¿Listos para lo de «nadie podía haberlo sabido»?

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Thomas Harrington para Off-Guardian.org (traducido del inglés por sondas.blog)

¿Listos para otra aplicación del tipo: “nadie podía haberlo sabido”, hecha famosa por todos los autoproclamados liberales que sin la menor vergüenza apoyaron hace casi dos décadas la destrucción del Medio Oriente planeada y apoyada por mentiras por los neoconservadores?

Como si nadie podía haber sabido que eliminando la vida tal como la conocemos para enfocarse obsesivamente en un virus que afecta principalmente a lo que todavía es un número relativamente pequeño de personas al final de sus vidas, lo que estaríamos haciendo sería:

  1. Causar una devastación económica y, por lo tanto, un exceso de muertes, suicidios, divorcios, depresiones en cantidades mucho mayores que las muertes causadas por el virus.
  2. Ofrecer al ya monopolista y depredador vendedor on-line ventajas competitivas en términos de reservas de capital y participación de mercado que hagan prácticamente imposible en un futuro que las pequeñas e incluso medianas empresas del país y del mundo puedan alcanzarles. Y que esto hundiría a grandes sectores de la economía mundial en un sistema de vasallaje, con todo lo que esto presagia en términos de más muertes y más sufrimiento humano.
  3. Causar una gran miseria e innumerables muertes adicionales en el llamado Sur Global, donde muchas personas, con razón o sin ella, dependen de nuestros patrones de consumo.
  4. Destruir gran parte de lo atractivo de la vida urbana tal y como la conocemos y conducir a un colapso inmobiliario de proporciones descomunales, convirtiendo incluso las pocas ciudades que nos queden en reservas plagadas de delincuencia provocada por una gente cada vez más desesperada.
  5. Obligar a los gobiernos estatales y locales, que ya estaban luchando por sobrevivir antes de la crisis e incapaces de imprimir dinero a discreción como lo hace la Reserva Federal, a que recorten sus presupuestos ya insuficientes en un momento en que sus estresados electores en quiebra ​​necesitan esos servicios más que nunca.
  6. Impulsar el control «inteligente» de nuestras vidas, ya intolerable para cualquiera que todavía se aferre a los recuerdos de la libertad en el mundo anterior al 11 de septiembre, hasta el punto en que la mayoría de la gente ya no tenga ningún recuerdo de lo que se solía conocer como privacidad, intimidad o la simple dignidad de que le dejen a uno en paz.
  7. Entrenar a toda una generación de niños para que tengan miedo y desconfianza de los demás desde el primer día, y para doblegarse a los dictados «que les permitan mantenerse a salvo» (sin importar cuán empíricamente dudosa pueda ser la amenaza real para ellos), en lugar de la búsqueda valiente de la alegría y la plenitud humana, como meta clave en la vida.

También sin duda se nos dirá que nadie podía haber imaginado o conocido en ese momento:

a) Que los gobiernos promulgan a sabiendas políticas sobre la base de información que es en gran parte infundada o totalmente falsa, porque saben que, para cuando los pocos investigadores concienzudos logren mirar más allá del bombo publicitario para desacreditar su narrativa inicial, las estructuras favorables para ellos, que se implementaron sobre la base de la narrativa falsa, se habrá normalizado y, por lo tanto, no estarán en peligro de que se produzca un desmantelamiento.

b) Que nuestras instituciones educativas, que ya han fracasado miserablemente en la esencial tarea de educar a los jóvenes para que se involucren en un conflicto productivo con aquellos cuyas ideas son diferentes a las suyas, solo promoverán la deshumanización del «otro» a través de una dependencia cada vez mayor de las desalmadas prácticas de aprendizaje a distancia.

c) Que fomentar aún más las prácticas educativas alienadas y alienantes mencionadas anteriormente hará que sea más fácil de lo que ya es para nuestros oligarcas mejorar sus niveles ya obscenos de control sobre nuestra vida diaria y nuestro destino a largo plazo a través de tácticas de dividir y gobernar.

d) Que según el Instituto para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA), dos tercios de las elecciones programadas desde febrero se han pospuesto debido al COVID. Y que esto hace que los ciudadanos se acostumbren a la idea de que uno de los pocos derechos democráticos que les quedan pueda ser retirado sobre la base de caprichos burocráticos, creando una peligrosa «nueva normalidad» que obviamente favorece los intereses de los centros de poder establecidos.

e) Que Suecia y otros países han desarrollado formas mucho más equilibradas, que protegen la cultura y la dignidad de vivir de manera más plena y segura con el virus.

f) Que Anthony Fauci tiene una tendencia bien documentada a ver cada problema de salud como susceptible de soluciones farmacéuticas costosísimas (algunos lo llaman corrupción), incluso cuando se encuentran disponibles otras terapias menos intrusivas, menos costosas e igualmente efectivas.

