Biden prometió detener la maquinaria de guerra saudí. No lo hizo.

terr1

Robert Inlakesh para RT News

La guerra en Yemen sigue peor que nunca, pero los principales medios de comunicación estadounidenses permanecen en silencio mientras continúan las atrocidades.

Poco después de asumir el cargo, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció el fin del apoyo de su país a los esfuerzos bélicos ofensivos de Arabia Saudita en el atribulado Yemen, y prometió convertir los esfuerzos diplomáticos para poner fin al conflicto en su máxima prioridad.

Sin embargo, a pesar de estas promesas, que vieron a Biden colmado de elogios, su apoyo a Riad no ha cambiado. Diez meses después de su promesa, los aviones de combate sauditas continúan lanzando bombas sobre los yemeníes, cuyo país es una de las naciones más pobres del mundo árabe. En particular, los combates terrestres alrededor de la ciudad de Marib, en el norte de Yemen, han provocado una catástrofe humanitaria.

Desde que en 2015 la coalición liderada por Arabia Saudita comenzó sus campañas de bombardeos letales en Yemen, en los medios estadounidenses ha existido prácticamente un apagón informativo sobre esta guerra. La ONU predice que el número de muertos llegará a 377,000 a finales de este año. Solo en los últimos dos meses, los combates en la región de Marib, rica en petróleo, han provocado miles de muertes, así como el desplazamiento de alrededor de 42,000 civiles.

Los medios de comunicación se centraron en el tema de Yemen durante la presidencia de Donald Trump, principalmente debido a la aprobación de una ley bipartidista en 2019 destinada a poner fin al apoyo financiero estadounidense para la guerra. Trump vetó la legislación en un esfuerzo por continuar con el respaldo de Washington a las fuerzas de la coalición, lo que generó críticas de todo el espectro político, pero desde que Biden asumió el cargo, cualquier interés de los medios corporativos en cubrir la guerra de Yemen ha disminuido significativamente.

Yemen ha estado sacudido por guerras civiles durante décadas, pero el conflicto actual estalló en marzo de 2015, cuando las fuerzas armadas de la coalición liderada por Arabia Saudita intervinieron en nombre del gobierno internacionalmente reconocido contra los rebeldes hutíes alineados con el ex presidente, Ali Abdullah Saleh.

Riad esperaba que su poder aéreo, en su mayoría aviones británicos que lanzaban bombas de fabricación británica, con pilotos entrenados en Gran Bretaña y mantenidos en el reino por miles de contratistas británicos, ganara la guerra en cinco semanas. Sin embargo, seis años después, se estima que el 80% de la población de 24 millones de personas que todavía están vivas necesita alimentos y asistencia, y muchos simplemente están a un «paso de la inanición».

Los últimos combates estallaron a fines de febrero, cuando los Ansar Allah, también conocidos como los rebeldes hutíes, lanzaron una ofensiva para capturar la región de Marib, rica en recursos, el último bastión del norte de las fuerzas del presidente Abdrabbuh Mansur Hadi respaldadas por Arabia Saudita.

Es imposible decir el número exacto de muertos como resultado de los ataques aéreos de Arabia Saudita y sus aliados, que incluyen más de 300 ataques directos de Estados Unidos. Sin embargo, las Naciones Unidas han declarado que, al atacar deliberadamente a civiles, los saudíes han cometido crímenes de guerra. Cuando el Consejo de Derechos Humanos de la ONU decidió a principios de este año investigar hasta qué punto la coalición liderada por Arabia Saudita era responsable de la crisis humanitaria número uno del mundo, Riad utilizó el acoso, los «incentivos y las amenazas» para cerrar la investigación y protegerse de la rendición de cuentas.

Los «humanitarios» de la administración Biden, que prometieron poner fin al apoyo a las «acciones ofensivas» de Arabia Saudita, sellaron un acuerdo de armas de 500 millones de dólares con Riad en octubre. Y las fuerzas estadounidenses aún brindan apoyo logístico a la coalición liderada por Arabia Saudita, al igual que los contratistas estadounidenses continúan prestando servicio a los aviones utilizados para bombardear Yemen.

A medida que se disparan misiles de crucero hacia territorio saudí y los aviones de combate de la coalición bombardean la capital de Yemen con municiones de fabricación occidental, lo que hay que tener en cuenta son las promesas incumplidas del presidente estadounidense. Millones de yemeníes están al borde de la muerte, muchos más han sido desplazados en los combates. Sin embargo, en los Estados Unidos ni siquiera esta terrible situación le está dando al gobierno la urgencia de seguir un enfoque racional de política exterior que no esté informado por sesgos políticos e intereses comerciales.

