Lo que nadie dice sobre el confinamiento.

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Si abogas por los encierros, eres cómplice de separar a las familias. Eres cómplice de infligir sufrimientos indecibles a millones de personas en todo el mundo. Eres cómplice de arrojar a los más pobres y vulnerables de nuestras sociedades a una pobreza aún mayor. Eres cómplice de asesinato.

En 2006, una estudiante de secundaria de 15 años de Albuquerque, Nuevo México, ganó el tercer puesto en el concurso de ciencia e ingeniería de Intel por su proyecto para frenar la propagación de un patógeno infeccioso durante una emergencia pandémica. Utilizando una simulación por ordenador que desarrolló con la ayuda de su padre, argumentó de que, para frenar la propagación de la enfermedad, los gobiernos deberían implementar cierres escolares, mantener a los niños en casa y obligar a los ciudadanos a respetar el distanciamiento social.

Sin duda que ese proyecto puede vincularse directamente a las políticas de bloqueo que están implementando en la actualidad los gobiernos de todo el mundo. Obviamente, ese padre con el que desarrolló su simulación por ordenador no era un padre común, sino un investigador que trabajaba para Sandia National Laboratories que en ese momento estaba ocupada en planes de respuesta a emergencias pandémicas para el Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU. Su propuesta de implementar cierres de escuelas y, si fuera necesario, cierres de lugares de trabajo en caso de una emergencia pandémica, se desarrolló al menos en parte en respuesta al proyecto de la escuela secundaria de su hija.

Ahora, aquellos que abogan por los cierres y confinamientos han visto la destrucción y la muerte que esas políticas han provocado este año y estamos viviendo eso ahora mismo. No solo se está privando a las personas de sus medios de vida y se les obliga a vivir en la pobreza más absoluta como resultado directo de estos cierres, sino que ahora la verdad innegable es que, si usted está abogando por los cierres, está abogando por que una parte de la población sea condenada a muerte.

Esto ya no es discutible. Incluso es admitido abiertamente, aunque demasiado tarde, por la Organización Mundial de la Salud.

DAVID NABARRO: Quiero decirlo de nuevo: nosotros en la Organización Mundial de la Salud no abogamos por los confinamientos como medio principal de control de este virus. [. . .] Es muy posible que se duplique la pobreza mundial a principios del próximo año. Es muy posible que tengamos al menos el doble de desnutrición infantil porque los niños no reciben alimentos en la escuela y sus padres y familias pobres no pueden pagarlas.

En realidad, esta es una catástrofe global terrible y espantosa. Por eso, realmente apelamos a todos los líderes mundiales: dejen de usar el confinamiento como su método de control principal. Desarrollen sistemas más adecuados y eficaces. Trabajen juntos y aprendan unos de otros. Pero recuerden, los confinamientos solo tienen una consecuencia que nunca, nunca debe menospreciar, y es hacer que la gente pobre sea muchísimo más pobre.

FUENTE: La semana en 60 minutos # 6

Este es el punto en el que, sin duda, se espera que se publiquen los datos para respaldar la cualificada opinión de que los confinamientos matan, aunque esos datos no servirán de nada a la hora de penetrar en la consciencia de aquellos que ya han decidido que tienen el poder de encerrar a miles de millones de personas en todo el mundo como si fueran prisioneros dentro de sus propios hogares. Pero perseveraremos.

Señalaré, por ejemplo, la carta firmada por cientos de médicos que llaman a los confinamientos «víctimas en masa» y exhortan a los políticos a poner fin a estas medidas.

Señalaré la investigación que muestra que miles de personas morirán debido a retrasos en los tratamientos de cirugía del cáncer como resultado de los cierres médicos.

Señalaré la investigación del Well-Being Trust que muestra que se espera que en este año 75,000 estadounidenses mueran por desesperación, incluido el abuso de alcohol y drogas y el suicidio.

Señalaré la investigación de The Lancet que muestra que se espera que 265 millones de personas se vean arrojadas a una inseguridad alimentaria severa como resultado de estos confinamientos.