g) Que la historia reciente del uso de vacunas para combatir infecciones respiratorias ha sido ineficaz cuando no grotescamente contraproducente.

h) Que el mundo perdió alrededor de 1.1 millones de personas en la epidemia de la gripe asiática de 1957-58 (una cifra mayor que la del número de muertos causado por el COVID –760.000), con unas 116.000 muertes en los EE. UU y, el mundo, a pesar de ello, no se detuvo.

i) Que la gripe de Hong Kong de 1968-69 mató entre 1 y 4 millones de individuos en todo el mundo y unos 100.000 en los EE. UU y tampoco en este caso se detuvo la vida. De hecho, Woodstock tuvo lugar en medio de aquella pandemia.

j) Que las decisiones de seguir adelante con la vida en todos estos casos probablemente no fueron el resultado, como algunos hoy podrían estar tentados de sugerir, de una falta de conocimiento científico o de una menor preocupación por el valor de la vida, sino más bien de una comprensión más aguda de que el riesgo siempre es parte de la vida y que los intentos agresivos de eliminar esta realidad humana a menudo pueden conducir a graves e indeseables consecuencias.

k) Que hay prestigiosos científicos, incluidos varios premios Nobel, que ya en marzo nos dijeron que este virus, aunque nuevo, se comportaría en mayor o menor medida como todos los virus anteriores y desaparecería. Y, por lo tanto, la mejor manera de enfrentarse a él era dejar que siguiera su curso mientras se protegía a las personas más vulnerables de la sociedad y se dejaba que todos los demás vivieran con normalidad.

l) Que importantes plataformas de información prohibieron o dejaron de lado las opiniones de estos científicos, mientras circulaban agresivamente los discursos de bromistas como Neil Ferguson desde el Imperial College, cuyas estúpidas y alarmistas predicciones de la mortalidad por COVID dieron a los políticos el pretexto para poner en marcha el experimento más agresivo de ingeniería social en la historia de la humanidad.

m) Que así como los niveles de mortalidad por el virus estaban disminuyendo rápidamente a finales de la primavera y principios del verano de 2020, lo que generó la esperanza de un muy necesario regreso a la normalidad, hubo un cebo y un cambio sin fisuras en los principales medios de comunicación desde un discurso centrado en el objetivo lógico y loable de «aplanar la curva» hacia uno centrado en el objetivo absurdamente utópico (y no casualmente orientado a las vacunas) de eliminar nuevos «casos».

n) Que el hecho de que los medios de comunicación se centraran de forma estrecha y obsesiva en el crecimiento de «casos» cuando el 99% de ellos no ponían en peligro la vida fue una negligencia periodística del más alto nivel, comparable, si no superior en su siniestro efecto, a lo que fue generado por la narrativa totalmente infundada de los medios de comunicación sobre las nubes en forma de hongo y las armas de destrucción masiva hace dos décadas, narrativa que llevó a la muerte de millones de personas y a la destrucción de buena parte de la civilización en el Medio Oriente.

o) Que el gobierno y los gobernantes corporativos, habiendo logrado habituar a las personas a participar en importantes cambios sociales que destruyen la solidaridad mediante la repetición del término “caso”, en gran parte sin sentido, seguramente llegarán a apoyarse aún más en él y en otros significativos mantras para paralizar a la sociedad según su voluntad, especialmente en esos momentos en que la gente parece estar despertando y reuniéndose para exigir un cambio en el equilibrio existente del poder social.

p) Que, como parecen demostrar numerosos estudios existentes y emergentes, la hidroxicloroquina es, cuando se combina con otros medicamentos igualmente asequibles, un tratamiento seguro en una etapa inicial y bastante eficaz en general para combatir al COVID 19.

q) Que los estudios negativos sobre la efectividad de la hidroxicloroquina publicados en dos de las revistas médicas más prestigiosas del mundo The Lancet y New England Journal of Medicine, y que fueron aducidos una y otra vez en un momento clave del debate inicial sobre posibles tratamientos para el COVID con el objetivo de desacreditar la eficacia del fármaco se basaban en datos falsificados (ver la entrada anterior sobre cómo los centros de poder juegan el juego de la percepción con información falsa para lograr cambios estructurales a largo plazo)

r) Que sugerir que los atletas profesionales de entre 20 y 30 años, e incluso los no-profesionales a nivel de colegios de secundaria o universidad, corrían un riesgo de consecuencias mortales al jugar en medio de la propagación de COVID fue, a la luz de los números conocidos relacionados con la letalidad de la enfermedad en estos grupos, en el mejor de los casos ridículo y, en el peor, una estratagema muy cínica para provocar miedo.

