Klaus Schwab en el «Davos de verano»: Hay que «obligar a la humanidad a colaborar» con los globalistas

Redacción de World Tribune

En la reunión anual de los Nuevos Campeones del Foro Económico Mundial, celebrada en China a finales de junio, el fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, dijo que es necesario “obligar a toda la humanidad a colaborar” con las “partes interesadas” de la élite globalista.

Para impulsar la “Cuarta Revolución Industrial”, esas “partes interesadas” deben impulsar agresivamente su agenda en la población mundial, dijo Schwab en el evento que a menudo se conoce como el “Davos de verano”.

“Para impulsar el crecimiento económico futuro, debemos adoptar la innovación y forzar la colaboración entre sectores, regiones, naciones y culturas para crear un futuro más pacífico, inclusivo, sostenible y resiliente”, dijo Schwab.

Schwab, el arquitecto del llamado “Gran Reinicio”, añadió: “En esta coyuntura crítica, la participación activa de todas las partes interesadas es esencial para garantizar un camino de desarrollo sostenible”.

Otro tema impulsado por Schwab en la reunión de los Nuevos Campeones fue el de los “límites al crecimiento”, que muchos han interpretado como un respaldo a la despoblación.

Schwab ha dicho en los últimos años que prevé que la humanidad transite hacia una nueva era en la que habrá una “fusión de nuestras dimensiones físicas, digitales y biológicas” en un “nuevo mundo”.

El fundador del WEF había declarado anteriormente que esta nueva era de integración con las “tecnologías digitales” significará que “ya ni siquiera será necesario celebrar elecciones”.

SONDAS: Para mejor entender los acontecimientos que pueblan nuestro discurrir cotidiano deberemos siempre volver al origen, a lo que les ocurrió a nuestros primeros padres. Las transmisiones sobre ese escenario son muy escasas y escuetas, pero suficientes para comprender el núcleo de la trama existencial que irá manifestándose a lo largo de la historia.

Al hombre, ya desde sus primeros pasos, se le colmó de favores y bendiciones. Se le dio el entendimiento, la reflexión y la consciencia -y todo ello de forma gratuita, sin que tuviera que dar nada a cambio. Vivía en un lugar idóneo, en el que crecían todo tipo de árboles frutales, de hortalizas, de cereales… un territorio en el que la vida transcurría sin que hiciera falta ningún esfuerzo por su parte. Sin embargo, se les puso a estos primeros hombres -a estos Insan- una condición para permanecer en aquel lugar y en aquel estado de felicidad -había un árbol del que no podían comer.

Y solo la curiosidad podía tentarles a desobedecer la orden de su Señor, pues en aquellos parajes abundaban los árboles frutales. No parecía pues que fuera una dura condición el descartar a uno de ellos de su dieta. ¿Por qué entonces comieron de él buscándose la ruina? ¿Qué les incitó a ello? ¿Tan caprichosos eran estos primeros hombres que no podían pasar sin probar los frutos de todos y cada uno de los árboles que florecían en aquel inmenso jardín?

Puede que hubiera en ese acto de desobediencia algo de curiosidad y de capricho. Mas no fue esa la causa principal. Shaytan, uno de los Yin, que se había rebelado contra su Señor confabulándose con Iblis -el dirigente de los Yin rebeldes, le susurró a Adam -el líder de los Insan- EL GRAN ENGAÑO: “Si comes de ese árbol, serás inmortal y poseerás un dominio que no se acabará nunca.” Al oír aquella promesa, Adam comió y comió el resto de los Insan que estaban con él.

Este suceso, sin duda real, tiene al mismo tiempo el significado de una alegoría, pues era necesario que eso ocurriera para que pudiera desarrollarse la gran filmación existencial. Y como ya hemos dicho, este es el núcleo de la trama, presente en todos los acontecimientos: el hombre no desea la vida del Más Allá, sino que quiere ser inmortal en este mundo y poseerlo todo. Y ello hasta hoy.

Hace 50.000 años que el hombre se esfuerza por conseguirlo. Cada día aparecen decenas de artículos “científicos” que alimentan esta ansiedad. Nos hablan de lo cerca que está la ciencia de lograr la inmortalidad, de conquistar el espacio intersideral, de abrir rutas entre las galaxias, de establecer asentamientos humanos en millones de planetas… Es el mismo susurro, el mismo engaño. Cada día también asistimos a la inexorable muerte de los seres vivos; una muerte precedida de un número cada vez mayor de enfermedades. Y no vemos cómo el hombre pueda asentarse en Marte cuando ni siquiera es capaz de llevar uno o dos astronautas a la Luna.

