BIG THINK

La atmósfera de la tierra se extiende más allá de la Luna

Estamos más vinculados a la Luna de lo que habíamos supuesto. Resulta que la parte exterior de la atmósfera de la Tierra se extiende considerablemente más allá de la órbita lunar. De hecho, llega hasta el doble de la distancia a la Luna.

Este descubrimiento es el resultado de una serie de mediciones realizadas por el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO), una nave espacial lanzada en 1995 para estudiar el Sol, operada por la Agencia Espacial Europea (ESA) y la NASA.

Las mediciones realizadas hace más de 20 años por SOHO han tomado una nueva perspectiva en un reciente estudio, con sorprendentes conclusiones.

Lo que los datos mostraron es que la geocorona, una envoltura de hidrógeno que rodea a nuestro planeta, se extiende hasta 630.000 km de ella. Esta distancia es 50 veces el diámetro de la Tierra.

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RUSSIA TODAY

Un descubrimiento asombroso revela que la luna se encuentra dentro de la atmósfera de la Tierra

Un equipo de científicos ha revelado que la atmósfera de la Tierra es mucho más grande de lo que se pensaba anteriormente y se extiende más allá de la Luna. El asombroso descubrimiento se realizó gracias a los datos que se han mantenido sin examinar durante más de 20 años.

Ahora sabemos que la atmósfera que rodea a nuestro planeta se extiende a 630.000 km de distancia y tiene 50 veces el diámetro de la Tierra, gracias al descubrimiento y análisis de datos desempolvados en el Instituto de Investigación Espacial de Rusia.

Significa que la Luna es parte de nuestra atmósfera y que no está fuera de ella. De hecho, está ubicada justo en el medio de nuestra atmósfera, a una distancia promedio de 384.400 kilómetros de la Tierra.

“La Luna vuela por la atmósfera de la Tierra”, explicó el autor del estudio, Igor Baliukin, del Instituto de Investigación Espacial de Rusia.

Los asombrosos datos fueron recopilados por el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO) de la NASA / Agencia Espacial Europea entre 1996 y 1998 y desde entonces han estado acumulando polvo en un archivo.

Sin saberlo, SOHO recopiló la información pionera cuando estaba mapeando la geocorona, la capa de átomos de hidrógeno ubicada donde la atmósfera se fusiona con el espacio exterior. La capa delgada brilla con luz ultravioleta lejana que solo se puede ver desde el espacio y es difícil de medir.

Debido a esto, hasta ahora se pensaba que estaba a unos 200.000 kilómetros de la Tierra, ya que ese es el punto en el que la presión de la radiación solar anularía la gravedad de la Tierra.

El instrumento SWAN de SOHO tiene la capacidad de medir las emisiones ultravioletas lejanas de los átomos de hidrógeno, lo que le permite realizar su asombrosa observación de la geocorona.

“Los datos archivados hace muchos años a menudo se pueden explotar para obtener nueva ciencia”, dijo el científico del proyecto SOHO Bernhard Fleck, de la Agencia Espacial Europea. “Este descubrimiento resalta el valor de los datos recopilados hace más de 20 años y el rendimiento excepcional de SOHO”.

Cuando intentamos seguir las noticias sobre la actualidad política, económica o científica durante un periodo de tiempo, pongamos… un año, la primera y desconcertante conclusión a la que llegamos es que se trata de una misión imposible, de un trabajo de Sísifo. La información vuela por las plataformas mediáticas hasta perderse en la atmósfera de la Tierra que, como ahora sabemos, se extiende más allá de la Luna.

