección: (Icarus-The-Wow-signal-of-the-terrestrial-genetic-code). Hemos traducido el resumen, ya que en él se contienen las dos expresiones claves que hemos colocado en el texto con letras mayúsculas –ESTÁ LEJOS DE ESTAR RESUELTO y SEMBRADO. El resto es demasiado complejo para alguien que no está familiarizado con la terminología y los procesos propios de la célula, especialmente del ADN-ARN.

Dada la complejidad de la vida y de su codificación en el ADN, y dado que cada vez les resulta más difícil explicar su proveniencia terrestre, pues no hay nada en la naturaleza que se le parezca ni nada de lo que pueda derivar o evolucionar, han deducido, como hipótesis de trabajo, que tal vez su proveniencia no sea terrestre, y haya sido sembrada, en forma de semillas, de células, en la Tierra, intencionadamente. ¿Quién habría podido hacer una cosa así? ¿Con qué intención? ¿Alguien nos observa desde alguna atalaya cósmica? ¿Estamos en peligro? ¿Pudo haber creado la vida un agente creador de vida? Inquietantes preguntas que no terminan de contestarse.

La propuesta no es seria, pues el problema no está en “dónde”, sino en “cómo”. El misterio de la vida no se resuelve trasladando su origen a otro planeta o a otra galaxia, pues los interrogantes que surgirán serán los mismos que si suponemos que se originó en la Tierra. ¿Por qué entonces les resulta “científico”, e incluso emocionante, descartar la posibilidad de que la vida surgiera en la Tierra, un lugar lleno de vida y de vida inteligente y de vida consciente, y prefieran desplazar este acontecimiento a otro lugar del espacio? Para unos, la aventura continúa; para otros, el negocio prospera y para los manipuladores de la ciencia, el montaje va tomando forma.

De tener estos científicos de hoy una Visión Unificada de la Existencia, habrían caído en la cuenta de que no puede haber vida en otro lugar del universo, excepto en nuestra torta terráquea, precisamente, porque hay una intención, un plan, un proyecto para la vida, que ha culminado en el HOMBRE. Resulta patético escuchar a los expertos cuando, por una parte, hablan de “intención” y, por otra, conciben un universo caótico existiendo al ritmo de la casualidad. La vida no es un fin en sí misma, sino un medio imprescindible para generar un escenario existencial en el que poder desarrollarse escenas de fe, de amor, de generosidad, de egoísmo, de sabiduría, de ignorancia, de odio, de envidia… un escenario competitivo del que solo los mejores podrán pasar a otro en un viaje de inmortalidad. El universo NASA no existe ni es necesario. Todo cuanto nos rodea se ha diseñado para nosotros, está a nuestro servicio. Somos nosotros los únicos que podemos observarlo, evaluarlo, apreciarlo. Sin nosotros, nada tiene sentido. ¿Por qué entonces los científicos quieren relegarnos a un segundo plano, siguiendo la agenda materialista del deep state, como si fuéramos una maravilla surgida del azar? (ver Apéndice P)

(20) ¿Acaso no veis que Allah os ha subordinado todo cuanto hay en los Cielos y en la Tierra y os ha colmado de bendiciones manifiestas y ocultas? (Corán 31 – Luqman)

Por otra parte, no podemos meternos en todo ese endiablado mundo “científico”, con sus fórmulas, sus ecuaciones, sus ideogramas… que no cesan de cambiar, e incluso de expresarse con términos diferentes, cada vez que alguien descubre o cree haber descubierto algo nuevo. Ese no puede ser el método, pues nos obliga a bucear en el sistema operativo de la existencia (ver Artículo IX), un sistema que es indescifrable para el hombre.

Cuando intentamos penetrar en el sistema operativo con nuestros potentes microscopios, telescopios o los miles de artefactos que hemos ido fabricado a lo largo de la historia, nos estamos metiendo en un ámbito laberíntico, cuya intrincada estructura nos devuelve una y otra vez al punto de partida, o nos permite sacar una muñeca rusa más para caer en la cuenta de que dentro hay otra y dentro de esta, otra y otra…

Por lo tanto, lo que hemos dado en llamar “método científico” no sirve para comprender, de forma global y unificada, la realidad en la que vivimos en este mundo, la realidad funcional que sí es inteligible para el hombre.

En cambio, cualquier individuo normal puede observar dos fenómenos altamente significativos y direccionales.

La primera observación nos lleva al hecho de que en la naturaleza hay una inmensa inteligencia desparramada por doquier y, sin embargo, no hay nada en ella que sea inteligente. Las nubes van cargadas de agua, y ésta cae a una tierra que estaba muerta y la vivifica y hace que las semillas que albergaba rompan y surjan de ella plantas de la más variada calidad, forma y utilidad. Es un proceso inteligente que permite que la vida se perpetúe en la Tierra. Sin embargo, ni las nubes ni el agua ni el barro ni las semillas… poseen inteligencia.