Mas ya hemos dicho que se trata de un engaño, un engaño que solo se puede mantener con mentiras, mentiras que incumben solamente a las masas, que han sido preparadas para ellas, pues las elites saben que ese dominio paradisíaco del que hablaba Shaytan solo podrá hacerse realidad en la vida del Más Allá, la vida que la ciencia niega, y con ella las elites.

No es algo nuevo, algo en lo que las elites acaben de caer en la cuenta. Siempre han intentado establecer ese paraíso sirviéndose de los esclavos, de la plebe, de las masas… Mas esa opresión la han ejercido siempre por la fuerza, de forma brutal, lo que hacía que al final esas masas, esas plebes se rebelaran contra los señores, contra las elites, y de esta forma se trastocara el orden establecido. Y aunque dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, las elites de hoy han aprendido de las fallidas estrategias pasadas y han diseñado una nueva con el mismo objetivo, pero con diferentes medios de implementarlo.

La clave la encontramos encapsulada en una de las frases del ensayo de la exdiputada danesa Ida Auken: “No poseerás nada y serás feliz.” No hará falta vigilancia policial, ni siquiera tendremos que sufrir el calvario de depositar nuestro voto cada 4 años. No harán falta prisiones ni probablemente juzgados, pues la gente será feliz. Sin embargo, lo más enigmático de la frase de Auken lo encontramos en el hecho de que no nos revela cómo, a pesar de que no tendremos nada, seremos felices. Parece una utopía o un engañabobos. Sin embargo, llevan 100 años buscándolo, buscando eso -un dispositivo, un artefacto, una droga… o quizás un mantra.

El enigma se hace todavía más excitante cuando escuchamos a Zuckerberg definir su Metaverso: “No verás; estarás.” Algo así tendrá que ser lo que nos haga felices aun sin tener nada; sin pasado y sin futuro. Y ello nos lleva a la película que ya hemos mencionado en diferentes artículos –“Virtual Revolution”. La acción se desarrolla en un París desvencijado, sin luces en las calles, con las fachadas de los edificios resquebrajadas, con charcos en las aceras… Mas no importa. Ya en casa, en cualquier habitación, hay un sillón articulable para que nos sintamos cómodos. De la cabecera de esa confortable butaca salen dos terminales que proyectan una luz azul y que situamos a ambos lados de la cabeza. Y comienza el viaje, un viaje en el que -como nos promete Zuckerberg, Iblis- no veremos, sino que estaremos. Habremos penetrado en una historia fantástica, fabulosa, de la que seremos protagonistas y en la que podremos hacer realidad todas nuestras ensoñaciones, las más disparatadas producciones de la imaginación, y ello sin que tenga un final. De una historia iremos a otra. Por nada de lo que nos ofrece la sociedad cambiaremos este sillón. Es lo único que necesito.

Esta es la magia obnubiladora que las elites llevaban buscando tanto tiempo. La comida, sintética, nos llegará una vez por semana dentro de una caja, a modo de chocolatinas. Un día moriremos en alguna de esas historias que hemos fabricado y moriremos al mismo tiempo en nuestro sillón. No tendremos más de 40 años. No necesitaremos más tiempo. Hemos derrotado a poderosos ejércitos. Hemos enamorado a la princesa más encantadora de la Tierra. Hemos atravesado galaxias y luchado contra fabulosos monstruos… y ahora, el descanso eterno. ¿Has sido feliz? Sí, muy feliz. ¿Tiene sentido poseer algo? No, solo un lugar donde haya un sillón al que conectarse.

Ahora, la plebe, las masas ya no estarán maquinando revoluciones, golpes de estado, guerras. Ahora, hay algo que les hace más feliz que todo eso, que les libera del estrés y de la angustia de una vida mediocre y sin sentido. Todos están entretenidos, absortos, sentados en su sillón, viviendo las historias más extraordinarias que podamos imaginar. Ahora, las elites ya pueden estar tranquilas en sus paraísos reales, en su universo fuera de toda virtualidad. Habrá, no obstante, un pequeño control periódico para detectar las posibles anomalías que pudieran aparecer en la psicología de ciertos individuos. El propio sillón funcionará también como cadalso.

Les hace promesas y les da motivos de esperanza, pero las promesas del shaytan no son, sino engaños. (Corán, sura 4, aleya 120)