Hace unos días se estrellaba un Boeing 737 M8 de las líneas aérea etíopes a los pocos minutos de despegar, y 4 meses antes se había estrellado otro Boeing 737 de las líneas aéreas indonesias, Lion Air, en parecidas circunstancias. ¿Se han debido ambos accidentes a algún tipo de malfuncionamiento de los dispositivos de control y estabilización de estos aparatos? ¿Fue culpa del piloto? Después de casi 5 meses del accidente de la Lion Air, todavía no hay un informe definitivo; en realidad, no hay ningún tipo de informe. Una vez llegados a este punto, da comienzo la campaña de confusión que cubre el evento y lo hace desaparecer de las pantallas informativas –a partir de ahora irán apareciendo de vez en cuando informaciones ambiguas y contradictorias que harán imposible su seguimiento. Después, la noticia caerá en el olvido. ¿Acaso recordaba alguien el siniestro de la Lion Air unos días antes de que ocurriera el desastre de las líneas etíopes? Nada ha quedado en nuestra memoria de aquel infortunio. Ha sido arroyado por el tsunami de noticias que cada día asola nuestra consciencia. Después de haber transcurrido el año en el que nos habíamos propuesto seguir cada información y obtener, así, una clara imagen de lo que sucedía en el mundo, hemos vuelto al punto de partida –seguimos sin saber qué ocurre en la torta terrestre. Más aún, hemos perdido incluso la representación que teníamos del escenario internacional antes de iniciar tan infructuosa exploración informativa.

Ahora nos dicen que la atmósfera de la Tierra se extiende más allá, mucho más allá, de la Luna. Los datos que revelan dicho descubrimiento yacían polvorientos en alguna estantería de algún instituto de investigación espacial. Han estado 20 años cogiendo polvo hasta que la señora de la limpieza decidió limpiar la estantería y dejar, inadvertidamente, la carpeta que contenía los datos encima de la mesa de algún científico, muy preocupado por saber si hay agua en el séptimo planeta de la octava galaxia, según se sale de la Vía Láctea, a la derecha.

Estamos de acuerdo con Galileo Galilei que defender la veracidad de una teoría astrofísica, por muy importante que nos parezca, no vale una hoguera. Si la Tierra gira alrededor del Sol o es el Sol el que gira alrededor de la Tierra, poca influencia podrá ejercer en nuestras vidas. Cuando Copérnico propuso justo lo contrario de lo que hasta entonces se venía suponiendo que ocurría con los astros, nada cambió en aquellas sociedades; de hecho, el mundo siguió inmóvil, la Tierra plana y el Sol y la Luna discurriendo cada uno por su órbita. Cuando siglos más tarde los niños occidentales aprendían en las escuelas que la Tierra giraba sobre sí misma al tiempo que describía una elipse alrededor del Sol, se preguntaban, no sin cierta ironía, por qué entonces se seguía diciendo que el Sol salía por el Este y se ponía por el Oeste. Con el lenguaje no pudieron hacer nada y decidieron explicar la incongruencia anti-cartesiana aludiendo a que se trataba de una manera de hablar. Lograron engañar a los niños occidentales, más dados a los juegos de pelota que a la reflexión, pero todo parece indicar que les va a resultar más difícil hacerlo hoy con los adultos que, como los toros que ya han sido lidiados, se las saben todas.

Según ellos mismos nos cuentan:

Los asombrosos datos fueron recopilados por el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO) de la NASA / Agencia Espacial Europea entre 1996 y 1998 y desde entonces han estado acumulando polvo en un archivo.

La misma incongruencia que la de Sol saliendo por el Este. Suponemos que el observatorio solar SOHO, una nave espacial portadora de sofisticados instrumentos de medición, debió costar una fortuna, y ello sin contar con los sueldos del personal súper-especializado que lo operaba. Sin embargo, los datos que iba recogiendo se iban archivando y guardando en una estantería. ¿Por qué lo habrán hecho? ¿Para qué construyeron este observatorio solar si no pensaban estudiar la información que recibían de él? El cinismo espacial va más allá de este escenario de absoluta negligencia:

Este descubrimiento resalta el valor de los datos recopilados hace más de 20 años y el rendimiento excepcional de SOHO.

No dudamos del rendimiento de SOHO, más bien dudamos del rendimiento de los científicos que debían analizar los datos que recibían de tan eficiente Observatorio Solar y Heliosférico.

Sin embargo, esta historia, que bien podríamos calificar de cuento chino, es patética en toda su extensión. Si la atmósfera de la Tierra sobrepasa a la Luna algo más de 300.000 kilómetros, tendremos que suponer:

-Que la Luna sí tiene atmósfera, algún tipo de atmósfera.