Incluso señalaré la investigación que muestra que se espera que 125,000 niños mueran de desnutrición a causa de estas políticas irresponsables.

Pero, como digo, ninguna de estas muertes les importará a aquellos que ya han decidido que tienen razón y son virtuosos al defender el confinamiento de grandes franjas de la población humana dentro de sus propios hogares para morir de hambre en nombre de frenar la propagación de una enfermedad que incluso los epidemiólogos, que se han equivocado es sus pronósticos durante todo este año, nos dicen que matará a menos del uno por ciento de los infectados.

Sí, ralentizar la propagación, no detener la propagación. Nunca se trató de detener una pandemia. Incluso los defensores del confinamiento nunca defendieron eso. Pero de alguna manera nos hemos olvidado de este detalle y «15 días para aplanar la curva» se ha convertido en una carta blanca interminable para que el estado de bioseguridad implemente cualquier tipo de políticas draconianas en su población, cualquier tipo de políticas que señalan a una dictadura global –no solo se trata de encerrar a la gente en sus propias casas, sino también de establecer una vigilancia constante de la población a través de las aplicaciones de rastreo y seguimiento de contactos que se están implementando cada vez más en todo el mundo e, inevitablemente, las propuestas para exigir las vacunas experimentales que los agentes del estado inyectarán por la fuerza.

Algo inaceptable.

No podemos permitir que esto se mantenga.

Si abandonamos nuestro derecho más básico, el derecho a poner un pie fuera de nuestros propios hogares, entonces abandonaremos nuestra propia humanidad. Una parte importante de lo que nos hace humanos se nos está quitando en nombre de detener la propagación del COVID-19.

Pero hay buenas noticias para quienes han logrado mantener la cordura en tiempos de locura. No necesitamos un plan complicado para subvertir esta agenda. No necesitamos diputaciones especiales ni pedir permiso al gobierno. No necesitamos unirnos a ningún partido político en particular ni siquiera a ningún movimiento de protesta.

Todo lo que tenemos que hacer es desobedecer estas «órdenes» ilegales.

Si has logrado mantener la cordura durante este tiempo de locura generalizada, te aplaudo y quiero que sepas que no estás solo. Muchas, muchas personas en todo el mundo están desafiando las órdenes. Están protestando contra estos cierres. Están de pie. Están desobedeciendo.

Pero, por supuesto, la prensa controlada por las corporaciones no quiere que sepas que la desobediencia es una opción sobre la mesa. Pero la desobediencia es una opción.

Abre tu negocio. Sal de tu casa. No pidas permiso. Desobedece.

A aquellos que todavía están abogando por los confinamientos, les animo a que lo hagan frente a los padres que han perdido a sus hijos adolescentes debido al suicidio como resultado directo de los confinamientos y les digan que la muerte de sus hijos no importa porque no figuraba como debida a COVID-19. O hacerlo frente a las decenas de miles de personas que ya han perdido a sus seres queridos como resultado directo de estos confinamientos o los cientos de miles más que irán muriendo si siguen estas medidas.

Si abogas por los encierros, eres cómplice de separar a las familias. Eres cómplice de infligir sufrimientos indecibles a millones de personas en todo el mundo. Eres cómplice de arrojar a los más pobres y vulnerables de nuestras sociedades a una pobreza aún mayor. Eres cómplice de asesinato.

Se está cruzando una línea en este momento. ¿De qué lado de la historia estás? Toma tu decisión ahora y hazlo con sabiduría, porque tus acciones tienen peso.

Ahora ya sabes.

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SONDAS: Nadie sabe hacia dónde nos dirigimos, pero cada elemento de la sociedad está desarrollando y manifestando sus peores psicopatías –la policía arremete con más furia que nunca contra cualquier sospechoso de ir contra la ley, aunque sea una ley arbitraria que pone en tela de juicio la validad de la constitución; los gobiernos enloquecen en su afán por robar todo lo que puedan, como los asaltantes en USA, mientras dure el caos, y esconden su ineptitud propagando falsas noticias sobre la pandemia y justificando, así, el desastre económico en el que nos han sumergido; los expertos se debaten entre formar parte de la farsa o perder su empleo; los medios de comunicación campan a sus anchas por la estéril pradera de la información –esta vez, no les han puesto límites a su imaginación ni a sus falsificaciones.

