La Guerra Fría que Estados Unidos está librando contra China en una economía global coloca a los aliados en un fuego cruzado y causará gravísimos daños a la estabilidad mundial.

El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, está pidiendo «una alianza de democracias» para enfrentarse a China. Se trata de una nueva Guerra Fría en la que las naciones se ven obligadas a ponerse del lado de Washington o del lado de Beijing.

Es un clásico juego de poder tiránico de Washington, pero, cínicamente, son los estadounidenses los que acusan a Beijing de ser la «nueva tiranía» en el mundo.

Sin embargo, la demarcación polarizada del planeta designada por Washington es imposible en una economía global altamente integrada, desde los mercados de consumo y financieros hasta las cadenas de suministro.

Un informe de esta semana subraya una vez más cómo incluso el ejército estadounidense depende de China para el suministro de metales de tierras raras utilizados en sus sistemas armamentísticos.

De hecho, toda la economía de Estados Unidos depende de China, que es el mayor socio comercial de Estados Unidos. En 2019, Estados Unidos tuvo un déficit comercial de $345 mil millones con China a pesar de llevar tres años de la política de «Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande» bajo el presidente Donald Trump.

En el mundo que ha quedado tras la invasión de Irak, es absolutamente una locura creer ciegamente la narrativa de Estados Unidos sobre China

El déficit con China representa aproximadamente la mitad del desequilibrio comercial total de los Estados Unidos con el resto del mundo. Y ha sido así durante años. Por lo tanto, la noción de «cortar a China», como Trump dice que pretende hacer, es impracticable.

Eso es lo que hace que aumentar las hostilidades contra China sea también una estrategia estéril. El cierre de consulados y la emisión de acusaciones por presunto espionaje solo están conduciendo a un enfrentamiento que los Estados Unidos realmente no pueden hacer cumplir o pagar, literalmente.

Lo mismo ocurre con los aliados estadounidenses a quienes Washington está presionando para unirse a una nueva y devastadora Guerra Fría. Australia, Gran Bretaña y Canadá, entre otros, están atrapados en un fuego ideológico cruzado que provocará graves bajas en sus economías. Los agricultores australianos ya están pagando un precio doloroso después de que China cancelase sus pedidos de exportación debido a que se percibe a Canberra como a un representante de Washington en las provocativas reclamaciones de coronavirus contra Beijing.

Pompeo estuvo en Londres esta semana donde instó al «mundo libre» a enfrentarse a China. Esto siguió al anuncio la semana pasada por parte del gobierno británico de desechar un acuerdo de asociación con la firma china Huawei para modernizar las telecomunicaciones de Gran Bretaña. Ese movimiento fue impulsado por una intensa presión sobre Londres por parte de la administración Trump para desairar a China por presunto «riesgo de seguridad nacional». Pero esta decisión por parte de las autoridades británicas perjudicará gravemente a la economía de Gran Bretaña. La modernización de su infraestructura de telecomunicaciones se retrasará y será costosa.

Además, China es un importante socio comercial de Gran Bretaña, como lo es de la mayoría de los países debido a que es, de facto, la primera economía del mundo. A medida que Gran Bretaña traza un nuevo entorno comercial global después del Brexit, necesitará la buena voluntad de China más que nunca.

La Unión Europea también depende de China para el comercio y la inversión. Eso explicaría por qué los líderes europeos desconfían de la política polarizadora de Washington de fracturar al mundo en un ataque similar a la Guerra Fría. Tal representación de un mundo igual a cero es simplemente insostenible en una economía global integrada. Cortar los lazos con China es como cortar la nariz para mortificar a la cara.

Durante la Guerra Fría con la Unión Soviética, el mundo estaba en gran medida aislado entre los dos bloques. Hubo una mínima interconexión económica. Se pudo mantener una Cortina de Hierro debido a la rígida separación entre economías y comunicaciones. Ese tipo de aislamiento artificial es imposible en un mundo cada vez más interconectado.

Incluso Pompeo lo admite, aunque de forma peyorativa. En un discurso de apertura esta semana, comentó con desdén: «A diferencia de la Unión Soviética, China está profundamente integrada en la economía global … La URSS estaba cerrada al mundo libre. La China comunista ya está dentro de nuestras fronteras «.

Cuando incluso el Pentágono tiene que inclinarse ante las realidades de la economía mundial y su dependencia de China para productos básicos vitales, deberíamos entender que la nueva Guerra Fría que busca Washington con China es un sueño imposible. Todo es retórica vacía para justificar una ideología de conflicto que Washington necesita perseguir para satisfacer sus pretensiones anacrónicas de dominación global.

Desafortunadamente, al imponer su visión hostil y bifurcada del mundo, muchos países, incluidos los llamados aliados, sufrirán económicamente. Y no son las únicas consecuencias. Las tensiones internacionales están llegando a un punto de ebullición peligroso para todos.

Finian Cunningham para RT (Traducido del inglés por sondas.blog)

SONDAS.BLOG: Las palabras que el sociólogo Eric Li pronuncia en el documental de John Pilger sobre la guerra fría que Estados Unidos está alimentando contra China son concluyentes:

Construimos la Gran Muralla para protegernos de los bárbaros, no los invadimos.

Esta frase define de forma contundente lo que va a ser la política de China para los próximos milenios –protección, no invasión. Pero también –comercio.

China mantiene importantes acuerdos con Irán, Bolivia, Venezuela, Rusia, Siria, India… pero son acuerdos comerciales en los que no hay presión ni amenazas. Son acuerdos en los que ambas partes ganan, se benefician y estrechan sus relaciones –hay distensión. Y a ese nivel, Estados Unidos se muestra impotente a la hora de competir. Norteamérica está acostumbrada a ser temida, a no necesitar de ningún intercambio de mercancías. Como parte de la herencia ideológica europea, se siente con derecho de tomar aquello que necesita sin pagar nada por ello –el saqueo es propio de la cultura-pirata anglosajona. Solo que esta vez, Estados Unidos acaba de toparse con la inexpugnable muralla china. Tendrá que retroceder, pero ¿a dónde? Es el derrumbe y, como todos los imperios, el norteamericano no se imagina un mundo sin su supervisión –mejor un suicidio colectivo que un mundo sin barras y estrellas. Hay otras opciones menos dramáticas Uncle Tom.

25 Julio, 2020