Tyler Dawson para National Post
Un canadiense, involucrado en una batalla legal por su derecho a oponerse al tratamiento hormonal de su hija adolescente trans, ha sido encarcelado y se le ha negado la libertad bajo fianza por violar una orden que le prohíbe hablar del caso.
La Corte Suprema de Vancouver le negó la libertad bajo fianza a Robert Hoogland y permanecerá en la prisión preventiva de North Fraser, según el sitio web de noticias Post Millennial. Fue arrestado esta semana por desacato a la corte, debido a su continua violación de una orden que restringe su discurso con respecto a su hija transgénero. Hoogland libró una larga batalla, defendiendo su derecho a opinar sobre si la terapia hormonal se puede ofrecer a una menor sin el consentimiento de los padres.
El caso más excepcional en la Columbia Británica (BC) de Canadá comenzó hace varios años. A la edad de 12 años, ‘Maxine’ (no es el nombre real de la niña), a quien se le asignó el género femenino al nacer, luchó por encontrar su lugar en la vida, incluida su identidad de género. Su consejero escolar sugirió que podría ser transgénero, refiriéndola a un médico y diciéndole a la escuela que la tratara como a un niño.
A la edad de 14 años, la adolescente se identificaba como un hombre atrapado en un cuerpo femenino y estaba ansiosa por comenzar la terapia hormonal. La madre apoyó la decisión, pero Hoogland, quien fue separado del resto de la familia, pero compartió la custodia de la niña, sintió que las cosas se habían acelerado demasiado. Dijo que estaría de acuerdo con una transición si su hija fuera mayor y estuviera más preparada para tomar una decisión que iba a cambiar drásticamente su vida. El formulario de consentimiento que se negó a firmar decía que las hormonas podrían provocar diversas complicaciones de salud, incluido un riesgo elevado de enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares o diabetes, e incluso infertilidad.
Esto sucedió en 2018 y dio lugar a una serie de procedimientos judiciales para decidir si Maxine podría ser el árbitro final en el asunto. Esa era la posición de la clínica de género en BC Children’s Hospital, basada en la Infants Act. La ley dice que un «menor maduro» puede dar su consentimiento para recibir atención médica.
Los críticos creen que la ley permite a los activistas trans convencer a niños mal informados y confusos a realizar una transición que no necesariamente va a ser beneficiosa para ellos, mientras que prohíbe a sus tutores legales tener voz sobre el tema.
En el caso de Hoogland, los tribunales canadienses se alinearon repetidamente con el hospital y permitieron que continuara la terapia hormonal. Además, el padre estaba significativamente restringido en la forma en la que podía hablar sobre el caso. Se le ordenó que usara siempre el nombre, el género y los pronombres elegidos por Maxine, y se le prohibió que tratara de convencer a su hija para que detuviera la terapia. Un juez incluso afirmó que sus entrevistas con los medios, en las que Hoogland se refirió a Maxine como a su hija y dijo cosas como «su ADN no cambiará a través de todos estos experimentos que hacen», pueden considerarse «violencia familiar».
Una revisión de 2020 del conflicto en la Corte de Apelaciones de BC opinó en contra de tal encuadre, reconociendo que no había evidencia de que Hoogland (quien se llama ‘CD’ en los documentos judiciales y ‘Clark’ en algunos informes de los medios anteriores) fuera intencionalmente abusivo, y dijo que el conflicto derivaba de «una relación familiar compleja con un profundo desacuerdo sobre cuestiones importantes del papel de los padres y el tratamiento médico». Sin embargo, su petición de bloquear la transición fue rechazada.
La orden de abril de 2019, que prohibía a Hoogland compartir información sobre el «sexo, identidad de género, orientación sexual, salud mental o física, estado médico o terapias» de Maxine con el público en general, también se mantuvo vigente. El padre, que cree que la historia de su familia debería ser debidamente discutida, desobedeció y, a principios de marzo, se emitió una orden de arresto en su contra a petición del Fiscal General de BC. Se entregó a las autoridades el 16 de marzo.
