A Siria no la van a vencer, aunque se reúnan todos los ejércitos del mundo.

Diez años después, un periodista recuerda la revolución ‘robada’ que empujó a Siria al caos

Elizabeth Blade para Sputnik

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Una guerra civil desestabilizadora estalló en Siria en 2011. Ahora, casi diez años después, el futuro todavía parece sombrío, y un periodista local dice que el caos solo terminará si se detiene la intervención extranjera y se levantan las sanciones impuestas por Occidente.

En 2010, cuando estalló la Primavera Árabe en Túnez, lo que provocó la destitución de su antiguo presidente Zine El Abidine Ben Ali, y luego se extendió a Egipto, muchos estaban seguros de que Siria no escaparía a un destino similar.

Pero para Haider Mustafa, periodista sirio y editor jefe de Cham Times Media Network, el estallido de protestas masivas en Siria fue una sorpresa total.

«La situación en Siria era mejor que en otros países de la región», dice Mustafa, recordando los días previos a la revolución.

«El pueblo sirio no estaba interesado en la política. No abrazó la lógica de la revolución. Tampoco quería cambiar el llamado régimen –el gobierno gozaba de un apoyo generalizado en las calles de Siria».

Bashar al-Assad, quien en 2010 marcó su décimo aniversario en el poder, era visto como un reformador.

Durante sus primeros años en el cargo, abrió muchas escuelas y universidades, estableció la bolsa de valores y permitió la competencia en la banca y el comercio.

En el frente político, liberó a varios miles de presos encarcelados por razones políticas, e incluso dio más libertad de acción a la oposición del país.

Sin embargo, la oposición, en gran parte fragmentada y sin líderes, no tenía ninguna posibilidad contra el aparato organizado del gobierno sirio encabezado por Assad. Es decir, hasta la erupción de la Primavera Árabe, cuando Mustafa dice que «sucedió lo impensable».

La revolución salió mal

Inicialmente, los manifestantes expresaron demandas legítimas en las protestas masivas que estallaron en marzo de 2011.

Al igual que en el caso de otros países del Medio Oriente y África del Norte, los sirios instaban a su gobierno a introducir una serie de reformas políticas, sociales y económicas.

Y lo que también sintieron, dice el periodista, fue que las potencias extranjeras que interfirieron en el conflicto también habían contribuido al desorden y la inseguridad en la sociedad siria.

Las potencias extranjeras perseguían sus propios objetivos en Siria, y estos incluían la dominación militar y el control de áreas estratégicas y de riquezas. Poco les importaba el pueblo sirio o sus intereses.

¿Qué depara el futuro?

A pesar de la interferencia extranjera, de miles de extremistas, de una gran destrucción, de una economía debilitada, de millones de refugiados y casi medio millón de muertos, Assad sigue al mando de Siria, para sorpresa de la comunidad internacional.

Naturalmente, ser un aliado de Rusia e Irán hizo que Assad pudiera resistir mejor, pero Mustafa cree que su sólida posición también se debe al apoyo que sigue recibiendo del público sirio, cansado del caos de la última década.

Hoy estamos pagando el precio de esa revolución, de la guerra, del partidismo y de posicionarnos del lado de otros países y sus proyectos … y el problema es que la solución es complicada y no se resolverá tan fácilmente.

Para terminar con este caos, los sirios primero tendrían que superar las divisiones que han estado desmembrando al país. Una encuesta de 2018 encontró que el 65 por ciento de los encuestados estaban ansiosos por dejar de lado sus diferencias para darle una oportunidad a la unidad.

La unidad, sin embargo, no podrá resolver los demás problemas del país. En 2018, la ONU estimó que la destrucción causada en Siria es de $120 mil millones y que llevaría años reconstruir el estado devastado por la guerra.

Aunque Damasco ha recibido alguna ayuda para mantenerse a flote, la asistencia brindada fue una gota en el mar, y Mustafa cree que el caos no terminará «a menos que terminen la intervención externa y las sanciones económicas».