-Que el espacio vecino que nos circunda nos es, pues, desconocido –en el 2015 se empezó a entender algo más el fenómeno de los cinturones Van Allen.

-Que entre la Luna y la Tierra hay masas enormes de asteroides o mini lunas que sin duda suponen una clara amenaza para la seguridad de los vuelos tripulados:

La Tierra generalmente tiene más de una luna en un momento dado, de acuerdo con los resultados de una nueva simulación por ordenador.

La Luna está unida por un molde giratorio de asteroides capturados que a menudo miden unos pocos pies de ancho. Estas mini lunas generalmente orbitan la Tierra durante menos de un año antes de regresar al espacio.

Finalmente, las mini lunas se liberan de la gravedad de la Tierra y reanudan sus órbitas alrededor del Sol. Esto ocurre en aproximadamente nueve meses para las típicas mini lunas, pero algunas de ellas pueden orbitar la Tierra durante décadas.

De acuerdo con la simulación, la mayoría de los asteroides atrapados por la gravedad de la Tierra no giran alrededor de nuestro planeta en círculos ordenados. Por el contrario, siguen caminos complicados y retorcidos, movidos por los tirones gravitacionales de la Tierra, la Luna y el Sol.

Las observaciones han demostrado que la Tierra en efecto alberga mini lunas. En 2006, por ejemplo, el Catalina Sky Survey de la Universidad de Arizona descubrió una del tamaño de un automóvil, conocido como 2006 RH120. SPACE.COM

Sin embargo, nada de esto fue relevante a la hora de mandar, desde 1969 a 1972, seis misiones tripuladas (de ida y vuelta) a la Luna. Aterrizaron en el satélite y volvieron a la Tierra sin traer la más mínima información sobre los cinturones Van Allen, sobre las mini lunas ni sobre la atmósfera terrestre, de la que nunca salieron en sus viajes.

¿Están todos locos? ¿Se trata de una broma? Más bien se trata de una estrategia. No es difícil para un sabio rectificar, pero resulta imposible para un necio dar marcha atrás en una cosmogonía que se ha hecho universal y sobre la que está basado el sistema materialista que justifica el actual estado de cosas en el que es el propio hombre, esos necios, el que se erige en legislador con derecho a invadir países y robarles su riqueza. Se ha perdido el objetivismo divino y ahora ya puede el subjetivismo humano campar a sus anchas y organizar las sociedades según sus intereses.

El deep state opera a través de sus más fieles lacayos –occidente, instituciones académicas, centros de investigación, observatorios astronómicos…– y decide lo que es científico y lo que es superstición.

Sin embargo, ese bloque hermético e inamovible no podía imaginarse en 1958 que 60 años después existiría la red, potentes ordenadores domésticos y una amplia tecnología fácilmente asequible para las masas “incontroladas”. La NASA dominaba el espacio, fotografiaba el universo y “observaba” los nacimientos de nuevas estrellas. Eran los únicos, sin testigos, sin competencia. Rehicieron el molde de la existencia a su antojo y lo presentaron al mundo como la única propuesta aceptable, científica. Clamaban a gran voz: ¡Este es nuestro universo! ¡Nuestro universo! Creado a partir de una bacteria, de una singularidad, de un big bang o de lo que sea, qué importa. Nosotros lo controlaremos, controlaremos a las masas, los recursos naturales, todas las riquezas.

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Steven Hawking confirmaba el nuevo modelo cósmico afirmando que en 100 o 200 años habría colonias humanas por toda la galaxia. No parece que este curioso personaje se enterase de la fiesta astral.

