EL INFIERNO NO EXISTE – Los twitters del papa Francisco

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La psicología del papa Francisco es muy parecida a la del presidente Trump –no argumentan sus posiciones u opiniones, prefieren twitear, frases cortas, cotilleos de mujeres en una peluquería. En esas conversaciones, delirios entrecortados mientras se hacen la permanente o la manicura, hay numerosas contradicciones. Ello hace que la oficina de prensa de la santa sede y de la casa blanca anden detrás de sus respectivos dirigentes corrigiendo, enmendando o descaradamente desmintiendo sus desafortunadas declaraciones –uno no puede decir que va a hacer desaparecer Corea del Norte, o que el acuerdo con Irán ha sido el peor acuerdo en la historia de los Estados Unidos sin una clara y bien argumentada explicación. De la misma forma, hablar del infierno en términos muy diferentes a los tradicionales exige, al menos, un libro. No bastan frases en medio de una conversación con periodistas, en medio de charlas accidentales e informales, para introducir cambios radicales en la creencia de miles de millones de personas (no lo decimos porque nos cause congoja la situación de esos miles de millones, en su mayoría hipócritas, ignorantes de su religión y negligentes con ella). No bastan esos a modo de twitters, de trinos entre ramas, de picoteos, para declarar que Jesús (Isa) fue víctima de un engaño por parte de su padre al convencerle de que viniera a la Tierra, se encarnara en un cuerpo humano y muriese en una cruz para salvar a la humanidad de un castigo eterno inexistente.

Más no es sólo el destino de los hombres en el más allá lo que tienen que dilucidar de una vez por todas las iglesias cristianas, sino otras muchas aseveraciones que van contra la lógica, el raciocinio y las propias escrituras proféticas –la naturaleza divina de Isa, su muerte en la cruz, la trinidad y el lugar de Muhammad en el sistema profético.

La iglesia católica, al igual que la protestante, saben, algunos saben, que no pueden continuar arrastrando toda esa sarta de incongruencias y aberraciones teológicas. Saben, algunos saben, que tienen que volver al Tawhid, a la unicidad absoluta de Allah (el nombre del Creador que han perdido).

El proceso, sin duda, comenzó con el concilio vaticano II, después de haber exterminado durante casi 1700 años a toda la oposición que aún se atrevía a poner en duda los sacramentos y los actos de fe –todo a lo que ahora la propia iglesia se va a tener que oponer.

Son muchos los sacerdotes, los ideólogos cristianos y ciertos “colaboradores” que dicen o insinúan que Isa era un hombre de carne y hueso, que contrajo matrimonio y tuvo hijos. Así hablan los agnósticos, pero los religiosos utilizan los eufemismos “simbolismo”, “metáfora”, “alegoría” para referirse al escándalo de la trinidad o al de la deidad de Isa.

No cabe duda de que hasta la total consecución del objetivo prioritario de las iglesias cristianas que no es otro que devolver su credo politeísta al más claro y racional monoteísmo, sus twitters tendrán que pasar por un periodo de ambigüedades como el que estamos viviendo en estos momentos.

El papa Francisco ha dicho, sin decirlo, que no hay infierno. Siguiendo el estilo de Trump, la santa sede lo ha desmentido tajantemente diciendo que en realidad hay infierno, si bien el papa Francisco no ha afirmado que lo hay y que es eterno. Obviamente, después de todas esas declaraciones no sabemos a qué atenernos, y eso es precisamente de lo que se trata –de momento, en nuestra memoria ha quedado impreso que no hay infierno, pero mientras tal afirmación no se convierta en acto de fe, siempre pueden sacar de algunas de las muchas mangas que tienen los cardenales la carta de que hay infierno y es eterno. Veamos más en detalle esta ambigüedad.

El tema lo insinuó Juan Pablo II, quien afirmó en una Audiencia celebrada el 28 de Julio de 1999 que así como el cielo no es “un lugar físico entre las nubes” el infierno tampoco sería un lugar propiamente dicho, sino “la situación de quien se aparta de Dios”. La pirueta metafísica parece tener consistencia, si bien nos gustaría saber en qué lugar habita quien se aparta de Allah. Los justos estarán en la perpetua contemplación de Allah en algún ámbito en el que poder existir. ¿Dónde entonces estarán los soberbios que no se arrepientan? Estarán en algún lugar y, por lo tanto, nos encontraremos en la misma situación que en la de antes de negar el infierno –¿cómo será ese lugar? ¿Cómo será la vida de los que allí moren? ¿Para siempre?