¿Puede la desobediencia aplanar la curva del desquicio en el que nos están obligando a vivir? ¿No estaríamos utilizando un arma de doble filo? Resistir podría justificar el uso indiscriminado de la fuerza bruta policial o, incluso, del ejército –el covid19 justifica cualquier medida gubernamental y tiene el apoyo incondicional de la comunidad internacional. Los servicios secretos, tipo CIA, están construyendo un plan para acabar con las protestas y los mensajes anti-confinamiento. Es decir, están haciendo que la gente se vuelva contra la gente misma.

Como ya hemos apuntado en varias ocasiones, más que arremeter contra los tentáculos del deep state de forma frontal, física, se trataría de crear nuestro propio orden mundial, generar pequeñas comunidades cuasi auto-suficientes con una clara percepción del sentido transcendental de la existencia, borrando de la memoria la infame A-normalidad en la que hemos estado viviendo los últimos 75 años.

Fijémonos por un instante en este párrafo del artículo de Jim Quim publicado hace unos días en The Burning Platform:

Me entristece la facilidad con la que los totalitarios han podido utilizar el miedo, la propaganda, las mentiras y la desinformación para convertir a la gran mayoría de los estadounidenses en ovejas dóciles. Para mí es tan claro que este pánico de gripe diseñado no es más que otro capítulo en el plan para esclavizar a las poblaciones globales bajo el control de multimillonarios elitistas que quieren controlarnos y enriquecerse.

El discurso de V (en la película V for Vendetta) a los ciudadanos de Londres captura la esencia de lo que está sucediendo y sucederá a menos que las masas entren en razón:

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“Bueno, ciertamente hay quienes son más responsables que otros. Pero de nuevo, a decir verdad … si estás buscando al culpable, solo necesitas mirarte al espejo.

Sé por qué lo hiciste. Sé que tenías miedo. ¿Quién no lo tendría? Guerra. Terror. Enfermedad. Había una miríada de problemas que conspiraron para corromper tu razón y robarte tu sentido común. El miedo se apoderó de ti y, presa del pánico, recurriste al ahora Gran Canciller Adam Sutler. Te prometió orden. Te prometió paz. Y todo lo que exigió a cambio fue tu consentimiento silencioso y obediente».

La facilidad con la que los totalitarios han podido utilizar el miedo, la propaganda, las mentiras y la desinformación para convertir a la gran mayoría de los estadounidenses (de los occidentales) en ovejas dóciles se debe al hecho de que previamente se les privó de la transcendencia; se les arrojó a un ateísmo seudo-científico; se les sumergió en el angustioso absurdo de una vida sin sentido. Tras esta orfandad metafísica, el hombre se enfrentó a un efímero tramo vital de 70 años, en el mejor de los casos. Ahora la muerte no solamente acababa con la vida terrenal, sino con toda forma de existencia. El miedo a perder, prematuramente, la posibilidad de rozar el paraíso en esta vida, ahora la única, tiene atenazado al hombre de hoy. No podemos luchar contra la tiranía ni contra nada ni contra nadie porque tenemos miedo, pánico, a la muerte.

En nuestro interior, en nuestra fitrah, late un inmenso deseo de inmortalidad, un inmenso deseo de conocer, de experimentar el absoluto, de recorrer geografías inimaginables… Y eso es lo que se le ha arrebatado al hombre.

Ahora, ese hombre está asustado, angustiado… Palidece solo de pensar que este maldito virus pueda arrebatarle los 5 o 10 años que aún le quedan antes de desaparecer para siempre. En esta lamentable situación se encuentra el arrogante hombre occidental. ¿No sería más coherente volver a la transcendencia en vez de añorar la normalidad, una normalidad que solo soportamos con drogas?