Es casi inevitable que Marib caiga ante Ansar Allah, así que ¿por qué no retrasan lo inevitable y usan su influencia para presionar a Arabia Saudita para que adopte un enfoque menos agresivo que proteja a los civiles que están atrapados en el punto de mira de la batalla en curso? A esta pregunta, como otras que involucran la política exterior de la administración Biden, se puede responder de la misma manera: Estados Unidos se niega obstinadamente a aceptar que, a veces, las cosas no salen como quiere y no puede simplemente hacer explotar todo para evitar hacer concesiones.

Biden es conocido por hacer falsas promesas sobre Arabia Saudita. En la campaña electoral en 2020 anunció que castigaría al príncipe heredero de Arabia Saudita, Muhammad bin Salman, por su papel en el asesinato del periodista Yamal Khashoggi, pero, una vez en el cargo, se ha negado a actuar.

La reciente campaña saudí contra el Líbano, que le costó millones a la economía de este último, también ha pasado sin ninguna intervención de Estados Unidos. Líbano, un país que ya sufre una gran crisis económica, con casi el 80% de su población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, fue coaccionado por Arabia Saudita y su alianza de Estados del Golfo Pérsico para aceptar la renuncia forzada del ministro George Kordahi por los comentarios que hizo condenando la guerra de Arabia Saudita contra Yemen.

Mientras Estados Unidos se niegue a castigar o presionar a sus aliados, sus argumentos contra otras potencias extranjeras por sus supuestos abusos a los derechos humanos seguirán sin tener peso.

terr4

SONDAS: Todo lo que gira en torno a Arabia Saudita es misterioso y exige un alto grado de complicidad. A comienzos del siglo XX sucumbía el imperio otomano, el poder musulmán, “the ill man” –como lo llamaban las potencias europeas aunque más correcto habría sido llamarle “el gigante enfermo”, un gigante con pies de arena que no pudo soportar su propio peso.

Cuando colapsa este gigante todos los elementos necesarios para organizar un nuevo orden mundial están listos. A Turquía se la repartirán los poderes europeos del momento y todo Oriente Medio se fragmentará en base a un fabricado nacionalismo árabe que irá siendo engullido por los poderes occidentales.

El plan no les salió, como nunca les sale, y Turquía logró mantener su independencia y buena parte de su territorio. Los fragmentos árabes a trancas y barrancas lograron mantener una cierta identidad que les permitió luchar contra el invasor y expulsarle de lo que ya eran sus países, con sus fronteras, su bandera y una cierta épica. Mas con un Islam prácticamente ausente en esas nuevas sociedades, el colonialismo cultural de Occidente cada vez iba a ser más omnipresente.

El recién creado estado de Israel pronto iba a suponer un echar más leña al fuego, a una hoguera que ya de por sí parecía inextinguible. Desde los tiempos de las cruzadas Europa no había cejado en el empeño de crear un Oriente Medio totalmente occidentalizado, con una buena parte de su población trasvasada de Europa. Hoy se podría decir que, a simple vista, ese objetivo se ha logrado, a no ser por dos territorios, dos países, dos enclaves milenarios, que persisten en no formar parte de ese orden mundial que originó la caída de Estambul, la antigua Constantinopla.

Siria y Yemen están en guerra porque el Islam sigue vivo en estos territorios. No se han metido estos dos países en ninguno de los muchos Metaversos que Occidente ha generado y arrojado a buena parte del mundo. A pesar de la guerra y de los estrictos bloqueos que sufren estos países, sus sociedades se mantienen intactas.

Ahora Rusia se lamenta de que la prensa occidental no hable, no denuncie la expoliación y las masacres que se están perpetrando en estos países. Este silencio, cómplice, también ha salpicado a la prensa rusa, pues mantener buenas relaciones con Arabia Saudita conviene a todos para salvaguardar sus economías y para que los dirigentes saudíes no revelen qué fue lo que realmente pasó durante el periodo de la arabización de Oriente Medio y el que siguió a la Segunda Guerra Mundial.

Ahí está Macron visitando a Muhammad bin Salman y ahí estuvo Putin estrechando la mano del dirigente saudí durante las cumbres de G20 en Osaka, y todo ello a pesar de que las evidencias aireadas por la prensa y los servicios de inteligencia occidentales y turcos parecían señalar a Bin Salman como el responsable de la muerte de Khashoggi y otras fechorías.

Mas no es éste un suceso que le quite el sueño a nadie. ¿Acaso ya hemos olvidado que más de 80 periodistas independientes, reporteros, fueron abatidos por francotiradores del ejército estadounidense y británico en la segunda guerra de Iraq? Se trata de un mundo controlado por mafias que ya todos aceptan.

Mas es posible que haya alguien que ponga una jeringuilla en su árbol de Navidad para recordar los miles de yemenís que están muriendo cada día o no tienen la posibilidad de inyectarse las vacunas que producen los que les están asesinando.