Kit Knightly para Off-Guardian.org
¿Recuerdas lo que escuchábamos hace cinco meses? En otras circunstancias no haría esta pregunta, pero el mundo se mueve increíblemente rápido en estos días. ¿Recuerdas que se predijo que Covid-19 mataría literalmente a millones de personas? ¿Recuerdas que los hospitales iban a estar sobrecargados de pacientes y nuestra infraestructura médica en apuros se derrumbaría bajo su peso? ¿Recuerdas que confinar a la humanidad era la única forma de prevenir este desastre, que teníamos que hacerlo, independientemente del daño que pudiera causar en nuestras vidas y en la seguridad de incontables millones de personas? Pregunta final: ¿Sabes cuántas personas murieron ayer oficialmente en el Reino Unido con (no de) el coronavirus? Fueron 12. Doce personas.
Probablemente no te has enterado de ello, porque en algún momento de las últimas cinco semanas los medios dejaron de usar por completo la palabra «muertes» y empezaron a hablar solo de «casos». Un «caso» es cualquier persona que dé positivo en Sars-Cov-2, utilizando las notoriamente poco fiables pruebas de PCR que producen un gran número de falsos positivos. Incluso suponiendo que la prueba positiva fuese real, la gran mayoría de los “casos” son asintomáticos. Entre los falsos positivos, las pruebas no fiables y la infección asintomática, el recuento de «casos» de Sars-Cov-2 es prácticamente insignificante. Supongamos que hay síntomas y además una prueba positiva; y supongamos que no sea un falso positivo, con un resfriado o gripe. Bueno, incluso la gran mayoría de los «casos sintomáticos» solo estarían levemente enfermos. De hecho, de los millones de casos activos en el mundo, solo el 1% se considera gravemente enfermo. La mayoría sobrevivirá.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades estima que la tasa de mortalidad por infección de Sars-Cov-2 es de aproximadamente 0,26%. Un número perfectamente acorde con las temporadas de gripe severa. Prácticamente todos los países de Europa registran ahora una mortalidad media o, incluso, inferior a la media. En términos generales, la gran mayoría del mundo está, y probablemente seguirá estando, absolutamente bien. Pero las cosas no vuelven a la normalidad, ¿verdad? De hecho, están empeorando.
Los gobiernos han puesto el pie en la puerta y no tienen la intención de quitarlo. Las mascarillas ahora son obligatorias en el Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Alemania y Francia. Y en muchos otros países. El candidato demócrata a la presidencia, Joe Biden, ha dicho que también deberían ser obligatorias en Estados Unidos. Se habla de «cierre local» en Birmingham, debido a un «aumento repentino de casos», pero no se nos ha proporcionado ninguna información sobre los números, o si eso se traduce en algún tipo de enfermedad o en muertes. Lo mismo para Oldham, que está al borde de un «cierre catastrófico» gracias a su tasa de infección de 83 personas por cada 100.000 habitantes. (Oldham tiene una población aproximada de 250.000 personas, por lo que estaríamos hablando de unos 200 casos).
En realidad, durante la última semana, el recuento de muertes por Covid en el Reino Unido se ha reducido en más de 5000, gracias a una revisión que eliminó los duplicados y los errores (que Off-Guardian hace meses predijo que ocurriría). El recuento de casos también está inflado con, al menos, 30.000 duplicados. En Nueva Zelanda, la patrona del coronavirus, Jacinda Ardern, acaba de posponer las elecciones generales del próximo mes. Es solo un mes, por ahora. Pero, ¿qué pasará si llegase una «segunda ola» en octubre y tuviera que posponerlas nuevamente? Sea como fuere, se ha establecido un precedente. Nueva Zelanda ha tenido 1600 casos, en total, en 5 meses. No han tenido una sola muerte desde mayo. Pero su país está bloqueado y su democracia en suspenso. Ah, y están enviando a los que dan positivo en las pruebas (y a sus familias) a «centros de cuarentena» en los que, si se niegan a hacerse la prueba, serán detenidos indefinidamente. Australia está cerrando ciudades, incluso imponiendo toques de queda, basándose en 450 muertes.
Cada día son más los artículos que discuten la necesidad de la vacunación obligatoria, o algo peor. Y en todas partes el idioma está cambiando. «La nueva normalidad» trataba de vencer a Covid-19, pero ahora se trata de «Covid-19 y futuras pandemias», o los «otros desafíos colosales a los que se enfrenta la humanidad»… que pueden significar, literalmente, cualquier cosa que ellos quieran que signifique.
Todo esto se basa en el número cada vez mayor de casos, sin ninguna referencia al hecho de que las muertes están disminuyendo. Todos los que pedimos una respuesta medida y proporcional hemos sido criticados o ignorados. Los números han demostrado que teníamos razón, pero eso no importa ahora. Han asustado a la gente para que les dieran el poder absoluto sobre sus vidas, luego sentaron precedente de cómo usar ese poder, y no hay razón para pensar que vayan a detenerse.
Antes se hablaba de «muertes», ahora se habla de «casos». Se trataba de vencer al coronavirus, la próxima vez se tratará de hacer frente a otra cosa.
SONDAS: Lo que nos sigue sorprendiendo, no obstante, es cómo alguien que escribe un artículo como este no se pregunta, por ejemplo, ¿para qué están haciendo todo esto? ¿Para qué quieren el poder que les hemos conferido? ¿Cuáles son los objetivos que se busca llevar a cabo con “las pandemias” futuras?
Es cierto que los gobiernos locales se están aprovechando de esta situación para encubrir su mala gestión, sus fraudes y recibir más dinero, aumentar su deuda, ahora justificada por los gastos añadidos y desorbitados que son necesarios para luchar contra la pandemia. Pero el deep state, tiene otros planes, otros objetivos, que nos están revelando en las medidas adoptadas contra el virus.
Por una parte, el confinamiento supone, ante todo, un estricto control del movimiento de masas –cuándo, cómo, dónde, quiénes. Con el distanciamiento se pretende dar otra vuelta de tuerca al aislamiento social, al individualismo, al egoísmo, en última instancia. Se busca eliminar el asociacionismo, las agrupaciones, las manifestaciones, las reuniones. Se intenta conseguir que las relaciones humanas sean cada vez más indeseables. Y todo ello nos lleva a una desconexión con la realidad y, al mismo tiempo, a una absorción en la virtualidad, en la vida online.
Hay, pues, un proyecto de separación entre las elites y el resto de la humanidad que, ahora, va a sufrir una drástica disminución en cuanto al número de individuos necesarios para garantizar el bienestar de esas elites y su propia subsistencia, así como una radical disminución con respecto a la media de vida –no más de 40 años.
Para ello, habrá más pandemias, guerras locales, catástrofes, nuevas enfermedades… que exigirán medidas más estrictas con el único objetivo de salvar a la humanidad. Nos van a ir eliminando… por nuestro bien.