Michael Snyder para Investment Watch
Los últimos dos años han transformado fundamentalmente a casi todas las naciones del planeta y no habrá vuelta atrás si la elite se sale con la suya. Durante más de una década, he estado advirtiendo sobre el rápido crecimiento de la red de control del «Gran Hermano» a nuestro alrededor, pero en 2020 y 2021 las cosas han ido a un nivel completamente nuevo. La pandemia les ha dado la excusa perfecta para imponer confinamientos, requisitos de mascarillas, pasaportes de vacunas e inyecciones obligatorias en todo el mundo. Han utilizado al virus como medio para lograr que la gran mayoría de la población mundial acepte medidas que nunca hubiera aceptado en situación normal. Como resultado, ahora pueden rastrearnos y controlarnos como nunca antes.
En muchos lugares la situación ya ha llegado a un punto en el que ni siquiera se puede vivir una vida normal sin un «pasaporte de vacunas» o alguna otra prueba de que uno está al día con sus inyecciones. En la ciudad de Nueva York, se ha arrestado a personas solo por pedir comida sin mostrar prueba de vacunación. Como resultado de tales medidas autoritarias, la tasa de vacunación en la ciudad es de alrededor del 85 por ciento, pero eso todavía no es lo suficientemente bueno para los que están a cargo.
Así que ahora van a enviar equipos de vacunación para «alentar» a los que no han sido vacunados a que se vacunen. Ah, y si te rindes, te darán 100 dólares por ser un buen sirviente del sistema. Lamentablemente, parece que los equipos de vacunación puerta a puerta pronto llegarán al Reino Unido también.
Sin embargo, un número creciente de naciones empieza a moverse en esa dirección. Ecuador acaba de hacer obligatorias las inyecciones para todos a partir de los cinco años de edad, parece que Alemania podría hacerlas obligatorias a principios del próximo año, y Austria en realidad está contratando personas para perseguir a los «negacionistas de vacunas». Sí, nuestro mundo realmente se está convirtiendo en una gran película de ciencia ficción.
En Canadá, el gobierno en realidad estaba midiendo «la capacidad de respuesta del público durante las medidas de confinamiento”. Canadá, que tiene una población de 38 millones, admitió haber rastreado en secreto 33 millones de teléfonos durante el confinamiento por Covid-19, según el National Post, citando a Blacklock’s Reporter, que fue el primero en divulgar esta noticia. Canadá ha enloquecido durante esta pandemia, pero los canadienses aún tienen un largo camino por recorrer para superar la locura en Nueva Zelanda. En noviembre, el grupo anti-eutanasia #DefendNZ solicitó información al Ministerio de Salud de Nueva Zelanda sobre la práctica de la Ley de Elección al Final de la Vida (EOLC Act). Una de estas preguntas fue: «¿Podría un paciente que está gravemente hospitalizado con Covid-19 potencialmente ser elegible para el suicidio asistido o la eutanasia según esta Ley si un médico considera que su pronóstico es de menos de 6 meses?» La respuesta que recibió el grupo fue extremadamente alarmante:
“Los médicos reciben del gobierno la cuota de 1,000 dólares más gastos por cada persona que matan mediante eutanasia. El Ministerio confirmó que los pacientes con COVID podrían morir mediante inyección letal bajo la nueva ley de eutanasia. Esto incluye a los pacientes que se considera que están muriendo de COVID o aquellos que sufren en extremo por sus efectos. El Ministerio de Salud aclaró asimismo que una enfermedad terminal suele ser una enfermedad prolongada en la que el tratamiento no es eficaz».
Si vives en Nueva Zelanda y tienes COVID, deberías tener mucho cuidado de aclarar lo que alguien quiere decir cuando te pregunta si quieres «dormir».
Por supuesto, todas las reglas, regulaciones y mandatos que se nos han impuesto no son para la elite, la cual parece estar funcionando bajo su propio conjunto de reglas, y este hecho debería enfermarnos a todos.
Nuestras libertades y nuestros derechos están siendo destruidos sistemáticamente a nuestro alrededor, pero a muchos estadounidenses parece no importarles. Simplemente continúan permitiendo que el miedo al virus los empuje a hacer cosas muy irracionales. Por ejemplo, un motín casi estalló en Brooklyn el viernes cuando los funcionarios comenzaron a entregar «pruebas gratuitas de COVID-19 de uso doméstico». La gente estaba tan desesperada por hacerse esas pruebas que hubo que llamar a la policía.
¿Realmente hemos caído tan bajo?
Personalmente, tenía la esperanza de que la pandemia comenzara a disminuir, pero la nueva variante de ómicron ha causado una tremenda ola de miedo. Y los políticos responderán inevitablemente a todo este miedo imponiendo medidas aún más autoritarias.
