Ida Auken para World Economic Forum
Nota de la autora: Algunas personas han leído este blog como mi utopía o sueño del futuro. No lo es. Es un escenario que muestra hacia dónde podríamos dirigirnos, para bien o para mal. Escribí este artículo para iniciar una discusión sobre algunos de los pros y los contras del desarrollo tecnológico actual. Cuando nos enfrentamos al futuro, no basta con trabajar con informes. Deberíamos iniciar las discusiones de muchas formas nuevas. Esta es la intención de este texto.
Bienvenidos al año 2030. Bienvenidos a mi ciudad, o debería decir, «nuestra ciudad». No tengo nada. No tengo coche. No soy dueña de una casa. No tengo electrodomésticos ni ropa.
Puede parecerle extraño, pero tiene mucho sentido para nosotros en esta ciudad. Todo lo que consideraba un producto, ahora se ha convertido en un servicio. Tenemos acceso al transporte, alojamiento, comida y todo lo que necesitamos en nuestra vida diaria. Una a una, todas estas cosas se volvieron gratuitas, por lo que dejó de tener sentido para nosotros poseer demasiadas.
La primera comunicación se volvió digitalizada y gratuita para todos. Luego, cuando la energía limpia se volvió gratuita, las cosas comenzaron a moverse rápidamente. El transporte bajó drásticamente de precio. Ya no tenía sentido para nosotros tener automóviles, porque podíamos llamar a un vehículo sin conductor o a un automóvil volador para viajes más largos en tan solo minutos. Empezamos a movernos de una forma mucho más organizada y coordinada cuando el transporte público se volvió más fácil, rápido y cómodo que el coche. Ahora apenas puedo creer que aceptaramos la congestión y los atascos, sin mencionar la contaminación del aire por los motores de combustión. ¿En qué estábamos pensando?
A veces uso mi bicicleta cuando voy a ver a algunos de mis amigos. Disfruto del ejercicio y del paseo. De alguna manera consigues que el alma te acompañe en el viaje. Es curioso cómo algunas cosas parecen no perder nunca su emoción: caminar, andar en bicicleta, cocinar, dibujar y cultivar plantas. Tiene mucho sentido y nos recuerda cómo nuestra cultura surgió de una estrecha relación con la naturaleza.
Los problemas ambientales parecen ahora cosa del pasado.
En nuestra ciudad no pagamos alquiler, porque otra persona está usando nuestro espacio libre siempre que no lo necesitamos. Mi sala de estar se usa para reuniones de negocios cuando yo no estoy allí.
De vez en cuando, elegiré cocinar para mí. Es fácil: el equipo de cocina necesario me llega a casa en minutos. Desde que el transporte se volvió gratuito, dejamos de tener todas esas cosas metidas en nuestra casa. ¿Para qué tener una máquina de hacer pasta y una cocina para crepes en nuestros armarios? Podemos pedirlos cuando los necesitemos.
Esto también facilitó el avance de la economía circular. Cuando los productos se convierten en servicios, a nadie le interesan las cosas con una vida útil corta. Todo está diseñado para durar, reparar y reciclar. Los materiales fluyen más rápidamente en nuestra economía y pueden transformarse en nuevos productos con bastante facilidad. Los problemas ambientales parecen cosa del pasado, ya que solo utilizamos energía limpia y métodos de producción limpios. El aire está limpio, el agua está limpia y nadie se atrevería a tocar las áreas protegidas de la naturaleza porque constituyen un gran valor para nuestro bienestar. En las ciudades tenemos muchos espacios verdes, plantas y árboles por todas partes. Todavía no entiendo por qué en el pasado llenábamos todos los espacios libres de la ciudad con cemento.
¿Compras? Realmente no puedo recordar qué es eso. Para la mayoría de nosotros, se ha convertido en elegir cosas para usar. A veces encuentro esto divertido, y otras veces solo quiero que el algoritmo lo haga por mí. Conoce mis gustos mejor que yo.
Cuando la IA y los robots se hicieron cargo de gran parte de nuestro trabajo, de repente tuvimos tiempo para comer bien, dormir bien y pasar tiempo con otras personas. El concepto de hora punta ya no tiene sentido, ya que el trabajo que hacemos se puede realizar en cualquier momento. Realmente no sé si lo llamaría trabajo. Es más, como tiempo de pensamiento, tiempo de creación y tiempo de desarrollo.
Durante un tiempo, todo se convirtió en entretenimiento y la gente no quiso preocuparse por temas difíciles. Fue solo en el último minuto cuando descubrimos cómo usar todas estas nuevas tecnologías para mejores propósitos que simplemente matar el tiempo.
