El verdadero enemigo de los islamistas no es el neocolonialismo o la agresión militar de Occidente, sino nuestra “inmoral” cultura.

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Slavoj Zizek para RT

El ayatolá Jomeini escribió una vez: “No tememos a las sanciones. No tememos a la invasión militar. Lo que nos asusta es la invasión de la inmoralidad occidental». Y es este mismo miedo el que alimenta a los talibanes.

El hecho es que la ocupación estadounidense de Afganistán creó gradualmente una especie de sociedad civil laica, con muchas mujeres educadas, empleadas y conscientes de sus derechos, y también con una importante vida intelectual independiente. Cuando Goran Therborn visitó Kabul y Herat hace un par de años para dar una charla sobre el marxismo occidental, acudieron cientos de personas, para sorpresa de los organizadores. Sí, los talibanes son ahora más fuertes que nunca, más fuertes de lo que eran hace 20 años cuando las potencias occidentales llegaron a Afganistán para liberar al país de ellos, lo que demuestra claramente la inutilidad de toda la operación, pero ¿debemos por esa razón ignorar las consecuencias progresistas de su intervención?

Debo decir que culpar a los neoconservadores es más bien problemático: los neoconservadores han encontrado un lenguaje común con los talibanes; recuerden que Trump invitó a los talibanes a Camp David e hizo un pacto con ellos que abrió el camino hacia la capitulación de los Estados Unidos.

Además, ya hay reacciones neoconservadoras a la caída de Kabul que la tratan como la última derrota de la tradición occidental de la ilustración secular y el hedonismo individualista … No, no fueron los neoconservadores quienes impulsaron el fundamentalismo islámico, este fundamentalismo creció como reacción a la influencia del secularismo liberal occidental y el individualismo.

Hace décadas, el ayatolá Jomeini escribió: “No tememos a las sanciones. No tememos a la invasión militar. Lo que nos asusta es la invasión de la inmoralidad occidental». El hecho de que Jomeini hablara sobre el miedo, sobre lo que un musulmán debería temer más de Occidente, debería tomarse literalmente: los fundamentalistas musulmanes no tienen ningún problema con la brutalidad de las luchas económicas y militares, su verdadero enemigo no es el neocolonialismo económico occidental y la agresividad militar, sino su inmoral cultura.

En muchos países africanos y asiáticos, el movimiento gay también se percibe como una expresión del impacto cultural de la globalización capitalista y del debilitamiento de sus formas sociales y culturales tradicionales, por lo que, en consecuencia, la lucha contra los gays aparece como un aspecto de la lucha anti colonial.

¿Acaso no se puede aplicar lo mismo para, digamos, Boko Haram? Para sus miembros, la liberación de la mujer aparece como el rasgo más visible del impacto cultural destructivo de la modernización capitalista, de modo que Boko Haram (cuyo nombre puede traducirse de manera aproximada y descriptiva como ‘la educación occidental está prohibida’) puede percibirse y presentarse como un agente contra el impacto destructivo de la modernización, mediante la imposición de una regulación jerárquica de la relación entre los sexos.

Este es el enigma: ¿Por qué los musulmanes, que sin duda han estado expuestos a la explotación, la dominación y otros aspectos destructivos y humillantes del colonialismo, apuntan en su respuesta a lo que es (para nosotros, al menos) la mejor parte del legado occidental: nuestro ¿Igualitarismo y libertades personales, incluida una buena dosis de ironía y burla hacia todas las autoridades?

La respuesta obvia es que su objetivo está bien elegido. Lo que hace que el Occidente liberal sea tan insoportable para ellos no es solo que practica la explotación y la dominación violenta, sino que, para colmo de males, presenta esta realidad brutal bajo la apariencia de su opuesto: libertad, igualdad y democracia.

Así que tenemos que aprender de nuevo la lección crucial de Marx: el verdadero capitalismo viola sistemáticamente sus propias reglas (‘derechos humanos y libertades’). Al comienzo de la era moderna, el capitalismo resucitó la esclavitud en sus colonias… Pero el capitalismo, al mismo tiempo, proporcionó estándares para medir su propia hipocresía, por lo que no deberíamos decir, ‘ya que los derechos humanos son una máscara de explotación, abandonemos los derechos humanos’, sino: ‘Tomemos los derechos humanos más en serio que aquellos que fundaron la ideología de los derechos humanos!” Esto es lo que, desde el principio, significó el socialismo.

Entonces, ¿qué deberían haber hecho los estadounidenses? Deberían haberse quedado y empezar a actuar de manera diferente. ¿Cómo? Permítanme concluir con una inversión de la conocida metáfora de cómo, cuando tiramos el agua sucia de una bañera, debemos tener cuidado de no perder al bebé limpio y sano. Los racistas están haciendo esto después de darse cuenta de que las intervenciones occidentales destinadas a difundir los derechos humanos y las libertades a los países pobres y sucios del Tercer Mundo fracasan miserablemente: OK, arrojemos de la bañera de los derechos humanos y las libertades el agua sucia de la gente del Tercer Mundo, que no son lo suficientemente maduros para la democracia secular, y sigamos siendo el bebé blanco y puro…

Quizás deberíamos hacer exactamente lo contrario: tirar al bebé blanco y puro y tener cuidado de no perder el agua sucia de los pobres y explotados del Tercer Mundo que realmente merecen los derechos humanos y no solo nuestra simpatía y caridad.