La negación de la fianza pone a Hoogland entre la espada y la pared. Según los informes, una de las cosas por las que el juez lo amonestó fue por no eliminar una página de financiamiento colectivo, en la que explicaba su situación, en aparente incumplimiento de la orden de mordaza, y pedía donaciones para cubrir los honorarios legales. Se le había ordenado que cumpliera con estos requisitos antes del 12 de abril, cuando está previsto que comiencen los procedimientos legales sobre su caso de desacato a la corte, pero dice que no puede hacerlo desde la cárcel.
SONDAS: No se trata de un caso de demencia colectiva, sino de la consecuencia lógica de permitir que unos hombres legislen e impongan sus leyes a otros hombres. Esta es la base real de la tiranía. Las sucesivas sentencias contra Hoogland, el padre de la niña, están basadas en leyes, como la Infants Act, que permite a un menor decidir, nada menos, sobre un cambio de género o de sexo, tratamientos hormonales con posibles efectos secundarios muy graves… pero prohíbe a los padres o tutores legales tomar cartas en el asunto.
Mas el derecho de los hombres a legislar contra los hombres está ratificado por esos mismos hombres que sufren las consecuencias de las legislaciones de otros hombres. A través del sistema democrático, se constituyen gobiernos y parlamentos con derecho a legislar, y se emiten leyes tan absurdas y tiránicas como las que ahora impiden a un padre decidir sobre asuntos tan graves como el cambio de sexo de su hija menor de edad.
En la Infants Act se permite que un menor con probada madurez pueda decidir, por sí solo, un cambio de género, de sexo o cualquier otro tratamiento médico. Mas el concepto de madurez está asociado al tiempo. Decimos que esa fruta no está madura porque no ha permanecido en el árbol el tiempo suficiente. La madurez implica siempre tiempo, experiencia, pasar por numerosas confrontaciones vitales… Todo ello va haciendo que maduremos. ¿Cómo podría un niño prever las consecuencias futuras de un cambio de género o de un tratamiento hormonal? Los niños carecen de pasado y de futuro –viven en un presente inmediato.
No obstante, aquí la lógica, la coherencia, la racionalidad… no tienen cabida. Se trata de lograr un cambio radical de valores, de forma que las anomalías sexuales y afectivas, como la homosexualidad, el lesbianismo o el transgenerismo, se conviertan en la nueva normalidad.
Ahora el objetivo es conseguir número para eliminar el concepto de rareza. Cuando el 60% de las poblaciones participen de estas anomalías, ya no se podrá decir que constituyen la excepción que confirma la regla; más bien serán los heterosexuales los que caigan bajo sospecha de haber adquirido una percepción anómala de la realidad.
Nos dirigen hacia sociedades en las que los individuos que las componen carecen de identidad, incluso de identidad sexual. Sociedades constituidas por individuos enfermos con graves trastornos psicológicos –la nueva normalidad.
Estamos presenciando cómo el factor más productivo de estos cambios en la moralidad y normalidad resultan ser los médicos, jueces y tutores educativos. Es en las escuelas donde se adoctrina a los niños a dudar de su género y donde se les propone una “transición”. Del resto se encargan los jueces y los médicos.
Le recomendamos a Hoogland que abandone la lucha y rehaga su vida, lejos de su actual familia ¿Qué se puede esperar de una niña que se siente hombre y está dispuesta a sufrir un tratamiento hormonal que podría acabar con su vida? ¿Qué se puede esperar de una madre que apoya decididamente este altercado anti-natura?
No se puede ni se debe explicar lo que es evidente. Detrás de toda anomalía hay una intención, un propósito, un objetivo, que le da sentido. Y el objetivo aquí es la degradación humana, como el mejor medio de dirigirla y manipularla.
Despertar es tomar consciencia de la realidad y asumir nuestra verdadera identidad.