Cuando nos acercamos a la figura de Muhammad (s.a.s) con ánimo de desentrañar su rica personalidad, nos encontramos con que hay un sinfín de ellos –un Muhammad casi budista muy preocupado incluso por el destino de las hormigas; un Muhammad implacable, enérgico, cortador de cabezas; un Muhammad quizás demasiado amante de las mujeres; un Muhammad austero, un Muhammad familiar y dulce, complaciente… Y ninguno de ellos es realmente él.
Esta diversidad de Muhammads viene determinada por la subjetividad humana. Muchos sufís desearían que el Mensajero de Allah (s.a.s) fuese un dios e incluso el Dios mismo. Les resulta difícil su deificación, pero lo intentan atribuyéndole la infalibilidad (¿papal?), milagros, poderes y, sobre todo, situándole por encima de todos los demás Profetas y Mensajeros –es el efecto del complejo de inferioridad que asola la percepción musulmana de la revelación por haberse separado de alguna forma del sistema profético, enfrentando a Muhammad (s.a.s) al resto de Profetas. Es como si dijeran: “Es el último, pobre, huérfano, iletrado… pero es el mejor.” Eso dicen, a pesar de que leen el Kitab:
(136) Decid: “Creemos en Allah, en lo que se ha hecho descender sobre nosotros y en lo que se descargó sobre Ibrahim, Ismail, Ishaq, Yaqub, y sobre las Asbat; en lo que le fue dado
a Musa e Isa, y en lo que su Señor dio a los Profetas. No hacemos distinción
alguna entre ellos, y a Él estamos sometidos.”
Sura 2 – al Baqarah
(152) A los que creen en Allah y en Sus Mensajeros sin hacer distinción entre ellos, a ésos se les dará un merecido galardón. Allah es el Perdonador, el Compasivo.
Sura 4 – an Nisa
Otros en cambio quieren hacer de él un humano, demasiado humano, y tratan de quitar grandeza a su extraordinaria y atractiva personalidad.
Mas si volvemos la mirada a la objetividad divina contenida en el Qur-an, tendremos una imagen mucha más certera del último Profeta enviado a la humanidad –Muhammad (s.a.s).
Por una parte, tenemos un Muhammad apartado del devenir profético y de los acontecimientos que podríamos denominar “internacionales”, ocupado en su familia y en sus amigos más íntimos, que irá apartándose paulatinamente de la sociedad quraishita, de sus asuntos mundanos, de su idolatría, hasta pasar largos periodos de retiro en la cueva Hira, a las afueras de Makkah:
(51) No es propio de Allah hablar a ningún humano –bashar– si no es inspirándole o desde detrás de una separación o enviando un Mensajero que transmita aquello que se les inspira
conforme a Su voluntad. Él es el Elevado, el Sabio.
(52) Así es como te inspiramos el programa de la Profecía, siguiendo Nuestro plan. Antes no sabías qué era el Kitab ni qué era tener iman, pero lo hemos hecho una luz con la que guiar a quien queremos de Nuestros siervos. En verdad que guías al camino de rectitud
(53) –el camino de Allah, a Quien pertenece cuanto hay en los Cielos y en la Tierra.
¿Acaso no confluyen en Allah todos los asuntos?
Sura 42 – ash Shura
Por otra parte, tenemos un Muhammad Profeta y Mensajero con una misión que durará 23 años y en los que deberá transmitir miles de aleyas procedentes del Kitab, organizar una sociedad ignorante, que ha olvidado sus orígenes, sus ancestros, una sociedad idólatra preocupada únicamente por amasar riquezas y a la que ahora deberá educar y elevar por encima de todas las demás. No parece tarea fácil. Nadie en la historia ha podido llevar a cabo una encomienda así. Por ello, en su carácter Allah el Altísimo había puesto ciertas características, cualidades y tendencias psicológicas que sin duda propiciaron su adquisición de la Profecía, su fuerza y su determinación para llevar a buen final su misión cuasi imposible:
(128) Os ha llegado un Mensajero que es uno de los vuestros. Le resulta doloroso que sufráis ningún daño. Está pendiente de vosotros y con los creyentes es benévolo, compasivo.
Sura 9 – at Tawbah
La imagen que de él proyecta el Qur-an es la de un hombre investido de las cualidades precisas para atraer a la gente de su generación y de las venideras hasta el final de los tiempos, ya que Muhammad (s.a.s) es la última referencia profética que tenemos y la más completa –sabemos de él más de lo que sabemos de nuestros propios padres y hermanos.