Sin embargo, esas masas incontroladas de ignorantes subversivos empezaron a hacer preguntas, a veces ingenuas, a veces bien formuladas: ¿Por qué dejamos en 1972 de ir a la Luna? ¿Por qué si los viajes espaciales habían demostrado ser una carga económica difícil de sostener para las endeudadas economías occidentales, se hablaba ahora de ir nada menos que a Marte? ¿Por qué se infantilizaba el asunto proponiendo colonias en Marte, sistemas bacterianos para cambiar su atmósfera y hacerla respirable para el hombre? ¿Por qué se proponían viajes turísticos al espacio cuando todo parecía demostrar su inviabilidad? La empresa Mars One Venture que había prometido colonizar Marte con voluntarios humanos y convertir el proyecto en un programa de TV de reality show, se ha arruinado, aplastando los sueños de sus participantes y haciendo que sus críticos le escupan a la cara: “Te lo dije, gilipollas”. Joseph Roche, un ex investigador de la NASA, participaba en el proyecto, e incluso la Enciclopedia Británica dedicaba un artículo a esta aventura espacial afirmando, como algo ya hecho, que se habían reclutado 200.000 voluntarios para la colonización de Marte. Ni que decir tiene, que desde la fundación de esta empresa hasta hoy no han dejado de emitir comunicados ambiguos y confusos hasta que la imposibilidad de seguir algún hilo conductor ha hecho que los lectores pierdan el interés por la noticia y pasen a otra con similares resultados.

En los últimos seis años no han dejado de aparecer películas sobre Marte que Hollywood ha producido incluyendo en ellas un reparto estelar y presupuestos millonarios. El mensaje era claro –tenemos la tecnología para ir a Marte, para cambiar su atmósfera en unos pocos años, para establecer colonias permanentes… Lo único que realmente hace falta es que alguien dé el disparo de salida.

Al mismo tiempo, cada día aparecen artículos “de investigación” en los que se van rectificando los estándares de la ciencia. La estrategia es combinar estas rectificaciones con el proceso de reinicio informativo que se produce casi diariamente. Hay un olvido sistemático de todo lo que aprendemos debido al bombardeo diario de noticias que nunca se terminan de explicar y que van substituyendo a las anteriores en una trepidante sucesión de nuevas verdades. Veamos la siguiente información:

Orión orbitará la Tierra dos veces alcanzando una altura de unos 6.000 kilómetros, 15 veces más que la Estación Espacial Internacional.

La nave espacial reentrará en la atmósfera de la Tierra a una velocidad de 32.000 kilómetros por hora y se comprobará la fiabilidad del escudo de protección que deberá hacer frente a una temperatura de 2.200 grados centígrados generada por la plasmasfera.

El primer lanzamiento del Espacial Launch System de la NASA, que transportará la nueva nave espacial Orión, podría tener lugar en diciembre de 2019, según funcionarios de la NASA, aunque un nuevo informe indica que la fecha estimada de lanzamiento no será antes de junio de 2020.

Comunicado emitido por: NASA / Van Allen Probes / Goddard Space Flight Center.

Busquemos un contexto razonable en el que situar esta noticia. El único que nos viene al intelecto es la imposibilidad para el hombre de adentrarse en el espacio profundo. ¿Ahora, 50 años después de haber puesto en la Luna a dos astronautas y de haber repetido seis veces esa operación con absoluto éxito, se habla de ir a 6.000 kilómetros de la Tierra,? Siguiendo un lógico y progresivo avance ¿no deberíamos tener ya una base permanente en nuestro satélite? ¿No deberíamos tener un conocimiento claro y preciso, al menos, del espacio entre la Luna y la Tierra? ¿No deberían haberse terminado las continuas sorpresas que cada día son noticia? En 1958 se inaugura la NASA; diez años después dos hombres se pasean por la Luna; 60 años después la NASA se ve obligada a retrasar un año más el lanzamiento de la nave espacial que transportará a unos astronautas a 6.000 kilómetros de altura. Con este supuesto viaje se comprobará la eficacia del escudo de protección instalado en la carcasa de la nave para hacer frente a temperaturas de 2.200 grados. ¿Acaso no es un poco tarde para esas comprobaciones?

