
Boletín informativo de Andrew Korybko
14/10/2025
Las últimas conversaciones sobre la transferencia de misiles de crucero Tomahawk de largo alcance por parte de Estados Unidos a Ucrania, que Putin declaró a principios de este mes solo podrían utilizarse con la participación directa de personal militar estadounidense, han suscitado preocupación por una posible escalada de tensión incontrolable. El viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Ryabkov, evaluó que tal avance provocaría un cambio significativo en la situación, pero reafirmó que no impediría a Rusia alcanzar sus objetivos en la operación especial. El objetivo explícito de Ucrania al obtener estas armas es presionar a Rusia para que congele la Línea de Contacto sin concesiones de Kiev, lo que equivaldría esencialmente a que Moscú cediera en sus objetivos, ya que ninguno se alcanzaría por completo si eso sucediera; razón por la cual no ha accedido.
Para lograr este fin, Ucrania amenazó con provocar un apagón en la capital rusa, lo que probablemente iría acompañado de más ataques contra objetivos logísticos civiles y militares muy por detrás de las líneas del frente. Por lo tanto, algunos temen que las tensiones entre Rusia y Estados Unidos se descontrolen, especialmente después de que el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, señalara que los Tomahawks pueden estar equipados con armas nucleares, pero el precedente de los F-16 sugiere que seguirán siendo manejables. El propio Putin advirtió a principios de 2024 que también podrían estar equipados con armas nucleares, pero Rusia finalmente no consideró su uso como un posible primer ataque nuclear.
Las últimas noticias sobre la transferencia de misiles de crucero Tomahawk de largo alcance por parte de Estados Unidos a Ucrania se ajustan al patrón de filtraciones que sirven para alertar a Rusia sobre esta escalada planificada y así preparar sus respuestas con antelación. Una y otra vez, Putin ha ejercido una moderación casi santa al negarse a escalar, ya sea simétrica o asimétricamente. Los lectores pueden obtener más información sobre estos precedentes en los ocho análisis enumerados en el de finales de 2024, cuyo hipervínculo se encuentra más arriba. La única excepción fue su autorización del uso de los Oreshniks en noviembre, después de que Estados Unidos y el Reino Unido permitieran a Ucrania usar sus misiles de largo alcance dentro de Rusia, obviamente mediante la participación directa de su personal militar, lo que podría repetir si Ucrania obtiene los Tomahawks.
Sin embargo, no los autorizó después de los ataques con drones estratégicos de Ucrania contra partes de la tríada nuclear rusa en junio, que fueron mucho más provocativos, lo que podría deberse a sus cálculos diplomáticos con respecto a Trump. Esté uno de acuerdo o no con la política, se podría decir que Putin quiere evitar hacer cualquier cosa que pueda reafirmar la percepción de Trump (cuidadosamente elaborada por los belicistas de su entorno, como Zelenski y Lindsey Graham) de que Rusia está intensificando la ofensiva, justificando así falsamente las «escaladas recíprocas de Estados Unidos». Mientras siga formulando políticas basándose en este cálculo, y hasta la fecha no hay indicios creíbles de que haya cambiado, cualquier escalada relacionada con los Tomahawks probablemente seguirá siendo manejable.

SONDAS: Resulta hasta cierto punto comprensible que Gorbachov vendiera a Occidente una Unión Soviética resquebrajada antes de que se derrumbase por sí misma y nadie pagase un duro por los escombros. Se puede, incluso, pasar por alto los nefastos acuerdos a los que llegó Nikita Krushchev con Kennedy. Son errores del pasado; agua que ya no mueve molino.
Mas resulta inadmisible que tras 30 años de experiencia, de comprobar una y otra vez lo que significa negociar o firmar acuerdos con Occidente -sea la nación que sea la que los firme- Putin siga pensando que tener tratos con Estados Unidos y Europa podría ser la solución no solo para Rusia, sino para el mundo entero. Se puede tropezar dos veces en la misma piedra, pero tiene que llegar un momento en el que un hombre juicioso, sensato… normal, deje de hacerlo; se dé cuenta de que es la misma piedra.