Quizás la característica que mejor le defina sea la de un hombre equilibrado, normal, sano, dotado de un carácter carente de extravagancias, firme, estable. Era ante todo un Profeta práctico, que tenía en cuenta la realidad del ser humano y, por ello mismo, no le exigía más de lo que podía dar. Es el Profeta del consenso –no se imponía a los demás por la fuerza o la demagogia carismática, sino por bien fundamentados argumentos. Discutía los asuntos con los compañeros y era capaz de rectificar su posición ante la propuesta de una opción mejor. Mantenía siempre una actitud dialogante y transigente –como buen comerciante que era, conocía el valor de nunca romper la cuerda, aunque eso le llevase a sufrir alguna pérdida. Era compasivo porque era justo y ello le llevaba a luchar siempre contra la opresión y la tiranía. Nunca trataba de defenderse a sí mismo, sino antes bien a su gente y a la verdad –siempre hizo valer el Din de Allah el Altísimo.
Sin embargo, todas estas características excepcionales con las que el Todopoderoso le había dotado, no habrían sido suficientes para contrarrestar en cada circunstancia su subjetividad. Había, pues, un proceso de aprendizaje que el Profeta (s.a.s) tendría que recorrer y que le llevaría del Muhammad hombre al Muhammad Profeta, del Muhammad subjetivo al Muhammad tintado de la objetividad divina. Este inevitable proceso que tuvieron que seguir, de una forma o de otra, todos los Profetas anteriores a él, queda de manifiesto en numerosas aleyas del texto coránico:
(120) No estarán complacidos contigo los yahud ni los nasara hasta que no sigas su mil-lah. Di: “La guía de Allah es la verdadera guía.” Si siguieras sus deseos después del conocimiento que has recibido, no tendrías quien te protegiera de Allah.
Sura 2 – al Baqarah
Allah el Altísimo enseña a Su Mensajero, le advierte y aconseja en el proceso de formación que todos los Profetas han tenido que seguir:
(113) Si no fuera por la gracia y la rahmah con las que Allah te protege, se habría dispuesto un grupo de ellos a extraviarte, pero sólo se extravían a sí mismos. No podrán causarte ningún daño. Allah hace que descienda sobre ti el Kitab y la Hikmah, y te enseña lo que no sabías. Inmensa es la gracia que Allah despliega sobre ti.
Sura 4 – an Nisa
A veces, Allah advierte (nos advierte) duramente de no volver a la ignorancia y de no caer en nuestra errónea subjetividad:
(35) Si te resulta insoportable su rechazo, mira si puedes congraciarte con ellos excavando un túnel en la tierra o subiendo al cielo con una escala para traerles un signo. Si Allah hubiera querido, los habría guiado a todos. No dejes que los sentimientos te hagan actuar
como si fueras un ignorante.
Sura 6 – al An’am
(52) No rechaces a los que invocan a su Señor mañana y tarde buscando Su complacencia.
Cada uno tenéis vuestra propia cuenta de la que responder.
Rechazarles sería por tu parte una iniquidad.
Sura 6 – al An’am
(1) Frunció el ceño y se dio media vuelta (2) porque vino a él el ciego. (3) No sabes si con ello buscaba purificarse (4) o recordar y beneficiarse del recuerdo. (5) Sin embargo, del que es rico (6) te ocupas (7) cuando no es a ti a quien incumbe que se purifique, (8) pero de quien se esfuerza para venir hasta ti (9) y es temeroso, (10) te despreocupas.
Sura 80 ‘Abasa
Es el mismo proceso que deben sufrir los creyentes –de la subjetividad humana a la objetividad divina (ver artículo VIII y esquema 6).
La perfección profética, como en general la perfección humana, no es del tipo hollywoodense, del tipo spiderman o de cualquier otro “súper-hombre”. Antes bien está basada en el arrepentimiento (tawbah تَوْبَة) y en las súplicas (du’a دُعاء) (ver cuadro C5). ¿Qué nos impide realizar estos dos actos? La arrogancia, la altivez, la soberbia –nuestra perdición. Cuando el Profeta Muhammad (s.a.s) se refugió en un huerto con Zayd, huyendo de la gente de Taif que les estaban apedreando, suplicó a su Señor: “…Si no estás molesto por mi comportamiento, nada me importa lo que nos ha sucedido…” Este es el du’a del creyente ante el infortunio: “Si la enfermedad que padezco o el accidente que he sufrido no son manifestaciones de Tu ira, nada me importa tener que soportarlos.” No nos rebelamos contra nuestro destino, pero queremos, en todo momento, asegurarnos de que no hemos ofendido al Creador o no hemos incumplido alguno de Sus mandatos.