Intentan crear la sensación en la gente de que todo está empezando ahora, no en 1958. Ahora tenemos potentes ordenadores y potentes programas; la mecánica, la electrónica y la metalurgia han avanzado enormemente en estos últimos años. Ahora sí podemos adentrarnos en el espacio. Comencemos con el proyecto Orion. Alcancemos los 6.000 kilómetros de altura, veamos cómo reaccionan los materiales de la nave, los astronautas, los equipos, los aparatos, los dispositivos. Analicemos la resistencia del “escudo protector” al reentrar en la atmósfera, bueno esto también es una forma de hablar, podríamos ser más precisos diciendo: “al reentrar en la parte baja de nuestra atmósfera o algo así. Cuando iniciamos el proyecto Orion no sabíamos que la atmósfera terrestre se extendía 300.000 kilómetros más allá de la Luna. Estamos aprendiendo.”

Tampoco a la gravedad, a la atracción de unas masas sobre otras, le va mucho mejor que a la astrofísica. Tanto es así, que ya hay físicos que afirman que la gravedad no es una fuerza de atracción existente entre objetos, sino una curvatura o deformación del espacio-tiempo.

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No vamos a detenernos a analizar esta teoría, pues si tenemos un poco de paciencia, pronto aparecerá una nueva que echará por tierra las anteriores, y ello porque ninguna teoría funciona. Basta con ver este gráfico para entender la inviabilidad práctica de esta hipotética solución al problema gravitatorio –no explica el movimiento continuo de los astros; la bola pequeña caerá en el hoyo que ha formado la masa de la bola grande y allí permanecerá para siempre. Lo que observamos, con nuestros ojos, es una realidad muy diferente a eso. Imaginemos por un momento la tremenda fuerza de atracción que ejerce la Luna sobre los océanos, según sus teorías, capaz de hacer que las aguas, millones de toneladas, retrocedan y se alejen cientos de metros de la costa. Sin embargo, un hombre que estuviera sentado en la orilla, pongamos, 80 kilos, no sentiría la menor atracción hacia las aguas. Si fuera la atracción de la Luna la causa de ese retroceso oceánico, todo lo que estuviera cercano a esa zona marítima quedaría atraído violentamente. Sin embargo, nada se mueve, ni una piedrecita, ya que la atracción no depende de ninguna curvatura ni de ninguna ley de gravedad, sino de fuerzas que actúan en nuestro universo y que pertenecen al sistema operativo, un sistema al que el hombre no tiene acceso.

La arrogancia del “científico” occidental le impide ver la realidad de las cosas y de los fenómenos. En su altiva perspectiva no cabe ni tan siquiera contemplar la posibilidad de que exista un Agente, un Diseñador, un Creador que haya originado este universo, confiriéndole una forma de existir determinada, y cuyos elementos operativos actuasen desde otra dimensión a la que el hombre no tuviera ninguna forma de penetrar. Sin embargo, nada nos impide adherirnos a esta interpretación, a esta propuesta. No podemos confiar en la subjetividad del hombre para entender el funcionamiento de la existencia. No podemos confiar en un hombre que todavía no sabe cómo funciona su cuerpo ni su psicología. ¿Puede acaso esta entidad humana explicarnos las características de nuestro universo?

(57) La creación de los Cielos y de la Tierra es mayor que la creación de los hombres –nas. Sin embargo, la mayoría de ellos no es consciente de esta realidad.
Qur-an 40 – Ghafir

Si la creación de los Cielos y de la Tierra es mayor que la creación de los hombres y los hombres no comprenden su propia creación, ¿cómo podrían entender la del universo?

Por lo tanto, si queremos tener una concepción no operativa, sino funcional de la existencia, de los Cielos y de la Tierra, deberemos dirigirnos a los mensajes, a las noticias que ese Creador no ha dejado de transmitir a los hombres a través del sistema profético.

Si seguimos la subjetividad humana, llegaremos siempre al mismo punto, a la misma vía muerta. Debemos volver al camino del que la insolencia de las “lúcidas mentes” occidentales nos ha sacado con sus sueños de dominación galáctica; debemos volver y releer las noticias del Creador.

(53) Les mostraremos Nuestros signos en el horizonte y en ellos mismos hasta que vean con claridad que es la verdad.
Qur-an 41 – Fussilat