Las articulaciones son una obra maestra; no solamente tienen un buen diseño, sino que son una obra maestra de ingeniería.
Brian Miller para Evolution News
Como profesor de ingeniería en la Universidad de Bristol y Cambridge, Stuart Burgess ha investigado la biomecánica durante casi treinta años. Es uno de los ingenieros más destacados del Reino Unido. A principios de este año, dio una charla dentro del programa Ciencia y Fe ofrecido por Westminster titulada: «Por qué las articulaciones del esqueleto humano son obras maestras de la ingeniería: y una refutación de los argumentos del ‘mal diseño,'» en la que demostró que las articulaciones del esqueleto humano son maravillas de la ingeniería y están diseñadas de manera óptima. En particular, refutó las afirmaciones que el biólogo Nathan Lents hace en su libro “Human Errors: A Panorama of Our Glitches, from Pointless Bones to Broken Genes” (“Errores humanos: un panorama de nuestro funcionamiento defectuoso, desde los huesos sin sentido hasta los genes rotos”), sobre la inutilidad de los huesos de la muñeca y del tobillo.
El abuso de la ciencia
En su charla Burgess se centra en uno de los abusos más comunes de la ciencia que tiene como objetivo suprimir la evidencia del diseño en biología. Los ateos como Lents han tergiversado groseramente la evidencia científica relacionada con los sistemas biológicos afirmando que la vida a menudo muestra una ingeniería torpe e incompetente. Se sabía que la mayoría de los ejemplos de diseño supuestamente deficiente enumerados por Lents, o en otros libros como “The Language of God” (“El lenguaje de Dios”), eran falsos ya cuando se escribieron estos libros o han sido desacreditados después. Sin embargo, la desinformación resultante de una erudición descuidada ha hecho descarrilar la fe de los adeptos religiosos y ha robado a los ateos y agnósticos la oportunidad de aceptar la creencia en un Creador.
En relación con las muñecas y los tobillos, Lents hace las siguientes afirmaciones en su libro:
La muñeca consta de ocho huesecitos diferentes y separados entre sí, como si fueran un montón de piedrecitas. (pág. 28)
Tenemos ejemplos de articulaciones magníficamente diseñadas en nuestros cuerpos; las articulaciones del hombro y la cadera vienen a la mente. Aunque no la muñeca. Ningún ingeniero en su sano juicio diseñaría una articulación con tantas piezas móviles individuales. Desordena el espacio y restringe la capacidad de movimiento. (pág. 28)
El tobillo humano sufre el mismo desorden de huesos que encontramos en la muñeca. El tobillo contiene siete huesos, la mayoría de ellos inútiles. (pág. 29)
Sin embargo, ninguna de estas afirmaciones tiene base alguna. El parachoques de un automóvil, por ejemplo, está diseñado para derrumbarse mucho antes que el compartimiento de pasajeros, ya que el primero es mucho más prescindible. Del mismo modo, una persona aún puede caminar con un ligamento cruzado anterior desgarrado, pero un traumatismo grave en otros tejidos o huesos de la rodilla podría paralizar permanentemente a la persona. El desgarre inicial del ligamento podría evitar un daño mucho más severo. Además, la velocidad a la que se rompen los ligamentos es menor que la velocidad a la que se fracturan huesos como el fémur. Las afirmaciones sobre el diseño endeble de los ligamentos están claramente equivocadas.
La lección central
Burgess podría haber hablado durante horas sobre las afirmaciones falsas de un diseño deficiente en estructuras como el cableado de la retina, el apéndice humano y las muelas del juicio. Podría haber proporcionado innumerables ejemplos de biología que demostrasen que el cuerpo humano se encuentra en el pináculo de la brillantez de la ingeniería.
Sin embargo, los dos ejemplos que presentó fueron suficientes para llevar a casa una lección clara. Las suposiciones evolutivas llevan constantemente a los biólogos a afirmar falsamente que las características de la vida reflejan una ingeniería incompetente, y esas suposiciones los sesgan para subestimar el ingenio y la optimización de los sistemas biológicos. Uno espera que el historial consistente de identificar falsamente un diseño deficiente resulte en que los investigadores apliquen una mayor cautela en el futuro antes de cuestionar la sabiduría de una característica de la vida que inicialmente no comprenden por completo.

SONDAS: No podrán escapar. La verdad los tiene sitiados. No tendrán más remedio que reconocerla, y no a mucho tardar.
(53) Les mostraremos Nuestros signos en el horizonte y en ellos mismos hasta que vean con claridad que es la verdad. (Corán 41-Fussilat)
Burgess ha pasado 30 años estudiando la mecánica del esqueleto humano, y ello le ha llevado a concluir que es una maravilla de ingeniería. En cada hueso, en cada articulación, hay una disposición óptima. Siempre es la mejor opción. Sin embargo, para darse cuenta de la perfección con la que ha sido diseñado nuestro cuerpo no hace falta ser ingeniero ni dedicarle al asunto 30 años de nuestra vida, pues es algo evidente que comprobamos cada día. Vemos esta maravilla en el movimiento de nuestros dedos, de nuestras rodillas, de nuestros tobillos; en la precisión visual de nuestros ojos; en cómo están organizados los músculos alrededor de nuestros huesos; en la función imprescindible de los tendones; en la sucesión de los ciclos vitales; en el imperceptible y silencioso cambio de casas lunares; en la guía de las estrellas.
(3) No verás en la creación del Rahman ninguna discordancia. Vuelve a fijarte: ¿Ves algún fallo? (4) Vuelve a mirar una segunda vez. La vista regresará a ti deslumbrada y exhausta. (Corán 77-Sura de la soberanía, al Mulk)
Y, sin embargo, Lents no ve en la creación del Altísimo, sino errores, imperfecciones, deficiencias… Mas desde el punto de vista de un ateo, ¿quién podrá ser el responsable de estos fallos? Suponemos, que habrá que achacárselos a la naturaleza o al instinto o a los bio-sistemas… Mas ¿tiene sentido presuponer que “quien” ha diseñado las falanges de los dedos se haya equivocado al organizar la rodilla o la muñeca? ¿Puede un mecanismo tan perfecto como el de la clavícula o el de la cadera formar parte de un esqueleto deficiente?
Mas ¿podemos calificar de “deficiente” a un organismo como el humano, capaz de jugar al tenis, al fútbol, al baloncesto; de correr; de saltar; de bajar escaleras rápidamente; de tocar instrumentos musicales; de escribir en cualquier alfabeto; de bailar; de danzar; de manipular el mecanismo de un reloj…? ¿Puede tener fin esta lista de habilidades que nos separan irreductiblemente de cualquier animal? ¿Puede un simio coser o bordar? ¿Puede un elefante manejar una grúa?
¿Quién, pues, ha diseñado al hombre? ¿Quién le ha proporcionado todas esas capacidades? ¿La deficiente “naturaleza”? ¿La imperfecta “evolución”? Pronto la verdad se enrollará en los cuellos de los científicos hasta asfixiarles. Entonces se establecerá la Hora; y todos ellos morarán en el Fuego, un fuego de especulaciones, de elucubraciones, de falsedades e hipocresía; un fuego que ni los matará ni les dejará vivir. Veremos entonces en qué acaba su cinismo.