En estos dos actos reside la grandeza del creyente y, por ende, de los Profetas. Deshagámonos, pues, de esos conceptos chamánicos de fuerza física, de actos milagrosos, de impasibilidad ante el dolor o de posesión de poderes “sobrenaturales” –detrás de todo ello estará siempre shaytan.
El Qur-an nos muestra claramente que los Profetas están sujetos a deseos, a tentaciones, a dudas, a incertidumbres, pues todo ello pertenece a la naturaleza humana, a la subjetividad humana. También los creyentes adolecen de estas mismas características. El Profeta Yusuf ha sido, sin lugar a dudas, uno de los Profetas más singulares de cuantos han transitado por el relato profético. Sin embargo, a punto estuvo de sucumbir a las artimañas de la mujer del aziz:
(24) Mas con el mismo deseo que ella le deseaba, la deseaba él. Habría caído de no haber visto que se trataba de una prueba de su Señor. De esta forma le apartamos del mal y de la indecencia. En verdad que es uno de Nuestros siervos sinceros.
Sura 12 – Yusuf
Mas Allah el Altísimo apoya a Sus Profetas y a los creyentes. Hay muchos programas que se descargan en nuestro corazón y nos permiten resistir a los engaños y controlar nuestras pasiones. ¿Sobre quién se descargan estos programas? Sobre los que se arrepienten y suplican:
(87) Le dimos el Kitab a Musa y enviamos tras él a otros Mensajeros. A Isa, el hijo de Mariam, le dimos la clarificación y le reforzamos con el Ruh al-Qudus.
Sura 2 – al Baqarah
(22) No encontraréis a nadie que creyendo en Allah y en el Último Día sienta afecto por quien se opone a Allah y a Su Mensajero, aunque se trate de sus padres, sus hijos, sus hermanos o los de su tribu. Ha grabado la creencia en sus corazones, les apoya con un Ruh que emana de Él y les hará entrar en jardines por cuyo suelo fluirán ríos.
Sura 58 – al Muyadilah
Los Profetas no son divinidades ni comparten con Allah parte de Su poder o de Su conocimiento. Al igual que el resto de los insan, su único valor ante el Altísimo reside en su obediencia y sumisión. Si las cambiasen por la rebeldía, el Todopoderoso los destruiría:
(37) Lo hacemos descargar como una legislación en lengua árabe. Si siguieras sus deseos después del conocimiento que se te ha revelado, no tendrías aliado ni apoyo alguno contra Allah.
Sura 13 – ar Ra’d
(17) Encubren la verdad los que dicen que Allah es el Masih, hijo de Mariam. Di: “Si fuera la voluntad de Allah destruir al Masih, hijo de Mariam, a su madre y a cuantos hay en la Tierra, ¿quién podría impedírselo?”
Sura 5 – al Maidah
Más aún, a todos ellos se les pedirán cuentas el Día del Resurgimiento. Tendrán que testificar si realmente transmitieron a su gente lo que se descargaba sobre ellos:
(116) Preguntará Allah: “¡Isa, hijo de Mariam! ¿Has dicho tú a la gente: ‘Tomadme a mí y a mi madre por dioses aparte de Allah?’” Dirá: “¡Oh Tú el Perfecto más allá de toda contingencia! ¿Cómo podría decir aquello a lo que no tengo derecho? Si lo hubiera dicho, Tú ya lo sabrías. Tú sabes lo que hay en mi nafs, pero yo no sé lo que hay en Tu nafs. Eres el Conocedor del Ghaib.
Sura 5 – al Maidah
(67) ¡Mensajero! Transmite lo que tu Señor te revela, pues de lo contrario no estarías cumpliendo con la misión que se te ha encomendado de propagar Su mensaje.
Sura 5 – al Maidah
Nos sentimos inmensamente agradecidos a los Profetas y Mensajeros por habernos transmitido los mensajes del Altísimo y habernos enseñado con sus vidas a llevarlos a la práctica. Esta es la objetividad profética, el equilibrio profético. No hay deificación ni menosprecio. Nuestro amor por ellos debe manifestarse en seguir sus enseñanzas y no en elucubrar sobre la naturaleza de sus “milagros”.