Y, por supuesto, sería negligente si no te recordara que te enmascararas muy bien, especialmente a la luz de los números de los Centros de Enfermedades Infeccionas; tendrás que perdonarme aquí por romper con la rica tradición de narrativa impulsada por el puro pánico, y pasar al ámbito de las cifras empíricas, que nos dicen que, hasta este punto de nuestra crisis, que «lo va a cambiar todo»:

  • 0,011% de la población estadounidense menor de 65 años ha muerto de COVID
  • 0,005% de la población de EE. UU. menor de 55 años ha muerto de COVID
  • 0,0009% de la población estadounidense menor de 35 años ha muerto de COVID
  • 0.0002% de la población estadounidense menor de 25 años ha muerto de COVID
  • 0.00008% de la población estadounidense menor de 15 años ha muerto de COVID

¿Y qué hay de las personas de «alto riesgo»?

  • 0,23% de la población de EE. UU. mayor de 65 años ha muerto de COVID

Aunque han intentado venderlo de otra manera, esto tiene muy poco, si es que tiene algo, que ver con la gripe española de 1918.

De hecho, ni siquiera está del todo claro si es acumulativamente peor en términos de pérdida de vidas que los brotes de gripe de 1957-58 o 1968-69, de la que casi nadie se enteró. Pero, supongo que eso no importa cuando hay una narrativa que mantener.

Teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente, ¿podría ser este el momento de preguntarnos si hay algo más en marcha?

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SONDAS: Todos los artículos que han aparecido hasta ahora sobre el tema del covid hacen una descripción bastante detallada y más o menos acertada de los efectos que están causando en las poblaciones humanas las medidas contra el virus adoptadas por los diferentes gobiernos del mundo. Sin embargo, ni una sola indicación sobre los objetivos a conseguir con esta exageración, ridícula y obsesiva, de datos y medidas que están paralizando el planeta.

¿Para qué quieren controlar a las masas, confinarlas, reducir drásticamente sus movimientos…? El experimento democrático no ha surtido el efecto esperado, pero, en cambio, ha provocado una súper población que envejece lentamente, gasta demasiado en atención sanitaria, exige sus derechos, ha producido nuevos bloques de poder político, militar y económico difícil de dominar y dirigir, se han generado enormes bolsas de pobreza que amenazan a las elites mismas con la delincuencia, la suciedad, las drogas, las mafias… Y todo ello ha provocado que esas elites, en gran parte desconocidas, se hayan decidido a introducir un cambio radical en la organización social que les permita neutralizar a los miembros más activos de las sociedades y separarse de las comunidades no-elitistas, creando dos mundos o dos realidades –la suya, basada en el lujo y el disfrute de productos sanos y naturales combinados con la más abyecta corrupción moral; y la del resto, individuos confinados, comiendo alimentos sintéticos, trabajando lo imprescindible para satisfacer las necesidades de las elites y sumergiéndose en una vida online, en una vida de virtualidad.

No puede haber un paraíso que alberge a todos los seres humanos. Se deben construir dos paraísos –el de las elites, real, y el del resto de los humanos, virtual. No tienen prisa. Todos estos experimentos sociales que llevamos presenciando desde hace siglos, si no milenios, es ya parte de su jardín de las delicias. Forma parte del espectáculo, de la diversión –guerras, masacres, detenciones indiscriminadas, torturas, destrucción urbana… Ellos no van al cine para saciar su canibalismo –presencian el espectáculo en vivo. También nosotros lo presenciamos, pero desde el otro lado, en la arena en la que tiene lugar la destrucción.

El otro aspecto, altamente perturbador, es el hecho de que en ninguno de estos artículos se plantee una reflexión sobre la llamada normalidad en la que vivíamos antes de que covid la desmantelara. ¿Era realmente normal nuestra forma de vida, la forma de vida del llamado primer mundo que, además, era imitado por el resto de las naciones con mayor o menor acierto? ¿Era realmente normal el que esa normalidad estuviera basada en el consumo generalizado de drogas, en el suicidio, en la toma exagerada de anti-depresivos, en la delincuencia, en las mafias que ya se habían instalado en los colegios y funcionaba entre niños y adolescentes? ¿No había llegado acaso el tiempo de reflexionar sobre esa normalidad que nos había llevado a una total negligencia de nuestros deberes de padres, de ciudadanos, de criaturas?

Sin embargo, continuamos río abajo arrastrados cómodamente por la corriente, pensando que todo iba bien. Y ahora vivimos enmascarados, sin rostro, sin futuro. Repasemos, pues, esa normalidad y tratemos de no caer otra vez en ella. Despertemos y actuemos en consecuencia.