Estos papas carecen de formación epistemológica y por ello no caen en la cuenta de que toda nafs o ego o alma, como dicen ellos, necesita de un cuerpo en el que poder manifestarse. Y de la misma forma, todo cuerpo, sea de la naturaleza que sea, necesita una tierra, un ámbito, un espacio en el que poder, a su vez, manifestarse, existir. Mas a ellos estas consideraciones no les quitan el sueño. Son twitters, arrebatos como los que le entran a Trump, o quizás zancadillas de shaytan.

Y tras Juan Pablo llegó Francisco con la misma carencia epistemológica. En una entrevista o charla distendida con su “amigo” Eugenio Scalfari, periodista del diario La Repubblica, y publicada el 28 de marzo, miércoles santo, el Papa aseguró que las personas que se arrepienten “obtienen el perdón de Dios, pero las que no se arrepienten, y por lo tanto no pueden ser perdonadas, desaparecen”. “No existe un infierno, existe la desaparición de las almas pecadoras”. De nuevo la carencia epistemológica –nada desaparece, pues la desaparición, la no existencia, implicaría la existencia de algo independiente o “fuera” de Allah. Todo está en Allah, todo se manifiesta en Allah y todo vuelve a la consciencia de Allah para manifestarse de nuevo en un vaivén perpetuo.

Son papas que dudan y ya se sabe que no hay mejor posición que la duda para comenzar la búsqueda de la verdad. Por eso, quizás, ambos leían y leen el Qur-an por las noches, cuando la tenue luz del crepúsculo calma el bullicio de Roma. Según rumores el Qur-an se ha convertido en el libro de cabecera de los últimos papas. No parece que sean meras habladurías. Ahí está la foto de Juan Pablo II besándolo y las palabras de Francisco “Es un libro profético de paz”. Sin duda que algo está pasando en el vaticano. No sólo se trata de carencia epistemológica, sino de desvarío teológico, pues si el Qur-an es un libro profético, y que sepamos no ha habido otro después de él, ya pueden cristianos y judíos, budistas y chamanes de todo tipo abandonar sus prácticas, sus ritos y sus credos y empezar a leer y a poner en práctica este Libro.

No saben lo que dicen –arrebatos y desvaríos como los de Trump. La misma psicología de los nuevos dirigentes –transgéneros que no tienen más argumentos que sus poses y sus trinos.

No obstante, la santa sede, a través de su oficina de prensa, se apresuró en negar que Francisco hubiera negado la existencia del infierno, y alegó que se trataba de una “reconstrucción” por parte del periodista Scalfari. Sí, estamos de acuerdo. Scalfari, como el resto de periodistas, “reconstruye” los diálogos con la gente que entrevista, pero ¿significa aquí “reconstrucción” que Francisco dijo que existe infierno, que es eterno y que es un lugar de constantes tormentos? En ese caso no hablaríamos de reconstrucción, sino de tergiversación y clara falsificación de las palabras del papa.

Las iglesias cristianas tienen que negar el infierno, pues es un concepto inaceptable para el código de los derechos humanos, la verdadera biblia de hoy. Tienen que negar la trinidad para poderse subir al tren del monoteísmo, que es el único que admite occidente debido a su superioridad ontológica. Tienen que negar a José el carpintero para eliminar la figura ridícula de un marido que nunca llegó a consumar el matrimonio, algo tan contrario a la sunnah de Allah el Altísimo. Y tienen que cortar muchos más flecos.

Una vez llevada a cabo esta cirugía, el problema no habrá desaparecido, sino que se habrá agudizado aún más, ya que todo eso que sobra es precisamente lo que constituye el llamado cristianismo. ¿Qué les queda por hacer a los cristianos cuando se recuperen de la anestesia? Si yo fuera uno de ellos, seguiría el ejemplo de Juan Pablo y de Francisco –besaría el Qur-an y lo tomaría como el último libro profético. Entonces la operación habrá sido todo un éxito.

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