¿Es esto real?… Y ¿qué es la realidad?

El hecho de que la filosofía occidental haya omitida en sus epistemologías dos conceptos fundamentales a la hora de entender el funcionamiento de la existencia –la consciencia y el sueño– es la causa de que buena parte de la humanidad siga preguntándose qué es la realidad. ¿Es real lo que experimento a través de los sentidos? ¿Lo que comprendo cognitivamente?

Desde esta posición es imposible responder a esta pregunta, pues lo que estamos dando por hecho es que la realidad solo existe cuando estamos despiertos. Y de esta forma tachamos de irreal la otra mitad de nuestra vida, en la que no estamos despiertos. El error aquí estriba en confundir realidad con estado o condición.

El estado-vigilia es tan real como el estado-sueño profundo o el estado sueño-con-sueños. Son tres estados que experimentamos continuamente, casi cada día. Sin embargo, cuando hablamos de ellos, lo hacemos siempre desde el estado-vigilia. Al despertar, tachamos de irreal el tiempo en el que estuvimos profundamente dormidos y el tiempo en el que estuvimos soñando.

Mas esta forma de entender los estados, las condiciones que experimenta nuestra nafs –nuestro yo– no resuelve el problema, pues en muchas ocasiones no percibimos que lo que nos sucede, lo que experimentamos en el estado vigilia, sea real.

La experiencia nos enseña que nuestra realidad es cambiante. Nuestra configuración existencial puede variar incluso de forma drástica. Fijémonos, si no, en lo diferentes que somos en estado vigilia y en el estado sueño-con-sueños. Nuestra lógica, nuestra percepción de las cosas y de las situaciones es totalmente diferente. Incluso nuestro cuerpo es diferente.

Y aún más abismal es la diferencia entre el estado vigilia y el estado sueño profundo, ya que en éste desaparece toda identidad. Lo único que permanece es la nafs –el yo, desprovisto de toda característica.

Al salir de este estado de sueño profundo, entramos en el estado vigilia y comienza la acción. Volvemos a tener identidad, memoria, y ello nos hace pensar que esa es nuestra realidad.

Fijémonos en esta aleya del Corán:

Juro por la admonición y quien la escucha, por la noche y su carga,

por la Luna y por cómo se ha ordenado su trayectoria,

que no habéis cesado de pasar de una condición a otra.

(Corán, sura 84, aleyas 16-19)

Nuestra realidad es un continuo pasar de un estado a otro, de una condición a otra –en tanto que especie y en tanto que individuos. Fuimos primero bashar –originados por partenogénesis en el seno de nuestra “madre tierra” a partir de una sola célula. Después fuimos insan –producidos sexualmente y albergados en la matriz materna, en la que durante 9 meses no cesamos de pasar de un estado a otro, hasta convertirnos en seres humanos completos.

Mas este incesante devenir no termina con la muerte, como así nos lo revelan estas inquietantes aleyas:

En Nuestro plan está el que la muerte sea para vosotros un destino

común, y no podréis evitar que os transformemos, y os originemos

en una forma y un estado que no conocéis. Siempre habéis

tenido conocimiento de cómo fuisteis producidos

la primera vez –¿es que ya lo habéis olvidado

y por ello os desentendéis?

(Corán, sura 56, aleyas 60-62)

Cada nuevo estado implica una nueva configuración genética, adecuada a las características de la nueva condición en la que se encuentra la nafs –nuevos elementos que se activan y otros que se apagan; nuevos estados, nuevas condiciones, nuevos cuerpos para una misma nafs que nunca ha cesado de existir, que siempre ha estado ahí –en el estado vigilia, en el estado sueño-con-sueños y en el estado sueño profundo. Y ahí seguirá tras la muerte, transformándose, experimentando infinidad de nuevas posibilidades, ahondando en el conocimiento… bajo la atenta “mirada” de la consciencia.

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