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SONDAS: Zizek es un marxista trasnochado que vive de serlo, de apoyar una ideología que a él no le toca ni tiene nada que ver con su vida. Es un intelectual que hace análisis frente a un vaso de wishky on the rocks.  El artículo es repulsivo, pues además pretende dar con la buena interpretación de los hechos, una interpretación ecuánime con soluciones demagógicas que satisfagan a todas las partes, las que sean, en conflicto –crítico, pero sin maltratar a los que pagan.

No obstante, hay algunos puntos en su artículo que merecen una cuidada reflexión, pues son conceptos que van de boca en boca sin que nadie se pare a pensar si tienen algún sentido.

Repite, casi de forma inconsciente, el término “fundamentalismo” referido al Islam cuando, según el diccionario de la RAE, esta locución hace referencia a la:

Creencia religiosa basada en una interpretación literal de la Biblia, surgida en Estados Unidos en coincidencia con la Primera Guerra Mundial.

Hoy, una vez lavado el cristianismo de esta lacra ideológica, adosándosela al Islam, fundamentalismo ha venido a significar extremismo interpretativo, radicalismo, opresión ideológica más allá de toda lógica y normalidad psicológica.

En este sentido, fundamentalismo e Islam son términos antagónicos que no pueden ir juntos a la hora de definir uno u otro:

(256) No hay coacción en el Din (Islam). La guía ha quedado claramente diferenciada del extravío. (Corán 2-al Baqarah)

Según esta aleya coránica, el Islam ha dejado claro el objetivismo religioso y, por lo tanto, cada cual es libre de seguirlo o de rechazarlo y mantenerse en el extravío. La opresión, el fundamentalismo, es cuando se obliga a los hombres a seguir el subjetivismo de otros hombres.

Zizek cita al ayatolá Jomeini, pero no entiende su profunda reflexión contenida en la palabra “inmoral”. Quizás piensa que se trata de una simple regañina. Mas lo que Jomeini está denunciando es que lo fundamentalista es aceptar y promover la homosexualidad, promover que un chico decida que es chica y se cambie de género e incluso se someta a una operación y a un tratamiento hormonal para “parecer” que es chica; el fundamentalismo es desmontar la sólida estructura familiar, despojando de autoridad al padre, al esposo, obligando, para no caer en la pobreza, a trabajar a ambos conyugues, pues la inflación fabricada impide que la gran mayoría de las familias puedan vivir con un sueldo, haciendo que los hijos sean una carga indeseable; el fundamentalismo es que la banca controle nuestras vidas cotidianas, nuestros gobiernos, elegidos en las urnas. El fundamentalismo es que, solo en USA, haya más de 300.000 menores dedicadas a la prostitución; el fundamentalismo es que haya una constante e hipócrita proliferación de asociaciones pro derechos de la mujer, y cada vez también haya más prostitución, más abusos sexuales, más maltratos; el fundamentalismo es que se denuncie cada día la vergonzosa y delictiva actividad denominada “trata de blancas” o “tráfico de mujeres”, y cada día aumente el número de mujeres y chicas secuestradas e introducidas en esa cadena de explotación sexual para disfrute hedonista de los que promueven estas denuncias; el fundamentalismo es enseñar en las escuelas, institutos y universidades la gran mentira, tergiversando la verdad histórica y científica; el fundamentalismo son las cruzadas que, una y otra vez, lanzan los ejércitos occidentales contra las otras naciones para robarles su riqueza, apropiarse de su conocimiento, aniquilar su identidad… alegando que lo hacen para llevar la paz, la prosperidad y la democracia a esos pueblos ignorantes y bárbaros; fundamentalismo es haber vaciado el continente africano, trasvasando a una buena parte de su población a los campos europeos y americanos para trabajar allí como mano de obra esclava.

¿Acaso no es fundamentalismo decir que Dios es uno y trino y quemar en la hoguera a quien lo negase e intentase racionalizar la creencia religiosa, como fue el caso de Miguel Servet?

Mas Zizek no entiende a Jomeini. No entiende que todo lo que conforma occidente es falsedad, hipocresía y cinismo. ¿Acaso no ve lo que está sucediendo con la patética pandemia? ¿No ve a los hombres embozados, confinados, separados, multados, pronto encarcelados… por una situación sanitaria normal transformada en urgencia, crisis, alarma… por los medios de información “libres”, por los expertos y los gobiernos democráticos que quieren llevar la libertad de expresión a Afganistán?

Mas Zizek no entiende a Jomeine, a los Talibán. No entiende su miedo a la devastadora inmoralidad occidental. No entiende que su forma de vestir, de andar, de recortarse la barba y el bigote es inmoral. No entiende que su forma de limpiarse en el baño es inmoral. Lo que él enseña, lo que el recibe por mantener la gran mentira, es inmoral. Su forma de relacionarse con las mujeres es inmoral; la moda es inmoral.

La pregunta entonces no es por qué los Talibán después de 20 años de contactos, negociaciones, luchas… no han sabido apropiarse de lo más progresista de la cultura occidental, sino cómo es posible que occidente no haya, en todo este tiempo, abandonado su inmoralidad y adoptado la rectitud islámica.

¿Por qué Putin sigue apoyando la trinidad ortodoxa y al mismo tiempo se le llena la boca con las palabras “ciencia”, “racionalidad”, “coherencia”…? Porque las ideologías, las creencias falsas son fácilmente manejables y manipulables, más no así la verdad.

¿Cuál era el parte diario que los soldados norteamericanos presentaban a sus superiores en Kabul y otras localidades de Afganistán?

-16 mujeres violadas, 267 civiles muertos, 38 prisioneros, dos puentes destruidos… El mismo parte de siempre. Y después… “Misión cumplida mi capitán”.

¡Maldita inmoralidad!