La segunda observación va dirigida a un hecho excepcional. Si quisiéramos definir a la Tierra con una sola palabra, la más adecuada sería –vida. Este aspecto encierra en sí mismo lo más característico de la torta terráquea –está llena de vida. Más aún, especulaciones aparte, es el único planeta en el universo en el que no hay un centímetro cuadrado que no albergue vida. Y, sin embargo, no hay nada en ella que esté vivo. La célula, por ejemplo, es una entidad viva, pero ninguno de sus elementos está vivo. El conjunto está vivo y cumple con determinadas y complejas funciones, pero sus partes carecen de vida. Las mitocondrias están vivas dentro de la célula, pero si las extrajéramos y las colocásemos en otro ámbito, morirían y no serían capaces, ya, de realizar las funciones que realizan dentro de la célula. Y lo mismo ocurriría con los ribosomas o con cualquier otro elemento celular.

Estas dos observaciones nos llevan a un inevitable planteamiento –la inteligencia y la vida no son procesos naturales o productos de la llamada “evolución”, sino dados y externos a la propia naturaleza, a los elementos que componen la Tierra y el resto del espacio existencial.

Para ser considerado inequívocamente como una señal inteligente, cualquier patrón en el código debe satisfacer los siguientes dos criterios: (1) deben ser altamente significativos estadísticamente y (2) no solo deben poseer características similares a las inteligentes, sino que deberían ser incompatibles en principio con cualquier proceso natural, ya sea la evolución darwiniana o lamarckiana, impulsada por la biosíntesis de aminoácidos, cambios genómicos, afinidades entre (anti) codones y aminoácidos, selección para la mayor diversidad de proteínas, energía de las interacciones codón-anticodón, o varios mecanismos pretraduccionales. (Parte del artículo)

Los científicos obvian este hecho cuando pretenden crear ordenadores, o máquinas inteligentes, autónomos, capaces de generar a partir de ellos mismos procesos inteligentes. De lo inerte, empero, nunca surgirá vida ni inteligencia. Un ordenador realiza las funciones inteligentes que se encuentran en los programas que ha producido el hombre –nada más.

Por otra parte, la inteligencia exige voluntad. Los animales parecen tener inteligencia, pues realizan funciones inteligentes –por ejemplo cazan, siguiendo estrategias propias. Sin embargo, esas estrategias no están diseñadas por ellos. Se encuentran en su programa vital, y nunca las cambiarán, a no ser que se active algún elemento del programa por alguna causa externa. La inteligencia sin la voluntad significaría el mismo derroche que utilizar de pisapapeles la cámara fotográfica más sofisticada del mercado. Y de la misma forma, la inteligencia asociada a la voluntad originará, tarde o temprano, la consciencia.

Cuando los biólogos hablan de la vida parecen ser los últimos en entenderla. La vida no es sólo un fenómeno demasiado complejo como para haber surgido de la casualidad o de la evolución (la materia, orgánica o inorgánica, no evoluciona; puede cambiar de estados, eso es todo), sino que es imposible, pues nada en el universo, la Tierra incluida, tiene vida, inteligencia, voluntad, consciencia.

Todo cuanto existe son programas que se desarrollan a través de diferentes dispositivos –dispositivo bacteria, dispositivo célula vegetal, dispositivo célula animal, dispositivo célula humana… Y no son intercambiables, de la misma forma que un flash de memoria no podrá abrirse si lo introducimos en una tostadora –cada programa exige un dispositivo, un mecanismo determinado, específico.

Por lo tanto, hay un diseño inteligente y hay una voluntad de que se manifieste, siguiendo unas pautas irreductibles.

En total, no solo la señal en sí misma revela características de tipo inteligente: estrictas igualdades de nucleones, su distintiva nota decimal, las transformaciones lógicas que acompañan a las igualdades, el símbolo del cero y las simetrías semánticas… sino que el método mismo de su extracción implica operaciones abstractas: consideración de moléculas idealizadas (libres y no modificadas), distinción entre sus bloques y cadenas, la clave de activación, contracción y descomposición de codones. Encontramos que tomados en conjunto todos estos aspectos apuntan a la naturaleza artificial de los patrones. (Parte del artículo)

Hemos llegado al punto en el que los propios “científicos” han reconocido que ya no podemos seguir hablando de casualidad o evolución cuando se trata de la vida. Aun así, algo les impide reconocer la existencia de un Diseñador, de un Creador externo a la creación, a esta existencia. Pero lo harán. Un día u otro veremos esta aleya brillar sobre sus cabezas.

(53) Les mostraremos Nuestros signos en el horizonte y en ellos mismos hasta que vean con claridad que es la verdad. (Corán 41 – Fussilat)