La solución a la crisis ya no está vinculada a si el pueblo sirio puede encontrar su armonía y vivir juntos. Es una cuestión de si Occidente, Rusia, Irán, algunos países árabes y Estados Unidos pueden ponerse de acuerdo entre ellos … sólo veremos la luz al final del túnel si se eliminan las sanciones unilaterales y se detiene la injerencia en la vida política.

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SONDAS: Los periodistas perciben los acontecimientos desde una perspectiva minúscula, momentánea, incompleta, pues la noticia para ellos es algo instantáneo, a veces incomprensible, que deben engrandecer y presentar al público con una perturbadora certeza, aunque a los pocos instantes digan lo contrario con la misma certeza.

El análisis de Elizabeth Blade es correcto en líneas generales –el caos solo se acabará si se detiene la intervención extranjera y se levantan las sanciones impuestas por Occidente. Sin embargo, adolece de cierta miopía cuando analiza la situación.

– La crisis siria no es una guerra civil. Eso es lo que Occidente quiso y lo que esperaba que sucediera en un primer momento. Se trataba de enfrentar a los sunníes con los alauitas y shias y dejar que se despedazaran entre sí –algo que nunca ha ocurrido.

– El concepto de oposición es incorrecto e indeseable, como vemos en los países occidentales. De la misma forma que es erróneo el concepto de partido, dado que la política nacional ya no va dirigida a resolver los problemas del país, sino a conseguir que mi partido alcance el poder –y lo alcanza a través de la más deleznable demagogia. No se trata, pues, de crear una oposición fuerte, sino una unidad fuerte. De lo contrario se genera caos –fijémonos en el vergonzoso escenario en el que se están desarrollando las elecciones presidenciales en Norteamérica –Estados Unidos ha desaparecido y lo único que cuenta es el partido demócrata y el republicano.

– Las demandas legítimas de las que habla Blade se estaban implementando y a buena marcha, pero los manifestantes y sus organizadores utilizaban este argumento para justificar un cambio de régimen. Deseaban una Siria a la europea, pensando que la imagen televisiva de Occidente se correspondía con la realidad –un paraíso de igualdad, prosperidad y justicia. Su materialismo y su laicismo fueron dos factores decisivos a la hora de aceptar un occidente ficticio en el que todo (el vicio, únicamente, no la verdad) estaba permitido.

– Las potencias extranjeras perseguían sus propios objetivos en Siria, y estos incluían la dominación militar y el control de áreas estratégicas y de riquezas. Poco les importaba el pueblo sirio o sus intereses. Y fueron los ulamas y los shuyuj los primeros en alentar las revueltas, como habían sido los primeros en inculcar a los jóvenes, generación tras generación, el poco valor de Siria y la grandeza de Occidente.

– … “los sirios primero tendrían que superar las divisiones que han estado desmembrando al país.” Tampoco esta aseveración es cierta. Antes del conflicto, había una envidiable paz social. Sin embargo, esta paz, esta unidad, era incesantemente contestada por unas oligarquías sunnís (apoyadas por los ulamas y los shyuj) que actuaban, tanto desde dentro del país como desde fuera, desde Occidente, para socavar el poder del gobierno, levantar al pueblo contra el presidente Bashar, y ser ellos quienes, al final, gobernasen. Sin embargo, los planes de Allah son otros. Lo intentaron en 1982 y ahora en 2011, pero no han recibido permiso del Altísimo, a pesar de las súplicas que, desde Mauritania hasta China, han realizado cada día los musulmanes sunnís.

– La pasividad rusa al principio de la crisis (3 largos años) y su anodina y estéril diplomacia después han hecho que 10 años más tarde, se hayan incrementado las bases militares estadounidenses, británicas, francesas y turcas en suelo sirio, y estén robándole al país su petróleo, su gas y sus cultivos. Felicitaciones a nuestros aliados.

La solución para Siria pasa por una de estas dos posibilidades –una posición fuerte y coherente de Rusia que eche de suelo sirio a los invasores occidentales y a Turquía, o la resistencia popular. No hay una tercera posibilidad, pues a Siria no la van a vencer, aunque se reúnan todos los ejércitos del mundo, biidhnillah.