Me ha sorprendido lo fácil que ha sido para gran parte de la población mundial aceptar las medidas autoritarias que se han impuesto hasta ahora. Si no están dispuestos a enfrentarse a la tiranía ahora, ¿qué pasará cuando más adelante llegue una tiranía mucho mayor? Estos son tiempos de oscuridad, y creo que se volverán aún más oscuros en 2022.
El fiero control de la tiranía se vuelve un poco más fuerte con cada día que pasa, pero gran parte de la población de nuestro planeta no parece pensar que esto sea un problema.
SONDAS: El hombre no solo tiene miedo a la muerte, sino que además es tan dependiente del sistema que hará cualquier cosa porque éste no se derrumbe o él mismo sea expulsado de sus estructuras sociales. Hasta tal punto le aterra ser libre, tomar decisiones, ir conformando y comprendiendo su destino, que preferirá las soluciones que le propone el sistema –trabajar 8 horas en algo que no le va ni le viene, consumir, pedir créditos, entregar a sus hijos al estado y morir anticipadamente, pues su vida ha dejado de tener sentido para el sistema.
Esta posición pueril ante la vida, esta perturbadora necesidad de seguir conectados a la madre y que sea ella la que nos trasvase el alimento a través del cordón umbilical, ha ido modelando una humanidad poseída por el miedo a la madurez. Mas esa madre sempiterna es, precisamente, la que nos vacía, nos desnutre y se apodera de nuestro propio cuerpo y de nuestra propia mente para llevar a cabo sus diabólicos órdenes mundiales.
Neo es, de alguna forma, feliz en su cubículo en el que las máquinas mantienen a los humanos prisioneros para extraerles la energía que generan sus cuerpos, energía que esas máquinas necesitan para sobrevivir y mantenerse activas. Es feliz porque es ignorante; es feliz porque no conoce otra opción existencial; es feliz porque no tiene ningún input que le sirva de referencia para entender el estado de cosas en el que vegeta. Ahora, otra máquina, una que sigue programas equivocados, le desconecta del mecanismo que le tenía atrapado y Neo se desliza, empujado por las “aguas” a través de un tobogán a modo de útero, hasta llegar al “afuera”.
Sin embargo, su primera reacción no es la de sentirse mucho más feliz que cuando estaba en aquel cubículo. La normalidad le resulta extraña; la libertad –una prisión. Incluso quiere volver a su situación anterior. En aquella matriz todo le era dado sin que tuviera que realizar por su parte ningún esfuerzo. Mas tampoco ahora Morfeo y su tripulación le piden nada a cambio de haberle traído a la realidad. ¿Qué es entonces lo que ha cambiado en su percepción? Se ha activado su consciencia y le ha caído sobre la cabeza como un jarro de agua fría la responsabilidad de vivir, de dar sentido a la vida, de insertarla en el sentido general del Universo, de buscar un objetivo a toda la existencia, de buscar una geografía que explique su irreductible deseo de inmortalidad, de situarse en un sutil equilibrio entre la física y la metafísica, entre estar dentro y estar fuera.
Mas todo este tiempo que había estado conectado a la fuente que le suministraba la vida le ha desconectado de la consciencia que ilumina para su intelecto una portentosa perspectiva existencial, tan portentosa que le resulta destructiva y la llama “muerte: “¿Estoy muerto?” Morfeo sonría y le responde sin que Neo pueda comprender sus palabras: “Muy al contrario. Nunca has estado tan vivo como ahora.”
Por lo tanto la vida es consciencia activa, es percepción y comprensión, es unificar todos los elementos de este complicadísimo mecanismo que llamamos “yo” (nafs).
Y de esta forma llegamos a la devastadora tercera causa que ha llevado a la humanidad a esta situación en la que nos encontramos ahora, inexplicablemente atroz, más allá de toda ficción imaginable –la aterradora mediocridad a la que ha descendido el ser humano hace que se le trate como a un conejillo de indias o como un robot. Si dentro de unos meses mueren 50 millones de indios o de rusos o de europeos… ¿habrá alguien que sienta pena por ellos, que llore, que intente hacer algo por sus familias? No, no habrá nadie porque esos individuos tienen una característica que los aleja de los animales y los hace inferiores a ellos –la arrogancia. Sentimos cariño por los animales porque no son altivos. Son siempre coherentes con su programa existencial. Mas el hombre de hoy es un animal desquiciado, asustado, amedrentado –un esclavo arrogante que no satisface a ninguno de sus dueños y que al final es arrojado a los perros.