Mas tiene que haber algo en el carácter ruso que le hizo congeniar con la ideología marxista, organizar una revolución, establecer una Unión Soviética que ocupaba la mitad del mundo, para 70 años después -70 años, no 700 años- la vendiese a saldo y ahora se encontrase la Gran Rusia arrinconada contra las cuerdas.
Sin duda que Putin quiere re-negociar el lugar que debería ocupar la Rusia post-soviética, pero esas negociaciones deberían llevarse a cabo con los rusos, con ellos mismos, y no con sus enemigos. Es Rusia la que está enferma, la que adolece de un nefasto e inexplicable complejo de inferioridad. Putin, como Gorbachov, no está echando un pulso con Estados Unidos. Está suplicando un huequecito en el tejido tercermundista en el poder vivir “a su manera”.
Putin ha tratado una y otra vez de demostrarle al mundo que Rusia es parte de Europa y, por lo tanto, parte de Occidente. Sin duda, que lo es, pero su inmenso territorio, con una población de 150 millones de habitantes, su tremenda riqueza natural, su alta tecnología militar… le impide ser aceptada como un miembro más de la Comunidad Europea. El Reino Unido y Francia saben que, si Rusia ingresase en la Unión Europea, pronto la dirigiría. Podría formar parte de Occidente en la misma línea que lo hacen Canadá, Australia o Japón, prescindiendo de una verdadera relevancia, de un verdadero poder. Mas el tamaño y la musculatura de Rusia le impiden aceptar esa posición subalterna, de segunda clase.
Por lo tanto, Putin debe abandonar la idea de configurarse como la pieza que le faltaba al rompecabezas occidental; debe salir de ese dibujo. Debe hablar al mundo desde una posición, precisamente, independiente, que actúe como contrapeso para frenar el paranoico impulso hegemonista de Occidente. Debe, pues, contraponerse, no alinearse. No puede haber otro papel para Rusia que el de ser un elemento de equilibrio.
Mas ello implicaría desarrollar un sistema económico y financiero propio, algo que tanto Rusia como China llevan años anunciando, sin llegar a ningún resultado concreto, práctico. Deben ambos países abandonar todas las instituciones “internacionales”, como la ONU, que no son, sino coartadas para lastrear su soberanía, una soberanía que deber ser impuesta por la fuerza y no por la cínica diplomacia, pues el lobo nunca dejará de ser carnívoro.
Rusia ha perdido mucho tiempo en la guerra de Ucrania, y ello para agradar a Occidente y a sus secuaces internacionales. Y no es la primera vez que le ocurre. Ha perdido 11 años en Siria. Y se sentó a negociar los acuerdos con Irán junto a Estados Unidos, Francia y Reino Unido. ¿Cómo puede estar en la misma mesa que ellos? Rusia debería haber estado en la mesa de Irán. Mas Putin es una oveja que se siente honrada al ser devorada por los lobos, a los que ve como entidades superiores.
La renuencia de Putin a usar la fuerza para poner fin al conflicto en Ucrania ha agravado considerablemente la guerra, que se acerca a una etapa peligrosa, un conflicto que Putin esperó ocho años en reconocer y que debería haber terminado en dos semanas. Poco a poco -sin prisa, pero sin pausa- Washington y la OTAN se involucraban cada vez más. Las provocaciones aumentaban gradualmente a medida que la inacción de Putin fomentaba hostilidades cada vez más graves. Ahora están a punto de convertirlo en un ataque frontal contra la propia Rusia. Nos gustaría poder participar del optimismo de Andrew Korybko, pero nos resulta imposible. Y todo parece indicar que igual de difícil lo ven los ciudadanos de Rusia.