Mi mayor preocupación son todas las personas que no viven en nuestra ciudad. Los que perdimos en el camino. Aquellos que decidieron que era demasiada toda esta tecnología. Aquellos que se sintieron obsoletos e inútiles cuando los robots y la IA se hicieron cargo de gran parte de nuestros trabajos. Los que se enojaron con el sistema político y se volvieron contra él. Viven diferentes tipos de vida fuera de la ciudad. Algunos han formado pequeñas comunidades de autoabastecimiento. Otros simplemente se quedaron en las casas vacías y abandonadas en pequeños pueblos del siglo XIX.
De vez en cuando me molesta el hecho de que no tenga verdadera privacidad. No hay a donde pueda ir sin estar registrada. Sé que, en algún lugar, está grabado todo lo que hago, pienso y sueño. Solo espero que nadie lo use en mi contra.
Considerándolo todo, es una buena vida. Mucho mejor que el camino en el que íbamos, donde quedó tan claro que no podíamos seguir con el mismo modelo de crecimiento. Vivíamos inmersos en todas estas cosas terribles: enfermedades por nuestro estilo de vida, cambio climático, la crisis de los refugiados, degradación ambiental, ciudades completamente congestionadas, contaminación del agua, contaminación del aire, malestar social y desempleo. Perdimos a demasiadas personas antes de darnos cuenta de que podíamos hacer las cosas de manera diferente.
SONDAS: En esa dirección va la agenda del deep state, pero no a lo Ida Auken. El escenario que se irá configurando nada tendrá de bucólico. Las ciudades en las que viva la gente común, la mayoría, la inmensa mayoría, no estarán repletas de zonas verdes, sino de edificios medio derrumbados, carreteras con el asfalto levantado, calles sin luz o con alguna bombilla despistada que aún cuelga de alguna farola. Esa ciudad de la que habla Ida habrá sufrido la devastación de años sin inversiones, sin mejoras, sin reparaciones –será una ciudad abandonada a su suerte.
Sin embargo, junto al estado de indolencia tercermundista habrá un elevado desarrollo tecnológico, como apunta Ida en su confusa y contradictoria utopía, que servirá para controlar a esas poblaciones de gente común –“en algún lugar, está grabado todo lo que hago, pienso y sueño.” Y eso que piensas, haces o sueñas te irá quitando puntos o añadiéndotelos a tu cuenta online. Ya no hará falta policías ni prisiones –tu propia actitud ante la vida será tu ángel o tu verdugo. Si quieres comer, comprarte ropa buena, acceder a los mejores programas… tendrás que cambiar de actitud y adecuarla a la del sistema, a la de “ese alguien” que controla hasta tus sueños. El sistema de puntos también acabará con el dinero. Tu ideología te hará rico o miserable –perderás el trabajo y todo tipo de interacción con los “servicios” que te ofrece la sociedad.
La parte atractiva de la utopía Ida será para los que han montado la pandemia y mueven los hilos para que ese nuevo orden mundial pueda establecerse a nivel global. Ellos vivirán en lujosas residencias cuidadas y abastecidas por los habitantes de las ciudades abandonadas. Tras terminar la jornada de trabajo –limpieza, reparaciones, cuidados, cultivos, ganadería… serán transportados a sus habitáculos en los que gozarán de pequeños privilegios o de la más sórdida pobreza.
Y esta agenda la piensa implementar el deep state con el partido demócrata. No olvidemos que son los demócratas quienes más empeño han puesto en que siga la pandemia, el uso de las mascarillas y se establezcan medidas de control cada vez más estrictas. La administración Trump no ha sido mejor ni peor que las anteriores, pero ha retrasado los planes del deep state cuatro años, y éste no está dispuesto a retrasarlos cuatro años más. Así que han llamado a sus aliados europeos y estos han respondido de inmediato mandando telegramas de felicitación a Biden antes, incluso, de que se acabara el recuento de votos y hubiera una confirmación oficial.
Esta vez, será la izquierda la que nos devuelva a la distopía en la que ha vivido la gente común producida y mantenida por la derecha durante milenios.
Nos lo merecemos. Llevamos decenios viviendo en la más absoluta negligencia y despreocupación, pensando que todas las cosas seguían su orden natural, que no había conspiraciones, que Pompeo se levantaba por las mañanas con la Biblia en la mano sin otro pensamiento que mejorar los asuntos en el mundo. Y ahora, estamos confinados, arruinados, perseguidos, enmascarados como vulgares delincuentes. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? No lo sabemos, nunca lo sabemos. Simplemente llega, se impone y borra de nuestra memoria todo lo anterior.
Ida, y muchos otros jóvenes como ella, se siente tan dependiente del sistema tecnológico, que está dispuesta a sacrificar su privacidad, su independencia, a cambio de vivir en una ciudad “súper inteligente”, incluso si toda la información que “alguien” recaba, registra, almacena… se volviese contra ella.
Un riesgo que ningún ser humano en sus cabales se atrevería a correr.